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miércoles, 7 de abril de 2010

“La cumbre árabe es teatro político”

“La cumbre árabe es teatro político”


As'ad AbuKhalil
Al Jazeera


Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens




Los dirigentes árabes se están reuniendo en Libia en una cumbre ritual que tiene lugar casi todos los años desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Aunque la Liga de Estados Árabes (a la que también se refieren comúnmente como Liga Árabe) fue establecida en 1945, los Estados miembros no se reunieron por primera vez hasta 1964 en la sede en El Cairo para discutir la amenaza israelí – a los recursos acuáticos.

Los dirigentes árabes se reunieron en un intento unificado para estudiar el peligro de planes israelíes de desviar las aguas del río Jordán. El plan de la cumbre fue tan efectivo como los subsiguientes planes militares árabes de encarar la amenaza israelí.

La Liga Árabe fue fundada a instancias de los británicos, tal como el Consejo de Cooperación del Golfo fue fundado por pedido insistente de EE.UU. No hay que confundir esas presiones externas con esfuerzos para impulsar la unidad árabe; en los hechos, la verdad es todo lo contrario.

Las potencias occidentales han sido siempre hostiles a todos los esfuerzos por la unidad árabe, especialmente cuando Gamal Abdel Nasser, el difunto presidente egipcio, era el símbolo del nacionalismo árabe. Pero las potencias occidentales prefieren alianzas regionales que promueven la seguridad y los planes políticos occidentales.

La Liga Árabe fue un compromiso entre las expectativas populares árabes de una entidad política árabe más amplia, y las preocupaciones británicas de que el nacionalismo árabe se extralimitara.

Las cumbres árabes no han logrado atraer la atención del público árabe desde la derrota de Jordania, Siria y Egipto por Israel en junio de 1967. Antes de esa fecha, los árabes habían esperado que sus dirigentes planificaran y ejecutaran una operación militar seria para derrotar a Israel y liberar Palestina.

Promesas grandiosas

Antes de la ocupación de Palestina por Israel en 1948, los periódicos solían enviar sus mejores corresponsales a cubrir las reuniones pan-árabes. Los recortes de la prensa de esa época estaban repletos de referencias a planes sólidos para derrotar el sionismo sin siquiera permitir que el Estado judío fuera creado.

Los discursos eran fogosos y las promesas grandiosas. Los dirigentes árabes incluso firmaron un pacto militar conjunto. La palabra clave era “conjunto”. Se suponía que los dirigentes árabes coordinaran sus acciones políticas, diplomáticas y militares especialmente cuando tenía que ver con la confrontación con el sionismo y la ayuda a los palestinos.

Por cierto, la primera guerra en 1948 fue una experiencia humillante para los árabes, y un golpe devastador para las aspiraciones palestinas.

El pacto militar conjunto no significó gran cosa: las heterogéneas tropas árabes que entraron a Palestina para impedir su ocupación por el Estado judío iniciaban a menudo tiroteos “amistosos” entre sí.

Finalmente, los regímenes que dirigieron los ejércitos árabes en 1948 fueron derrocados (con la excepción de Jordania). Nuevos gobiernos árabes llegaron al poder en Siria, Iraq, Egipto, y más tarde en Sudán y Libia. Los nuevos regímenes hablaban el lenguaje del nacionalismo árabe y prometieron una solución rápida para la ocupación de las tierras árabes.

Amin Hafiz, presidente sirio en 1963, afirmó que tenía un plan sólido que derrotaría a Israel en tres días. Nasser, dicho sea en su favor, fue más cauteloso y subrayó que la planificación para la liberación de Palestina necesitaba años de cuidadosa consideración.

Pero también estaba mal preparado e hizo decisiones desafortunadas (como ser arrastrado a la guerra en Yemen, nombrar al notoriamente incompetente Abdul-Hakim Amir como comandante de las fuerzas egipcias, y ser presionado por Jordania y Siria en 1967 para tomar riesgos no calculados que terminaron por llevar a la derrota).

Evento crucial

Los árabes en general hicieron distinciones influenciadas por la retórica política de Nasser entre “regímenes árabes progresistas” y “regímenes árabes reaccionarios” – los rabos de las potencias coloniales,” como Nasser los llamaba.

Esa distinción fue enterrada en junio de 1967 durante la Guerra de Seis Días, un evento crucial en la historia árabe. Todas las esperanzas puestas en Nasser y la ideología socialista baasista fueron destruidas. Sería justo decir que las cumbres árabes nunca importaron después de esos días – por lo menos en lo que tenía que ver con el pueblo árabe.

Nasser asistió a la cumbre árabe en Jartum en 1967, pero era un hombre roto, y tenía que depender de ayuda saudí y árabe para reconstruir sus ejércitos.

Tampoco era relevante para el pueblo árabe la distinción hecha entre los dos campos en la política árabe. Ninguno de ellos había cumplido sus promesas.

Los dirigentes árabes se siguieron reuniendo en cumbres irregulares. Pero ya nadie prestaba atención. Nadie esperaba que los dirigentes árabes enfrentaran a Israel cuando invadió al Líbano en 1982, o cuando atacó Gaza en diciembre de 2008, o cuando atacó al Líbano en 2006, o cuando EE.UU. atacó a Iraq – dos veces.

Los dirigentes árabes se reúnen ahora por una variedad de razones que no tienen nada que ver con las aspiraciones del pueblo árabe o los sueños de unidad árabe. Se reúnen ante todo para conferir el honor de recibir la cumbre los unos a los otros.

Cada año, un gobernante árabe y su país son anfitriones de la cumbre. Trae consigo un cierto grado de prestigio formal. El dirigente de ese país recibe más visitantes y dignatarios que de costumbre y es visto en su televisión estatal recibiendo jefes de Estado, y representantes de organizaciones internacionales.

Impresión de actividad

En segundo lugar, los dirigentes árabes se reúnen frecuentemente para seguir los dictados de EE.UU.

Hosni Mubarak, el presidente egipcio, organizó apresuradamente una reunión en el Cairo en el verano de 1990 para impedir que se desarrollara un consenso árabe para resolver la crisis creada por la invasión iraquí de Kuwait, porque EE.UU. promovía sus propios planes para expulsar al ejército de Sadam, y proyectar su poder en la región.

La cumbre árabe en Beirut en 2002 fue también un intento (sobre todo de Arabia Saudí, pero también de otros gobiernos árabes) de eludir la cólera del gobierno de Bush después de los ataques del 11 de septiembre.

Los dirigentes árabes tienen otro motivo para reunirse. Quisieran proyectar una impresión de actividad; de que se están preocupando de los problemas del pueblo. Pero, a cierto nivel, tienen plena consciencia de que nadie presta atención.

Los dirigentes árabes siguen emitiendo largas declaraciones floridas, pero ya no son leídas. No estamos en la era de Nasser. Estamos en la era de dirigentes árabes envejecidos (o sus hijos) carentes de carisma y popularidad.

Ésta es la era de la dominación de EE.UU. en Oriente Próximo, en la que los dirigentes árabes reciben poco campo de maniobra.

Por lo menos las cumbres árabes son capaces de sorpresas retóricas. Los “Tres No” de Jartum (no a la paz con Israel, no al reconocimiento, y no a la negociación) en 1967 son las más famosas, pero ahora sabemos que esos gobiernos, que apoyaron oficialmente la fórmula, ya estaban negociando en secreto con los israelíes.

El gobierno de EE.UU. mantiene ahora un control muy estrecho sobre los regímenes que domina. Cuando el rey Abdullah, el monarca saudí, se refirió a la ocupación de EE.UU. en Iraq como “ilegítima” durante su discurso de apertura en la cumbre árabe en Riad en 2007, hubo una crisis diplomática y el rey no ha vuelto a utilizar esa expresión.

El pueblo árabe está ahora acostumbrado a reuniones que producen largos documentos tediosos que nadie lee realmente (excepto los traductores en las embajadas extranjeras).

Entre ver seriales de la televisión siria y turca, y ver el desarrollo de las cumbres árabes, el pueblo árabe puede adorar el control remoto. Pasados están los días en los que dependía de un canal controlado por el Estado que lo bombardeaba con discursos y movimientos diarios del “querido líder árabe”.

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