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jueves, 19 de agosto de 2010

recordando a Pancho Villa heroe sin igual

La expedición punitiva
Estados Unidos contra Villa y contra México
Gerardo Peláez Ramos
Rebelión





A los valientes que derrotaron a los gringos en El Carrizal, el 21 de junio de 1916

En la historia de las relaciones entre México y Estados Unidos, es decir, entre una ascendente potencia imperialista y un país dependiente y atrasado, se presentaron desencuentros y enfrentamientos muy importantes. El desarrollo capitalista de Norteamérica, implicó la conversión de Estados Unidos en una potencia transcontinental mediante la compra de territorios a Francia y España, la negociación territorial con Inglaterra y el despojo de territorios a México. En 1836, por medio del estímulo a elementos filibusteros, Texas fue cercenada de México; en la guerra de rapiña de 1846-1848 Estados Unidos arrebató a México Nuevo México, Arizona, Nevada, Utah, California y fracciones de otros estados, y en 1853 “compró” la Mesilla.

En el curso de la Revolución mexicana, el imperialismo norteamericano participó activamente en el derrocamiento del gobierno democrático de Francisco I. Madero, y luego de derrotado el gobierno golpista de Victoriano Huerta, facilitó la actividad en su suelo de elementos reaccionarios como Félix Díaz y otros conocidos derechistas. Entre marzo de 1916 y febrero de 1917, el gobierno de Estados Unidos, con Woodrow Wilson como presidente, realizó una intervención militar en México, conocida como Expedición Punitiva, dizque para perseguir a Francisco Villa, apresarlo y liquidarlo. Los objetivos reales eran otros: sabotear e impedir la promulgación de leyes sobre materia petrolera, agraria, laboral y religiosa. Naturalmente, estos objetivos sólo los pusieron al descubierto el patriotismo mexicano y el movimiento obrero estadounidense.

En repudio al reconocimiento del gobierno de Venustiano Carranza por la administración wilsoniana, Pancho Villa atacó con 360 hombres el 9 de marzo de 1916 la población de Columbus, Nuevo México. Durante la incursión prendieron fuego a varias casas, saquearon algunas tiendas, sustrajeron dinero del banco y de la oficina de correos y telégrafos, combatieron con la guarnición de la plaza y mataron ocho soldados y otro número igual de civiles. Cayeron muertos, heridos y prisioneros algunas decenas de villistas.

Con motivo de estos acontecimientos, los partidarios de la intervención tenían a su favor a la opinión gabacha, muy indignada. El 15 de marzo, un cuerpo expedicionario mandado por el general John J. Pershing invadió el territorio mexicano para tratar de aprehender a Villa. Era, de forma clara y en gran escala, la intervención militar unilateral de Estados Unidos. No era la guerra, pero se iba derecho hacia ella. (1)

Muchos quisieron ver, en estos hechos, la mano de Alemania. No era una sorpresa, de acuerdo con Katz, se haya afirmado que las intrigas alemanas fueron las causantes del ataque de Villa, y describir a Alemania como la perturbadora de la paz. Naturalmente, no ha aparecido prueba alguna de esta errónea información. (2)

El asalto de Villa dio el pretexto al imperialismo norteamericano para intervenir en México con una fuerza de agresión llamada Expedición Punitiva, bajo la dirección del general John J. Pershing, apodado Black Jack, el mismo que comandaría el cuerpo expedicionario norteamericano en la I Guerra Mundial. Esta fuerza invasora tuvo como características centrales, en cuanto a armas y equipos, ser la última acción importante del ejército gringo en que se utilizó ampliamente la caballería y la primera en utilizar aviones y camiones. Las tropas yanquis cruzaron la frontera por Palomas y Ciudad Juárez, Chihuahua, inicialmente con alrededor de 5 mil oficiales y soldados. Posteriormente, estos contingentes fueron aumentados y llegó un momento en que eran alrededor de 20 mil los participantes en la intervención.

Conforme a dos estudiosos estadunidenses: “...La práctica que este incidente dio al ejército puede haber justificado lo que costó; pero el fracaso de la expedición desacreditó la política de “espera vigilante” y la violación del suelo mexicano produjo la enemistad de Carranza y despertó las sospechas de los pueblos sudamericanos...” (3)

La persecución norteamericana se convirtió, según un académico, en una búsqueda bufa por desiertos descaminados, durante la cual se vieron sometidos a acosantes ataques de parte de los villistas, una vez estuvieron bien en el interior de México. Los estadunidenses cayeron al fin en la cuenta de la locura de su misión. (4)

La Expedición Punitiva se integraba, al principio, con la 1ª Brigada, al mando del coronel James Lockett, compuesta por el 11º Regimiento de Caballería, el 12º Regimiento de Caballería y un Batallón de Artillería de campaña; la 2ª Brigada, al mando del coronel John J. Beacon, compuesta por el 6º Batallón de Infantería, el 16º Batallón de Infantería, dos Compañías de Ingenieros, una Compañía de Ambulancias, un hospital de campaña, un cuerpo de señales, un escuadrón aéreo y dos Compañías de Transportes. Tiempo después, estas unidades fueron reforzadas convenientemente. (5)

Las masacres, persecuciones y control de movimientos de los lugares por donde pasaban las tropas gringas, despoblaron de mexicanos las ciudades y rancherías. Por cierto, en las cifras de caídos villistas contabilizados por los jefes de la Expedición Punitiva hay que descontar a sencillos habitantes que fueron asesinados sin ninguna razón. En sus correrías por territorio mexicano, las tropas norteamericanas se apoderaron de ganado que necesitaban y efectuaron numerosas aprehensiones de mexicanos a quienes consideraban sospechosos de villistas, para remitirlos a Estados Unidos, donde muchos fueron ahorcados o condenados a largas prisiones bajo el cargo, no siempre confirmado, de haber tomado parte en el asalto a Columbus. (6)

Como es típico en las fuerzas armadas de EU y otros países imperialistas, en no pocas ocasiones crean y arman conflictos bélicos con el objeto de probar y mejorar nuevas armas y medios de la guerra moderna, y preparar a sus tropas y mandos para conflagraciones futuras, que, en el caso de 1916, perseguía el fin de intervenir en la I Guerra Mundial. A propósito, sostienen dos historiadores militares: “...No obstante, las pruebas en el campo continuaron hasta 1916, cuando los camiones militares pasaron su primera prueba real durante la Expedición de Castigo a Méjico. En una audaz adquisición de 500 vehículos comerciales valorados en 460,000 dólares, el Departamento de Guerra formó veintidós compañías de camiones, los cuales demostraron su valía llevando suministros. El ejército estaba en el umbral de la edad de motor.

“Como en el movimiento de motorización, las primeras experiencias del ejército con aeroplanos fueron largas en promesas y cortas en rendimiento, pero las operaciones de 1916 en Méjico reavivaron un flojo compromiso...” (7)

El gobierno de Carranza protestó por la intervención, e hizo los preparativos para hacerle frente tanto en el terreno militar como en el político y el diplomático. En la Ciudad de México y otras poblaciones, el pueblo celebró manifestaciones y mítines de repudio a la agresión estadunidense. El 12 de marzo, el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista lanzó un manifiesto al pueblo mexicano, publicado en La Opinión, de Querétaro, en el cual planteaba que no permitiría la entrada de tropas extranjeras a territorio nacional, y que si ésta se producía “el pueblo mexicano sabrá cumplir con honor su deber, sin reparar en los sacrificios por los que haya que pasar, para defender sus derechos y la soberanía de México”. (8)

La administración carrancista reaccionó en forma rápida, y nombró al general Álvaro Obregón como secretario de Guerra y Marina, y al general Cándido Aguilar como secretario de Relaciones Exteriores. Apunta uno de los principales estudiosos de la política internacional de México: “Confió el Primer Jefe las responsabilidades mayores, después de la suya, a los dos hombres más destacados y aptos en su ejército para tales cargos... La organización militar en previsión de todo, quedó confiada al vencedor de Villa; y la defensa diplomática en manos de un jefe que había dado prueba de entereza patriótica”. (9)

En San Isidro, Chihuahua, se enfrentaron, el 29 de marzo, guerrilleros villistas y fuerzas norteamericanas, de las 11:00 a las 16:00 horas. Los estadounidenses tuvieron 93 muertos y 34 heridos, además de dejar 110 fusiles máuser. El 3 de abril se produjo un combate en Aguacaliente, Chihuahua, entre norteamericanos y seguidores de Pancho Villa, entre las 4:00 y las 17:00 horas. Los invasores tuvieron 108 bajas. (10)

La disposición de lucha del pueblo mexicano era elevada. En Parral se escenificaron importantes acontecimientos el 12 de abril. Las tropas norteamericanas penetraron a la ciudad, y grande fue su sorpresa cuando contemplaron a las masas, iracundas, encabezadas por la señorita Elisa Griense, llenándolos de improperios, y señalándoles el camino para que abandonaran inmediatamente la población.

Los hombres, las mujeres y hasta los niños recorrían las calles en demanda de armas y municiones para arrojar de allí a los invasores. Entonces la población enfurecida se arrojó sobre la guardia del cuartel, se apoderó de los fusiles colocados en el armero, y se abalanzó sobre la columna de soldados norteamericanos, al grito de ¡Viva Villa!, ¡Viva México! El pueblo persiguió a la columna invasora hasta Santa Cruz de Villegas, hiriendo y matando a los soldados de Estados Unidos. (11)

El oficial norteamericano Robert L. Twye fue atacado, el 13 de abril, por el coronel villista Acosta. Hubo muertos y heridos de la Expedición Punitiva. El día 18, los villistas repelieron a los estadounidenses, que sufrieron 124 bajas, en Puerto de Varas, Chihuahua. El 22 de abril, el coronel Jorge H. Dodd atacó a Tomóchic defendido por Miguel Baca Valles y Domínguez, cuyas fuerzas le hicieron 8 muertos y 6 heridos. (12)

Negociaciones

Empero, la guerra no se declaró y se iniciaron tratativas. Entre el 29 de abril y el 11 de mayo, se celebraron conferencias en El Paso, Texas, y Ciudad Juárez, Chihuahua, entre los generales Álvaro Obregón y Jacinto B. Treviño, por México, y los generales Frederick Funston y Hugh L. Scott, por Estados Unidos, para tratar sobre la retirada de las tropas de la Expedición Punitiva. Los representantes yanquis querían incluir en la agenda temas que no estaban vinculados con la salida de sus tropas, con la intención de intervenir en los asuntos internos nacionales. Las negociaciones fracasaron y no se acordó la retirada inmediata de las tropas expedicionarias.

Elementos no identificados, a quienes los yanquis acusaban de estar avituallados y asesorados por generales mexicanos, asaltaron, el 5 de mayo, Glenn Springs, distrito de Big Ben, Texas, por lo cual murieron varios ciudadanos estadunidenses, incluidos algunos militares. El gobierno gringo se aprovechó de este incidente para incrementar el número de tropas de la Expedición Punitiva. Ocurrieron otros asaltos en la línea fronteriza entre los estados de Chihuahua y Tamaulipas con Texas. Muchos de ellos impulsados o permitidos por las autoridades norteamericanas, con el objeto de agudizar las contradicciones entre ambos países.

Se presentaron, asimismo, conflictos y actos hostiles en el mar y en algunos ríos, sobresaliendo los ocurridos en Mazatlán, Sinaloa; Guaymas, Sonora, y Minatitlán, Veracruz.

Cándido Aguilar se dirigió a Robert Lansing, secretario de Estado norteamericano, el 22 de mayo, para denunciar que 400 hombres del 8º regimiento del ejército yanqui se encontraban en territorio mexicano, habiendo cruzado la línea por el rumbo de Boquillas, aproximadamente del 10 al 11 de mayo, y se hallaban en la fecha del mensaje cerca de un lugar llamado “El Pino”, como a sesenta millas al sur de la frontera. Este hecho llegó a conocimiento de las autoridades mexicanas, porque el comandante mismo de las tropas norteamericanas que cruzaron la frontera dirigió al comandante militar mexicano de Esmeralda en Sierra Mojada, una comunicación en la cual le manifestaba que había cruzado la frontera en persecución de la banda de forajidos que asaltó Glenn Springs, por virtud de un acuerdo existente entre el gobierno norteamericano y el gobierno mexicano para el paso de tropas, y con consentimiento de un funcionario consular mexicano de Del Río, Texas, a quien decía haber dado conocimiento de la entrada de su expedición.

De no retirarse la expedición, el gobierno mexicano lo interpretaría como una invasión y respondería en legítima defensa, pues la intervención se había transformado en un movimiento para restringir la independencia nacional, ya que es sabido que no se utiliza artillería para perseguir a bandidos. Las protestas y la expedición gringas estaban relacionadas con los intereses económicos norteamericanos. Empresarios y gobierno yanquis buscaban influir en el movimiento revolucionario mexicano. En la política de Woodrow Wilson pesaban mucho las posiciones de los partidarios recalcitrantes del intervencionismo, en función de la campaña para renovar al inquilino de la Casa Blanca.

El embargo de pertrechos consignados al gobierno mexicano, no podía tener más interpretación que la de que el gobierno norteamericano deseaba precaverse contra la emergencia de un conflicto futuro y, por lo tanto, trataba de evitar que vinieran a manos del gobierno mexicano armas y parque que pudieran emplearse contra las tropas norteamericanas mismas. El gobierno estadounidense estaría en su derecho de precaverse contra esa emergencia, pero en ese caso no debería decir que estaba tratando de cooperar con el gobierno carrancista y hubiera sido preferible encontrar una mayor franqueza en sus procedimientos.

O el gobierno gringo deseaba decidida y francamente ayudar al gobierno mexicano a restablecer la paz, y en ese caso no debía impedir el paso de armas, o los verdaderos propósitos del gobierno norteamericano eran prepararse para que en el caso de una futura guerra con México, este país se encontrara menos provisto de armas y parque. Si fuere esto último, preferible era decirlo.

El pueblo y el gobierno mexicanos tenían la absoluta seguridad de que el pueblo norteamericano no deseaba la guerra con México. Había, sin embargo, fuertes intereses yanquis y fuertes intereses mexicanos empeñados en procurar un conflicto entre ambos países. El gobierno mexicano deseaba firmemente mantener la paz con el gobierno norteamericano, pero para ese efecto era indispensable que el gobierno gringo se sirviera explicar francamente sus verdaderos propósitos hacia México.

El gobierno mexicano invitaba, pues, formalmente al gobierno de Estados Unidos a hacer cesar esta situación de incertidumbre entre ambos países y a apoyar sus declaraciones y protestas de amistad con hechos reales y efectivos que convencieran al pueblo mexicano de la sinceridad de sus propósitos. Estos hechos, en ese entonces, no podían ser otros que la retirada de las tropas yanquis que se encontraban en territorio nacional. (13)

La opinión antimperialista de Estados Unidos estaba vigilante y activa. El New York Call planteó: “Los capitalistas norteamericanos no quieren que los mexicanos dispongan de sus yacimientos de oro y plata, de sus fuentes de petróleo, de su henequén, sus bosques y sus tierras [...] Si este país comienza la guerra contra México, no será a causa del ataque a Columbus [...] El motivo lo será las enormes riquezas de México. Si los soldados norteamericanos van a morir a México, será para que los capitalistas yanquis puedan disponer de las colosales riquezas de México”.

Times sostenía: “Mientras más avanza el general Pershing se palpa con más evidencia que el pueblo apoya a Villa”. (14)

En junio los villistas tuvieron enfrentamientos con las tropas yanquis en Rincón de la Serna, Salitrera y otras poblaciones de Chihuahua, mientras en Tamaulipas los generales Emiliano P. Nafarrete y Alfredo Ricaut distribuían rifles, pistolas y parque a hombres, adolescentes y mujeres, que llegaron a ser más de 1,500 bajo las órdenes del ejército mexicano. Cerca de 200 rancheros, con caballada y armas, se pusieron a disposición de las fuerzas armadas mexicanas. Del territorio norteamericano volvieron mexicanos para ofrecer sus servicios a los generales y jefes militares de México. En esas condiciones, no fue difícil rechazar las incursiones de las tropas norteamericanas cuando se aventuraron a traspasar la frontera. En la reserva, había más de 500 hombres desarmados pero organizados militarmente. (15)

El combate del Carrizal

Woodrow Wilson declaró, el 1 de junio de 1916, que no tenía intenciones de retirar la Expedición Punitiva. En respuesta, Carranza decidió ejercer presión directa sobre las tropas gringas. El 16 de junio, el general John J. Pershing recibió una nota en la que se le informaba que todo movimiento de sus tropas, salvo en dirección al norte, tropezaría con resistencia y que el ejército mexicano atacaría.

El general Jacinto B. Treviño le planteó a Pershing: “Tengo órdenes de mi gobierno para detener por medio de las armas toda nueva invasión a mi país por fuerzas americanas, así como para evitar que aquellas tropas actualmente se encuentran en Chihuahua, se muevan al Sur, Este u Oeste del lugar que actualmente ocupan. Lo que comunico a usted para su conocimiento y para que tome nota de que sus fuerzas serán atacadas por las mexicanas si esta disposición no es atendida”. (16) Pershing respondió: “...En contestación dése usted por notificado que mi gobierno no ha impuesto tales restricciones a los movimientos de las tropas americanas. Por lo tanto, usaré de mi criterio para lo que concierne a cuando y en qué dirección deba mover mis tropas para perseguir bandidos o para obtener información tocante a bandidos. Si dentro de estas circunstancias las tropas mexicanas atacan mis columnas, la responsabilidad con sus consecuencias recaerá sobre el gobierno mexicano”. (17)

El general gringo hizo caso omiso de la advertencia del gobierno constitucionalista y se produjo un choque franco entre tropas norteamericanas y mexicanas en El carrizal, Chihuahua, el 21 de junio. Fue éste el incidente más grave desde la incursión de Villa y amenazó con provocar el temidísimo estallido de la guerra entre México y la potencia del norte. (18) El 21 de junio, en El Carrizal, las tropas mexicanas derrotaron a las tropas yanquis. El parte del teniente Genovevo Rivas, fue el siguiente:

Tengo el honor de poner en el superior conocimiento de usted que el 21 corriente a las 7 de la mañana presentóse una fuerza [norte]americana compuesta de 80 a 100 hombres aproximadamente. Por orden del C. Gral. Félix U. Gómez salí a conferenciar con el jefe de dicha fuerza para que me informara cuál era el objeto de su presencia; puesto al habla con él, me dijo que venía en busca de una gavilla de bandidos que por aquí merodeaba, habiéndole contestado que ninguna gavilla asolaba esta comarca por estar toda perfectamente vigilada por fuerzas constitucionalistas, dijo él entonces que iba a Villa Ahumada con el fin de buscar un desertor a lo que le contesté que teníamos órdenes de no permitir el avance de fuerzas norteamericanas en otra dirección que no fuera el Norte; a esta declaración contestó que nada le importaba y que él tenía órdenes de llegar a Ahumada y lo haría sobre las balas, habiendo yo rendido parte a mi general del resultado de la entrevista, salió él personalmente a hablar con el jefe americano habiéndole hecho las mismas preguntas que poco antes le había hecho yo, contestando a ellas de la misma manera que anteriormente.

Mi general Gómez le dijo que él sentiría mucho que fuera a registrarse un conflicto entre ambas fuerzas y le hizo la proposición que esperase unas tres o cuatro horas para telegrafiar a la Comandancia Militar de Ciudad Juárez para que resolvieran si podía permitirse el paso para Villa Ahumada a la fuerza de su mando a lo que contestó el altanero jefe [norte]americano que no quería perder más tiempo y que pasaría sobre nosotros, habiéndole contestado mi general que si creía poder pasar que lo hiciera; acto continuo se retiró mi general y los que lo escoltábamos al lugar donde estaban nuestras (fuerzas) haciendo lo mismo el jefe [norte]americano al lugar donde estaba la suya, habiendo desde luego encadenado su caballada, ordenó el avance de sus soldados en línea de tiradores sobre nuestras fuerzas, compuestas del 2º, 3er. y 4º Escuadrón del Segundo Regimiento que montados permanecían en línea desplegada sin hacer ningún movimiento agresivo, habiendo sido ellos quienes rompieron el fuego a una distancia de 80 metros el que fue contestado con bizarría por nuestros valientes soldados, trabándose desde luego el combate, del cual paso a referir los detalles dando parte de las bajas habidas en ambos lados habiendo levantado el campo por las fuerzas vencedoras de su Brigada.

El combate fue reñido e intenso por dos horas en que la primera línea de batalla sostuvo al enemigo con valor; habiendo sido muerto mi general Gómez en las primeras descargas asumí el mando general de las fuerzas y ordené el avance del Primer Escuadrón del Segundo Regimiento por el flanco derecho del enemigo y el primer Regimiento por el izquierdo; el movimiento fue preciso y violento haciendo huir al enemigo en dispersión abandonando muertos, caballos y armas y haciéndole 22 prisioneros y doce muertos; por nuestra parte tuvimos que lamentar las bajas siguientes:

Primer Regimiento: plana mayor, capitán primero Francisco Rodríguez, muerto. Primer Escuadrón: subteniente Juan Lerma, muerto... [sigue lista de caídos]. (19)

Cuando las tropas se acercaron al pueblo, señalan dos autores, les salieron al paso oficiales mexicanos, quienes les negaron el permiso para seguir adelante. Después de una serie de reuniones infructuosas entre ambas partes, el capitán Boyd explotó: “Díganle al desgraciado (el comandante mexicano) que voy a pasar”. El orgullo, la arrogancia y el nacionalismo nublaron el buen juicio de Boyd cuando ordenó un avance pie a tierra a través de casi 300 metros en terreno abierto. El resultado fue inevitable --una derrota total para Estados Unidos-- y Boyd murió con varios de de sus hombres. Soldados heridos y capturados fueron trasladados a la ciudad de Chihuahua. Los mexicanos, incluso con 45 muertos y 53 heridos, podrían haber capturado fácilmente a todos los demás, pero se inclinaron por los heridos y por quienes se rendían. Los soldados estadunidenses habían sido humillados en el campo de batalla y el enemigo los había tomado prisioneros, por lo cual ahora se temía que fuera declarada la guerra. (20)

Los yanquis tuvieron 12 muertos y 22 prisioneros. En la acción de El Carrizal cayeron los héroes mexicanos: general Félix U. Gómez, capitán primero Francisco Rodríguez, teniente Daniel García, subteniente Juan Lerma, sargento José Vázquez, cabos Valente Armendáriz, Ángel Torres, Juan Armijo, Leonardo Flores y Aurelio Estudiante, soldados José Perales, Telésforo Gómez, Guadalupe Hernández, Pablo Martínez, Antonio Nerolimo, José Bejarán, Gregorio Banaza, Miguel Martínez, José González, Atanasio Rodríguez, León Jiménez, Rafael López, Marcos Meza, Ramón Aguayo, Salvador Vera, Lorenzo Acuña, Faustino Balmaceda, Antonio Delgadillo y Ambrosio Rodríguez.

El botín de guerra recogido al enemigo, incluía: treinta y un fusiles máuser, tres mil cartuchos máuser 8 mm., treinta y un caballos ensillados y un aparejo. La derrota de los expedicionarios de Estados Unidos, en este combate, fue completa y abandonaron el campo de batalla corriendo como venados. (21)

Nuevas negociaciones

La posibilidad de que se declarara la guerra formal, señala una historiadora mexicana, fue muy seria y el gobierno mexicano propuso que se dilucidara el problema internacional por medio de unas conferencias entre comisionados de ambos gobiernos. Las conferencias se iniciaron el 6 de septiembre y tuvieron lugar en las poblaciones norteamericanas de New London, Atlantic City y Filadelfia, (22) entre Luis Cabrera, Alberto J. Pani e Ignacio Bonillas, por México, y Franklin K. Lane, George Gray y John R. Mott, por Estados Unidos. No se logró la salida inmediata de la Expedición Punitiva, pero se impidió que el gobierno norteamericano se arrogara el derecho de representar a empresas y gobiernos extranjeros, a definir qué hacer en materia de propiedad y religión, esto es, a “cubanizar” México, al estilo de la enmienda Platt.

Con gran desparpajo, los delegados yanquis llegaron a proponer: “...pasemos a la consideración de estos tres puntos: 1º Protección de las vidas y propiedades de los extranjeros en México. 2º Establecimiento de una Comisión de Reclamaciones. 3º Tolerancia religiosa...” (23) Las conferencias terminaron el 15 de enero de 1917.

En ciertos momentos, los comisionados gringos amenazaron con la guerra a los representantes mexicanos.

Entretanto, las fuerzas de Pancho Villa, escribe su principal biógrafo, no sólo no fueron decisivamente derrotadas ni dispersadas por la expedición de Pershing, sino que aumentaron en forma fenomenal mientras los norteamericanos permanecieron en suelo mexicano. Villa se convirtió en el símbolo de la resistencia nacional contra los invasores extranjeros y su popularidad aumentó vertiginosamente. (24) El Centauro del Norte se recuperó de las derrotas que le había infligido Álvaro Obregón y fue capaz de ocupar plazas muy importantes en Chihuahua y Coahuila.

Por muchos estados de la Unión Americana se extendió el movimiento de solidaridad con México, que tenía como centro a la clase obrera como principal impulsora y participante. En las ciudades más importantes de Estados Unidos se organizaron mítines para protestar por el envío de la Expedición Punitiva y la política de agresión. En un mitin celebrado en San Francisco, California, un orador manifestó: “Dejad a los capitalistas que están urgiendo la preparación para ir a México, que peleen ellos para proteger las tierras que han arrebatado a los campesinos de aquel país”.

Bajo la consigna de “Ningún hombre para la guerra contra México”, se realizó una concentración masiva en Nueva York a la que asistieron intelectuales, obreros, socialistas, pastores protestantes, universitarios y otros núcleos de ciudadanos norteamericanos. En los discursos se condenó la política de agresión. “El que continúen las tropas americanas en territorio mexicano es una vergüenza nacional”, se dijo. Un orador socialista expresó: “Si los mexicanos persiguieran a los saqueadores de México, no se detendrían sino hasta Wall Street”. Se constituyó en Washington un comité para evitar la guerra contra México, encabezado por el ministro de Bolivia, señor Ignacio Calderón, y en el que participaban los representantes diplomáticos de las repúblicas latinoamericanas. (25)

La intervención norteamericana en México provocó una ola de indignación y expresiones de solidaridad con el pueblo mexicano en varios países de América Latina. Ejemplo de ello fue un mitin de protesta efectuado en Buenos Aires, en el que participaron 10,000 personas. (26) De manera ferviente repudiaron al gobierno de Estados Unidos José María Vargas Vila, Manuel Ugarte, Rufino Blanco Fombona y otros escritores latinoamericanos, tanto prominentes como otros menos famosos.

La intervención norteamericana perseguía como objetivos: impedir la aprobación de los artículos patrióticos de la Constitución General de la República, en especial del 27 que afectaba y afecta la propiedad de tierras, minas y petróleo; arrogarse el privilegio de representar a empresas norteamericanas y de otros países, así como de gobiernos extranjeros; permitir la intervención estadounidense en toda la frontera sin permiso del Estado mexicano; intervenir en asuntos de religión, y otros de exclusiva competencia de las autoridades y ciudadanos mexicanos. En esto no prosperaron sus objetivos.

Las conclusiones sobre la Expedición Punitiva son por demás claras: el ejército gringo, pese a sus aeroplanos y camiones, fracasó en el supuesto objetivo de aprehender o matar a Pancho Villa, en hacer modificar la política económica patriótica de Venustiano Carranza y en establecer un protectorado yanqui en México. (27)

La proximidad de la participación de Estados Unidos en la I Guerra Mundial y el aislamiento de la política wilsoniana, obligaron a dar término a la intervención en México. El 5 de febrero de 1917, el gobierno de Washington reconoció al de México como gobierno de jure. Los últimos elementos de la retaguardia de las tropas que integraban la Expedición Punitiva abandonaron tierras de Chihuahua y se internaron en territorio norteamericano. Terminó, así, la intervención militar de Estados Unidos en México.

Hoy, cuando un gobierno espurio, el del panista Felipe Calderón Hinojosa, tiene el descaro y la desvergüenza de homenajear a los asesinos de mexicanos en el Cementerio Nacional de Arlington, en Virginia, EU, vale la pena recordar los hechos de la Expedición Punitiva.


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Notas

(1) Jean-Baptiste Duroselle, Política exterior de los Estados Unidos de Wilson a Roosevelt (1913-1945), trad. de Julieta Campos, México, FCE, 1965, p. 81.

(2) Friedrich Katz, “Pancho Villa y el ataque a Columbus, Nuevo México. La invasión norteamericana”, en Graziella Altamirano y Guadalupe Villa (comp.), Chihuahua. Textos de su historia 1824-1921, t. 3, México, Gob. del Edo. de Chih., Inst. Mora y UACJ, 1988, pp. 510-511.

(3) Samuel Eliot Morison y Henry Steele Commager, Historia de los Estados Unidos de Norteamérica, t. III, trad. de Odón d’Ocón y Faustino Ballvé, México, FCE, 1951, p. 23.

(4) John Mason Hart, El México revolucionario. Gestación y proceso de la Revolución mexicana, trad. de Manuel Arbolí, México, Alianza Ed., 3ª ed., 1992, p. 440.

(5) Luis Garfias Magaña, Historia militar de la Revolución mexicana, México, INEHRM, 2005, p. 351.

(6) Federico Cervantes, Francisco Villa y la Revolución, México, Com. Nal. para la Celebr. del 175 aniv. de la Ind. N. y 75 aniv. de la Rev. mex., 1985, p. 547.

(7) Allan R. Millet y Peter Maslowski, Historia militar de los Estados Unidos. Por la defensa común, Madrid, Ed. San Martín, ¿1986?, p. 351.

(8) Alfonso Taracena, La verdadera Revolución mexicana. Cuarta etapa (1915 a 1916), México, Ed. Jus, 2ª ed., 1973, p. 170.

(9) Isidro Fabela, La victoria de Carranza. La política interior y exterior de Carranza, est. prelim. de Romana Falcón, Toluca, Inst. Mex. de Cult., 1994, p. 645.

(10) Datos proporcionados por Alfonso Taracena, en su obra antes citada.

(11) Este párrafo corresponde a tres párrafos casi textuales de la obra de Miguel Alessio Robles, Historia política de la Revolución, México, Com. Nal. para la Celebr. del 175 aniv. de la Ind. Nal. y 75 aniv. de la Rev. mex., 1985, pp. 215-216.

(12) Datos de A. Taracena.

(13) Este documento, sienta, en parte, algunos de los principios básicos de la política exterior de los gobiernos surgidos de la Revolución mexicana y que, hoy día, han abandonado los gobiernos neoliberales, especialmente durante las gestiones de Ernesto Zedillo Ponce de León, Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa. (Mario Contreras y Jesús Tamayo, México en el siglo XX. 1913-1920. Textos y documentos, t. II, México, UNAM, 1976, pp. 218-232, y La Revolución mexicana. Textos de su historia, t. III. Acción revolucionaria, Graziella Altamirano y Guadalupe Villa (inv. y comp.), México, SEP Instituto Mora, 1985, pp. 475-492. Este documento aparece, por cierto, en muchos libros, además de los citados).

(14) Vivian Trías, Historia del imperialismo norteamericano, t. I, Buenos Aires, A. Peña Lilo Ed., 1975, pp. 192-193.

(15) Véase Labor internacional de la Revolución constitucionalista de México (Libro Rojo), México, Ed. de la Com. Nal. para la Celebr. del Sesquicentenario de la Proclamación de la Ind. Nal. y del Cincuentenario de la Rev. Mex., 1960, pp. 210-214.

(16) Isidro Fabela, Historia diplomática de la Revolución mexicana, II, Toluca, Inst. Mex. de Cult., 1994, pp. 323-324, y Emilio Portes Gil, Autobiografía de la Revolución mexicana, México, Inst. Mex. de Cult., 1964, p. 221.

(17) Documentos históricos de la Revolución mexicana, vol. XII, Expedición punitiva, t. I, fundador: Isidro Fabela, publicados bajo la dirección de Josefina E. de Fabela, México, Ed. Jus, 1967, p. 372, y Alberto Salinas Carranza, La Expedición Punitiva, México, Ed. Botas, 2ª ed., 1937, p. 275.

(18) Párrafo casi textual de Esperanza Durán, Guerra y revolución. Las grandes potencias y México 1914-1918, México, El Colmex, 1985, p. 137.

(19) “La Expedición Punitiva”, en Consideraciones, (Gerardo Peláez, comp.), México, núm. 21, marzo-abril de 2001, p. 7.

(20) Paul J. Vanderwood y Frank N. Samponano, Los rostros de la batalla. Furia en la frontera México-Estados Unidos 1910-1917, trad. de Elisa Moreno C., México, Camera Lucida, CNC y Grijalbo, 1993, p. 207.

(21) Francisco R. Almada, La Revolución en el estado de Chihuahua, t. II. 1913-1921, México, INEHRM, 1965, pp. 318-320, Documentos históricos de la Revolución mexicana, vol. XIII, Expedición punitiva, t. II, fundador: Isidro Fabela, publicados bajo la dirección de Josefina E. de Fabela, Ed. Jus, México, 1968, pp. 9-12, y Juan Barragán Rodríguez, Historia del ejército y de la Revolución constitucionalista, 3ª época, México, INEHRM, 1986, p. 258-260.

(22) Véase Berta Ulloa, “La lucha armada (1911-1920)”, en Historia general de México, t. 2, México, El Colmex, 2ª reimpr., 1988. 23. Alberto J. Pani, Mi contribución al nuevo régimen. 1910-1933, México, Ed. Cultura, 1936, p. 231, y Adolfo Manero Suárez y José Paniagua Arredondo, Los tratados de Bucareli. Traición y sangre sobre México!, t. I, México, s. e., 1958, p. 96. 24. Friedrich Katz, La guerra secreta en México. 1. Europa, Estados Unidos y la Revolución mexicana, trad. de Isabel Fraire, José Luis Hoyo y José Luis González, México, Ed. Era, 2ª ed., 1983, p. 351.

(25) Mario Gill, Nuestros buenos vecinos, México, Ed. Azteca, 4ª ed. ampl., 1959, pp. 190-191.

(26) M. S. Alperóvich y B. T. Rudenko, La Revolución mexicana de 1910-1917 y la política de los Estados Unidos, trad. de Makedonio Garza, Armén Ohanián, María Teresa Francés y Alejo Méndez García, México, ECP, 12ª reimpr., 1984, p. 226.

(27) Correctamente, un autor estadunidense señalaba: “De la intervención prolongada y confusa de Wilson en México no resultaron sino problemas. Sus tácticas erróneas habían fomentado la hostilidad entre el pueblo mexicano, que no se disipó por muchos años...” (Frank Freidle, Los Estados Unidos en el Siglo Veinte, trad. de Antonio Guzmán Balboa, México, Ed. Novaro, 1964, p. 270); un periodista argentino apuntaba: “...Durante casi un año de permanencia en México, estas tropas sufrieron varias derrotas a manos de los villistas y de los constitucionalistas jefeados por Carranza”. (Gregorio Selser, Cronología de las intervenciones extranjeras en América Latina, t. III, 1899-1945, intr. de John Saxe-Fernández, México, UNAM UOM, 2001, p. 352), y un investigador estadunidense, precisaba: “...las autoridades norteamericanas nunca justipreciaron el odio tan arraigado y la suspicacia de los mexicanos frente a Estados Unidos y la creencia de la mayoría de ellos de que ese país sólo esperaba un momento oportuno para posesionarse de más territorio...” (Karl M. Schmitt, México y Estados Unidos 1821-1973. Conflicto y coexistencia, trad. de Manuel Arboli Gascón, México, Ed. Limusa, 1978, p. 136.

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