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jueves, 3 de febrero de 2011

Medio Oriente: se ha echado a andar una revolución

Túnez, Egipto, ¿quién sigue?

Medio Oriente: se ha echado a andar una revolución


En Argelia, Yemen, Jordania, Arabia Saudita, han iniciado las movilizaciones contra los gobiernos por el alza de precios, el desempleo y deficiencias en salud y educación



Por Mariano Elías (Universidad Obrera de México)

Las tiranías árabes proimperialistas han empezado a ser desmanteladas por oleadas de movilizaciones de los trabajadores y los pueblos árabes. A las masas tunecinas las siguieron las egipcias.

El régimen de Hosni Mubarak agoniza –luego de 36 años de tiranía, si tomamos en cuenta sus seis años que fungió como vicepresidente, de un poder totalitario sostenido por el Partido Nacional Democrático (?)— por lo pronto su familia se instaló cómodamente en Londres, por las dudas. El ejército –el más poderoso del mundo árabe y décimo en el ranking mundial— se movió a un costado.

Queda una interrogante decisiva para el futuro de esta revolución: ¿quién emplazará a Mubarak?

Las masas quieren un gobierno que tome medidas de inmediato para terminar la creciente miseria que ha impuesto el régimen neoliberal. La burguesía egipcia, los gobiernos europeos, norteamericano y sobre todo el de Israel, trabajan para colocar a un colaboracionista similar a Mubarak. Hilary grita histérica “hay que evitar que alguien venga llenar un vacío”, es decir, evitar que el pueblo gobierne. Por lo pronto han echado mano de Mohamed El Baradei, premio Nobel de la Paz y quien goza de mucha popularidad entre la población egipcia y que estaría dispuesto a frenar la revolución.

Una de las más grandes preocupaciones para el imperialismo es que Egipto –que representa al país más poblado del mundo árabe (80 millones) representando el 23 por ciento del total, la inmensa mayoría (60 %) compuesta por jóvenes menores de 30 años, más de la mitad de ellos desempleados—, se convierta en un ejemplo y se extienda hacia otros países árabes, pues estando el horno tan caliente hasta la pala humea. Y si esto sucede, su principal bastión, Israel, correrá serios peligros. Por lo pronto la revolución egipcia puede cambiar las cosas para los palestinos pues Mubarak mantenía una estrecha complicidad con Israel para llevar a cabo el genocidio contra ese sufrido pueblo.



Revolución que se ensancha



Este proceso empezó el 14 de enero en Túnez con la caída del dictador Ben Alí, después de 23 años de dictadura. Quince días después, la agitación se había dilatado ágilmente hacia Argelia, Jordania, Siria, Yemen y Egipto. Al mismo tiempo en Líbano subía un gobierno nada grato para Estados Unidos y sus socios israelíes y europeos: Hezbollah.

Desde la posguerra la nación árabe –de 360 millones de habitantes dividida artificialmente en 26 países por las potencias imperialistas desde el siglo XIX—no vivía un ascenso de las luchas obreras y populares al unísono, aun cuando hubo grandes movimientos revolucionarios en varios países.

Hoy el actual ascenso revolucionario da la posibilidad de lograr la unidad de una de las culturas más importantes del mundo mediante un proceso que se levantaría contra las burguesías árabes y el imperialismo, lo cual los tiene muy preocupados.

En la lista están anotados los Assad en Siria que llevan 40 años usufructuando el poder para su beneficio y hundiendo en la miseria creciente a su pueblo. En la misma línea estarían los jeques de Arabia Saudita y de los emiratos del Golfo Pérsico, el rey Abdullah II de Jordania, el rey Mohamed VI de Marruecos, Alí Abdulá Salé en Yemen (33 años de dictadura), Mamuar el Kadafi de Libia (más de 40 años en el poder) quien aterrado apoyó hasta lo último a Ben Alí de Túnez.

Hoy esta revolución es en primer lugar, antimperialista. Y dado el carácter de sus demandas (contra el hambre, el desempleo, la carestía, la insalubridad) adquiere un marcado signo obrero y popular.

Si el ejército en Egipto se negó a reprimir fue debido a la amplia simpatía que la tropa tiene con esta revolución. En otras palabras, el principal sostén del Estado burgués, se empezó a descomponer. Esto mismo no se puede descartar en otros países árabes.

Al mismo tiempo no debemos soslayar que en Europa habitan varios millones de inmigrantes árabes, la mayoría trabajadores muy precarios, que son verdaderos vasos comunicantes que pueden transportar parte de los efectos de esta revolución.



Una primera consecuencia

Por lo pronto esta revolución ha provocado un alza en el precio del petróleo, circunstancia que agravará la crisis económica primero en Europa y Estados Unidos y luego el resto del mundo.

Otra de las consecuencias es que el ascenso no lo dirige una organización islamista susceptible de ser controlada por el imperialismo. Es una rebelión de jóvenes trabajadores y sobre todo de desocupados que se hunden en la miseria sin perspectiva, consumidos en la desesperanza.

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