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miércoles, 26 de octubre de 2011

¿Dónde están hoy los que buscan la verdad?

¿Dónde están hoy los que buscan la verdad?
El Islam ofrece a los seres humanos respuestas claras y fundamentadas a los interrogantes de su búsqueda existencial
Jutbas - 04/06/2011 7:23 - Autor: Muhammad Al Ruwaili - Fuente: WebislamVota:- Resultado 40 votos | Más... Etiquetas: religiones, islam, jutba, verdad

Los buscadores de la verdad.Primera Jutba

Alabado sea Dios, quien bien facilita a sus siervos adorarle. Lo alabamos por allanarnos el camino de la obediencia. Atestiguo que no hay otra divinidad excepto Dios, Único, quien no tiene copartícipes, y atestiguo que Muhammad es su siervo y mensajero, que la paz y las bendiciones sean con él, con su familia, con sus compañeros, y con todos aquellos que sigan su guía.

¡Hermanos! La búsqueda más importante en la vida del ser humano es la búsqueda de la guía, del conocimiento de Dios y de Su unicidad. ¡Dios es el más grande y no existe nadie más poderoso que Él! ¡Dios es la única divinidad y no existe más dios que Él!

Dios, enaltecido sea, dice: "Pregúntales: ¿Quién es el testigo más fehaciente? Di: Es Dios, y es Él testigo entre nosotros. Me ha sido revelado este Corán para advertirlos con él, a ustedes y a quienes también alcance el Mensaje. ¿Acaso darían testimonio de que existen otras divinidades junto con Dios? Diles: Hagan lo que quieran, yo no lo haré. Él es la única divinidad y soy inocente de lo que ustedes Le asocian." (Sagrado Corán 6:19)

El Islam ofrece a los seres humanos respuestas claras y fundamentadas a los interrogantes de su búsqueda existencial. Pero, ¿Dónde están hoy los que buscan la verdad? ¿Dónde están los que procuran la guía? ¿Dónde están los que pretenden conocer a Dios?

Hoy nos detendremos a reflexionar sobre la historia de uno de esos siervos piadosos y benefactores que se esforzaron por encontrar la verdadera guía y se aferraron a ella. Hoy recordaremos a Salman Al Farisi (el persa), aquel que, en una oportunidad, cuando estaba reunido con un grupo de árabes que se vanagloriaban de su linaje, y unos decían: Nosotros pertenecemos a la tribu de Quraish, otros: Nosotros pertenecemos a la tribu de Qais, y otros: Nosotros somos de la tribu de Tamim, exclamó en forma de poesía: Mi padre es el Islam y no tengo más padre que él. Vanaglóriense, pues, con las tribus de Qais o Tamim.

Él sólo reconocía al Islam y se enorgullecía de pertenecer a él y a su noble familia.

La protección divina no se alcanza por el linaje por más noble que sea, sino que se logra con fe sincera y obras piadosas. Quien tenga su fe fortalecida y realice mayor cantidad de obras buenas será quien más cerca estará de Dios y Su protección.

¡Hermanos! Observemos cómo Dios, con Su poder y Su guía, escogió a Salman, lo condujo desde su tierra y lo convirtió en defensor del Islam.

Antes del Islam, Salman no creía en Dios y adoraba al fuego, rindiéndole culto cada vez que lo encendía y avivaba. Salman mismo narró su historia:

"Mi padre era uno de los guardianes del templo donde se adoraba el fuego. Él encendía el fuego y no dejaba que permaneciera apagado más de una hora. Un día me pidió que me dirigiese a su pueblo natal para que le trajese unas cosas. Cuando me encontraba camino al pueblo pasé cerca de una iglesia y escuché gente rezando; sus voces me atrajeron y me aproximé para verlos orar. Cuando los observé me interesé en su religión y me dije a mí mismo: ¡Esto es mejor que nuestra religión! Luego les pregunté: ¿Cuál es el origen de vuestra religión? Y ellos me respondieron: Esta religión proviene de Sham (la antigua Siria).

Regresé a casa de mi padre por la tarde, quien me preguntó dónde había estado. Cuando le conté lo que había hecho me encerró y sujetó mis piernas con cadenas por temor a que renegara de la adoración del fuego. Entonces envié un emisario a los cristianos para pedirles que me informaran cuando llegase una caravana procedente de Sham.

Cuando la noticia llegó a mis oídos, me zafé de las cadenas que me sujetaban y me escapé con ellos. Me uní a su caravana en el viaje de regreso y cuando llegamos a Sham pregunté: ¿Quién es el que más conoce su religión? Y ellos me respondieron: El obispo de la iglesia. Entonces me presenté ante él y le dije: Tengo interés en conocer su religión por lo que quisiera permanecer con usted, colaborar en la iglesia, estudiar y rezar. El obispo me permitió entrar y permanecí allí un tiempo. Noté que él era una mala persona, que exhortaba a los fieles a que hicieran caridades con sus bienes, pero cuando se los entregaban los atesoraba y no los repartía entre los más pobres y necesitados. Atesoró tanto que llegó a tener siete cántaros llenos de objetos de oro y plata que los fieles habían dado en caridad. Yo lo detestaba mucho por ver lo que hacía.

Cuando el obispo murió y los cristianos se reunieron para sepultarlo les dije: Por cierto que era una mala persona que los motivaba a que hicieran caridades para los pobres pero luego se quedaba con sus bienes. Ellos respondieron: Y tú, ¿cómo sabes eso? Entonces los llevé al lugar donde guardaba lo que recaudaba como caridad y pudieron observar con sus propios ojos los siete cántaros colmados de los bienes que ellos mismos habían dejado para ser repartidos entre los pobres. Enojados y sorprendidos con lo ocurrido exclamaron: No lo enterraremos sino que lo crucificaremos y luego lo apedrearemos.

Al poco tiempo trajeron un hombre y le asignaron el mismo cargo. No conocí una persona mejor que ella, me encariñe mucho y permanecí largo tiempo con él. Cuando enfermó gravemente le dije: Por cierto que estuve cerca de ti muchos años y te aprecio enormemente, y ahora que se te ha presentado la muerte destinada para ti por Dios, ¿Qué legado me dejas? ¿Qué me aconsejas? Y él me dijo: ¡Hijo! Sólo conozco una persona que realmente sigue las enseñanzas de esta religión y tiene mucho apego por ella. Entonces cuando murió y fue enterrado, me dirigí ante la persona que me había recomendado y permanecí cerca de ella. Encontré que era aun mejor que la anterior, pero no pasó mucho tiempo hasta que también enfermó, y le dije: Cuando la persona que me recomendó que me presentara ante ti enfermó, me dio valiosos consejos. Ahora que la muerte te ha llegado a ti, ¿Qué legado me dejas tú? ¿Qué me aconsejas? Y él me dijo: ¡Hijo! Sólo conozco una persona que realmente sigue las enseñanzas de nuestra religión y tiene mucho apego por ella. Entonces cuando murió y fue enterrado, me dirigí ante la persona que me había recomendado, le informé de lo sucedido y me dijo: Quédate conmigo que no hay problema. Entonces me quedé cerca de él y encontré que efectivamente era como me había dicho el anterior; pero no pasó mucho tiempo hasta que también enfermó y le dije: Vengo siguiendo los consejos de las personas a las que he seguido sin separarme, y así es que cuando la última persona que me recomendó que me presentara ante ti enfermó, me dio valiosos consejos. Ahora que la muerte te ha llegado a ti, ¿Qué legado me dejas tú? ¿Qué me aconsejas? Y él me dijo: ¡Hijo! Sólo conozco una última persona que realmente sigue las enseñanzas de nuestra religión y tiene mucho apego por ella, y se encuentra en tierra del imperio bizantino. Entonces cuando murió y fue enterrado, me dirigí ante la persona que me había recomendado, le informé lo sucedido y me dijo: Quédate conmigo que no hay problema. Entonces permanecí junto a él y encontré que era una gran persona, pero no pasó mucho tiempo hasta que también enfermó, y le dije: Ahora que la muerte te ha llegado, ¿Qué legado me dejas tú? ¿Qué me aconsejas? Y él me dijo: ¡Hijo! No conozco a nadie que siga realmente las enseñanzas de nuestra religión, pero surgirá de entre los árabes un profeta enviado con el mismo mensaje que le fue encomendado transmitir a nuestro Profeta Abraham, emigrará hacia una tierra llena de palmeras situada entre dos montañas rocosas y sus señales serán evidentes: aceptará regalos pero jamás comerá de las caridades que sus seguidores den para los pobres y entre sus hombros llevará el signo de la profecía. Si puedes unírtele en aquel país, hazlo. Luego murió y fue enterrado, y permanecí en esa tierra un tiempo más".

Por cierto que Salman emprendió un largo y dificultoso viaje en busca de la verdad; atravesó desiertos y continentes para llegar a la religión verdadera. Los libros de historia narran que vivió muchos años, a lo largo de los cuales adoró al fuego y conoció profundamente el Cristianismo y el Islam. Salman fue un sabio experimentado que concluyó, luego de su intensa búsqueda, que el Islam era la religión verdadera que Dios quiere para los hombres.

Pero el viaje de Salman no había terminado aún, él sólo estaba cerca de arribar a la verdad luego de que el último cristiano le informara del surgimiento de un profeta entre los árabes.

Salman narró: "Un día encontré una caravana de comerciantes que se dirigían a la tierra de los árabes y les dije: ¡Llévenme con ustedes y les daré mis vacas y mis ovejas! Ellos aceptaron y se las di, pero cuando llegamos a un valle cerca de la ciudad de Medina me engañaron y me vendieron como esclavo a un judío".

¡Hermanos! Observen cómo Dios lo acercó aun más de la verdad, decretando que lo dejaran en las inmediaciones de Medina.

Y continua su relato: "Así fue como permanecí esclavo del judío. Al poco tiempo de estar en ese valle observé la cantidad de palmeras que había en la zona y anhelé que fuese ese el lugar que me había indicado mi último maestro antes de morir.

Un día, se presentó en la casa del judío un tío suyo procedente de Medina y perteneciente a la tribu de Quraidhah, quien me compró y me llevó con él. Cuando llegue a Medina supe que era la ciudad que me había descrito mi último maestro.

En ese tiempo Muhammad recibió la revelación y comenzó a difundir el mensaje del Islam en La Meca, aunque yo no supe nada de él hasta que emigró a Medina, pues trabajaba duramente todo el día para mi amo.

Pasó un tiempo hasta que un día, cuando me encontraba trabajando subido a una palmera, llegó un sobrino de mi amo y se detuvo frente a él que estaba parado debajo de la misma palmera, y sobresaltado le dijo: ¡Que Dios mate a la tribu Qailah (los Ansar)! Están todos reunidos alrededor de un hombre que vino hoy de La Meca y creen que es un profeta. Cuando oí estas palabras me estremecí y casi me caigo de la palmera por la emoción que me albergó en ese momento, bajé rápidamente y le pregunté al sobrino de mi amo con insistencia: ¿Qué dices? ¿Qué dices? Mi amo se enfureció y me asestó un golpe de puño en el rostro, y encolerizado me dijo: Esto no es asunto tuyo, regresa a tu trabajo.

Por la tarde junté algunos alimentos que tenía guardado y me dirigí a Quba' para ver al Profeta. Cuando me presenté ante él le dije: Me dijeron que eres un hombre justo y que cuentas con seguidores de otros lugares que llegaron hasta aquí y no tienen como sustentarse; toma estos alimentos como caridad pues ustedes tienen más derechos que otros. Luego el Mensajero de Dios llamó a sus compañeros y les dijo:

¡Coman! Pero él no comió. Al ver esto me dije: Ésta es la primera señal. Luego me retiré y comencé a juntar alimentos nuevamente. Al tiempo, el Mensajero de Dios se trasladó a la ciudad y fue ahí que me presenté ante él nuevamente y le dije: Observé que no comes de lo que la gente da en caridad para los pobres, acepta entonces este regalo para ti de mi parte. El Profeta lo aceptó y comió junto a sus compañeros; al ver esto me dije: Ésta es la segunda señal.

Días después, nuevamente, fui a ver al Mensajero de Dios y me dijeron que se encontraba en el cementerio, pues había asistido al entierro de uno de sus compañeros. Cuando lo encontré, estaba sentado con sus compañeros y tenía dos mantas sobre su espalda; me acerqué lo más que pude y lo saludé. Mientras hablaba con sus compañeros yo miraba su espalda intentando ver la señal que me había dicho mi maestro que tendría entre sus hombros. El Mensajero de Dios me observó y se dio cuenta de lo que yo pretendía, entonces movió las mantas que tenía sobre su espalda y pude ver el sello marcado en su espalda.

Entonces lo abracé fuertemente y lo besé llorando, y él me dijo: ¡Siéntate frente a mí! Allí le conté toda mi historia y luego di testimonio de que no hay más divinidad que Dios y que Muhammad es el Mensajero de Dios".

Salman que era esclavo no pudo participar en las dos grandes batallas de Badr y Uhud. Entonces, el Mensajero de Dios le dijo que pidiera pagar su manumisión y lo ayudó y pidió a los compañeros que lo ayudaran también, y finalmente pagó su libertad.

Salman narró: "Recién, una vez libre, pude participar de la Batalla de la Trinchera junto al Mensajero de Dios".

Así Salman encontró el camino de la verdad y la guía luego de un viaje largo y difícil que pocas personas pueden soportar. Y es por ello que el Mensajero de Dios dijo: "Salman es de la familia del Profeta". Él mereció ese rango por su piedad, nobleza, generosidad, lucha, pureza y devoción.

¡Hermanos! A quien se esfuerza por buscar la verdad y ruega a Dios que lo conduzca por el sendero recto con sinceridad, Él lo auxilia, protege y guía. En cambio, a quien rechaza la guía y no le interesa transitar por el camino correcto Dios sella su corazón y hace que siga ciegamente los susurros de Satanás.

Dios, enaltecido sea, dice: "Y cuando se alejaron de la Verdad, Dios desvió sus corazones alejándolos de la Guía; ciertamente Dios no guía a los corruptos." (Sagrado Corán 61:5) "Y si Dios les hiciese oír, igualmente rechazarían la Verdad, pero no lo hace porque sabe que en ellos no hay ningún bien." (Sagrado Corán 8:23)

¡Hermanos en el Islam! Esfuérzense por buscar la verdad y pidan a Dios que los guíe por el sendero recto que Él escuchará sus ruegos. Y sepan que la guía no depende del linaje, dinero o poder. Todo lo contrario, Dios sólo observa lo que hay en el corazón de las personas. "A quienes luchen denodadamente por Nuestra causa les afirmaremos en Nuestro camino. Ciertamente Dios está con los benefactores." (Sagrado Corán 29:69)

Que Dios nos bendiga con el Grandioso Corán y nos guíe para que Le temamos como Se merece. Y pido a Dios que perdones nuestras faltas, pues Él es Absolvedor, Misericordioso.

Segunda Jutba

Alabado sea Dios, Quien fortalece y eleva a los creyentes. Atestiguo que no hay otra divinidad que Dios, Único sin asociados, y atestiguo que Muhammad es Su siervo y Mensajero, que la paz y las bendiciones sean con él, con su familia y compañeros.

¡Siervos de Dios! Afírmense en el Islam aferrándose al asidero más firme y sepan que Dios está con la comunidad.

¡Dios! Te ruego indulgencia y bienestar en esta vida y en la otra. ¡Dios! Te ruego indulgencia y bienestar en mis asuntos religiosos y mundanales, mi familia y mis bienes. ¡Dios! Cubre mis debilidades y sosiega mis miedos. ¡Dios! Protégeme por delante, por detrás, por mi derecha, por mi izquierda y por encima de mí. Me refugio en Tu grandeza de ser engullido por la tierra.

Dios, enaltecido sea, dice: "Dios ordena ser equitativo, benevolente y ayudar a los parientes cercanos. Y prohibe la obscenidad, lo censurable y la opresión. Así los exhorta para que reflexionen." (Sagrado Corán 16:90)

Invoquen a Dios el Grandioso que Él los recordará siempre y agradézcanle por Sus gracias que se las incrementará.

Sepan que Él está bien informado de lo que hacen, témanle pues, y pidan bendiciones por el Profeta Muhammad.

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