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miércoles, 30 de noviembre de 2011

Palenque, paraíso maya

Palenque, paraíso maya

Entre la densa vegetación selvática chiapaneca se yergue la ciudad prehispánica de Palenque, descubierta en 1784, que a la fecha sigue maravillándonos con la elegancia de sus templos y relieves, delicadamente esculpidos en piedra caliza. Eminente santuario maya declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO en 1987.

Esta urbe precolombina, ubicada en el estado mexicano de Chiapas, tiene una superficie aproximada de 2.5 kilómetros cuadrados y fue asiento de los nobles mayas palencanos que habitaron este sitio durante más de mil años, desde el año 100 a.C. hasta el 900 d.C. El esplendor de su historia quedó plasmado en códices, tableros, estelas y diversas manifestaciones artísticas.

De acuerdo con relatos históricos, esta ciudad se llamaba Otolum, vocablo chol que en español significa “empalizada” o “lugar fortificado”. Posteriormente, en el siglo XVI, fray Pedro Lorenzo de la Nada fundó en las cercanías el pueblo de Palenque, nombre como ahora se conoce mundialmente a la antigua Otolum.

La ancestral cultura maya es una de las más notables de Mesoamérica; admirada por su legado astronómico, religioso y matemático; se extendió por los estados de Yucatán, Campeche, Chiapas, Tabasco y Quintana Roo, en México, así como en otros países centroamericanos: Guatemala, Belice, Honduras y El Salvador.

Palenque es uno de los asentamientos más importantes del periodo Clásico maya (250 al 900 d.C.); de pequeña aldea de agricultores y cazadores se convirtió en la capital de una poderosa dinastía que tuvo gran influencia en toda la cuenca del río Usumacinta.

Entre los años 615 y 783 de nuestra era, esta ciudad vivió su época de auge, momento de una intensa actividad constructiva en la que levantaron palacios, templos, áreas administrativas y tumbas; su población alcanzó los 10 mil habitantes.

De los impresionantes complejos arquitectónicos destaca El Palacio, el edificio más grande de la zona, cuyas galerías y patios interiores sin techo están decorados con figuras antropomorfas al relieve. En este lugar se encuentra una torre de cuatro niveles, símbolo inconfundible del sitio arqueológico.

En el centro del área ceremonial se alza el Templo de las Inscripciones, así llamado por los 620 glifos esculpidos en tres grandes tableros, que contienen la segunda inscripción más larga conocida en el clásico maya de las tierras bajas. Fue construido en el año 765 d.C. bajo el señorío de K’inich Janaab’ Pakal, el dignatario más notable de esta ciudad, para honrarlo en vida; y que a la postre se convirtió en su cripta funeraria.

Los mayas depositaron a su señor hace más de mil 300 años -en el 683 d.C.- dentro de un imponente sarcófago colocado en el interior y al pie de pirámide, y lo sellaron con una gran lápida de aproximadamente siete toneladas grabada en bajorrelieve.

El arqueólogo mexicano Alberto Ruz Lhuillier localizó la escalinata que conduce a la cámara funeraria el 12 de junio de 1952. Estaba cubierta escombro y sellada con gigantescas losas. Tras dos años de excavación pudo remover la piedra milenaria en forma de triángulo que impedía el paso a la tumba donde descansan los restos del soberano maya. Su esqueleto estaba adornado con una máscara, collares y anillos de jade, y cubierto por un polvo rojo llamado cinabrio, mineral que le daba a los cuerpos una apariencia de estar vivos.

Otro de los edificios que destacan en este sitio arqueológico es el Templo XIII, complejo donde se descubrió —en el año 1994— el entierro de una mujer a quien los arqueólogos denominaron la Reina Roja, puesto que sus restos presentaban un tono rojizo.

Finalmente, Palenque cuenta con un museo de sitio, recinto que exhibe más de 200 piezas prehispánicas localizadas en esta ciudad como: figurillas de barro, esculturas en piedra caliza, tableros esculpidos con glifos, ornamentos de jadeíta, malaquita, concha y coral.

Dado que uno de los principales atractivos de esta urbe maya es la tumba de Pakal, el museo cuenta con una réplica exacta de este sepulcro, ya que la cripta original permanece cerrada para su correcta conservación.

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