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domingo, 26 de febrero de 2012

EFECTOS GLOBALES DE UNA GUERRA NUCLEAR TERMONUCLEAR

EFECTOS GLOBALES DE UNA GUERRA NUCLEAR
Ya se han explicado los efectos de una detonación nuclear y lo que supone para la población y el medio cercano que la soporta. Sin embargo, como ya se insinuó, los efectos globales de un conjunto de explosiones atómicas en un corto período de tiempo (menos de una semana), como en el caso de una guerra nuclear, desencadenarían un conjunto de efectos que se extenderían más allá de las zonas afectadas, sumándose y amplificándose hasta alcanzar magnitudes globales.

En el siguiente texto se expondrán las repercusiones conocidas de una guerra nuclear en diferentes apartados, teniendo siempre presente que el total es más que la suma de las partes, en la que además habría que añadir un conjunto de factores desconocidos y otros de segundo orden que, aunque despreciables a escala global, pueden ser muy importantes a escala local.



DATOS DE BASE. SUPOSICIONES A PRIORI

Cuando se plantea una guerra nuclear se entra de lleno en el ámbito de la especulación, intentando predecir lo que podría o no ser según una experiencia inexistente. Puesto que en este campo es imposible una experiencia previa que, sin duda, destruiría al experimentador y al objeto de estudio, nos es necesario intentar hacerlo lo mejor posible agarrando bien la poca base que nos sustenta y teniendo en cuenta que, puesto que es posible que una guerra nuclear ocurra mañana o pasado, las bases reales existen y cohabitan con nosotros. Hay que aplicar la lógica a un hecho que de por sí carece de ella.

Así llegamos a la primera pregunta: ¿qué podría ocasionar una guerra nuclear?. La respuesta es bien compleja debido a lo insólito del arma; así, y según algunos estrategas, sería posible una guerra nuclear centralizada y restringida a un área, o un ataque fulminante que dejara al adversario sin poder contraatacar y hasta una sola detonación a modo de aviso como en Hiroshima.

Sin embargo, todos estos teatros de operaciones se ven restringidos por dos hechos, el primero es que una vez lanzada la primera bomba nunca se puede estar seguro que el enemigo (o un tercero) disparara también alegando venganza o sólo para equilibrar fuerzas. Se sabe cuándo se empieza pero no cuándo se termina.

El segundo factor importante que ya explicaré más tarde es que por encima de una pequeña potencia de la explosión los efectos secundarios se globalizan, de modo que el atacante y todos los demás reciben parte del ataque. Así, una detonación desencadenaría una pequeña guerra nuclear y ésta es en realidad la tercera guerra mundial y un holocausto nuclear.

Aunque no se puede decir con exactitud la potencia nuclear de todos los países, ésta incluye en casi el 99% a los EE.UU. y a la antigua URSS, (ver reportaje al respecto) alcanzando los 15.000 megatones. Aunque ya se dijo, no está mal recordar que un kilotón (kt) equivale a mil toneladas de TNT, y que un megatón (Mt) es mil veces más que la anterior: un millón de toneladas de TNT.
Siempre se cita como ejemplo los 12 kt de Hiroshima que acabaron con unas 150.000 personas.


Tipos de armas nucleares.-

El arma tipo de los EE.UU. es de 0´5 Mt., sin ser escasas las de 9 ó 20 Mt, siendo la mayor detonada de 60 Mt. en Novaya Zemlya (URSS) el 30 de octubre de 1961. Se distinguen generalmente dos tipos de armas nucleares según su uso:

Armas nucleares estratégicas: suelen ser las de mayor "megatonaje", y son las que se lanzan generalmente a objetivos determinados con bastante tiempo (ciudades, silos, muelles). Se admiten en esta categoría las situadas en submarinos, silos y bombarderos.

Armas nucleares tácticas o de teatro: suelen ser de pequeño calibre (decenas de kilotones) y son disparadas en misiones "a pie de guerra" desde baterías artilleras, cazas, cargas de profundidad o torpedos. Los objetivos podrían ser flotas, ejércitos o avanzadas.

No hay que olvidar que ésta es sólo una distinción teórica a modo de guía y que algunas veces se infringe. El número total de bombas estratégicas y tácticas ronda las 50.000, repartidas principalmente en las dos superpotencias tradicionales; en el resto de los países el "megatonaje" total es pequeño y está muy repartido en gran cantidad de bombas de pequeña potencia.

Aunque ya se dijo, las bombas nucleares, según su funcionamiento, se dividen en los siguientes tipos:

Fisión: Los átomos pesados de uranio, plutonio, polonio y otros en forma de isótopos o mezclados, se dividen liberando gran cantidad de energía. Es el caso de una bomba básica, como las que se lanzaron sobre Hiroshima o Nagasaki. Se las denomina bombas A.

Fisión-Fusión: perfeccionando las anteriores se llega a la conclusión de que las altas temperaturas generadas en la fisión pueden dar lugar a una fusión (unión) de átomos ligeros (deuterio, tritio) para formar helio. Aunque la energía liberada por la fusión es menor para cada unión de partículas que la producida por la fisión, para una misma masa de material existen muchísimas más partículas ligeras que pesadas. Así, para 0´5 Kg. de isótopos de hidrógeno se liberan 20 Kt., tres veces más que con el uranio. A estas bombas se las denomina termonucleares por la cantidad de calor necesario para producir la fusión; también se llaman bombas H.

Fisión-Fusión-Fisión: las dos primeras fases de este arma son como las de una bomba H normal, la diferencia es que los neutrones rápidos generados en la fusión chocan con una cubierta exterior de U-238 o uranio natural generando otra detonación que libera aún más radiactividad.

Bomba de neutrones: es un caso modificado de bomba H. En una bomba H normal el 50% de la energía es producida por la fusión y el otro 50% por la fisión. En una bomba H "limpia" o de neutrones menos del 50% de la energía es debida a la fisión, por lo que la radiactividad duradera se reduce, se ha llegado a rebajar este porcentaje hasta el 5%. Así, una pequeña bomba de neutrones produce poca destrucción por la onda expansiva o el pulso térmico, pero libera gran cantidad de neutrones que bombardean los alrededores induciendo radiactividad a los materiales con los que chocan durante un corto periodo de tiempo (48 h.), produciendo daños a las personas sin destruir el entorno. Es por eso que se entiende a estas bombas como bombas tácticas.

En caso de guerra nuclear total sería raro que se detonara todo el arsenal, ya sea debido a fallos, destrucción de instalaciones o un ataque de sentido común. Por eso se suele tomar de 5.000 a 7.000 megatones como valor normal desencadenado en un conflicto total que detonaría de un tercio a la mitad del arsenal. La cantidad de bombas de fusión o fisión se repartiría al 50%.

Como es de imaginar, prácticamente la mayoría de las detonaciones se centrarían en el hemisferio norte, dejado el sur expuesto solamente a los efectos globales.

Los objetivos a cubrir ya han sido diferenciados por los estrategas según la manera de anular al enemigo:


- Ataque antifuerzas: es el dirigido contra todo lo que constituya una amenaza militar, estarían incluidos aeropuertos estratégicos, silos de misiles, bases navales, arsenales, centros de comunicaciones, estaciones de alerta... y todo soporte para un ataque o defensa militar. Cabe observar que la mayoría de estos objetivos se hallan emplazados cerca o en ciudades. Dentro de éstos están los objetivos duros (silos de misiles, bunkers o instalaciones enterradas) que necesitan de una gran potencia detonada a ras de suelo o subterránea para producir algo de daño.

- Ataque antivalores: Su objetivo lo constituyen todas las industrias de soporte de guerra, transporte, refinerías, instalaciones de energía, emisoras de radio o TV, y por extensión mano de obra. Resumiendo se puede concretar que este objetivo lo constituyen casi enteramente ciudades. Estos se denominan objetivos blandos, ya que aunque suelen ser extensos son fácilmente destruidos.

En ningún caso se ha contado con la extensión de material radiactivo debido a la destrucción de centrales nucleares, depósitos de residuos o misiles nucleares. Aunque este sería un factor inevitable, no hace falta tenerlo en cuenta para ver los efectos horribles que tendrían lugar sin tener que contar siquiera con la enorme radiactividad residual que darían.

En el mundo hay menos de 2.500 ciudades con más de 100.000 habitantes, lo que no supondría un reto inalcanzable en caso de conflicto nuclear, dejando aún un gran margen para el resto de objetivos (que ya no serían muchos). Si este fuera el caso, de principio la ONU estima el número de bajas en 1.100 millones (toda la población mundial de hace 250 años o la sexta parte de la actual) y otros tantos heridos que tendrían de por sí muy pocas posibilidades de sobrevivir a corto plazo. La mitad de la población humana moriría en unos días.

Tipos de guerra nuclear.-

Se han sugerido varios modelos de guerra atómica, tomando éstos como ejemplos teóricos para estudiar los efectos sobre el planeta:

1.- Caso de referencia, ataques antivalores y antifuerzas: 5.000 Mt. detonados en 10.400 explosiones, de los que un 57% serían en superficie y un 20% sobre objetivos blandos.

2.- Caso sólo antifuerzas: se supone que no hay grandes incendios al no verse implicadas ciudades, 3.000 Mt de los que un 70% son en superficie, de rangos de entre 1 a 10 Mt.

3.- Caso sólo antivalores: se detonan 100 Mt en las ciudades, la media de potencia en las bombas es de 100 Kt.

4.- Caso grave antivalores y antifuerzas: 10.000 Mt detonados un 15% en superficie, igual cantidad detonada sobre ciudades. La potencia oscila de 0´1 a 10 Mt.

Como ejemplo recordatorio diré que una explosión de 10 Kt detonada a una altura optima destruye los edificios o los deja irreparables a 1´6 km., y daña gravemente a los que están hasta a 2´4 km. La relación potencia-radio aumenta en proporción a la raíz cúbica. Así 10 Mt. es mil veces más potente que los 10 kt. del ejemplo anterior, las distancias se multiplican por diez . La propagación del pulso térmico depende de las condiciones meteorológicas, si se detona por encima de las nubes estas absorberán parte de ese calor.

REPERCUSIÓN DE LOS EFECTOS PRIMARIOS

La destrucción de los objetivos duros requiere detonaciones cerca del suelo que producen una pulverización instantánea de todo lo que se halle dentro de la bola de fuego que ascendiendo con el hongo se van haciendo radiactivas. La destrucción de ciudades requeriría detonaciones a mayor altura para extender los daños; así, lo que no quede estrujado, volatilizado o barrido se unirá al gran incendio resultante tras la explosión debido al pulso térmico y a la dificultad de apagar los incendios unido a los vientos que avivarían los pequeños fuegos. Se estima que en las ciudades industrializadas la cantidad de material combustible esta entre 40 kg/m2 hasta 200 kg/m2 en el centro de grandes ciudades. Por tanto las ciudades y sus cercanías se convertirían pronto en grandes incendios que elevarían a la atmósfera gran cantidad de cenizas. En las zonas de impacto (al igual que en Hiroshima) la temperatura bajaría inmediatamente después de la explosión y la oscuridad sería casi total entre los 30 y 60º de latitud norte (en el caso 1.6, de 10.000 Mt).



Está demostrado que para bombas menores de 100 Kt. las cenizas y polvo radiactivo no se elevan más halla de la estratosfera, de modo que tras unas horas o días cae de nuevo a tierra sin producir más daños que los una lluvia radiactiva (que no es poco).

Para valores mayores de 100 Kt. los polvos microscópicos y cenizas se instalan en la estratosfera, por encima de las nubes a más de 13 km, permaneciendo allí durante largo tiempo. Se alcanza el valor máximo 1 Mt. en donde la bola fuego se coloca por completo en plena estratosfera, allí su alta temperatura quema el nitrógeno (N) de la atmósfera que ataca químicamente al ozono (O3) destruyéndolo (creando óxidos de nitrógeno). El ozono es el que impide que los rayos ultravioletas lleguen a la superficie de la tierra y dañen a las especies vivas. Las columnas de humo producidas por incendios en ciudades se elevarían entre 1 y 7 km., un 5% de ellos serían tempestades de fuego, donde el humo llegarían a los 19 km. (dentro de la estratosfera). En los incendios no urbanos como mucho llegarían a los 5 km., y los de larga duración a los 2 km.

Así pues, tras las explosiones se tendrá un panorama en el que el caso elegido sólo tendrá repercusiones cuantitativas. Las partículas debidas a los incendios y detonaciones se colocarán en la estratosfera oscureciendo la luz del sol durante semanas o meses, de modo que la temperatura del planeta bajará varios grados. Una vez que la atmósfera se vaya aclarando la luz ultravioleta se empezará a filtrar hasta la superficie para dañar a la poca vida que aún resista. La buena noticia es que por muy grave que sea el conflicto no parece probable que se induzca una nueva era glacial.

El umbral sobre el cual se hacen catastróficos los efectos globales es el de 100 Mt, repartidos en 1000 bombas de 0´1 Mt, y como veremos son debidos más a las cenizas de los incendios y detonaciones que a otros factores. Esto no significa que un ataque puramente antifuerzas (caso 1.1) no produzca un desastre climático, ya que seguro que si se lanzan 3.000 Mt se producirían incendios. Es lógico suponer que el umbral no es una barrera antes de la cual no pasa nada y tras ella sí, los efectos se van agravando de manera progresiva según nos acercamos a ella y son muy graves al rebasarla.



INVIERNO NUCLEAR

Tenemos experiencia sobre los efectos que producen un pequeño cambio de temperatura global. En 1815 la erupción del volcán Tambora en Indonesia produjo un descenso de 1º C en todo el planeta debido a la proyección de ceniza volcánica a la atmósfera. Los fríos durante el siguiente año dieron en Europa y EE.UU. el nombre de año sin verano. Las repercusiones van más allá de abrigarse un poco, ya que con ese pequeño cambio todo el cultivo de maíz en Canadá se perdería (es uno de los mayores exportadores, junto con EE.UU.). Pequeños cambios globales producen enormes repercusiones locales. Un cambio de 1º C es lo máximo que sufre el planeta en miles de años, durante las glaciaciones las temperaturas bajan hasta 10 ºC, pero de manera gradual durante siglos, dando tiempo a las especies a aclimatarse.

En caso de un invierno nuclear la temperatura global baja de manera drástica en días, desde 10ºC en el caso más modesto (1.1) hasta 50ºC en el más severo (1.7).

Esto es debido a que las negras cenizas microscópicas producidas los incendios y detonaciones se situarían en la alta atmósfera, libres de la lluvia o corrientes, así que irían cayendo de manera muy lenta mientras en la superficie la oscuridad haría descender la temperatura e impidiendo la fotosíntesis de las plantas. En los casos 1 y 1.4 la luz sería como si el día estuviera muy cubierto para llover, así durante más de dos meses. En los casos 1 y 1.7 la luz sería del 0,1% durante un año para ir recuperándose poco a poco.

Al estudiar un ecosistema nos damos cuenta que está interrelacionado con los inmediatos, de modo que da y toma recursos de los demás. Sin embargo no es simplemente un intercambio, un círculo vicioso de recursos que cambian de manos, porque a su vez todo el planeta y cada una de sus partes necesitan de un aporte de energía exterior, y esta es la luz del sol. Las plantas (y otros organismos análogos) tienen la misión planetaria de recoger esta energía y convertirla en algo potable para el resto de los seres. Así que, si quitamos la luz del sol, las plantas sucumben, las especies que dependen de ellas también y los depredadores con ellos. Nuestro planeta es una gran célula fotobiológica que convierte la luz del sol en material biológico.



Pero además el Sol es el motor fisico-químico que mueve y da dinamismo al planeta, ya que gracias a su calor se produce al ciclo de agua, las corrientes atmosféricas y la temperatura necesaria para la vida. Así las especies dependemos de los servicios gratuitos que nos da el planeta a través del Sol: agua potable renovable, composición de la atmósfera, renovación de los nutrientes, eliminación de residuos, generación y conservación de los suelos y una gran biblioteca genética constituida por todas las especies del planeta que habitan cada nicho ecológico y sacan de él el mayor rendimiento.

Los grandes incendios por sí solos ya causarían el mayor daño al planeta: las nubes de polvo microscópico negro ocultarían la luz del Sol, grandes nubes de humo y gases tóxicos de la combustión de ciudades e industrias ahogarían la superficie, la luz ultravioleta que terminaría por filtrarse dañando el ADN de las especies, escape de sustancias tóxicas que contaminarían el suelo y las aguas. Todo esto ocurriría de manera casi simultanea, siendo la suma mucho más que cada una de las partes, extendiéndose además por todo el planeta.

Un efecto determinante en la destrucción del ecosistema planetario es el producido sobre las plantas verdes, que son la base de la vida y las más afectadas por el frío y la oscuridad. Es de suponer que las más afectadas serían las menos aclimatadas al frío. Los bosques tropicales serían los primeros en desaparecer, y aunque las plantas de las zonas frías están hechas al frío, un descenso brusco podría ser letal. Una reducción del 5% de la luz solar es suficiente para detener el crecimiento de la planta, y un 10% reduce considerablemente la fotosíntesis. Para el caso de 10.000 Mt la luz se reduciría hasta un 1% durante más de un mes en el hemisferio norte, alcanzando el 50% a los 8 meses. Si la temperatura media del planeta son 13º C descendería hasta –40ºC en la parte templada del hemisferio norte durante 4 meses, llegando a -3ºC al cabo de un año.



De esto se deduce que la peor de las circunstancias posibles es la de una guerra nuclear en la época de crecimiento vegetal o poco antes, siendo entonces muerta prácticamente toda la vegetación del hemisferio norte. Si fuera en la época de aletargamiento el daño sería menor pero siempre enorme, impidiendo que la fase posterior de crecimiento fuera bueno; además, un invierno más frío sí afectaría árboles perennes (por ejemplo los frutales). Sea cuando fuera, los trópicos están acostumbrados a temperaturas prácticamente estables, así que un descenso brusco sería fatal en todos los casos. Los efectos del frío en las costas sería más moderado debido al efecto regulador térmico de los océanos, aunque se verían barridas por tormentas brutales debidas precisamente a esa diferencia de temperatura entre la tierra y el mar.

ADEMÁS DEL FRÍO Y LA OSCURIDAD

Un factor muy importante al evaluar los efectos de una guerra nuclear son los sinergismos, es decir, el conjunto es mucho más que la suma de sus partes. Un buen ejemplo es que el sistema inmunológico humano se ve seriamente dañado cuando se superpone la radiacción ionizante instantánea y la debida a la ceniza radiactiva como la exposición a la luz ultravioleta. El frío y la oscuridad acabarían con muchos mamíferos y casi todas las aves, así que millones de cadáveres en descomposición facilitarían la aparición de enfermedades que atacarían a los ya de por sí débiles. La ausencia de depredadores haría a los insectos (que son muy resistentes) multiplicarse, consumiendo la poca vegetación que quedase; además, ese aumento de luz ultravioleta (hasta se cuadruplicaría) dejaría ciegos a muchos mamíferos, impidiéndoles ver aún después de que hubiera luz, abocándoles a una muerte lenta. Los sinergismos actúan de manera favorable cuando las cosas van bien, y empeoran las cosas cuando todo va mal.

GRÁFICO DE TEMPERATURA GLOBAL ACTUALMENTE (En gris temperatura media inferior a -3º C)


Los óxidos de nitrógeno inyectados a la atmósfera por las bolas de fuego habrían acabado hasta con el 50% de la capa de ozono, que se recuperaría mucho después de que la atmósfera fuera de nuevo transparente. La reacción de las plantas ante un aumento de la luz ultravioleta es el de reducir la fotosíntesis, este efecto se multiplica por dos o tres si han permanecido largo tiempo en penumbra. De modo que aunque la luz y el calor llenen de nuevo el planeta las plantas supervivientes tardarán meses en volver a producir.

El descenso de las temperaturas causaría un congelamiento del agua continental, salvándose los mares tanto por su concentración de sal como por su efecto atenuante de la temperatura. Así tendríamos ríos y lagos congelados hasta en 1´5 m. Estas variaciones de temperatura detendrían el ciclo del agua, matando tanto lo que se hallara en la aguas congeladas como fuera.

GRÁFICO DE TEMPERATURA GLOBAL. 2 DÍAS DESPUÉS DE COMENZAR LA GUERRA


El mar no sufriría apenas por la caída de temperatura, sin embargo la luz es imprescindible para la vida del plancton y algas, que son la base de la vida oceánica, también el aumento de la luz ultravioleta inhibe el crecimiento del fitoplancton. Las tempestades debidas a las diferencias de temperatura tierra-mar harían también difícil la vida a las especies costeras.

CÁLIDA LLUVIA DE POLVO radiactivO

Y por si todo lo anterior no era poco, aún queda tener en cuenta que gran parte de ese polvo en suspensión a baja altura es radiactivo. Este caería rápidamente en forma de lluvia radiactiva contaminando con dosis letales la tierra durante las primeras 48 h. Hasta un 30% de la tierras del hemisferio norte recibirían más de 500 rems, acabando con la mitad de los adultos sanos que hubiera. Poca gente sana quedaría tras las primeras horas, así que esta radiación remataría a más del 50% de supervivientes, dejando secuelas a casi todo habitante del planeta: baja resistencia a las enfermedades, alta probabilidad de cáncer, mutaciones y malformaciones. La radiación media de fondo en todo el planeta sería superior a 100 rems y en el hemisferio norte mayor a 200 rems.

La resistencia a la radiactividad varía según las especies, así las aves, los mamíferos y las coníferas son los más sensibles, siendo por lo general más resistentes los organismos más sencillos y de más corto ciclo reproductivo, entre los que se encuentran los que causan enfermedades (virus y bacterias).

GRÁFICO DE TEMPERATURA GLOBAL. 10 DÍAS DESPUÉS DE COMENZAR LA GUERRA


Además las primeras lluvias que llevarían radiactividad a la tierra también arrastrarían los compuestos químicos residuales de los incendios de las ciudades, estos sería un amplio conglomerado de productos tóxicos como cloruros de vinilo, furanos y piroexenos procedentes de las comodidades de la sociedad moderna: plásticos, textiles, residuos, combustibles... Así la lluvia sería además lluvia ácida concentrada, una zancadilla más para los seres vivos.

Las sustancias radiactivas con las cenizas sedimentadas que cubrirían los campos, calles y edificios sería muy parecidos a los que se ve en las erupciones volcánicas, salvo que este contendría los siguientes elementos durante un determinado tiempo: I 131 (8 días), Ru 106 (1 año) , Sr 90 (30 años), Ca 137 (30 años) y Cs 130 (30 años). Esto daría 500 rems como media en el hemisferio norte durante el primer día, 100 rems hasta el primer mes y 10 rems hasta pasado un año. En el hemisferio sur serían menores los efectos a corto plazo (100 rems el primer mes) pero muy parecidos los de largo plazo.

CUANDO POR FIN SE VE LO QUE QUEDA

Si alguien quedara para ver lo que queda no agradecería su suerte. Los pozos de petróleo, minas de carbón y turberas continuarían ardiendo durante meses o años, un 5% de la tierra del hemisferio norte sería sólo cenizas. La erosión del suelo por falta de vegetación causaría inundaciones y avalanchas de barro y despojos. Las aguas y la tierra estarían contaminadas, no habría nada que comer o beber, y lo que quedase estaría seriamente contaminado.

No se puede imaginar el estado psicológico de los supervivientes de una guerra nuclear, pero el pasar de una vida cómoda a la más absoluta soledad y desamparo en semanas (incluso los más desfavorecidos lo verían así) sería para volver a cualquiera loco o por lo menos para caer en la más honda de las depresiones, quizás hasta un estado de postración absoluto en espera de la muerte.

Los que saldrían algo mejor parados serían las especies carroñeras, rodeadas de gran cantidad de cadáveres su número se multiplicaría vertiginosamente. Así la fauna del "día después" serían unas orondas ratas, cucarachas y moscas.

Se piensa generalmente en lo que harían los supervivientes de una guerra nuclear, aunque hemos visto que en realidad no serían muchos por no decir ninguno. Sin embargo, si la guerra fuera pequeña y poniéndonos en el mejor de los casos, la supervivencia sería posible (aunque desagradable) y dependería en gran medida del nivel de destrucción alcanzado. En cualquier caso veremos qué les esperaría, teniendo en cuenta que aunque la guerra se situara sobre todo en el hemisferio norte, el sur se vería también afectado, aunque menos en los efectos más inmediatos, igualmente en los de medio y largo plazo.

Si pensamos en los bancos de semillas y almacenes de grano, veremos que por estar cerca de la ciudad o cultivos seguramente habrían ardido. Las semillas que permanecieran bajo tierra estarían relativamente a salvo, ya que las altas temperaturas debidas atormentas de fuego las dañarían también. Los medios de transporte de recursos se hallarían casi por completo destruidos, por lo que cada grupo se las tendría que apañar como pudiera.

Los supervivientes tendrían que subsistir de lo que ellos mismos pudieran plantar o criar. Tendrían que buscar suelos adecuados y no contaminados, y recurrir a plantar lo que más a mano tuvieran, ya que la variedad genética sería mínima. Hasta que el clima se restableciera el tiempo sería impredecible y extremo, además las plantas necesitan de otras cosas como polinización, microorganismos y ausencia de plagas, así los primeros cultivos darían resultados poco provechosos. Las zonas más afectadas serían los trópicos en donde la perdida de los ecosistemas haría muy difícil una resurrección de la cultura humana. La búsqueda desesperada de recursos o nuevas tierras de cultivo daría como resultado otra agresión al ecosistema ya muy dañado.

Si pensasen en el mar como medio de sustento verían como su producción estaría muy mermada, además las tempestades, mal estado de la mar y falta de combustible para la navegación moderna haría también difícil la subsistencia también las costas.

El hombre actual, en la mayoría de los casos, no conoce ni el medio natural ni cómo alimentarse de él, tampoco las técnicas más rudimentarias la tecnología (como obtener telas o herramientas), así que aunque los ecosistemas permitieran la vida humana, a duras penas si sabríamos aprovecharla.

La vida sería una vuelta a la prehistoria, en la que la mejor civilización humana se vería reducida a un conjunto de grupos de cazadores-recolectores en las islas del pacífico. Una civilización avanzada tras una seria guerra nuclear sería imposible ya que nuestros antepasados se sirvieron de recursos que tenían casi al alcance de la mano, así se comenzaron a usar los minerales (carbón, petróleo, cobre...) extrayéndolos de lugares en los que eran accesibles y abundantes. Tales sitios ya no quedan en el planeta, para obtener estos mismos minerales se requieren minas profundas y elaboradas tareas de refinado y purificación. Tras una era del reciclado y uso de materiales sobrantes de la civilización actual ya tan sólo se podría esperar una cultura prehistórica o clásica a lo sumo, la evolución de la humanidad detenida para siempre por sí misma mediante una guerra nuclear.

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