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domingo, 30 de septiembre de 2012

Charlie Hebdo, la libertad de expresión y la islamofobia

Charlie Hebdo, la libertad de expresión y la islamofobia Sin lugar a dudas, la libertad de expresión y de manifestación se aplica bajo un doble rasero 30/09/2012 - Autor: Alain Gresh - Fuente: Nouvelles dOrient caricaturas islamofobia libertad expresion 0 Sin lugar a dudas, la libertad de expresión y de manifestación se aplica bajo un doble rasero.En un editorial de Le Figaro (19 de septiembre), Yves Thréard concluye con las siguientes palabras: « Islamismo: el deber de reaccionar » (accessible para los abonados): « los poderes públicos deben prohibir las próximas manifestaciones, interponerse, condenar a sus instigadores », antes de lanzar su cacareo: « Francia no puede dejarse pisotear. » Y el diario titula en tres columnas en portada: « Los islamistas quieren manifestarse de nuevo en París. » Paradójicamente, los mismos que se movilizan por la libertad de prensa y a favor de Charlie Hebdo hacen un llamamiento para prohibir las manifestaciones de los «islamistas». Recordemos que la reducida concentración que tuvo lugar delante de la embajada de Estados Unidos reunió a doscientas personas apenas, en su mayoría jóvenes franceses que acabaron en la comisaría; y que no ha habido ninguna violencia. Es verdad, no estaba autorizada. ¿Pero es eso tan grave, hasta el punto de justificar esta oleada mediática? ¿No ha habido nunca en Francia manifestaciones no autorizadas de obreros en huelga o portadores de múltiples reivindicaciones? Confieso que mi primera manifestación no autorizada tuvo lugar en 1965 delante de la embajada de Estados Unidos, justamente en esa misma plaza de la Concordia, contra los bombardeos americanos en el Norte de Vietnam. Me valió un porrazo y unas gafas rotas… Pero, evidentemente, en este caso se trata de « islamistas », término bastante vago para englobar a los Hermanos Musulmanes y a los salafistas, a Hezbollah y Al-Qaida. « Ellos » son, por lo tanto, culpables porque son islamistas; claman los mismos que defienden la libertad de expresión, la blasfemia y toda idea iconoclasta. Es cierto que esos islamistas « amenazan con una nueva manifestación en París », siempre según Le Figaro. ¿Y qué pasa con el derecho a manifestarse? Sin lugar a dudas, la libertad de expresión y de manifestación se aplica bajo un doble rasero. Charlie Hebdo, el mismo que reivindica la publicación de las nuevas caricaturas (¡qué valor!), despidió a uno de sus dibujantes estrella, Siné, en base a unas acusaciones falsas de antisemitismo. Se puede encontrar el dosier en « Affaire Siné : les points de vue de Charb et Cavanna, historiques de “Charlie Hebdo” » Caso Siné : los puntos de vista de Charb y Cavanna, historias de “Charlie Hebdo” » (Le Nouvel Observateur, 27 de julio de 2008). Y podemos leer, en concreto, los penosos argumentos de Charb para explicar y justificar el despido de Siné. Ivan Rioufol, cuyas crónicas en Le Figaro y en su blog son una defensa e ilustración de los temas de extrema derecha antiinmigrantes e islamófoba, explica en su último texto del 19 de septiembre por qué « “Charlie Hebdo” sauve l’honneur de la presse » “Charlie Hebdo” salva el honor de la prensa. Sin embargo, incluso si aceptamos la idea de que el islamismo (en singular) es una ideología totalitaria, ¿hay que prohibir « las demostraciones de fuerza, como la que se anuncia en internet para el sábado en París, en defensa del Profeta »? ¿Y por qué dejamos que un partido como el Frente nacional, mucho más influyente que algunos pocos grupos radicales islamistas, se exprese libremente y sin restricción? ¿Quién amenaza realmente a la democracia? Para evitar cualquier juicio de intenciones, quiero decir que no vamos a tolerar las amenazas contra nadie que haya utilizado la libertad de expresión, incluso si ha hecho un mal uso. Las leyes protegen este derecho y no tenemos que aceptar que se cuestione en ningún caso. Incluso los imbéciles tienen derecho a expresarse… Pero dejemos aquí la hipocresía de una derecha y de una izquierda que agitan el espantajo del islamismo desde hace años en múltiples declaraciones y columnas de periódicos, pero que no explican cómo millones de musulmanes (tres, cuatro, cinco; nade lo sabe exactamente, porque nadie sabe definir a un « musulmán ») pueden amenazar a la República, esos mismos que están sometidos al ostracismo, entre los cuales una fracción está relegada en lejanas barriadas de la periferia, que además están muy divididos (socialmente, políticamente ye incluso religiosamente). En un país en el que las masas sufren unos altos índices de paro y pobreza, en el que el gobierno socialista acepta las políticas de austeridad, en el que los ricos se enriquecen, qué cómodo es que la cólera popular se vuelva contra estos mendigos, que ni siquiera son « verdaderos » franceses. Recordemos que la primera medida que tomó la nueva mayoría socialista del Senado fue una ley contra las canguros veladas... La protesta en torno a Charlie Hebdo es por supuesto otra distracción, ¿pero podemos dejar sin respuesta este tipo de ataques? Imaginemos que en 1931 en Alemania, en pleno auge del antisemitismo, un diario de izquierdas dedicara un número especial al judaísmo (la religión) y explicara en múltiples columnas, sin ninguna connotación antisemita, que el judaísmo era retrógrado, que la Biblia era un texto de apología a la violencia, al genocidio, a la lapidación, que los judíos religiosos llevaban vestimentas raras, signos religiosos visibles, etc. Evidentemente, no hubiéramos podido disociar esta publicación del contexto político alemán y del auge del nazismo, y separar de un plumazo, como lo hace Charb en Libération del 20 de septiembre, las consecuencias de tales posicionamientos. Vivimos en Europa el auge de fuerzas nacionalistas, de partidos, cuya batalla central ya no es, como en los años 1930, el antisemitismo sino la islamofobia. Se ha instalado un clima malsano y las ideas hostiles sobre la inmigración y concretamente sobre los musulmanes se extienden en las formaciones de derechas y de izquierdas. Nuestro ministro del interior Manuel Valls no se diferencia mucho de su predecesor. Por supuesto, todo esto no prueba que estemos en vísperas de la toma del poder del fascismo y, aparte de algunos iluminados (como Breivik), nadie reclama el genocidio de los musulmanes. ¿Pero podemos hacer como si esas fuerzas no existiesen? ¿Podemos retomar el discurso y las proposiciones de estos grupos, aceptar el terreno que ocupan, sin correr serios riesgos? En otra ocasión volveré a hablar sobre la dimensión internacional de esta crisis. Traducido al castellano del original en francés por Webislam

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