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martes, 26 de febrero de 2013

¿REPARTO DE ORIENTE RUSO-AMERICANO?

¿REPARTO DE ORIENTE RUSO-AMERICANO?



1302 24 –MEYSSAN- ¿REPARTO DE ORIENTE RUSO-AMERICANO¿

Sorprendentes noticias que de no haber sido escritas por un periodista serio y riguroso como

Thierry Meyssan, serían diagnosticadas como propias de un iluso o un lunático. Pero Meyssan

tiene que tener mucha información para escribir esto y además haberlo publicado en una revista

como es el semanario ruso Odnako que es cercano al presidente ruso Wladimir Putin.

Quién pierde aquí es el imperialismo europeo anglofrances. Y la verdad, este nuevo reparto de

Oriente no deja de representar una revolución mucho más vasta que la primavera árabe. PUEDE

SUPONER sin duda un FIN DE LA HISTORIA DE LA GUERRA EN LA REGION.

Nos ahorramos ahora más comentarios, dando por hecho que los cambios van a suponer una

revolución en las relaciones internacionales, con una derrota apabullante de los intereses

europeos y una merecida recompensa para OJOS PARA LA PAZ por su incansable activismo.

Madrid, 25 de febrero de 2013

http://www.voltairenet.org/article177603.html

¿Obama y Putin van a repartirse el

Medio Oriente?

por Thierry Meyssan

En un artículo publicado en Rusia el 26 de enero de 2013, Thierry Meyssan expone el nuevo plan

de partición del Medio Oriente en el que trabajan actualmente la Casa Blanca y el Kremlin. El

autor revela los principales parámetros de la negociación en marcha sin emitir juicios sobre la

posibilidad de un acuerdo definitivo ni sobre su aplicación. El interés de este artículo reside en que

permite la comprensión de las ambiguas posiciones de Washington, que está empujando a sus

aliados hacia un callejón sin salida para imponerles próximamente una nueva distribución de

cartas que simplemente los deja fuera del juego.

Red Voltaire
Damasco (Siria)
24 de febrero de 2013

En 1916, Francia y Gran Bretaña se repartían

el Medio Oriente con los acuerdos Sykes-

Picot. Casi un siglo después, Estados

Unidos y Rusia están discutiendo un nuevo

plan de partición que beneficiaría a ambos

países y pondría fin a la influencia francobritánica

en la región.

El presidente Obama se dispone a cambiar

completamente de estrategia internacional, a pesar de la oposición que ha suscitado su proyecto

en el seno de su propia administración.

La situación es muy simple. Estados Unidos está a punto de alcanzar la independencia energética

a través de la rápida explotación del gas de esquito y de las arenas bituminosas [1]. Ese factor

determina el fin de la doctrina Carter –adoptada en 1980–, según la cual la necesidad de

garantizar el acceso al petróleo del Golfo era un imperativo de seguridad nacional. Lo mismo

sucede con el acuerdo de 1954 en el que Washington se comprometía a proteger a la dinastía

gobernante de Arabia Saudita a condición de que esta última garantizara el acceso de Estados

Unidos al petróleo de la Península Arábiga. Así que ha llegado el momento de decretar una

retirada masiva que permitiría trasladar las tropas estadounidenses hacia el Extremo Oriente, para

contrarrestar allí la creciente influencia de China.

Por otro lado, hay que hacer el máximo esfuerzo para impedir una alianza militar entre China y

Rusia. Para ello es conveniente ofrecer a Rusia algo que desvíe su atención del Extremo Oriente.

Y para terminar, Washington ya se siente que no puede respirar a causa de su relación,

demasiado estrecha, con Israel. Esta relación se ha hecho demasiado onerosa, resulta

injustificable en el plano internacional, y está enemistando a Estados Unidos con los pueblos

musulmanes en su conjunto. Por otro lado, resultaría conveniente castigar claramente a Tel Aviv

por su escandalosa injerencia en la campaña electoral previa a la elección del presidente de

Estados Unidos, donde el gobierno israelí apostó además en contra del candidato ganador.

Esos tres factores han llevado a Barack Obama y sus consejeros a proponerle un pacto a Vladimir

Putin: Washington, reconociendo implícitamente su derrota en Siria, está dispuesto a aceptar que

Rusia se instale en el Medio Oriente, sin que esta tenga que ceder nada a cambio, y a compartir

con Moscú el control de dicha región.

A ese estado de ánimo corresponde la redacción, por parte de Kofi Annan, del Comunicado de

Ginebra adoptado el 30 de junio de 2012. En aquel momento, el objetivo no era otro que hallar

una salida a la cuestión siria. Pero aquel acuerdo fue saboteado de inmediato por varios miembros

de la propia administración Obama que filtraron hacia la prensa europea diversos detalles sobre la

guerra secreta contra Siria, incluyendo la existencia de una Presidential Executive Order en la que

se orientaba a la CIA el despliegue de hombres y mercenarios en el terreno. Esa sorpresiva

maniobra llevó a Kofi Annan a renunciar a sus funciones como mediador. La Casa Blanca, por su

parte, prefirió mantener un perfil bajo para evitar que las divisiones existentes en el seno del

ejecutivo saliesen a la luz en medio de la campaña para la reelección de Barack Obama.

En las tinieblas, 3 grupos se oponían en aquel momento al comunicado de Ginebra:

· Los agentes implicados en la guerra secreta,

· Las unidades militares a cargo del enfrentamiento con Rusia,

· Los defensores de los intereses de Israel.

Inmediatamente después de su reelección, Barack Obama emprendió la purga. El primero en caer

fue el general David Petraeus, quien había concebido la guerra secreta contra Siria. Después de

caer en la trampa sexual que le tendió una agente de la inteligencia militar, el director de la CIA se

vio obligado a dimitir. Posteriormente, una docena de militares de alto rango fueron puestos bajo

investigación por sospechas de corrupción. Entre ellos se encontraban el almirante James G.

Stravidis, comandante supremo de la OTAN, y su sucesor designado –el general John R. Allen–

así como el comandante de la Missile Defense Agency (o sea, el escudo antimisiles), general

Patrick J. O’Reilly. Para terminar, Susan Rice y Hillary Clinton fueron blanco de recios ataques por

haber ocultado al Congreso ciertos elementos sobre la muerte del embajador Chris Stevens,

asesinado en Bengazi por un grupo islamista, probablemente por orden del Mossad.

Ya pulverizados o paralizados los elementos de oposición, Barack Obama anunció una profunda

renovación de su equipo. Comenzó poniendo a John Kerry a la cabeza del Departamento de

Estado. Kerry es partidario declarado de la colaboración con Moscú en temas de interés común.

Es también amigo personal de Bachar al-Assad.

Obama continuó después con la nominación de Chuck Hagel para dirigir el Departamento de

Defensa. Hagel, es uno de los pilares de la OTAN, pero es además un realista. Siempre ha

denunciado la megalomanía de los neoconservadores y el sueño de imperialismo global del que

son portadores. Es además un nostálgico de la guerra fría, aquella época bendita en que

Washington y Moscú se repartían el mundo sin muchas complicaciones. Junto a su amigo John

Kerry, Chuck Hagel organizó en 2008 un intento de negociación para tratar de que Israel

restituyese a Siria la meseta del Golán.

Y, para terminar, John Brennan a la cabeza de la CIA. Este asesino a sangre fría está convencido

de que la primera debilidad de Estados Unidos es haber creado y desarrollado el yihadismo

internacional. Su obsesión es la eliminación del salafismo y el desmantelamiento de Arabia

Saudita, lo cual aliviaría en definitiva la situación de Rusia en el norte del Cáucaso.

La Casa Blanca prosiguió al mismo tiempo sus conversaciones con el Kremlin. Lo que debía ser

una simple solución para Siria se ha convirtido en un proyecto mucho más amplio de

reorganización y partición del Medio Oriente.

Es importante recordar que, luego de 8 meses de negociaciones, el Reino Unido y Francia se

repartieron en secreto el Medio Oriente (Acuerdos Sykes-Picot). El contenido de esos acuerdos

fue revelado al mundo por los bolcheviques en cuanto llegaron al poder. Y así se mantuvo la

situación a lo largo de un siglo. Lo que la administración Obama tiene ahora en mente es un

rediseño del Medio Oriente para el siglo XXI, bajo la égida de Estados Unidos y Rusia.

En Estados Unidos, a pesar de que Obama se sucede a sí mismo, la administración saliente no

puede hacer otra cosa que ocuparse de los temas corrientes. Y recuperará la totalidad de sus

atribuciones sólo después de la ceremonia de juramente para el próximo mandato, el 21 de enero

de 2013. Después de la investidura del presidente, habrá una audiencia en el Senado –el 23 de

enero– donde Hillary Clinton será interrogada sobre el misterio del asesinato del embajador de

Estados Unidos en Libia. El 24 de enero, tendrá lugar en el Senado la audiencia para la

confirmación de John Kerry como secretario de Estado. Inmediatamente después, los 5 miembros

permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU se reunirán en Nueva York para examinar las

proposiciones Lavrov-Burns sobre Siria.

Esas proposiciones prevén la condena de toda injerencia externa, el despliegue de observadores

y de una fuerza de paz de la ONU, así como un llamado a los diferentes protagonistas para que

formen un gobierno de unión nacional y planifiquen la celebración de elecciones. Es posible que

Francia se oponga, pero sin llegar por ello a amenazar con recurrir al veto en contra de su amo

estadounidense.

La originalidad del plan reside en que la fuerza de la ONU se conformaría principalmente con

soldados de los países miembros de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC).

El presidente Bachar al- Assad se mantendría en el poder, negociaría rápidamente una Carta

Nacional con los líderes de la oposición no armada seleccionados con la aprobación de Moscú y

Washington y sometería esa Carta al veredicto popular a través de la realización de un

referéndum organizado y realizado bajo la supervisión de observadores.

Este sorprendente escenario fue preparado desde hace tiempo por el general sirio Hassan

Tourkmani (asesinado en el atentado que estremeció Damasco el 18 de julio de 2012) y su

homólogo ruso Nikolai Bordyuzha. Los ministros de Relaciones Exteriores de la OTSC adoptaron

después –el 28 de septiembre de 2012– una posición común sobre el tema y el departamento de

la ONU a cargo de las operaciones de paz firmó con la OTSC un protocolo que otorga a esa

organización prerrogativas similares a las de la OTAN. Bajo la denominación «Fraternidad

inviolable», una serie de simulacros militares ONU/OTSC se desarrollaron en Kazajstán del 8 al 17

de octubre de 2012. Finalmente, un plan de despliegue de «chapkas azules» se discutió –el 8 de

diciembre– en el Comité Militar de la ONU.

Después de la estabilización de Siria, una conferencia internacional por una paz global entre Israel

y sus vecinos debería desarrollarse en Moscú. Estados Unidos estima que no es posible negociar

una paz separada entre Israel y Siria porque los sirios exigen, en nombre del arabismo, que se

resuelva primero la cuestión de Palestina. Pero tampoco es posible una negociación de paz con

los palestinos, debido a la extrema división que reina entre estos últimos, a menos que Siria se

encargue de obligarlos a respetar un acuerdo aceptado por la mayoría. Por lo tanto, toda

negociación debe tener un carácter global, según el modelo de la Conferencia de Madrid

(realizada en 1991). Según esa hipótesis, Israel se retiraría lo más posible hacia sus fronteras de

1967 y los territorios palestinos se fusionarían con Jordania para conformar el Estado palestino

definitivo, cuyo gobierno estaría en manos de la Hermandad Musulmana, lo cual haría esa

solución aceptable para ciertos gobiernos árabes. Posteriormente, se devolvería a los sirios la

meseta del Golán a cambio de que renunciaran al lago Tiberiades, conforme al esquema ya

estudiado en 1999 durante las negociaciones de Shepherdstown (1999). Y Siria se convertiría en

garante del respeto de los tratados por la parte jordano-palestina.

Como en un juego de dominó, habría ocuparse entonces del tema kurdo. Se desmantelaría Irak

para dar nacimiento a un Kurdistán independiente y Turquía estaría llamada a convertirse en un

Estado federal que concedería la autonomía a su región kurda.

Los estadounidenses desean llevar el rediseño hasta una fase en la que sacrificarían a Arabia

Saudita, que ya ha dejado de serles útil. Ese país se dividiría en 3 partes y algunas provincias

pasarían a formar parte de la federación jordano-palestina o del Irak chiita, conforme a un viejo

plan del Pentágono titulado «Taking Saudi out of Arabia», que data del 10 de julio de 2002. Esa

opción permitiría a Washington dejar en manos de Moscú una amplia zona de influencia, sin tener

por ello que sacrificar parte de su propia influencia. Es un comportamiento similar al que ya pudo

verse en el FMI cuando Washington aceptó aumentar el derecho de voto de los países miembros

del grupo BRICS. Estados Unidos no cedió ni un ápice de su propio poder sino que obligó a los

europeos a renunciar a una parte de sus votos para abrir espacio a los miembros del BRICS.

Este acuerdo político-militar va acompañado de un acuerdo económico-energético ya que lo que

realmente interesaba a la mayoría de los protagonistas de la guerra contra Siria era la conquista

de las reservas de gas de ese país. En efecto, importantes yacimientos de gas natural han sido

descubiertos en el sur del Mediterráneo y en Siria. Con el posicionamiento de sus tropas en ese

país, Moscú mejoraría su control sobre el mercado del gas para los próximos años.

El regalo de la nueva administración Obama para Vladimir Putin es también resultado de una serie

de cálculos. Su objetivo no sólo es desviar a Rusia del Extremo Oriente sino también neutralizar a

Israel. Si bien un millón de israelíes tienen también la nacionalidad estadounidense, hay otro

millón de israelíes rusoparlantes. La presencia de tropas rusas en Siria sería un elemento

disuasivo para evitar que los israelíes cedan a la tentación de atacar a los árabes y que los árabes

ataquen Israel. Así que Estados Unidos ya no tendría que dedicar sumas astronómicas a la

seguridad de la colonia judía.

La nueva distribución del juego obligaría a Estados Unidos a reconocer por fin el papel de Irán en

la región. Washington quiere, sin embargo, la garantía de que Teherán va a retirarse de

Latinoamérica, donde ha establecido numerosas relaciones, sobre todo con Venezuela. Se ignora

aún cuál será la reacción iraní sobre este aspecto del dispositivo, pero Mahmud Ahmadinejad ya

se ocupó de hacerle saber a Obama que está dispuesto a hacer lo que esté en sus manos para

ayudarlo a distanciarse de Tel Aviv.

Hay perdedores en ese proyecto. En primer lugar, Francia y Gran Bretaña, que van a perder su

influencia. Y después Israel, que perderá su influencia en Estados Unidos y se verá reducido a su

justa dimensión de pequeño Estado. Finalmente Irak, que será desmantelado, y posiblemente

Arabia Saudita que desde hace varias semanas viene haciendo desesperados esfuerzos por

reconciliarse con todas las partes para tratar de escapar al destino que se le prepara.

Pero también hay ganadores. En primer lugar, Bachar al-Assad, hasta ayer tratado por los

occidentales como un culpable de crímenes contra la humanidad y mañana glorificado como el

vencedor de los islamistas. Y sobre todo Vladimir Putin, quien –gracias a su tenacidad a lo largo

del conflicto– saca finalmente a Rusia de su «containment», le abre nuevamente las puertas del

Mediterráneo y del Medio Oriente y obtiene el reconocimiento del predominio ruso sobre el

mercado del gas.

Thierry Meyssan

Fuente

Odnako (Russia)

publicado el 26 de enero de 2013 en el semanario ruso Odnako (cercano a Vladimir

Putin)













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