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viernes, 26 de julio de 2013

La Medicina de Al-lâh

La Medicina de Al-lâh

Aquél que es dueño de sí mismo es su propia ley y no está sujeto a ninguna falta de armonía

26/07/2013 - Autor: Jesúa Beltrán G. - Fuente: Envio Webislam
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La Ley del Karma está regida por Ar-Rahmân (Dios Amor).
Con el nombre de Al-lâh, el Compasivo, el Misericordioso.
¡Nada nuevo bajo el Sol! ¡Todo está dicho! ¡Escrito está con caracteres de Fuego!
El arte de la medicina no ha sido instituido para contravenir a las Leyes de Al-lâh, sino con el propósito de ayudar a restablecer la armonía, cuya perturbación causa la enfermedad, y este restablecimiento se efectúa por medio de la obediencia a la Ley. No hay “perdón del pecado de enfermedad” así como no hay perdón de pecados morales.
La curación se efectúa en volver a entrar en armonía con las leyes de la Naturaleza, las cuales después de todo, son las leyes de Al-lâh manifestadas en el reino natural.
Tampoco se devuelve la salud, ni se perdonan los pecados, para que el hombre con menos temor al castigo vuelva a pecar repetidas veces, sino que, después de vencer los efectos de las discordancias vuelve a tomar el poder de pecar, a fin de tener nuevas oportunidades para dominar las tentaciones y así llegar a ser dueño de sí mismo durante nuestra vida en la tierra. Aquél que es dueño de sí mismo es su propia ley y no está sujeto a ninguna falta de armonía.
Para ser médico es menester no sólo la vocación inefable que nos incline voluntariamente a querer sanar a los que sufren no sólo males orgánicos o físicos, sino asimismo psíquicos o morales. Cuando se trata de ser médico tan sólo escuchando lo que otros dicen o leyendo simplemente aquello que resultó escrito en la página de tal o cual libro, estamos cometiendo un crimen contra natura; ya que el cuerpo humano dada su complejidad y la perfección de su hechura, en la que ha intervenido Dios-Amor o Ar-Rahmân (en Al-lâh todo es Uno y no hay partes) está lleno de leyes y procesos metafísicos, psíquicos, biológicos y de muchas otras índoles, que lamentablemente desconocen en su forma y en su fondo los ignorantes ilustrados que deambulan como ciegos, guiando a otros ciegos, por entre las aulas de las mal llamadas “Universidades de saber”.
“El verdadero médico no se jacta de su habilidad ni alaba sus medicinas, ni procura monopolizar el derecho de explotar al enfermo, pues sabe que la obra ha de alabar al maestro, y no el maestro a la obra. Hay un conocimiento que se deriva del hombre y otro que se deriva de Dios por medio de la Luz de la Naturaleza. El que no ha nacido para ser médico, nunca tendrá éxito. El médico debe ser leal y caritativo. El que se ama a sí mismo y a su propio bolsillo, hará muy poco bien a los enfermos. La medicina es mucho más arte que una ciencia. El conocer las experiencias obtenidas por los demás, es útil para un médico; pero todo el saber de los libros no puede hacer médico a un hombre a menos que él lo sea por naturaleza. Sólo Dios da la sabiduría medica”. (Comp. “Paragranum”, 14).
“Toda salud y toda enfermedad procede de Dios, el cual suministra también el remedio. Cada enfermedad es un purgatorio; y ningún médico puede efectuar una curación hasta que termine el tiempo de ese purgatorio; pero un médico Sabio es un “ángel redentor” y siervo de Dios. El médico es un siervo de la Naturaleza y Dios es su Señor. Por tanto, ningún médico efectúa jamás una curación a menos que sea la voluntad de Dios que cura al enfermo por medio de él” (Paramir, I.C. IV, 2 y 7).
Los ángeles son los poderes por medio de los cuales se ejecuta la Voluntad de Al-lâh. Si la Voluntad de Al-lâh se ejecuta por medio de nosotros, nosotros mismos seremos ángeles. La Voluntad de Al-lâh no puede ejecutarse por medio de nosotros a menos que seamos según la voluntad de Al-lâh.
Ángel es un estado Superlativo de Conciencia Objetiva. A las Jerarquías angélicas en orden ascendente se les llama: Ángeles, Arcángeles, Principados, Potestades, Virtudes, Dominaciones, Tronos, Querubines, y Serafines.
A la verdad, todas las enfermedades son efectos de la Ley de Karma, los efectos de causas que se basan todas en una Ley Universal. Pero esto no se ha de entender en el sentido de la “fatalidad”, o como si nada pudiera hacerse para remediar semejantes efectos, pues Karma es también la fuente del bien; y si el enfermo encuentra a un médico capaz de curarle, esto prueba que era su Karma hallarle y ser curado por él.
Esta ley de karma es lo que se llama Voluntad de Al-lâh, lo cual quiere decir acción de la justicia divina en todo el Universo. No sólo es la causa de los males sociales, distinciones de clases en la sociedad, de la distribución desigual de las riquezas y las comodidades, de la buena y de la mala suerte, sino también de los defectos de carácter, de las irregularidades mentales y enfermedades físicas; sin embargo esta Ley dekarma está regida por Ar-Rahmân (Dios Amor).
Cada desgracia es una fortuna, porque la bondad divina da a cada cual lo que más necesita para su futuro desarrollo espiritual; el sufrimiento comienza sólo cuando aparece el descontento, el que proviene de la ignorancia de la Ley eterna. El dolor emocional es la principal causa de dolor físico y de las enfermedades físicas. El resentimiento, la culpabilidad, la ira, la depresión, los celos etc. Todos ellos son formas de dolor emocional. Nuestro dolor durará hasta que aprendamos a perdonar, hasta que nos perdonemos, perdonemos a otros y dejemos de hacer daño.
La práctica de la medicina no descansa pues en un mero tecnicismo, ni en una simple profesión o negocio que se puede emprender con el objeto de ganarse la vida, sino que requiere para su objeto legítimo, el uso de facultades que resultan del desarrollo de los elementos más elevados y más nobles, la parte espiritual de la constitución del hombre.
El hombre mismo no es otra cosa que una manifestación del “Poder universal” que le llamó a la existencia y constituyó su forma corpórea. Continuamente engañado por la ilusión que produce el aislamiento aparente de su forma y su separación de otras formas de existencia, se imagina ser algo esencialmente separado de los demás seres, y así olvida su propia naturaleza universal.
“El hombre tiene dos entendimientos: la razón angélica y la razón animal. El entendimiento angélico es eterno; es de Dios y permanece en Dios. El intelecto animal tiene también su origen de Dios y dentro de nosotros mismos;  pero no es eterno, pues el cuerpo animal perece y su razón perece con él. Ninguna facultad animal queda después de la muerte; pero la muerte sólo consiste en que muere lo que es animal y no lo que es eterno”. (De Fundamento Sapientiae, II).
El hombre que se conoce a sí mismo descubre, tarde o temprano, la terrible y maravillosa realidad de que está hecho a imagen y semejanza del Cosmos infinito. Por este motivo es por el cual para ser médico se necesita ser filósofo, místico, científico verdadero, casto en pensamiento, palabras y obras y, por encima de todo, se requiere estar iluminado por esa fuerza de nuestro Real Ser Interior, Cristo interno, Rabb o Salvador.
Desde que el hombre se divorció de su madre, la Naturaleza, y se empeñó en corregirla, comenzó entonces un ataque monstruoso contra todo aquello que el Creador nos dio por regalado; y hoy nos acercamos, cada vez más, a ese momento final en el que nuestro propio hábitat viene quedando convertido en un espantoso infierno y donde toda forma de vida posible se va reduciendo con el paso del tiempo.
¡La ciencia no sabe realmente cómo curar, tan sólo intenta calmar el dolor o el desarreglo de cualquier órgano! ¡Esto es la cruda realidad!...
Platón el filósofo ateniense dice: “La sabiduría consiste más bien en dar salida a la Luz que llevamos dentro, que en abrir puertas para que nos entre la que viene de afuera”.
Es una realidad el hecho contundente de que nuestro organismo posee inteligencia propia y a medida que el hombre profundiza en el auto-conocimiento y va descubriendo sus propios funcionalismos, irá asimismo aprendiendo a equilibrar su cuerpo y su mente y en consecuencia obtendrá, cada vez que lo requiera, sosiego, salud y bienestar para su máquina orgánica apelando siempre a correctivos exactos que le irá dictando su Conciencia Iluminada y Despierta.
Un sabio dijo: “La ignorancia es atrevida” y ciertamente por ignorancia se cometen atrocidades de toda índole y magnitud en todos los renglones de la vida humana. Por este motivo es necesario que ordenemos nuestra vida no sólo a niveles curativos orgánicos, sino asimismo en niveles éticos, morales, espirituales y psicológicos.
Ha llegado la hora de hacer entender a la humanidad que el cuerpo es, además de un complejo óseo, sanguíneo y muscular, también un Templo en el que ha de manifestarse en todo su esplendor la entidad divina de que estamos todos dotados desde el amanecer de los tiempos. Esta entidad superior es llamada: Real Ser Interior, Rabb, Cristo interno…
Ha llegado la hora de las grandes determinaciones. Las innumerables sectas médicas fanatizadas por sus líderes exclusivistas, se han trabado en una lucha a muerte, desesperada, sin nobleza.
El campo de batalla está lleno de banderas: Psiquiatras, alópatas, homeópatas, botánicos, naturistas, bioquímicos etc. Se combaten, se repelen, en el campo desolado de vía-crucis humano. No obstante, podríamos decir que todos hacen su buena labor en la medida que saben; de todas formas, debemos recordar que del intelectualismo sin espiritualidad, resultan los “bribones”, y estos han sido la desgracia para el mundo.
Cuando el hombre  regresa al seno de su “Madre” la Naturaleza, ella le dará pan, abrigo y sabiduría. Ella le dará lo que ningún líder de politiquería puede darle: Sabiduría, pan y abrigo. Ahora nos toca volver a la sublime mística cósmica de la bendita Naturaleza.
A los textos de anatomía oficial les falta la anatomía de los cuerpos internos del hombre, que es séptuple en su constitución orgánica. Cada órgano es, por consiguiente, séptuple en su constitución interna. He aquí los siete cuerpos del hombre: 1º Cuerpo físico, 2º Cuerpo vital, 3º Cuerpo Astral, 4º Cuerpo Mental, 5º Cuerpo de la Voluntad, 6º Cuerpo de la Conciencia y 7º Espíritu (el Íntimo).
Éstos son siete organismos de distintas materias o grados de sutilidad. Un estudio de Anatomía para que sea completo tiene que abarcar en su conjunto los siete cuerpos del hombre en todas sus interrelaciones. Estos distintos cuerpos internos del hombre, obran sobre nuestras glándulas endógenas y sobre nuestras hormonas. De nada sirve conocer la química oficial si no se conoce la “química oculta”. De poco serviría conocer la biología exterior si no se conoce la biología interna de los siete cuerpos del hombre. Lo propio ocurriría conocer solamente la Anatomía “externa”, si se desconoce la Anatomía “interna”.
Es absurdo estudiar medicina sin haber desarrollado la clarividencia positiva, que nos permitiría ver y palpar los siete cuerpos del hombre, y esto se consigue despertando y levantando la Serpiente Sagrada Kundalini a través de la columna vertebral mediante la transmutación de nuestras secreciones sexuales. En realidad todos deberíamos ser nuestro propio médico, y esto se consigue practicando la Medicina de Al-lâh, la cual consiste en Trabajar día a día sobre nosotros mismos, con los tres factores de la Revolución de la Conciencia que son:
1- Morir psicológicamente, es decir, aniquilar nuestro ego, nuestros yoes o velos, reducirlos a polvareda cósmica.
2- Nacer por el Agua y por el Fuego del Espíritu Puro, y así elevar el Fuego Sagrado e ir iluminando el Árbol de la Vida (Los 10 Sephirotes de la Kábala hebraica).
3- Sacrificarnos por la humanidad, practicando la compasión y la misericordia, pero sobre todo, enseñándoles las claves que les lleve a la Liberación.
El Trabajo con los tres factores viene en el Evangelio:
“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo (al deseo, a la mente, a la voluntad del ego), y tome su cruz (la Cruz es un símbolo alquímico, un cruce de energías sexuales entre el “yoni” y el “phalo”), y sígame(es imitar al Cristo Íntimo, al Rabb; Él se sacrifica  por nosotros)”.
(Mateo 16.24 y Juan 3. 1-7)
El Evangelio nos dice:
“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. (Mateo 6. 33)
Y el Sagrado Corán nos asevera:
“Y revelaré las sendas que llevan hacia Mí a los que se esfuerzan en mi camino”.
(Corán 29. 69)
Mientras vivimos en la Tierra hay que tener los pies en el suelo, nada de fantasía o sueño, y con el corazón siempre en Al-lâh.
¡Alhamdulillàh! La Paz de Al-lâh sea con todos.

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