28.07.2013
La moneda petrolera está en el aire
Miguel Ángel Ferrer
Rebelión

Siguiendo puntualmente la escuela de sus últimos cuatro antecesores (Salinas, Zedillo, Fox y Calderón), Enrique Peña Nieto está empeñado en privatizar la industria petrolera mexicana. Y a pesar de los desmentidos gubernamentales que hablan de modernización y no de privatización, el empeño privatizador es rotundo y se encuentra a la vista de todos.
Pero es igualmente rotundo el hecho de que ese afán privatizador no tiene consenso social, ciudadano, popular. Se trata, exclusivamente, de un propósito de la oligarquía. De la oligarquía económica-financiera, de la oligarquía judicial y de la oligarquía política, estas dos últimas al descarado servicio de los barones del dinero nacionales y extranjeros.
Por eso es claro que no existen posibilidades reales de frenar la privatización del petróleo por las vías parlamentaria y judicial. Como en los viejos tiempos de la dominación priista, legisladores y jueces harán lo que les ordene Enrique Peña Nieto. De modo que la única vía pare frenarla otra vez, como ha ocurrido a lo largo de los últimos 15 años, es la movilización de las fuerzas populares, nacionalistas, democráticas y patrióticas, nuevamente encabezadas por Andrés Manuel López Obrador.
Cerradas absolutamente las vías parlamentaria y judicial, la oposición y resistencia patrióticas a la privatización del petróleo ya ha comenzado. Y la experiencia histórica enseña que esa fuerza social, una vez en movimiento, es lo suficientemente poderosa como para echar abajo los propósitos privatizadores del petróleo.
Sorprende por ello que, sabiendo esto, los peñanietistas se estén embarcando en un nuevo intento privatizador del petróleo. Deben ser muy grandes y poderosas las presiones del imperialismo. Y acaso piensan que el liderazgo de López Obrador anda de capa caída. La combinación de estos dos factores explicaría la necedad, la insensatez, el empecinamiento peñanietista por privatizar el petróleo.
Y ya desde los primeros momentos de la movilización popular contra la privatización del petróleo se puede observar que el puro intento privatizador le da fuerza, oxígeno, empuje a López Obrador y a su movimiento social. Y resulta verdaderamente inexplicable que Peña Nieto y su equipo estén contribuyendo a darle presencia y vigor a su insobornable y decidido adversario.
¿No habrán considerado esta faceta los asesores de Peña Nieto? ¿O son víctimas de su propia propaganda que niega o minimiza la fuerza social y popular de López Obrador y de sus millones de seguidores? ¿O de plano están ciegos y sordos y no ven ni escuchan lo que ojos y oídos menos interesados y autocomplacientes perciben con claridad?
En cualquier caso habrá que reconocer que la moneda está en el aire. Y que del desenlace de la lucha entre las fuerzas de Peña Nieto y de López Obrador dependerá el futuro de la riqueza petrolera mexicana. Pero existen razones y antecedentes para prefigurar la victoria del movimiento patriótico.
La movilización social ya logró echar abajo la contrarreforma educativa de Peña Nieto en la que éste puso toda la carne en el asador. Y tampoco le ha ido bien a Peña Nieto en su propósito de reforma fiscal, que no es otra cosa que la búsqueda de gravar con el impuesto al valor agregado alimentos y medicinas, hasta ahora exentos de ese gravamen.
Y Peña Nieto y su gente tampoco han podido, a pesar de sus ingentes esfuerzos, doblegar a mineros, electricistas y maestros democráticos. Y cada día que pasa se ven crecer las fuerzas opositoras campesinas e indígenas a los proyectos expropiadores y empobrecedores del peñanietismo. Entonces, ¿de dónde sacan Los Pinos y sus mandantes foráneos que tienen posibilidades de éxito en su afán privatizador del petróleo?