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jueves, 26 de diciembre de 2013

La nueva fiebre del petróleo de México

La nueva fiebre del petróleo de México

POR: Benny Avni



A menos de que México invite pronto a los inversionistas extranjeros de la industria petrolera, el país con las segundas reservas más grandes del mundo de crudo sin explotar podría convertirse en un importador neto de energéticos.
Es un momento decisivo en la heroica lucha del gobierno mexicano para terminar con uno de los monopolios más perdurables del mundo y, de paso, hacer crecer su economía.
El presidente mexicano Enrique Peña Nieto termina su primer año en el poder cambiando la constitución del país y abriendo a la inversión extranjera una de las fuentes de energía sin explotar más lucrativas del mundo. Su gobierno pronostica que el movimiento podría dar un gran impulso a la economía mexicana, y las empresas globales esperan obtener lucrativos contratos de extracción de petróleo y gas.
Pero, primero, Peña Nieto debió superar algunos obstáculos que los políticos de izquierda pusieron constantemente en su camino.
Peña Nieto fue optimista. El Senado mexicano dio los primeros pasos legislativos esta semana, los cuales revocarán provisiones constitucionales que se remontan a 1938, cuando el presidente Lázaro Cárdenas nacionalizó la industria petrolera del país. Las nuevas leyes también establecen las reglas que permitirán que empresas extranjeras compitan con el monopolio petrolero propiedad del gobierno en la explotación del petróleo y el gas natural de México.
¿Pero el intento de revolucionar el mercado energético del nuevo presidente bastará para atraer a los grandes inversionistas en energía que México necesita tan desesperadamente? Todo depende de los detalles finales, afirman analistas petroleros y políticos mexicanos.
El presidente “debe hacer todo lo que esté a su alcance y que sea políticamente posible” para atraer a los inversionistas, señala Jorge Castañeda, de la Universidad de Nueva York, exministro de Relaciones Exteriores mexicano y uno de los primeros partidarios de liberalizar el mercado energético.
El gobierno confía en que Peña Nieto pueda superar tales problemas. “En tres años, nada de esto será un problema. Todo funcionará bien”, me dijo un funcionario de la ciudad de México.
Los legisladores del partido de Peña Nieto, el Revolucionario Institucional (PRI), de tendencia centroizquierdista, y su principal opositor, el Partido Acción Nacional (PAN), de centroderecha, dicen que entre ellos, junto con el pequeño Partido Verde, controlan dos tercios del parlamento mexicano. Esa es exactamente la mayoría que necesitaron para cambiar los tres artículos constitucionales que dan actualmente a la empresa estatal Petróleos Mexicanos los derechos exclusivos sobre el petróleo y el gas natural del país.
El monopolio de Pemex, asolado por la corrupción, el favoritismo político, las excesivas demandas de su sindicato y la tecnología obsoleta, ha convertido a México, que alguna vez fue un centro neurálgico mundial en la producción de energéticos, en un productor de petróleo de segunda. La producción de crudo en 1984 fue de 3.4 millones de barriles diarios. Este año, es de poco más de 2.5 millones de barriles.
La revolución del fracking ha evadido a México y la tecnología de perforación en aguas profundas está tremendamente atrasada. Como resultado, un país con las segundas reservas más grandes del mundo de crudo sin explotar, de acuerdo con algunos cálculos aproximados, solo detrás del Círculo Ártico, podría convertirse pronto en un importador neto de energéticos.
El director general de Pemex, Emilio Lozoya, un perspicaz veterano de diversas empresas de negocios internacionales estadounidenses y europeas, sabe que las empresas extranjeras deben participar para que México pueda desarrollar todo su potencial. “Para incrementar la producción en México, se requiere una mayor inversión, [y] una manera de lograrlo es compartir la inversión entre Pemex y otras compañías”, dijo ante el Congreso mexicano el mes pasado.
Según cálculos de Pemex, México necesita una inversión de US$60 000 millones al año para alcanzar su potencial; el doble de la inversión actual. El gobierno calcula que al abrir su mercado energético a la competencia, el crecimiento económico aumentaría por 1 por ciento.
Portavoces de Exxon Mobil, Chevron y Royal Dutch Shell declinaron hacer comentarios mientras la legislación estaba pendiente, pero estas y otras importantes empresas energéticas que han puesto el ojo en las enormes reservas sin explotar y las atractivas posibilidades de ganancias siguieron ávidamente el drama político. Sin embargo, para atraer a tales inversionistas, Peña Nieto tiene que convencerlos no solo de que su legislación es suficientemente lucrativa, sino de que no contiene ninguna trampa oculta que pudiera poner en riesgo la inversión.
Los “ambiciosos” pasos dados en el Senado mexicano fueron “un inicio muy prometedor”, afirma George Baker, un analista energético de Houston especializado en México. Pero será difícil valorar exactamente qué tan atractiva resultará la legislación para los inversionistas.
Si el gobierno toma 60 por ciento de las ganancias, mientras que los inversionistas obtienen 40 por ciento, es probable que participen, señala. Pero “una proporción de 90 a 10 no sería atractiva”.
“Se requerirán varios meses para diseñar las leyes secundarias y para que se presenten los primeros proyectos”, dice David Shields, analista independiente en temas de energía con sede en la ciudad de México. “Se requerirá probablemente alrededor de un año, o quizá más, para que se otorguen los primeros proyectos y se firmen los primeros contratos”. Los posibles inversionistas compararán las condiciones en México con las de otros países antes de participar, dijo.
En agosto, cuando Peña Nieto aún esperaba promulgar la reforma energética con el apoyo de la izquierda mexicana, planeó simplemente permitir que los inversionistas extranjeros compartieran las ganancias petroleras con el gobierno. Este mes, después de hacer una alianza con el PAN, un partido orientado al mercado, la legislación aprobada se ha vuelto más atractiva para los inversionistas, dándoles una participación en los derechos de producción.
La reacción de los partidos de izquierda fue organizar protestas callejeras y actos de desobediencia civil en un intento de echar para atrás las reformas petroleras.
Las pasiones sobre el tesoro nacional enterrado en México están encendidas, y a ello se debe que, a pesar de las menguantes cifras de producción y la pérdida de ingresos del gobierno, el hecho de dar fin al monopolio petrolero del gobierno se ha convertido en la tercera vía política de México. Cuando el PRI perdió la presidencia en 2000, por primera vez después de 71 años en el poder, todavía pudo obtener suficientes votos del Congreso para bloquear cualquier intento de reforma del PAN. Solo después de que Peña Nieto, quien representa a una nueva generación de líderes del PRI con una mayor orientación al mercado, recuperó la presidencia el año pasado, se pudo prever la reforma petrolera.
Pero fue Cárdenas, un priista, quien en 1938 dejó pasmadas a las compañías petroleras internacionales en 1938 al nacionalizar el petróleo y confiscar sus ganancias. No es de sorprender que, a pesar del importante potencial de ganancias, los inversionistas extranjeros sigan siendo muy cuidadosos antes de volver a México.

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