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domingo, 29 de diciembre de 2013

Tercera ocasión en la que Barack Obama guarda silencio ante Israel

Tercera ocasión en la que Barack Obama guarda silencio ante Israel

Tres oportunidades desperdiciadas para tratar de terminar con la política de expulsión y represión de los palestinos en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Oriental

21/03/2009 - Autor: Hernán Zin - Fuente: Viaje a la Guerra
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Americas Pro-Israel Lobby (AIPAC, por sus siglas en inglés)
Americas Pro-Israel Lobby (AIPAC, por sus siglas en inglés)
Los tres mil millones de dólares que cada año EEUU entrega en ayuda a Israel, además de perpetuar la ocupación y la sistemática violación de los derechos humanos en Palestina, contravienen la propia legislación estadounidense.
La enmienda Symington, aprobada en 1976, prohíbe al gobierno de EEUU brindar asistencia económica a países que desarrollen armamento nuclear. Si esta ley se aplicase, Israel no debería de recibir un céntimo más de los bolsillos de los contribuyentes.
Lo que han hecho las sucesivas administraciones de Washington es omitir en todo documento o manifestación pública la existencia de estas armas para poder seguir adelante con una política de doble rasero, de indiferencia ante el derecho internacional, que es la que permite a Israel ser un estado en rebeldía.
Israel nuclear
Se empezó a especular sobre la posesión de armas nucleares por parte de Israel en los años sesenta, cuando entró en funcionamiento el reactor nuclear construido en Dimona, situado en el desierto de Negev. Aunque en realidad el proyecto nuclear israelí surge en 1948, al poco tiempo de la creación del Estado hebreo. Y, si pudo hacerse tangible, fue gracias a la asesoría técnica brindada por Francia a finales de los años cincuenta.
Quien dio pruebas irrefutables de la aventura nuclear de Israel fue Mordechai Vanunu, técnico que trabajaba en la central de Dimona. En 1986 entregó documentos y fotografías al periodista Peter Hounam del periódico británico The Sunday Times.
Según la BBC:
La evidencia brindada por Vanunu llevó a varios expertos a calcular que Israel tenía al menos unas 100 ojivas nucleares, y posiblemente hasta más de 2000. Como referencia se pueden utilizar los ejemplos de India y Pakistán, los dos miembros más recientes del "club nuclear", a los que se les atribuyen unas 20 ojivas nucleares.
Mordechai Vanunu fue secuestrado por el Mosad en Roma. Pasó 18 años en prisión, de los que 12 fueron en confinamiento solitario. Al mismo tiempo, recibía numerosos premios en Europa. En 2001, la universidad noruega de Tromso le otorgó un doctorado honoris causa. Nominado al premio Nobel de la Paz en reiteradas ocasiones, organizaciones como Amnistía Internacional lo han considerado un prisionero de conciencia.
Como siempre, Robert Fisk saca a luz datos reveladores:
Nadie puede negar la convicción de Vanunu. Nacido en 1954 en una familia judía religiosa en Marruecos, emigró a Israel a los nueva años, hizo el servicio militar a mediados de los años setenta y comenzó a trabajar en Dimona en noviembre de 1976 mientras completaba cursos de grado en Filosofía y Geografía. Tal vez fuera durante sus viajes a Tailandia, Birmania, Nepal y Australia que decidiera que tenía la obligación moral de hablar de las armas nucleares de Israel.
Preocupado por el creciente poderío nuclear de Israel se dirigió a un periódico británico en septiembre de 1986 con la esperanza de contar la verdad de Dimona. Se acercó primero al Daily Mirror de Robert Maxwell. Le pasó fotografías de la planta con la esperanza de recibir una respuesta. Sin que Vanunu lo supiera, Maxwell mandó las fotos a la embajada israelí en Londres, supuestamente para que "las vieran" y "confirmaran" si la historia era cierta. Parece que Maxwell tenía otro motivos que la integridad periodística para traicionar a Vanunu. Después de su muerte en el mar en 1991, Maxwell, que había robado millones de fondos de pensión, recibió un funeral oficial en Israel, en el que Shimon Peres alabó sus "servicios" al Estado.
En 1991, otro grandísimo reportero de investigación, Seymour Hersh, publicaba el libro The Samson Option, fruto de tres años de investigación que descubría los entresijos de la estrategia nuclear israelí: en caso de estar acosado, contra las cuerdas, lanzar un ataque masivo contra sus vecinos árabes.
La pantomima americana
En 2006, Robert Gates, actual Secretario de Defensa, señaló a Israel como uno de los estados nucleares que rodean a Irán. Una vez en el gobierno afirmó que esas declaraciones las había hecho a modo de “ciudadano”.
Pero existe una reciente admisión pública de la realidad nuclear de Israel mucho más relevante, según señala Bryant Jordan en Defense Tech:
Oficialmente, EEUU tiene una política de "ambiguedad" con respeto a las capacidad nucleares de Israel. Esencialmente, practica el juego por el que no reconoce ni niega el poder nuclear de Israel.
Pero un estudio del pasado año del Departamento de Defensa podría ser el primer documento desclasificado que admite que Israel es una potencia nuclear. En la página 37 del informe del U.S. Joint Forces Command, el ejército incluye a Israel en el "creciente abanico de potencias nucleares que van desde Israel en el oeste pasando de un emergente Irán a Pakistán, India, y hasta China, Corea del Norte y Rusia al este.
Las tres claudicaciones de Obama
El pasado 9 de febrero, Helen Thomas, corresponsal en la Casa Blanca, preguntó al presidente si sabía de algún país en Oriente Próximo con armas nucleares. Barack Obama eludió una respuesta, “Israel”, que podría haber significado un punto de inflexión en la historia.
Para quienes esperaban un cambio en la nueva administración al frente de la Casa Blanca, otra decepción. Primero fue el silencio de Obama ante la masacre de Gaza (silencio que no guardó en temas económicos, aunque tampoco era presidente en aquellos momentos).
Después vino la historia de Charles Freeman, nominado para el puesto de director de Consejo Nacional de Inteligencia. Antiguo embajador en Arabia Saudí, había dicho cosas tan ciertas como que la “ocupación israelí es profundamente violenta” o que “Israel no pretende la paz con los palestinos”.
Uri Avnery describe así lo sucedido:
Naturalmente, elegir a semejante persona fue visto con gran alarma por el loby proisraelí en Washington. Decidieron responder con un ataque abierto. Nada de negociaciones sutiles entre bambalinas, sino una completa demostración de poder al comienzo de la era Obama. Una denuncia pública se puso en marcha, con senadores y diputados empujados a actuar, y una movilización de la prensa. Se puso en cuestión la integridad de Freeman, con el "descubrimiento" por parte de los medios de sombrías conexiones con intereses financieros árabes y chinos. Dennis Blair intentó defender a su candidato, pero fue en vano.
Tres oportunidades que Obama para demostrar que cumpliría con su palabra de una nueva política para Oriente Próximo. Tres oportunidades desperdiciadas para tratar de terminar con la política de expulsión y represión de los palestinos en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Oriental.
Una política que no empezó con los Kassam, ni con los atentados suicidas, sino hace sesenta años, como bien enfatiza Fisk al recordar que los habitantes de la franja vivían antes en sitios como Ashkelón. Y una sola gran decepción.

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