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viernes, 23 de mayo de 2014

En busca del conocimiento

En busca del conocimiento


Relato de Sheija Kamila en su viaje a Dakar/Gambia


21/05/2014 - Autor: Sheija Kamila - Fuente: Webislam



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Cementerio, Senegal.

Bismillahi Rahmani Rahim

Anas ibn Malik nos dijo: El mensajero de Allah, que la paz y las bendiciones de Allah sean sobre él, dijo, “Quien sale en busca del saber, estará en el camino de Allah hasta que regrese a su hogar.”

Fuente: Sunna At-Tirmidhi 2647

La Intención

Tan pronto como embarqué en el avión que me llevaría a Dakar, Senegal, supe que este viaje sería una auténtica aventura, y lo fue en todos los aspectos. Mi estancia en África occidental fue mucho más de lo que jamás habría imaginado. Mi vida iba a acabar patas arriba, otra vez, y no ocurriría por sumergirme en una cultura completamente distinta, un país donde sus gentes tienen un carácter, una naturaleza y unas necesidades en nada parecidas al lugar de donde provengo.

La razón del viaje: iba a ver a un gran Sheikh. Estaba preparada para cualquier cosa que se pudiera poner en mi camino. Aceptaría con regocijo cualquier dificultad, obstáculo o adversidad con tal de sentarme en su compañía. Quería escuchar, aprender y colmar mi corazón con el verdadero conocimiento que tanto anhelaba. En otras ocasiones nuestro encuentro había tenido lugar en América, España y Gambia. Ahora sería en Senegal, la tierra de mi Sheikh, Sheikh Harun, y su Sheikh; Cheikh Mustafa Gueye Haydar.

Meses antes había reservado mi billete, y planeado ir a Gambia donde, tal y como me había informado mi Sheikh, se iba a proceder a la inauguración y apertura de una Mezquita en honor de mi difunto esposo Sheikh Mansur Abdessalam. Estas noticias habían llenado mi corazón de júbilo. El resultado de todo el trabajo que Sheikh Mansur había hecho por Allah SWA seguía dando fruto. Ambos, Mansur y yo, habíamos viajado a Gambia con anterioridad para disfrutar de la compañía de nuestro Sheikh. Y la idea de una Mezquita y un lugar donde enseñar nuestro amado Quran, sé que le haría sonreír con alegría.

Otra razón de peso para ir a Senegal fue acudir al encuentro organizado para celebrar el día del Sheikh Mustafa. Lo necesitaba. Él es el Sheikh de mi Sheikh. Él fue receptor del Salatul Samawiyya (oración celestial), que le fue entregado por el mejor de entre los hombres Muhammad Rasulullah SAW. Mi Islam comenzó a tener un significado mucho más profundo el día que me dediqué a recitar su Wird. Puertas se abrieron, y el amor que había sentido en mi interior toda mi vida comenzó a brotar. Sería un honor participar en este evento.

Para mayor sorpresa, otra razón para emprender este viaje se añadió a las ya citadas: el más joven de mis hijos iba a contraer matrimonio con la hija de mi Sheikh. Para mi asombro, recordé que su padre había rezado para que se produjera esta unión. Sentía una gran impaciencia por comenzar este viaje.

La Llegada

Muchos de los miembros de mi familia querrían haber hecho este viaje. Sin embargo, Duha e Ihsan, dos de mis hijas, fueron las únicas que pudieron acompañarme.

Tras un vuelo de cuatro horas y media, tomamos tierra en el Aeropuerto Internacional Leopold Sedar Senghor y bajamos del avión para sumergirnos en lo que parecía el caos absoluto. Las medidas de seguridad empleadas en los controles de entrada al país eran una especie de caótica venganza a consecuencia de la obsesiva seguridad norteamericana. Nos tomaron las huellas dactilares, nos hicieron una serie de preguntas, y esperamos, y después de eso volvimos a esperar, entonces nos enviaron a otro mostrador y esperamos en otra cola desordenada con los consabidos tirones y empujones tan solo para que tomaran otra fotografía de nuestras huellas dactilares. Documentos sellados y apilados iban cayendo lentamente al suelo, donde probablemente nadie los encontraría si los necesitara. Y todo para terminar con el típico enfoque africano: “Yo podría acelerar esta gestión previo pago”. Pensando en nuestro viaje a Gambia, cometimos el error de solicitar un visado de entrada múltiple, lo que acabó resultando en otra demanda de dinero. En un principio, el policía, de aspecto joven, nos pidió a cada una 50 euros de una manera un tanto virulenta, pero acabamos dándole 10 euros en total que fueron directamente a su bolsillo. Tan solo para averiguar que era el mismo visado que estaban dando al resto de viajeros. Nos llevó hora y media llegar hasta la cinta de equipajes, la cual podíamos ver a través de una puerta de cristal que estaba vigilada por la policía que comprobaba los pasaportes y visados. Allí pudimos ver nuestro equipaje dando vueltas en círculo en una habitación que parecía abierta a todo el mundo. Rezamos para que nadie se llevara nuestras maletas.

Nuestro querido amigo el sheikh Abdullah, Bain, y mi hijo Isa vinieron a recogernos. Nos condujeron al Zawiyya que resultó ser la casa del Sheikh Abdullah y su esposa Ndefe, hija del Sheikh Harun. Seguimos una carretera de tierra y aparcamos frente a una Mezquita. La casa disponía de cuatro dormitorios donde mucha gente dormiría, comería, rezaría y disfrutaría de la compañía de los todos los presentes en un encuentro para recordar. Según subíamos a la casa varias personas se acercaron a saludarnos. Y allí de pie en el quicio de la puerta de la sala de estar estaba mi Sheikh, Sheikh Harun Faye Alfaqir. La cabeza ligeramente inclinada, la mano en el pecho y su cara iluminada por una sonrisa cálida. “Bienvenidas” dijo.

En tan solo un momento se extendió un mantel sobre la moqueta que rápidamente fue cubierto por comida y bebida. Comimos y disfrutamos conversando. Había pasado más de un año desde nuestro último encuentro, hablamos del viaje, cómo nos encontrábamos, cada una de nosotras y por supuesto nuestra comunidad en España.

No importa lo mundanal que pudiera ser la conversación el Sheikh siempre encontraba la manera de elevarla para que pudiéramos aprender y sacarle provecho. Todo aquel tiempo que nos disponíamos a compartir, sería una lección continua que ya había comenzado.

Tras la cena llegaron otros dos españoles, Yahia y su esposa. Dos queridos amigos que también querían estar presentes el día del Sheikh Mustafa, y con ese propósito habían conseguido un par de días libres de trabajo.

Cuando la noche tocó a su fin nos llevaron a un apartamento que había sido alquilado para los huéspedes de honor y que se encontraba a unas manzanas de distancia de la zawiyya. Pronto nos enteramos de que era un apartamento de lujo, ya que contaba con agua caliente y todo funcionaba perfectamente.

Inmersión

El primer paso que dimos en nuestro proceso de inmersión fue la ausencia de horarios. El desayuno podría tener lugar a las 10, a las 11, las 12 e incluso a la 1 de la tarde. El almuerzo cuando fuera, y la cena en algún momento antes de ir a la cama. Incluso las tiendas parecían estar abiertas a cualquier hora o cuando necesitaras o quisieras comprar algo. El único horario que podías seguir, y todos lo hacíamos, eran las horas de la oración. Así que toda nuestra vida diaria giraba en torno a la oración.

Nuestro primer día en Dakar fue viernes así que nos llevaron a la llamada “Mezquita Dikr”. Tuvimos que tomar diferentes taxis y coches por las polvorosas calles de Dakar para llegar a la Mezquita. El patio que rodeaba la Mezquita era de arena, por lo que tuvimos que descalzarnos tan pronto como entramos. Cuando la Mezquita estaba al borde de su capacidad, la gente simplemente extendía sus alfombras en la arena.

Los hombres seguían al Sheikh a la parte delantera y las mujeres accedían a su zona a través de una puerta lateral, la cual estaba en la Mezquita pero separada por un muro, del tamaño de una persona de estatura considerable. Las mujeres vestían de blanco o con colores claros. Todas siguiendo el mismo estilo de largas blusas sobre faldas largas, pañuelos colocados como turbantes, y sobre ellos, cayendo para enrollarse en el cuello un chal. Todos estaban sentados de cara a la Qibla en hileras de extrema belleza. No nos quedó más remedio que molestar a quienes formaban las filas para encontrar un lugar donde sentarnos, pero no pareció importarles, tan solo nos señalaron un espacio vacío y poco visible que milagrosamente era lo suficientemente grande para podernos sentar. Hicimos nuestras dos rakats para honrar la Mezquita y de repente el sonido más bello emergió. Comenzaron a cantar la ilaha illa Allah muhamadun rasulullah, pero no todos al mismo tiempo, sino con entonaciones que se entremezclaban suavemente como las olas del mar. Los hombres comenzaban con una parte y las mujeres continuaban. El sonido meciéndose arriba y abajo. Unas veces con suavidad, y otras con mayor intensidad. Me llevó un buen rato oír la sutil diferencia y saber cuándo me podía unir. Conforme el Dikr fluía las mujeres repartían monedas de Sadaqa para la Mezquita o para personas pobres o ciegas que pasaban entre las mujeres con el afán de obtener este regalo, puede que el único dinero que tengan hasta el próximo Yuma' (viernes). Rápidamente fui consciente de que la próxima vez tendría que asistir con los bolsillos llenos. Que mala costumbre es pasear con una tarjeta de plástico que no se puede compartir.

El Día de Cheikh Mustafa

Al día siguiente, sábado, se celebraba el día del Cheikh Mustafa Gueye (ra) que tendría lugar en Thies 78 km al Este de Dakar. Todos se pusieron sus mejores galas y se subieron a un microbús, o como en mi caso en un taxi junto con otras cuatro personas siguiendo el microbús de cerca.

El almuerzo se sirvió en la casa del Sheikh Mustafa justo al lado de donde tantas Qasidas (poemas) han fluido desde sus manos, ebrio de amor por Allah. Los cantantes cantaban en su memoria, alabando a aquel a quien alaba al Profeta SAW, y alabando al más amado a través de los escritos del Sheikh “Nuestro Ahmed, nuestro Mahmud, nuestro Profeta, nuestro Doctor, nuestra ayuda e intercesor, el sol que nos guía en el reino del universo”. La comida iba y venía alimentando nuestros cuerpos y nuestras almas. Bebíamos del pozo dándonos cuenta de que estábamos sedientos.

La noche comenzó y para mi gozo me sentí muy participativa, a pesar de no entender Walof. El decorado se conformaba de carpas alineadas y sillas de plástico de la marca coca-cola. Como de costumbre en África el sistema de sonido dejaba mucho que desear. Uno ya no sabía si era culpa de los viejos y maltrechos altavoces o que los propios cantantes lo preferían de esta manera. Chirriaban y distorsionaban el sonido pero aun así seguían subiendo el volumen. No importaba – todo estaba hecho con tanto cuidado que la atmósfera era la que debía ser. Se dieron discursos acerca de la Tariqa, sobre el Sheikh Mustafa y se cantaron muchas, muchísimas Qasidas. Por desgracia, tuve que regresar temprano porque Yahia y Mariam tenían que marcharse esa misma noche y teníamos que compartir el mismo coche que nos trajo de Dakar a Theis. Me prometí que haría todo lo que pudiera para volver el próximo año.

El día siguiente fue algo más relajado. Las chicas fueron al Mercado y yo pasé el día en compañía de las mujeres – lo llamé “el día de las damas”. Comimos y tomamos café que había traído conmigo de España. Entre las mujeres estaba la futura esposa de mi hijo, y como es comprensible estaba muy interesada en llegar a conocerla. Aunque teniendo en cuenta su timidez no iba a ser una tarea sencilla.

Esa noche el Sheikh nos habló de Cheikh Moustapha Gueye Haidar (ra). Cuanto más sé de él, más le amo. Es descendiente del profeta Muhammad (SAW).

En su Qasida: “Da'ni ala hubun nabi” que es exactamente como me he sentido durante tanto tiempo – “Déjame solo con mi amor por el profeta”. A la tierna edad de 12 años ya era un Hafiz (había memorizado el Quran por completo). A los 17, leyendo la Sira (un libro sobre la vida del Profeta Muhammad) decidió que nadie le enseñaría nada sobre nuestro amado Rasulullah excepto el mismo Rasulullah, así que cerró el libro y se retiró hasta que fue bendecido con sus propias clases – después llego el Bahrul Muhit – una Qasida sobre el Profeta Muhammad. En 1966 le fue concedido el Salatul Samawiyya por el mismísimo Profeta (SAW), naciendo así una nueva Tariqa llamada Mustafawiyya.

Se podía apreciar en la cara del Sheikh Harun cuánto amaba y honraba a su Sheikh, y continuó contándonos acerca del tiempo que pasó estudiando con él y sirviéndolo. Cómo me hubiera gustado poder conocerle. Cómo me hubiera gustado poder conocer al hombre del que aprendió mi Sheikh. Y cuánto anhelo estar tan cerca como ellos de nuestro amado “guía de luz en el universo”.

Touba

El viaje a Touba nos iba a llevar cuatro o cinco horas en coche y pasaríamos por Theis con el propósito específico de parar en el cementerio y presentar nuestros respetos al Cheikh Mustafa (ra), su padre Sheikh Samba (ra) y su Hermana Khadija (ra) madre del Sheikh Harun. Este era un momento muy significativo para mí y anhelaba esta visita desde hacía unos pocos años cuando en un viaje que hizo el Sheikh Mansur, él visitó la tumba. Mientras él visitaba la tumba en Senegal yo, que me encontraba en España, tenía una visión de la tumba justo tras terminar el rezo del mediodía. Era tal y como aparecía en la visión que tuve de ella en aquel sueño que viví estando completamente despierta. Como si me hubieran mostrado una fotografía. Subhana Allah – qué regalo y al mismo tiempo qué tristeza me provocaba no haber conocido a este gran hombre ni a la madre de mi Sheikh. Todo el mundo tiene su momento y su lugar. Yo estaba por fin aquí. ¿Cómo no estar agradecida a Imamul Awliya? A él le fue concedido el Saltul Samawiyya que había cambiado mi vida. No podría marcharme de Senegal sin antes regresar a este bendito lugar.

La Mezquita de Touba es una prueba viviente de cuánto amor pueden profesar los estudiantes por su Sheikh. Y son tan humildes y respetuosos que en el exterior del gran patio se descalzan, e incitan a los demás a hacerlo también. Cuarenta años después de que Cheikh Amadou Bamba (ra) fundara la ciudad, la Mezquita fue construida para albergar la tumba de este santo Senegalés, también fundador de la Tariqa Muridi. Desde su muerte en 1927, la gran Mezquita ha seguido desarrollándose constantemente y ahora puede albergar a más de 7000 Musulmanes.

La Mezquita tiene cinco minaretes, tres grandes cúpulas y un minarete central alto, conocido como “Lamp Fall”, es uno de los monumentos más famosos de Senegal. El sobrenombre Lamp Fall hace referencia al Sheikh Ibrahima Fall, uno de los discípulos más influyentes de Bamba. Al igual que la Mezquita, Touba ha crecido exponencialmente. Calurosa y polvorienta, es a día de hoy la segunda ciudad de Senegal, con una población estimada de un millón de habitantes.

La Boda

Viernes 7, el día de la boda. Se habían hecho toda clase de preparativos para el gran día. Se levantaron tiendas entre la Mezquita y la casa en una parte de la calle que podría considerarse una plaza. Antes de levantar las tiendas, había que pedir permiso a la policía para cortar la calle al tráfico y un camión cargado de arena tuvo que venir para nivelar y allanar la plaza. Se alquilaron sillas, se contrataron cocineros. Se preparó una bebida especial hecha de jengibre, y galletas, que se embotellaron y empaquetaron en bolsas de regalo hechas para la ocasión con los nombres “Isa y Fátima” escritos dentro de un corazón. Estas bolsas se distribuyeron a todos los clientes.

Era una boda Africana y no teníamos ni idea de qué se esperaba de nosotros como familia del novio. Más tarde averiguamos que no había expectativa alguna ya que al ser extranjeros ignorábamos lo que se debía hacer.

La pareja, como en otras culturas alrededor del mundo, tendría que cambiar de traje un par de veces, un traje para la ceremonia y otro para el banquete, pero también al celebrarse un viernes debían vestir un traje blanco para el Jumua.

Las ceremonias fueron a las cinco – justo después de la oración de la tarde. Digo ceremonias porque la firma del contrato tuvo lugar en la Mezquita y solo los hombres estuvieron presentes. Las mujeres, sin embargo, se sentaron alrededor de la novia como si ella fuera, y por supuesto que lo era, la reina del día, con su preciosa prenda bordada en amarillo, y todas pasando un rato fantástico tratando de averiguar cuándo se podía considerar a la novia una mujer casada. En realidad, dos acontecimientos ocurrían al mismo tiempo. Ya que la Mezquita estaba justo ahí, frente a la casa, espiábamos a través de la ventana o incluso salíamos a la calle para ver si los hombres habían salido de la Mezquita – lo cual indicaría que estaban casados. Pareció durar una eternidad. Comencé a hacerme preguntas “¿qué les hace tardar tanto?” “Puede que no hayan acordado la dote” “Espero que mi hijo esté bien.”

Cuando salí para tratar de figurarme algo, vi a Isa a través de la puerta de la Mezquita y para mi sorpresa estaba prácticamente solo muy cerca de la puerta. No parecía que estuviera involucrado en lo que fuera que estaba ocurriendo. Entonces recordé que había presenciado una boda similar en Estados Unidos; un hombre es asignado a cada miembro de la pareja y estos hombres hacen el trato. En términos occidentales es como dejarlo en manos de tu abogado.

Después de la ceremonia la pareja, y quien quisiera, se cambiaba de ropa y se preparaba para el acontecimiento en el exterior que tendría lugar en las tiendas. A los recién casados se les sentó en dos tronos en una plataforma al fondo de la tienda interior. Estaban muy serios ambos – en parte, creo, por la timidez compartida de ser el centro de atención, y también por el sobrecogedor sentimiento que estaba tan presente para todos y por supuesto, el hecho de que estaban a punto de embarcarse en un nuevo capítulo en sus vidas, juntos.

Mujeres y hombres se sentaron en lados opuestos en las sillas que habían sido alineadas dejando un pasillo en el medio donde las canciones y discursos de alabanza tendrían lugar. Esta no era una típica boda senegalesa – esta era una boda Musulmana donde dos personas se unen bajo la bendición de Allah. Y por supuesto una boda sufí donde todos quieren para sí las bendiciones (barakat) de fluir conforme a la sunna del Profeta Muhammad. Decían que fue la primera boda en la historia de Senegal en la que la novia recitaba el Quran. Donde las canciones fueron todas alabanzas a Allah y Su Mensajero. Que Allah les conceda lo mejor en esta vida, lo mejor en la próxima vida, y que Él les libre del tormento del fuego. Que Él les conceda una vida feliz, juntos, y muchos hijos que les traigan mucha felicidad, como mis hijos me hacen feliz a mí. Amín

Nuestro día turístico – Isla de Gore

Cuando uno visita Dakar es prácticamente una obligación visitar la isla de Gore – la casa de los esclavos. Es una sensación tan extraña la que te produce hacer un bonito viaje en barco a una preciosa isla a tan solo tres kilómetros de la costa de Dakar, con casas pintadas de una manera muy hermosa, tomar un delicioso almuerzo en uno de los restaurantes de pescado ubicados en la playa y dar un paseo por las limpias y perfectamente organizadas carreteras que llevan a la casa de los esclavos. Ahora bien, si no sabes lo que estás viendo, pensarías con toda probabilidad “qué casa más bonita” tan bien cuidada, con una circunspecta escalera curvada que lleva a una segunda planta con habitaciones de techos altos. Pero bajo la escalera es donde la realidad te golpea. Docenas de habitaciones con aspecto de celda con pequeñísimas ventanas se alineaban a derecha e izquierda de una puerta central que llevaba al mar. Esta puerta se conocía como “la puerta de no retorno”. Las celdas donde estaban los “esclavos” se dividían por sexos, edad, estatura y peso, como si se tratara de ganado.

El guía nos contó cómo los aldeanos eran capturados, cómo se les trataba, cómo se les encadenaba, lo que les ocurría a las niñas, cuántas vidas se perdieron – alrededor de dos millones. La verdad es que en algún momento desconecté. Nunca he tenido facilidad para escuchar relatar las atrocidades que unos seres humanos son capaces de infligir a otros seres humanos. Una parte de mi todavía quiere creer que un ser humano no puede ser tan cruel. Me gustaría pensar que estaban enfermos, poseídos, o incluso que no son humanos. Cualquier cosa menos que pertenecemos a la misma especie. Y sí, están enfermos. Han suprimido toda clemencia que les unía a su propio Señor. No tienen idea de lo que significa la misericordia. Están muertos entre los vivos. Mientras camino los pasajes del pasado, a mi mente viene el recuerdo de lo que los Ángeles preguntaron a Allah SWA cuando El todopoderoso dijo “Y HE AHÍ que tu Sustentador dijo a los ángeles: “Voy a poner en la tierra a alguien que ha de heredarla.” Dijeron: “¿Vas a poner en ella a alguien que extenderá la corrupción en ella y la corromperá --mientras que nosotros proclamamos Tu gloria infinita, Te alabamos y santificamos Tu nombre?” Dios respondió: “Ciertamente, Yo sé lo que vosotros no sabéis.” (Quran 2:30) Con toda certeza Él sabe lo que nosotros desconocemos. Que Allah nos proteja de esta oscuridad que no se ha quedado en el pasado sino que está muy presente como podemos ver a lo largo y ancho del mundo.

La Zawiyya

Llegó el día en el que mis hijas tenían que marchar. Sus quince días habían pasado y yo también dejaría el piso para unirme al resto en la Zawiyya. Aquí las cosas tomaron otro cariz. Éramos 14 personas, creo, en una casa de cuatro habitaciones con un solo baño. La cocina era una habitación muy pequeña con tan solo un congelador y una hornilla – no había una sola encimera, así que se cocinaba prácticamente en el patio justo en la puerta de al lado. Como sé por experiencia “con la adversidad viene la facilidad” cuando las personas se unen por las razones adecuadas. No había dificultad que no pudiéramos superar mientras nuestra intención fuera estar juntos durante la oración y Dikr. Y como dijo el Sheikh Abdullah “no hay tal cosa como los problemas, tan solo situaciones con las que hay que lidiar ”.

Pasamos muchas horas en su sala de estar leyendo el Quran, atendiendo a clases con nuestro Sheikh, cantando las Qasidas, comiendo y usando la conexión wifi para ponernos en contacto con nuestras familias y dar señales de vida. Fue en esta sala de estar donde recibí el libro Wirduna, escritos del Seikh Mustafa sobre la wird. Habla de las bendiciones para quien recite este wird. El wird viene directamente de Muhammad SAS. Una protección, una luz que nos trae a la rectitud. Un dikr directo y grandioso. Una luz que cruza todos los mares de luz. Una luz que te lleva a la perfección. Dándote ese algo que te falta. Una escalera para aquel que está luchando por alcanzar su destino. Cuan bendecida me siento de tener este wird. Alhamdulillah rabil alamin.

También me dieron el libro “Bi IsmiKa” “With Your Great Name”, en el que se pide a Allah, por sus más bellos nombres, Su perdón. Su perdón que purifica nuestro corazón y cuerpo permitiéndonos recibir Su luz, Su conocimiento, Su amor.

Agradezco al Sheikh Abdullah, a su esposa Ndyefe y otros miembros de su familia, su hospitalidad y el gran trabajo que hicieron por todos nosotros. Echo mucho de menos el té que Mustafa hacía después de cada comida. Que Allah les recompense inmensamente a todos ellos.

Gambia

Como puedo empezar a describir este viaje. En ocasiones, especialmente cuando me encontraba con una aglomeración de gente, me recordó mi viaje a La Meca.

El Sheikh nos había pedido a siete de nosotros desplazarnos antes que él y esperar allí su llegada. Alquilamos un taxi para siete que nos llevara a la frontera con Gambia. 292 km de una carretera que parecía haber sufrido una guerra. Había baches y agujeros tan grandes que el conductor tenía que esquivar e incluso salirse de la carretera y conducir campo a través con tal de evitarlos. Lo que debería haber sido un viaje de 4 horas se convirtió en un trayecto en coche a través de la jungla durante 6 horas. Una vez en la frontera le dimos nuestros pasaportes a la policía Senegalesa para que los aprobaran y sellaran. Después, literalmente caminamos hasta Gambia que se encontraba unos metros más allá. Allí les dimos nuestros pasaportes a los policías de Gambia, algunos de los cuales nos acompañaron a un cuarto pequeño y oscuro en la parta de atrás. Alhamdulillah iba acompañada de otras 6 personas. Después de una corta espera, pagamos el visado y nos pusimos en marcha.

Otro coche nos llevó al puerto donde tomaríamos el ferry. Eran las 6:30 de la mañana cuando nos informaron que el ferry saldría a las 7am. Poco a poco nos enteramos de que el ferry no estaba allí y de que en realidad no había horario alguno – básicamente iba y venía cuando podía. Hubo un tiempo en el que dos ferris hacían la ruta, e incluso respetando los horarios, ahora las cosas han cambiado y se nos dejó a merced del “lo que tenga que ser será”. La espera duró siete horas, de las cuales una parte la pasamos sentados e intentando no quedarnos dormidos mientras vigilábamos nuestras bolsas, y el resto del tiempo haciendo cola y esperando a que llegara el anhelado ferry. Más y más gente llegó y se abrió paso a empujones hacia la puerta que llevaba al barco que estaba cerrado. Hombres, mujeres, y niños formaban juntos esta inmensa cola de la cual mis compañeros de viaje y yo misma formábamos parte.

Cuando se vislumbraba la más insignificante apariencia de movimiento al otro lado de la puerta, más gente se agolpaba y empujaban con más fuerza con la intención de ser los primeros en subir a bordo. Me reía para mis adentros recordando cuando viajaba junto al Sh. Mansur. Solía sentarse y mirar la cola, a la cual yo me quería unir inocentemente y decía “no te preocupes, ya llegaremos y encontraremos un sitio si es lo que Allah SWA quiere para nosotros”, y siempre fue así. Mientras me encontraba allí emparedada entre personas impacientes bajo el sol durante más de una hora pensé en mi Hajj y en la experiencia de 2 millones de personas haciendo lo mismo con la sola intención de complacer a su Señor. En este caso, nuestro cometido era subir a un barco. Pensé en cosas que podrían ser peor que lo que estaba haciendo en ese momento, y llegué a la conclusión de que lo peor que me podría ocurrir en ese mismo momento seria desmayarme y ser aplastada y apisonada por aquella masa de gente. Respiré profundamente y recé para que eso no ocurriera. Por fin la puerta se abrió y la gente comenzó a correr. Estaba demasiado cansada para correr así que deje que la mayoría se me adelantara. Y como era de esperar cuando por fin llegué al final del largo pasillo y subí al ferry no quedaban asientos libres. Había perdido de vista al resto de mi grupo pero sabía que estaría por allí en algún lugar. Encontré un sitio bajo una escalera metálica donde podía refugiarme a la sombra. Poco después, apareció Marjan (una de mis compañeras) y permanecimos juntas de pie hasta que nuestros pies ya no podían más. El suelo estaba tan sucio que dude si sentarme ya que vestía una falda vaquera larga de color blanco. Pero el cansancio me superó y me senté con las piernas cruzadas allí mismo, junto a mi compañera.

El “barco” iba cargado de coches, camiones, autobuses y mucha, muchísima gente. Mucha más de la que cualquier reglamentación occidental permitiría. Observé la estructura de madera y metal, y sentí cómo se me aceleraba el corazón al comprobar lo oxidado y desecho que estaba el material que nos mantenía a flote.

Nos llevó cuarenta y cinco minutos cruzar el río y otra hora en coche para llegar por fin a nuestro destino, Kololi, a las 3 de la tarde. Nos íbamos a quedar en casa de Aisha, la esposa del Sheikh. Salió a saludarnos con los brazos abiertos tan pronto como oyó el coche aparcar frente a su patio delantero. Fue un placer sentirse tan bienvenido. Desde el exterior uno sólo podía ver los muros altos y rosas que rodeaban la casa, pero una vez al otro lado, un precioso patio y un bello jardín denotaban ser cuidados con ternura y cariño. La casa tenía un porche, cocina, tres dormitorios, un cuarto de baño y un gran salón que sería nuestro lugar de inacabables encuentros.

El Sheikh llegó al día siguiente con el resto del grupo justo a tiempo para preparar el Yuma. Sorprendidos por lo temprano que habían llegado les preguntamos por el Ferry. Su respuesta fue que el Ferry ni estaba ni se le esperaba, así que se vieron obligados a subir a una pequeña embarcación que cruzó el río en 20 minutos. Me quedé con las ganas de saber a qué se referían con “embarcación pequeña”. El Yuma tuvo lugar en la Mezquita Qaddafi, llamada así ya que fue construida por los libios. De hecho era uno de los pocos edificios Libios que no habían sido expropiados tras la muerte de Qadafi.

Me llevó un par de días darme cuenta de que el terreno donde se iba a construir la Mezquita del Sheikh Mansur estaba justo en la puerta de al lado. De hecho, el muro frontal de la casa continuaba alrededor de la esquina rodeando y protegiendo el lugar donde se había puesto la primera piedra. Entré y toque la tierra. Era un proyecto. Había comenzado. El terreno estaba ahí y la Mezquita con la escuela ya se había diseñado. No podía estar en un lugar mejor. Traspiraba paz y justicia. Aisha había sido la donante del terreno para la Mezquita y estaba allí para ver que se llevara a cabo. Le hablé de un futuro vínculo con Dar Salam (nuestra casa en España) y la posibilidad de intercambiar estudiantes y profesores. Quiero ser parte de este proyecto y Insha Allah grandes cosas saldrán de ahí. Qué mayor tributo podría hacer Sheikh Harun a mi fallecido esposo Sheikh Mansur que construir un lugar dedicado a venerar y alabar a nuestro Señor. Donde las enseñanzas y recitaciones de Su divino Libro serán el centro de toda actividad. Que Allah facilite esta tarea. Que El haga este lugar de Taqwa – un lugar de conciencia continua de Allah SWA. Este viaje no tenía como objetivo la apertura de la Mezquita como había pensado en un principio, pero la puerta está abierta, y muy pronto, Insha Allah, regresaré con mucha más gente para celebrar el día cuando sus grandes puertas estén abiertas al pueblo.

Le di la gracias a Aisha por su generosidad y su hospitalidad por los días que habíamos pasado en su casa en Gambia. No sólo se mostró atenta con todos nosotros, también abrió las puertas de su casa de par en par para todo aquel que buscaba al Sheikh, además de cocinar comidas deliciosas y de hacernos sentir como en nuestra propia casa, tarea nunca sencilla.

En el camino de regreso me enteré de lo que significaba “pequeña embarcación”: una embarcación de madera con motor con capacidad para unas 20 personas más equipajes. La mayor inconveniencia residía en que uno tenía que ser literalmente llevado en volandas hasta la embarcación que se encontraba en el agua.

Hora de Partir

¿Cómo puedo expresar los sentimientos que me embargaban? Hoy era el último día de mi estancia en África occidental – el último día que estaría en compañía de mi Sheikh. No quería marcharme, además ¿marcharme dónde? De regreso a la realidad, como dicen. Estaba en una burbuja de aprendizaje intensiva con aquellos que dan sus vidas para responder a lo que Rasulullah pidió de nosotros en su último sermón; “Dejo tras de mi dos cosas, el QURAN y mi ejemplo, la SUNNAH y si seguís ambas jamás os apartaréis del camino. Todos aquellos que me escucha deberán pasar mis palabras a otros, y esos otros a otros de Nuevo; y que los últimos entiendan mis palabras mejor que las oyeron directamente de mi”.

¿Pero les prestamos atención? ¿Estamos hacienda lo que pide de nosotros? Somos Musulmanes practicando lo que él nos dio de nuestro Señor. ¿Podemos hacer algo por él a cambio? Lo único que pidió de nosotros - legad mis palabras a otros.
Fue como dejar un oasis para volver a entrar en un desierto seco – sin tener la certeza de cuando volvería a encontrar agua otra vez. Si Sheikh Harun Alfaqir puede hacer que el Quran cobre vida para mí. Si puede enseñarme acerca de Rasulullah SAW el más amado de la creación de Allah y sus compañeros con tal amor y comprensión casi como si él mismo se hubiera encontrado allí en aquel tiempo, sin embargo aquí en el año 2014, entonces me pregunto a mí misma lo que podría significar recibirlo de un compañero que conoció al Profeta SAW, o incluso más, cómo sería haber estado con el mismo mar de esencia, Muhammad (SAW). La clave de nuestro bienestar reside en desear que las bendiciones de Allah SAW caigan sobre Muhammad (SAW). Es nuestro deber y… - amar y enviarle tantas bendiciones como podamos. “En verdad, Dios y Sus ángeles bendicen al Profeta: así pues, ¡Oh vosotros que habéis llegado a creer, bendecidle y someteos a su guía con un sometimiento total!” (Quran 33:56)

Sheikh Harun ha dedicado su vida, y sigue haciéndolo, a difundir el Islam. He sido testigo de su intensa dedicación día tras día y noche tras noche. Después de este mes todavía me pregunto, ¿cuándo duerme?

Su mayor placer es ayudar a los demás a encontrar su felicidad a través de la generosidad de este modo de vida – al din. Su gran deber: El Quran al Karim y ayudar a los demás a entender por qué es un Milagro. Su mano siempre está extendida a los pobres. En este viaje he presenciado largas colas en la puerta de su casa para pedir una oración, dinero u otras necesidades, y él siempre está ahí para los demás. Y para nosotros, contestando todas nuestras preguntas.

La mayor parte del tiempo que pasé con él, el tema de conversación era el Quran. El Quran es una carta para todos y cada uno de nosotros. Tiene tanto que darnos – muchos, muchos tesoros para aquellos que prestan atención y se esfuerzan en vivir Sus palabras. Y si el Quran es un milagro, entonces qué podemos decir del hombre que fue escogido para recibir las palabras de Allah. Su entero ser, su vida entera es una lección para nosotros. Su vida es una bendición para nosotros y su muerte es una bendición para nosotros. Misericordia para toda la humanidad.

Te ruego, Señor, que derrames tus bendiciones sobre nuestro amado Muhammad. El más destacado de aquellos que han resplandecido. Con su esplendor ilumina los cielos. Qué Dios le ensalce, y a su familia y compañeros, tanto como granos de arena y puntos estrellados en el firmamento.

Mis agradecimientos al Sheikh Harun y a todos aquellos que están con él, sirviendo y ayudándole por el bien del Din.

Alhamdulillahi Rabil alamin

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