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viernes, 19 de diciembre de 2014

Los neotalibanes: breve descripción de la ideología del Estado Islámico

Las corrientes takfiríes actuales son un hibrido sunní, con fuerte carácter proselitista y a EE.UU. el “estado islámico” le ralentiza los procesos revolucionarios de la región

19/12/2014 - Autor: Kamel Gomez - Fuente: Webislam
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Son fervorosamente anti-shiíes y también combaten al sufismo.
“No hay imposición en la religión”
Corán
Figurita repetida. Así podemos definir a los mercenarios y terroristas que proclamaron a un califa —que ya no se ve— y que dicen formar parte del “estado islámico”. Entre Siria e Iraq, viajan desde chinos hasta europeos para luchar y establecer su bandera negra.
Los dólares saudíes transportan su ideología wahabita a cada una de sus mezquitas por el mundo. Luego, les pagan el pasaje, prometen sueldos mensuales y también mujeres, no sea que los muchachos se aburran de tanto degollar. Difunden su doctrina a tiros, y ahí aparece la CIA con la OTAN entrenando y entregando armas.
Recordemos un poco. La década de los ’80 les presentó al mundo como los amigos de Rambo y, juntos, los boinas verdes con los futuros talibanes, luchaban contra el enemigo rojo. Ya conocemos la historia, los señores de la guerra, los muyahidines, divididos por sus etnias y sus intereses, fragmentaron Afganistán. Los servicios secretos paquistaníes (ISI), con ayuda de la CIA y financiación saudí, ayudaron a los talibanes —estudiantes islámicos pashtunes en madrasas ubicadas en Paquistán— a tomar Kabul, sea comprando voluntades con sobornos, sea con armas y masacres.
Hoy los paquistaníes sufren el asesinato de al menos cien menores 1 en una escuela; declarada tragedia nacional, representa desgraciadamente un bumerán que golpea a una nación que hizo cuanto quiso en Afganistán: los talibanes no se explican sin la intervención de Paquistán2.
Los talibanes no tuvieron escrúpulos en sentarse a negociar con multinacionales: deberían llevarse a cabo la construcción de oleoductos y gaseoductos, y los talibanes  serían los protectores y  encargados del necesario orden para tal empresa.  La estadounidense Unocal fue la ganadora de dicho emprendimiento. Los muertos afganos entendieron bien cuál fue su misión. Y los turbantes afganos viajaron sin ningún inconveniente religioso a EE.UU. para hacer sus negocios.
A EE.UU. no le importó, eran los ganadores, había caído el comunismo. Brzezinski no tuvo problemas en decirlo, en la visión mundial de la historia poco importaban unos fanáticos que obligaban a usar barba y no permitían estudiar a las mujeres… el imperio soviético había caído. Y también, se sabía que los talibanes eran fervorosos luchadores contra el shiísmo, lo cual permitía a los norteamericanos mantener a su principal enemigo en la región, Irán, ocupado con otro problema.
Después, parece ser que al Mulá Omar se le fue la mano. Al estupendo negocio del contrabando de droga se le sumó  Bin Laden, y el matrimonio de tantos años terminó con las torres gemelas en el suelo y con el saudita supuestamente en el fondo del mar.
A Osama no le gustó la presencia de soldados de EE.UU. en Arabia Saudita, justificada por todos los “sabios” religiosos wahabitas, cuando Bush padre confirmó a EE.UU. como única potencia mundial haciendo genocidio en Iraq.
Entonces, Bin Laden reventó por los aires un par de embajadas yanquis en África. Claro, “La Base” o como se la conoce en árabe, “Al Qaeda”, se entrenaba en Afganistán con varios muchachos,  como los de Cachemira, por ejemplo.
Al final, dos países invadidos por la “guerra santa” de Occidente en su  lucha contra el “terrorismo internacional”. 
En el siglo XXI, tras el fracaso de Bush hijo, y aprovechando que la escuela de formación ideológica de los talibanes es de Arabia Saudí —con todos los derechos reservados—,  se propusieron armarlos otra vez, pero ahora para derrocar primero a Qadafi, y por fin al “tirano alauita” Bashar Al Asad.
Y otra vez la historia se repite. El presente los ve de nuevo enemistados. Pero no tanto. Ambos tienen intereses comunes. Y a EE.UU. el “estado islámico” le ralentiza los procesos revolucionarios de la región.
Nos proponemos brevemente describir cual es el fundamento de tan tremenda tragedia dentro del islam. Penosa situación la de los musulmanes. Algunos han definido al islam como una “revolución contra la ignorancia”. Es justo decir que estos musulmanes, cipayos manejados como títeres por la OTAN, son "la ignorancia contra la revolución”.
Por supuesto, aclaramos a algún desprevenido que esta desgraciada expresión del islam no se explica simplemente por causas endógenas. Si Arabia Saudí y las monarquías de la región no se apoyaran en los soldados y armas de EE.UU. y Gran Bretaña  principalmente, la situación geopolítica del mundo árabe-islámico sería otra. Y estas expresiones penosas no tendrían lugar.
Empecemos. Nuestra palabra clave es “takfirismo”, poco usada en los medios occidentales, pero muy  usual en la prensa árabe. Podemos traducir este término como “acusación de apostasía”.  Esta palabra está vinculada al vocablo “Kufr”, traducido vulgar y malamente como “infiel”.
Etimológicamente, “kufr” significa “cubrir”, “ocultar”. Y terminológicamente, es definida como “negar a Dios y al profeta del islam, Muhámmad, como así también a la resurrección y a las exigencias de Dios para nuestras vidas”. Por lo tanto, “Kafir” es la persona que “cubre u oculta el beneficio otorgado por Dios”.
Es conocido que el mismísimo Imam Jomeini —alguien de quien podemos asegurar que no escribía para quedar bien con los occidentales— consideraba que si una persona incrédula llegaba a ese razonamiento en forma sincera, categórica y sin obstinación, no era acreedora del castigo divino. Incluso, cuando le preguntaron qué se debe hacer con las personas que no siguen los preceptos religiosos, el Imam Jomeini consideró que las personas son libres en sus vidas privadas3.
Lo contrario a “kufr” es “iman”, la fe, etimológicamente “verificación” y que suele definirse como “conocimiento en el corazón, reconocimiento con la lengua y acción mediante los miembros corporales”. Se denomina “creyente” (mu’min) a quien posee estas cualidades. Vale mencionar que ser musulmán no implica necesariamente ser creyente.
De las lecturas del Corán se desprende que tanto cristianos como judíos son considerados creyentes. Incluso el Corán los denomina “Ahlul Kitab”, es decir, “La Gente del Libro”, en referencia a que ambas tradiciones espirituales han recibido mensajes del Cielo.
Lo cierto es que, en general, la acusación de takfirismo se ha dado entre musulmanes. Más concretamente, sectores minúsculos desviados del sunnismo han señalado de este modo a otras corrientes musulmanas, principalmente a sufíes y shiíes. Por supuesto, las corrientes actuales  consideran que todo aquel que no siga sus enseñanzas es “hereje”, para utilizar un término prestado.
Por ejemplo, Ibn Taymiyya, uno de los principales referentes del pensamiento takfirí, enseñaba sobre los shiíes alauíes que son:
“más infieles que los judíos y los cristianos, en realidad más infieles que muchos politeístas, y su daño a la comunidad de Muhammad es más grande que el de los infieles que luchan, como los tártaros y los francos…Están siempre al lado de cualquier enemigo de los musulmanes… el día que los cristianos tomasen las ciudades de los musulmanes (Dios no lo permita) sería su fiesta mayor…No hay duda de que luchar contra ellos… es un gran signo de obediencia (a Dios) y a sus deberes; es mejor que enfrentarse a los politeístas y a las “Gentes del libro” que no luchan contra los musulmanes.” 4
Las corrientes takfiríes actuales son un hibrido sunní, con fuerte carácter proselitista que tienen las siguientes características:
—Son fervorosamente anti-shiíes y también combaten al sufismo (uno de los nombres que se le da al misticismo islámico).
—Se adhieren al salafismo (en teoría, como continuadores del ejemplo de los primeros musulmanes).
—Están vinculados necesariamente al pensamiento wahabita, escuela oficial de Arabia Saudí, en especial a sus conceptos de Bida’ah (innovación) y Shirk (politeísmo).
—Eliminan a la mujer, la expulsan de la sociedad, y la oprimen en base a una “sharía” que de islámica, realmente, no tiene absolutamente nada5. Más se explica esta actitud como la del macho, señor de la guerra, que se impone con toda su animalidad e ignorancia.
Si el otro fundamentalismo, el occidental,  industrializa el sexo, lo comercializa, y reduce a la mujer a un mero objeto de consumo para luego colocarla como una mercadería más en el bazar de las hipocresías modernas, el fundamentalista musulmán colonizado decide romper el espejo, en vez de reflexionar sobre su rostro.
—No poseen conciencia social. Están muy lejos de los sectores más pobres y oprimidos. En Afganistán antes, como ahora en Siria e Iraq, el odio de las poblaciones autóctonas es característico.  Aquí encontramos otro ejemplo de la pésima lectura que hacen de la “sharía”.
—Y, en el peor de los casos, pueden estar vinculados a la acción yihadista global, como en estos momentos, viajando al “Estado Islámico” para combatir.
Así como la globalización tiene su “clase media”, también intenta tener su “periferia”, con narcos y mercenarios islámicos con buena prensa. ¡Y quién sabe si en cualquier momento no presentan alguna fusión! Decapitar en México o en Iraq es para el sistema  su mejor justificación.  ¡Total, sabemos que los bancos no tienen problemas en manejar los fondos de narcotraficantes y terroristas!
Nos encontramos ante la presencia de un islam amputado, reducido para los “adeptos de la apariencia”, quienes magnifican lo insignificante pero que también rebajan lo importante.
Se padece el divorcio entre el intelecto y la Revelación. Si occidente confunde razón con intelecto; el takfirí confunde salvación con verdad, como también confunde la memoria con la inteligencia. No hay tiempos para lecturas integrales del islam, asumen comportamientos y pensamientos decadentes sin reflexión alguna.
El deseo de retornar al pasado, con el mito de “las generaciones pasadas”, negando las serias disputas entre los compañeros del Profeta y las injusticias que padecieron muchos familiares de Muhámmad (sas), los torna necesariamente reaccionarios. Al no tener proyecto se esconden en el pasado. Como no tienen respuestas para los desafíos del presente, deciden cubrir sus carencias con la historia del islam… que les conviene.
El odio al shiísmo se explica por temor a su doctrina: pensemos en la espera del imam Al Mahdi. Los shiíes dicen: “En el futuro esta nuestra libertad”. Por supuesto, no se nos escapa la utilización de esta lectura religiosa en la guerra saudí contra Irán, pues ambos países representan proyectos antagónicos en la región.
Si el musulmán “laico” en tierras de mayoría islámica es un invento de occidente, que se reconoce ya subordinado; el musulmán takfirí quiere ocupar el lugar de occidente. Su problema es que quiere también ser occidental. Él también esta colonizado, resulta ser la “caricatura” más útil.
Entonces podemos entender su lectura anti-mística y su amor por la tecnología moderna. De los primeros musulmanes todo, pero nada de caballos y espadas: las mejores armas de Israel y la OTAN. Están perplejos por el materialismo occidental. He aquí toda su “divinidad”. Por eso también su constante atomización, su proselitismo ya mencionado y la inestabilidad política que padecen6.
Su desprecio al shiísmo, su perplejidad por la civilización moderna materialista, los hace aliados necesarios de las petromonarquías, quienes fomentan la shiafobia y la financian: unos por odio doctrinal, otros por necesidad política, ambos se necesitan mutuamente.
Por si quedaba alguna duda, Kissinger ha dicho recientemente que la verdadera preocupación de EE.UU. debe ser el “cinturón shií” en la región,  con los persas a la cabeza. Israel y Arabia Saudí piensan lo mismo… y, como sabemos, si la historia es la política pasada, entonces la política es la historia presente.
Notas
2.“El general Zia había soñado, como un emperador mongol, en “recrear un espacio musulmán suní entre el “Hindustán” infiel, el Irán “hereje” por ser chiíta y la Rusia “cristiana”. Ahmed Rashid, Los Taliban, ed. Península, 2001.
3. Véase “El Concepto de Libertad en el Pensamiento del Imam Jomeini”, págs. 80 y 81.
4. “El Islam Político” de Nazih Ayubi, pag.131.
5. Se sabe que, por ejemplo, el comportamiento de los talibanes se explicaba más por el código de conducta pashtunwali que por la mismísima ley del islam. De hecho, los talibanes son pashtunes como los paquistaníes, y muchos vieron en el “islam taliban” una mera fachada para una “limpieza étnica” dentro de Afganistán.


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