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sábado, 31 de diciembre de 2016

2016: el gobierno de la mentira

Duterte, Johnson, Putin y Farage. ILUSTRACIÓN: JORGE ARÉVALO
Este año se cierra con un triunfo de la manipulación en la política mundial, que ha justificado desde la ola represiva tras el golpe turco a la 'liberación' de Alepo, la crisis en Venezuela y el 'Brexit'
"Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación". Charles Dickens comenzó con este párrafo su novela Historia de dos ciudades en 1859, pero su mensaje sigue vigente hoy. Nunca hemos tenido tanto acceso a la información, pero nunca hemos estado tan sometidos a la manipulación, a la simplificación y al embuste.
El año 2016 pasará a la Historia como el año en el que un multimillonario capitalista de EEUU se convirtió en presidente antisistema, en el que el Reino Unido votó su divorcio de la UE por culpa de los refugiados sin haber recibido ninguno en el sistema de cuotas, en el que Erdogan metió en la cárcel a decenas de miles de personas en Turquía acusadas de golpistas sin haber presentado una sola prueba contra ellas.
Este 2016 también fue el año en el que Nicolás Maduro se inventó mil conspiraciones internacionales para justificar la enorme crisis de la Venezuela chavista; en el que el carnicero Asad arrasó Alepo con armas prohibidas matando a miles de civiles pero, para muchos, se convirtió en el nuevo libertador de Oriente Próximo; en el que Putin encarcela a la oposición comunista en Rusia pero consigue galvanizar a muchos simpatizantes de izquierdas de todo el mundo por su puño de hierro con Occidente; en el que los rebeldes sirios han sido presentados al mundo como luchadores por la libertad aunque algunos de ellos fueran yihadistas de la filial de Al Qaeda y muchas fotos enviadas por ellos y publicadas en todo el mundo fueran un burdo montaje.
Es decir: los cambios más importantes acaecidos durante este 2016 han estado salpimentados por la publicación de hechos retorcidos hasta encajarlos en algo que ahora se llama posverdad y que es la mentira de toda la vida.
"Estamos ante el inicio de una nueva era", asegura David Held, profesor de política y relaciones internacionales de la Universidad de Durham, en Reino Unido. "Está marcada por el triunfo del miedo y de la ira, una descarada falta de respeto por la verdad, la xenofobia, el debilitamiento de las ideas liberales y el rechazo a los logros de la globalización económica".
Noticias falsas hay desde la guerra de Troya, pero las redes sociales tienen mucho que ver en la capacidad de expansión vírica. Las críticas a Twitter y Facebook por servir de plataformas para difundir, por ejemplo, los textos elaborados por Paul Horner, un tipo que maneja una decena de portales elaborados con embustes, han llegado hasta grandes líderes políticos, comoJuncker, máximo representante europeo, o el presidente de la Eurocámara, Martin Schulz, creen que deben aprobarse leyes contra esa práctica. Horner es un peón de los muchos que trabajan en una industria nueva: la de las informaciones inventadas.
Sus textos triunfaron en Google News, arrasaron en Facebook y hasta las compartieron miembros de la campaña del propio Trump, porque la mayoría eran favorables al magnate, como aquella que decía que un hombre que aseguraba haber cobrado 3.500 dólares del equipo de Hillary Clinton para protestar durante un mitin del candidato republicano. Llegó a tuitearla el propio hijo de Trump, pese a ser más falsa que Judas. Ante la presión, el fundador de la red social, Mark Zuckerberg, prometió que una organización externa evaluaría aquellas informaciones que sean catalogadas como falsas por múltiples usuarios.
Ningún medio de comunicación está libre de pecado y de cometer errores. De hecho, los propios medios han hecho de altavoz a muchas de estas historias. Resulta cada vez más difícil desmontar mensajes falsos masivos antes de que estos se expandan. La rectificación siempre va a correr menos que el bulo y desmentirlo va a costar más que escribirlo. Y la emoción le come cada vez más espacio a los hechos. Los males de la prensa actual, como la precariedad y la obsesión por los 'clicks', tampoco ayudan.

Los algoritmos de las redes

Este tipo de industria triunfa porque conoce las nuevas reglas: los algoritmos, como el que usa Facebook (1.600 millones de usuarios en todo el mundo) para seleccionar las noticias que nos sirve a diario, están basadas en nuestros intereses usando la información que tienen sobre nosotros, y lo que te sirven está cribado para reforzar nuestras propias creencias, sea verdad o mentira, porque las redes sociales, donde se informan cada día millones de personas, no son medios de comunicación y la credibilidad no es un debate que les interese.
Según un estudio del portal Buzzfeed, en los últimos tres meses de la campaña en EEUU las noticias falsas compartidas en Facebook (creadas por gente como Horner) generaron más impacto que las principales noticias publicadas por The New York TimesThe Washington Post o la NBC. El titular de una de estas noticias, leída por más de siete millones de lectores, era "Hillary Clinton admite en un correo electrónico que es la fundadora del Estado Islámico" o "El jefe de campaña de Clinton es miembro de una red de pederastia". En ese contexto,Donald Trump ganó las elecciones aprovechándose del relato del candidado antisistema, a pesar de que lleva décadas aprovechándose de él. Su gran promesa electoral, la construcción de un muro antiinmigración en México, ya existe desde hace años.
En el lado opuesto, Vladimir Putin tampoco ha escatimado en gastos para blanquear toda su política internacional. Peter Horrocks, antiguo director de la BBC británica, cree que el Reino Unido y Estados Unidos están "perdiendo la guerra global de la información" y pide "liberar fondos adicionales" para combatir "la ola de propaganda respaldada por Moscú que barre Europa". Horrocks cita el "canal Russia Today"», financiado por el Kremlin y difusor de una "visión parcial" de la intervención rusa en Siria o en Ucrania.
La contradicción es que los medios británicos tampoco han brillado por su objetividad durante este tormentoso 2016. Casi todos los diarios londinenses se decantaron por el 'Brexit' (de 928 artículos analizados en nueve diarios durante dos semanas, el 45% se decantaron a favor de la salida y el 27% a favor de la permanencia). The Daily Mail recurrió a las diatribas diarias anti-inmigración y antirrefugiados aludiendo no a los datos contrastados, sino a los sentimientos nacionalistas.
Los dos grandes líderes de la campaña, Boris Johnson y Nigel Farage, admitieron tras ganar el referéndum haber mentido en sus promesas utópicas. Sobre todo en aquella que hablaba de recuperar para el Reino Unido 350 millones de euros que, supuestamente, se fundía la Unión Europea. Farage posó ante una foto con una fila de refugiados cruzando Eslovenia con el eslogan "La UE nos ha fallado" para mostrar su rechazo. Los diarios británicos no quisieron o no supieron explicar que Reino Unido se negó a recibir en los meses previos a un sólo solicitante de asilo dentro del sistema de cuotas de reparto de refugiados. O sea, el número de los que cruzaron sus fronteras fue cero.
De hecho, Reino Unido ni siquiera pertenece al espacio Schengen. Londres controla la inmigración de fuera de la UE con el clásico sistema de visas y puede modificar la política migratoria como le plazca sin tener que abandonar el espacio europeo. El Reino Unido se gastó 11,5 millones de euros en imprimir folletos de 14 páginas para contrarrestar las mentiras del 'Brexit'. No sirvió de nada.
Durante meses, la prensa euroescéptica proclamó cualquier afirmación de dudosa procedencia y despreció las advertencias de los expertos. En la campaña del 'Leave' usaron una frase para justificarlo todo: "Los hechos no funcionan".
La tentación para los líderes que van a manejar en 2017 los puntos calientes de la geopolítica del planeta (Trump, Putin, Erdogan, Asad, Duterte, Orban, Kaczynski, Zuma, Al Sisi, Wilders... ) será abusar aún más de ese laboratorio orwelliano de la posverdad para ganar contratos, elecciones o guerras. Feliz 2017.

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