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miércoles, 28 de diciembre de 2016

La destrucción de la familia

27/12/2016 - Autor: Abdul Haqq Salaberria - Fuente: La Tribuna del País Vasco
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Cena de Navidad en familia. Una tradición que puede desaparecer en breve.
Si algo caracteriza a nuestra época no es la falta de valores sino algo aún peor: la perversión de dichos valores. A esta involución la llamamos progreso, cuando deberíamos llamarla cáncer. Sólo esto último ya es un síntoma de la mutación terrible que está sufriendo la humanidad de forma más o menos inconsciente. Es como afirmar que un hombre con dos cabezas es un ser superior al estar dotado con dos cerebros, en vez de calificarlo como patología mutante. Llamamos a la usura comercio; a la ignorancia, libertad; al desprecio por la naturaleza esencial de las cosas, ciencia; al agnosticismo, conocimiento; y a la encriptación del poder la llamamos política. Por poner unos ejemplos.
El último reducto de libertad que le quedaba al ser humano en este mundo mutante era la familia. Los lazos afectivos paterno-filiales y los que se profesan los cónyuges eran el último refugio, la última aldea que resistía a las tropas del imperio. Lejos quedaban ya los clanes y tribus de antaño. Lejos las comunidades que compartían una misma fe. Todas ellas fueron arrasadas por la modernidad individualista. Pero las familias aguantaban. No sólo eso, salvaban al sistema de su quiebra dando cobertura allí donde todas las instituciones del estado fallaban, evitando así una sublevación de muertos vivientes.
Pero las cifras hablan por sí solas. El 70% de los matrimonios en España acaban en divorcio, una ratio muy superior a la media europea que también es preocupante. Los diez países con más divorcios del mundo, entre los que España ocupa un quinto lugar, son países con un alto nivel de vida, así que la pobreza no es culpable. Los divorcios se han duplicado en los 10 últimos años. La cifra de matrimonios desciende y aumenta la de parejas de hecho, que se ha triplicado desde 2010. Probablemente porque todos van entendiendo que el amor ya no es para siempre y se aplica aquella previsión: “Si quieres paz prepara la guerra” (si vis pacem, para bellum).
La bomba demográfica
Otro dato: cuatro de cada diez nacimientos se producen sin que los progenitores estén casados. Pero es que además llevamos 35 años consecutivos por debajo del nivel del reemplazo generacional con una media de fecundidad de 1,32 hijos por mujer.
Necesitaríamos 260.000 nacimientos anuales más -716 al día- de los que se producen para asegurar que siga habiendo españoles. Por si fuera poco, una gran parte de los pocos que nacen son hijos de extranjeros. Vamos hacia un futuro geriátrico asolador, pero hoy en España ya hay 1,5 millones más de ancianos que de niños. Los niños no cobran pensiones y serán los que acaben trabajando para pagar las de todos.
Unos niños que están siendo educados sistemáticamente en la satisfacción no solidaria de todos sus caprichos, en el relativismo moral, la indisciplina, la negación del esfuerzo y el sacrificio como valores, la falta de reconocimiento de la autoridad de sus progenitores y de sus educadores, la falta de empatía y la violencia como único método eficaz para la obtención de objetivos.
Vayan contratando un seguro privado. Uno muy caro.
A veces resulta tentador adherirse a las Teorías de la Conspiración. Simplifican mucho la explicación de los problemas que padecemos y te ahorran años de investigación y de análisis de datos. Ojala fueran ciertas. Ojala fuera todo tan sencillo. Damos con los conspiradores, los eliminamos y listo. La humanidad de nuevo floreciente. El problema es que, sin negar que haya una elite de canallas sin alma que acumulan el 90% de la riqueza del planeta manteniendo al 99% de la población con el 10%, las sobras que necesitan para respirar; una elite que no tiene escrúpulos en acabar con los recursos naturales y destruir la biodiversidad, el clima y lo que haga falta con tal de ganar dinero y poder; que consigue endeudar a todas las generaciones futuras creando una deuda descomunal impagable; que propaga la guerra y la miseria por doquier, y que nos esclaviza a través de sus perros cipayos…Sin quitarles ni un gramo de culpabilidad a esos hipócritas inhumanos desprovistos de cualquier atisbo de moralidad, hay que reconocer que no podrían tener el poder que tienen si nosotros no se lo hubiéramos entregado ciegamente. A cambio de baratijas.
Ellos se benefician de la destrucción de las familias. A corto plazo, no a largo. Pero nosotros hemos sido cooperadores necesarios en este crimen.
Familias numerosas en vías de extinción
Hasta los años 80 en España existían familias numerosas que eran motivo de admiración e inspiración. La familia extensa o la familia numerosa tenían dos ingredientes básicos. El primer ingrediente, pero no el más importante, era una fuente de ingresos sólida, no necesariamente en cantidad sino en calidad, es decir, estable. Había familias numerosas acomodadas con un padre de profesión liberal que podía permitirse ciertos lujos. Pero también las había con un padre trabajador que vivían modesta pero dignamente. En el pasado, cuando el sector primario pesaba en este país, cuando la España agrícola e industrial eran el motor de la economía, ser muchos en casa garantizaba la supervivencia pues significaba muchos brazos trabajando para el bienestar común. El saldo entre las bocas que alimentar y los brazos que eran útiles compensaba. Para eso, claro, no debía faltar trabajo para todos. Pero tampoco había demasiadas expectativas, así que nadie hacía ascos a trabajos que hoy consideraríamos de una dureza inhumana. Todos sabían que había que sacrificarse por la familia: tanto los padres y madres como los hijos. Y si había que emigrar se emigraba.
El segundo ingrediente, el más importante, sin el cual una familia numerosa no podía concebirse, era una madre entregada a serlo. Una madre con superpoderes, capaz de dar a luz de tres a seis bebés (o más), cada uno con 9 meses de gestación en sus entrañas, sin importar si eso destrozaba o no su figura, capaz de amamantarlos, cambiar sus pañales, velar por su salud, llevarlos al parque y al colegio, leerles cuentos, educarlos, vestirlos, ocuparse en solitario de su crianza, y además llevar la gerencia de una empresa muy compleja: el hogar. Encima tenían que reservar algo de tiempo para estar con sus maridos, amigas y demás parentela. ¿Cuándo tenían tiempo para disfrutar ellas solas?
Nefastamente hemos llamado “tareas domésticas” o “sus labores” a un trabajo que desarrollaban las mujeres de este país sin el cual la sociedad hubiera colapsado. Restándole el inmenso valor que representa para una sociedad; olvidando la tremenda dificultad y el enorme mérito que tienen las personas que desarrollan esa silenciosa y nada lucida actividad profesional. Miles de horas en el fregadero; planchando; lavando ropa y tendiéndola; haciendo compras en un mercado que previamente se han planificado en función de los ingresos y de las prioridades; improvisando el menú de una tropa los 365 días del año; cocinando, y además cocinando con un mimo y unos resultados que ya quisieran muchos Masterchef; miles de horas agachadas fregando suelos, inodoros, bañeras, sacudiendo alfombras, encerando muebles, haciendo camas. Si alguien estaba enfermo, allí estaba su madre o esposa haciendo de auxiliar de enfermería cuando no de médico de cabecera. También podía ejercer de peluquera y esteticista, de estilista, de banquero, de maestra, de psicóloga…No hace falta decir más. Piensen en lo que hicieron sus madres por ustedes y pregúntense qué salario justo se merecería un empleado capaz de abarcar todas esas ocupaciones y no defraudar en ninguna. ¿Quizás el de Director General de una gran empresa?
Ninguno de esos dos ingredientes se dan hoy en día. No hay trabajo y el que hay ya no es estable. Para conseguir una casa se necesitan dos sueldos y una hipoteca. Salvo que se sea heredero. Es uno de los motivos que atrasa la independencia de nuestros hijos y la maternidad. España es el país de la Unión Europea con maternidad más atrasada.
La media de edad de las madres primerizas se sitúa en los 32 años, casi 3,6 años más que en 1980. España figura en el furgón de cola de los países europeos en incentivos a la natalidad y ayudas directas por hijo a cargo, y siguen sin aplicarse medidas que faciliten una verdadera conciliación de la vida laboral y familiar, mientras que impuestos como el IRPF penalizan la familia. ¿Quién es el guapo que se atreve a tener un hijo con este panorama de “incentivos”?
No sólo salud, dinero y amor
Pero las económicas no son las únicas causas de la destrucción de la familia española.
La progresiva incorporación de la mujer al mercado laboral y sobre todo, su acceso a la formación universitaria y consecuentemente a las profesiones liberales, ha hecho que para ellas exista un verdadero dilema entre dedicarse a criar niños y llevar un hogar o perseguir el éxito profesional. A pesar de que los hombres han ido asumiendo cada vez más cargas familiares y eso pueda suponer un alivio para muchas mujeres, la concepción sigue siendo femenina y la crianza mayoritariamente también.
Pero si todo esto ya era un torpedo a la línea de flotación de las familias, la guerra de sexos, su expresión extrema que es la violencia machista y la violencia doméstica, y la consecuencia inmediata de esto que es la consiguiente alarma social y la legislación excepcional sobre violencia de género han acabado hundiendo los botes salvavidas que quedaban a flote.
Cualquier persona que vaya a casarse o a convivir con alguien en la misma casa, debe pensárselo cien veces antes de hacerlo. Si es mujer, se arriesga a que en caso de que la cosa se ponga francamente mal, y visto lo visto pasa muy frecuentemente, un ser frustrado y castrado socialmente al que se le han privado de todos sus atributos viriles, descargue toda su frustración y su ira sobre ella, incluso acabando con su vida y la de sus hijos.
Si es hombre, puede acabar entre rejas sin comerlo ni beberlo, con una sola denuncia de maltrato que no necesita ser probada de ningún modo. Perderá su patrimonio, sus hijos y acabará durmiendo en casa de su madre, en su despacho, en su coche o debajo de un puente. Si hay una bruja dispuesta a arruinarle, el estado le proporcionará a ésta todo tipo de instrumentos para hacerlo, y la opinión pública lo linchará sin que pueda si quiera abrir la boca: “¡Ahí va ese machista maltratador!”.
En medio de esas guerras, odios y violencias domésticas quedan en total desamparo los pocos niños que vienen al mundo en nuestro país. Cínicamente la administración y los jueces dicen que debe prevalecer la defensa de los intereses de los menores, a los que nunca se les pregunta y a los que jamás se les da nada que no sean medidas quirúrgicas y faltas de cualquier afecto. Al menor sólo lo podemos proteger si protegemos a su familia, a sus progenitores, porque lo mejor para el menor es tener padre y madre, y lo peor es separarlos de ellos, tanto de uno como de otro, aunque sean unos piratas antisistema, unos desequilibrados o padezcan cualquier tipo de deficiencia.
¿Pero importan algo las familias?
No. Esta sociedad, formada por familias, quiere acabar con ellas.
Para prueba un simple botón. Si eres uno de esos locos que, a pesar de todo y cometiendo uno de los peores errores de tu vida, decides tener una familia numerosa en nuestros días, vas a flipar.
Y vas a flipar más cuando esa familia numerosa no sea reconocida como tal por la administración que para algunas cosas considera unidad familiar a todos los que viven bajo un techo -para tener en cuenta sus ingresos y así ahorrarse unos eurillos en ayudas sociales, descuentos y becas- pero en otras ocasiones, como a la hora de obtener un Libro de Familia Numerosa sólo considera “familia” a los hijos de una misma madre, siendo que aquellas unidades familiares que tengan hijos de distintas madres no se le computan sino como familias distintas, con libros de familia distintos.
A la administración este tema de las nuevas familias le queda muy grande. Por ejemplo: ¿Cómo es posible que tenga que compartir con alguien que me odia patológicamente, la una única tarjeta de transporte, la única tarjeta ciudadana, la única tarjeta sanitaria, la única tarjeta de la biblioteca o la única tarjeta de familia numerosa de mi hijo o hija? ¿Cómo es posible que tenga que pedirle a esa persona, con la que mantengo una infinidad de denuncias, pleitos y procedimientos judiciales, cuando no una orden de alejamiento, autorización escrita para recibir una subvención para mis hijos?
La indiferencia, el desprecio y hasta la inquina contra las familias acabará pasando una terrible factura a nuestra sociedad. Cuando se las requiera para que vuelvan a rescatar de su quiebra segura al estado se encontrarán con que ya no hay familias sino muertos vivientes sedientos de esa sangre que ha dejado de manar: el Estado del Bienestar.
Para entonces a las elites ya no les quedará otra alternativa que trasladarse a una colonia marciana o morir arrollados por una turba de zombis.
¡Feliz Navidad!

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