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lunes, 27 de febrero de 2017

De vuelta con la Revolución Islámica

La historia como ciencia o como excusa

20/02/2017 - Autor: Ahmad Gamboa
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La conquista islámica de la península ibérica y la tergiversación del pasado
El lector pensará que, de nuevo, volvemos a hablar del terrorismo “islamista” y la islamofobia que se extiende por Occidente (Europa, América o Australia), las guerras que Occidente mantiene en países musulmanes, o los conflictos que azotan a las sociedades musulmanas, todo ello una cansina cantinela usada como muñeco de trapo para rentabilizar, políticamente, el miedo inculcado en la gente. No, no vamos a hablar sobre ello.
De lo que voy a tratar aquí es de la aparición  de un libro que fue publicado el año 2013, escrito por  el académico Alejandro García Sanjuán y titulado “La conquista islámica de la península ibérica y la tergiversación del pasado1”.
De este libro poco se ha hablado, a pesar de abordar una temática que ha sido leída y debatida entre andalucistas y musulmanes: me refiero al libro de Ignacio Olagüe titulado: “La revolución islámica en Occidente2”. Esa misma temática, y línea argumental, ha vuelto a ser tratada por el académico Emilio González Ferrín en su libro “Historia General de Al Ándalus3”. La razón de hablar aquí de este libro se debe a que este desarrolla una profunda, contundente y fundamentada crítica de las teorías e hipótesis defendidas por Ignacio Olagüe y Emilio González Ferrín .
Cuando acabé de leer el libro de Ignacio Olagüe “La revolución islámica en Occidente”, lo que me llamó la atención, y me atrajo, fue el la temática que trataba: la revolución islámica. Podíamos decir que su lectura coincidió con el final de un periodo romántico, hablando políticamente, pues parecía que tocábamos el paraíso con nuestras manos, en la larga lucha contra el régimen franquista. Como es normal en el enamoramiento, con el final del franquismo vino también el desenamoramiento, pues su desaparición no nos trajo el paraíso ni el amor eterno, aunque tampoco el infierno, gracias a Dios. Para muchos la transición democrática fue la continuación del franquismo, pero adornado de colorines: elecciones, libertad de prensa, etc. Y en el momento que se vislumbraba el final de Franco (que no del franquismo), se nos ofreció, con la publicación del libro de Olagüe, una nueva interpretación de una parte de la historia, poco explicada y bastante denostada: al-Andalus.
En nuestro acervo rebelde entendíamos que la historia y la cultura oficial eran espacios reservados al poder, con los cuales se conformaba y justificaba el dominio ideológico y cultural sobre la gente. En este sentido el mundo académico, salvo honorables excepciones, obedecía las reglas dictadas por el poder porque, como decía cierto político sevillano, quien se mueva no sale en la foto. Así que llegaron los tiempos de la transición democrática y se comenzó a demandar una visión de nuestra historia, alejada de los tópicos y manipulaciones, y fue esa misma necesidad la que permitió la aparición de un espacio al libre albedrío de los intelectuales alternativos.  Como quiera que el mundo académico no fuera capaz de satisfacer esa demanda, bien por su endogamia gremial, o por el miedo a no salir en la foto de la Gran Familia, fue incapaz de comprender lo que demandaba la sociedad. Con su actitud se dejaron de divulgar, entre el gran público, los avances que se pudieran lograr en los diversos campos de la historiografía, la lingüística, la literatura, etc., y de hacerlos llegar a las personas interesadas y curiosas que los demandaban.
Así que, como había demanda, también debía haber oferta, y de este modo fueron siendo cubiertas dichas demandas  con lo que escribían los intelectuales alternativos, y publicada por nuevas editoriales, partidos políticos, fundaciones, asociaciones culturales, etc. Como el mundo académico quedó al margen de esta demanda, lo que se publicaba no se atenía a los criterios académicos, por lo que, en muchos casos, eran más una expresión de ciertos ambientes ideológicos que el resultado de estudios e investigaciones. Y quienes deseaban contrastar los argumentos y datos contenidos en esas publicaciones, no contaban con recursos que el mundo académico debía haber ofrecido, si de verdad quería evitar la proliferación de ideas y teorías erróneas. Se puede comprobar, hoy en día, cuántos espacios virtuales de consulta, como por ejemplo las wikipedia, pero muy pocas bajo autoridades y criterios académicos que pudieran ser consultados.
Volviendo al tema de este artículo, decir que la publicación del libro “La revolución islámica en Occidente” fue oportuna en el tiempo y en la temática. No sólo porque cuestionara la visión de la histórica oficial, sino, además, porque alimentaba una necesidad identitaria perdida. Esta supuesta pérdida identitaria motivó que unos buscaran respuesta en la historia, otros en la ideas místicas como el sufismo, o también, en un batiburrillo de identidad político, religiosa y cultural andalucista y andalusí.
Al-Andalus era, para unos (Olagüe) el resultado de un movimiento (o revolución) autóctono en vez de una invasión árabe e islámica. En la misma línea argumental de Olagüe, fue publicado hace pocos años la Historia General de al-Andalus.  Como sabemos, la historia oficial nos habla de invasión árabe y musulmana, ajena a la personalidad e identidad de lo español, e impuesta mediante las armas.
Pudiera parecer que hablar de una historia tan lejana como al-Andalus queda lejos de nuestras vidas y nuestro tiempo, pero no nos engañemos. Sólo pondré un ejemplo, como es la situación actual de la Mezquita de Córdoba que, como se sabe, ha sido registrada como propiedad de la Iglesia Católica, borrado su nombre legendario de Mezquita y, lo que es más grave, se trabaja por desvincular de su propia historia y naturaleza: Al-Andalus y el Islam. La mezquita es el mjor testigo de lo que fue Al-Andalus, una entidad política y jurídica, inexcusablemente unida al Islam como religión y al árabe como lengua.
Por esta razón he creido necesario citar en este artículo el libro de Alejandro García Sanjuán titulado “La conquista islámica de la península ibérica y la tergiversación del pasado” pues, la única manera de aprender y valorar nuestra historia es contrastando los argumentos y los datos. Desde mi punto de vista, y como dice el autor del citado libro:
la peor distorsión generada por el negacionismo consiste en la completa desfiguración que provoca respecto a la propia forma de concebir el Islam y al estudio de sus orígenes históricos, en particular en relación con el proceso de codificación del Corán y la misión profética de Mahoma, elementos centrales en la conformación de la identidad islámica”.
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1.- Editorial Marcial Pons Historia (Madrid 2013).
2.- Editado por la Fundación Juan March (Madrid 1974); Plurabelle (Córdoba 2004); Almuzara (Córdoba 2017).
3.- Editorial Aluzara (Córdoba 2006).

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