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lunes, 14 de agosto de 2017
El islam entre nosotros
FERNANDO PALMERO
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Furibundo antisionista (que es la forma desplazada que desde 1948 adopta la histórica judeofobia de la izquierda), Santiago Alba Rico publicó hace un par de años un desvergonzado panfleto en el que culpabiliza a Israel y a EEUU de la actual ofensiva yihadista. Sin la política 'imperial' norteamericana y la creación del Estado de Israel, dice, nunca habría sido existido esta reacción.
Porque el problema no es el islam, afirma, sino "el instrumento de
conocimiento e intervención occidental", practicado desde la época
colonial, al que Alba Rico llama islamofobia. Y con la vehemencia
irreflexiva propia de quien fue un joven marxista y ha encontrado en el
atril de Podemos una forma de seguir anclado en la adolescencia,
convertido, además, por fin, en maestro para los nuevos populistas,
concluye: "A quien realmente se asemeja Israel, por su ideología y sus
prácticas, es al Estado Islámico (...) Mientras Europa y EEUU no
lo comprendan y sigan apoyando a Israel no habrá paz ni democracia ni
justicia en esta región del mundo; mientras nuestros medios de
comunicación no traten igual a Israel y al EI no habrá paz ni justicia
ni democracia en la región". Desaparecido Israel, es decir, arrojados
los judíos al mar, como epílogo de un holocausto inconcluso,
desaparecerá el problema.
No es ésta la única sima
intelectual del libro. Alba Rico pretende convencernos de que en Túnez,
el velo, "como la barba progre antifranquista", podía expresar
"públicamente la resistencia" al régimen de Ben Alí y
al "imperialismo occidental en el que se apoyaba". Y para reforzar su
insólito hallazgo, que califica sin rubor de feminista, esgrime los
argumentos de una activista de Hizbulá que dice que para quitarse el velo, para liberarse, primero hay que ponérselo, esto es, someterse.
Pero más allá del delirio de Alba Rico, lo
cierto es que nuestra mirada hacia la cultura islámica está cargada de
prejuicios, no tiene en cuenta la diversidad de países en los que se
practica y está muy condicionada por la urgencia política del momento,
la inmigración y el terrorismo islámico. Cuando hablamos del
islam solemos hacerlo a través de estereotipos fáciles que nos impiden
acercarnos a una realidad que ha venido a instalarse de manera
inevitable en nuestras vidas.
Bajo el título de El islam en el siglo XXI, la editorial Encuentro acaba de publicar una sugerente conversación entre Fernando de Haro y el islamólogo Samir Khalil Samir, con la intención de desentrañar la complejidad del islam, o "los islam", como dice el prestigioso jesuita egipcio.
Como
toda religión, la islámica ha sufrido profundos cambios a lo largo de
la historia, pero en torno al siglo XIV, explica Samir, se impuso la
tesis de que el Corán es increado, es decir, "palabra divina caída en
manos de Mahoma", de tal forma que "cada coma, cada acento, cada vocal
son sagradas y no se pueden tocar". Y esto la convierte en una religión
inflexible que ha sustituido el carácter narrativo del texto por el
normativo. Hay escuelas teológicas que pretenden superar este bloqueo,
pero hasta entonces, y en aras de una convivencia siempre conflictiva,
los Estados europeos no pueden renunciar a uno de sus trascendentales
logros históricos: el Estado de Derecho. Todos debemos someternos por igual a la ley. Sin excepciones culturales. Hombres y mujeres, indistintamente ciudadanos. Porque la sharia no es cultura.
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