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domingo, 25 de febrero de 2018

La lotería de la muerte en Kabul: "Las calles se tiñen de rojo"

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Una mujer camina cerca de un control de seguridad en la zona diplomática de Kabul, tras el atentado. EL MUNDO (Vídeo) // EFE (Foto)
Un nuevo atentado del IS contra la zona diplomática alerta a residentes y trabajadores
Transitar por el centro de Kabul se ha convertido en una lotería cuyo premio es ser herido o encontrar la muerte. Los que viven y trabajan alrededor de la Zona Verde, el área diplomática de la capital donde hay una gran cantidad de controles policiales, los cuales atraen a los atacantes suicidas como las abejas a la miel, tienen muchos más números para ganar en esta lotería macabra a la que todos juegan sin quererlo. El ataque de ayer, reclamado por Estado Islámico, sucedió a apenas 500 metros de mi casa, en un control policial que cruzo varias veces al día. Esta vez he tenido suerte y no me ha tocado. Pero, ¿hasta cuándo? Ese es el sentimiento común entre los residentes y trabajadores de la zona diplomática.
A las 08.20, hora local, un atacante suicida del IS se hizo detonar en "el control policial para acceder al barrio de Shashdarak, matando a tres civiles e hiriendo a otros siete", informó el portavoz del Ministerio del Interior, Najib Danish. "Los heridos, entre los que hay policías y trabajadores de una aerolínea", fueron "trasladados al hospital y tres de ellos están en estado crítico".
En el lugar del atentado, las alarmas de la embajada de Estados Unidos y la OTAN ululaban llamando a "ponerse a cubierto, ataque entrante, todos a cubierto", compitiendo con el sonido de las ambulancias y las sirenas policiales llegando al escenario, donde las fuerzas de seguridad afganas han acordonado la zona rápidamente, impidiendo el paso de civiles o vehículos, mientras el olor a pólvora quemada rezumaba bajo una fina lluvia matutina que disipaba el polvo levantado por la tremenda explosión, sentida en todo el vecindario donde el suelo había temblado y los cristales de los edificios colindantes quedaban hechos añicos.
"¿Cómo podemos vivir así? Casi cada semana las calles de Kabul se tiñen de rojo con la sangre de los civiles y de nuestros hermanos policías. Sin embargo, el gobierno, ¿qué hace? Poner más controles, ¡pero eso no sirve de nada!", exclamaba Samir, uno de los testigos del ataque que se ha librado "por coincidencia o milagro, ¿acaso importa ya?", añadía. "Mientras, los aliados extranjeros, ¿qué hacen? Y el mundo, ¿por qué se ha olvidado de nosotros?" Hace meses que el sentimiento de indefensión de Samir se hace eco en casi toda la prensa afgana.
El atacante suicida se infiltró en el control policial "vestido con traje y corbata", informaron EL MUNDO fuentes policiales en el lugar de los hechos. "Cuando se le ha dado el alto para proceder al cacheo manual", puesto que el terrorista intentó entrar a pie, "éste se ha puesto nervioso y ha hecho detonar el chaleco explosivo que llevaba escondido debajo del traje". Una hora después, Nusrat Rahimi, asistente del portavoz del Ministerio del Interior, confirmaba el modus operandi del ataque.
El barrio de Shashdarack cuenta con varios accesos fuertemente armados, puesto que en su sino está emplazado el corazón de la zona diplomática donde conviven sedes gubernamentales, embajadas como la de España, Estados Unidos o Gran Bretaña, entre otras, el Cuartel General de la OTAN y el del Directorio Nacional de Seguridad (NDS, por sus siglas en inglés), la agencia de espías afganos. El acceso donde se ha produjo el ataque discurre a través de una avenida con el mismo nombre que el barrio y que acaba en la entrada al palacio presidencial, residencia del presidente afgano, Ashraf Ghani.
Por ello, dicho control policial es uno de los más concurridos de la Zona Verde. Cada día cientos de civiles entran y salen por el mismo para ir a trabajar en el área más fortificada de la capital afgana y, por ende y a pesar de contar con barreras de cemento armado y emplazamientos para ametralladoras de 50mm, es también uno de los objetivos primordiales de los terroristas, ya sea de Estado Islámico o de los talibán, a la hora de atentar contra el centro diplomático de Kabul.
De hecho, no hace ni dos meses que el IS llevó a cabo un atentado suicida casi exactamente en el mismo lugar y a la misma hora, cuando, el pasado 25 de diciembre a las 07.40 horas, un suicida explotó a treinta metros del control tras haberlo franqueado sin ser descubierto, matando a siete empleados del NDS que se encontraban en una puerta de acceso a la base que la agencia de inteligencia tiene en lugar. Además, sólo siete días antes, el 18 de diciembre, el grupo terrorista también atentó contra la base de entrenamiento que el NDS tiene en el Distrito 5 de la capital.

Treinta muertos en otros ataques

Los talibán, que han negado estar relacionados con el ataque en Kabul, han llevado a cabo varios ataques terroristas en Helmand y Farah que han acabado con la vida de al menos 30 personas, según el Ministerio de Defensa.
Alrededor de 25 soldados murieron ayer en la provincia de Farah, al oeste del país y compartiendo frontera con Irán, cuando "un comando talibán asaltó la base en la que estaban estacionados", informó Khair Mohammad Noorzai, miembro del Consejo provincial local. "Los insurgentes tomaron el control de la base durante varias horas y se llevaron todo el armamento", añadió.
En Helmand, al sur, dos ataques, uno en la capital provincial, Lashkargah, contra la sede del NDS, y otro en el distrito de Nad'Ali, donde EL MUNDO estuvo empotrado con las tropas afganas el pasado diciembre, acabaron con un muerto y diecisiete heridos en el primero, y dos muertos y un herido en el segundo, cuando un coche bomba talibán explotó en Bunay Khan Sarhadi, cerca de la base de operaciones que Estados Unidos y la OTAN tienen en la zona para "entrenar y asistir", según ambos, al 215 Cuerpo del ejército afgano.

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