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lunes, 17 de diciembre de 2018

La maldición de los Chekatt: retrato de la familia del monstruo de Estrasburgo

CRÓNICA

NOTICIA
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Chérif Chekatt, de 29 años, el terrorista que ha dejado 5 muertos en Estrasburgo. EL MUNDO (VÍDEO) / CRÓNICA (FOTO)
Tenía seis hermanos, tres de ellos delincuentes reincidentes, igual que él. A Sami, el mayor, le describen como "el más radical de la hermandad"
La policía le ha investigado por si ayudó a Chérif en su brutal atentado. Por él, abatido este jueves, sobre toda la familia pesa cierta sospecha
Hasta el padre fue detenido. Se llama Abdelkrim y es un obrero marroquí insertado, religioso y discreto
Una broma corre entre los abogados de oficio de Estrasburgo: «¿No has defendido todavía a uno de los Chekatt? Tranquilo, ya te llegará el día».
Los Chekatt son una familia recompuesta de seis hermanos, y seis primos, hijos de un emigrante casado varias veces, Albedlkrim. Un núcleo duro de cuatro hermanos multirreincidentes, origen del comentario ácido entre letrados. Y un terrorista, Chérif, muerto el jueves, poco después de las nueve de la noche, tras ser reconocido por una patrulla de agentes policiales a los que disparó cuando pretendían identificarle, según el ministro de Interior, Christophe Castaner.
Unas 49 horas antes, Chérif Chekatt recorrió las calles del casco histórico de Estrasburgo, donde se celebra un mercado navideño que atrae a miles de personas, matando a cinco personas e hiriendo a otras 12, de las que una se hallaba, a la hora de escribir este reportaje, en estado de muerte cerebral.
Varios testigos le oyeron gritar «Alá es grande». El taxista al que secuestró para huir relató a Le Parisien que le dijo: «¿Sabes qué he hecho? He matado a varios... por nuestros hermanos muertos en Siria».
El hijo de Abdelkrim es el último ejemplo de delincuente reconvertido en terrorista. Un híbrido. Tan torpe e impulsivo en la delincuencia como en el terror. Un ejemplo más de esos descendientes de la emigración del Magreb que no llegan a integrarse nunca en la sociedad francesa.
Los vecinos de la barriada de Hohberg, donde vivía de alquiler el terrorista y donde antaño residieron sus parientes, recuerdan a «una familia de obreros, gente maja, que no sabían qué hacer con los hijos».
Esta zona de Estrasburgo está formada por inmuebles rectangulares de viviendas sociales. Un barrio tranquilo. Casi no hay antenas parabólicas en los balcones, signo que delata a los magrebíes. Un poco de menudeo de drogas, algún coche quemado en Nochevieja. Lo normal.
Jacques Schumpp, presidente de la asociación vecinal que gestiona el centro sociocultural de la zona, desmentía en Libération que Hohberg sea un bastión salafista. «Este es el único barrio de la región donde las tres comunidades [protestantes, católicos y musulmanes] comparten el mismo local de culto desde hace 20 años».
Aquí creció Chérif. Hijo de Abdelkrim, alias Ángel Gabriel, nacido en 1947 en Marruecos. Casado varias veces. Doce hijos formaban esta peculiar familia. Seis hermanos y seis primos.
Los vecinos no hablan mal de Abdelkrim. Hay tres coincidencias: bastante insertado, poco religioso, discreto. Le Monde aporta un testimonio revelador: cada vez que volvía de su país, estaba escandalizado por esa «especie de retorno de lo religioso».
El padre sólo tuvo un tropiezo con la Justicia francesa, una denuncia por malos tratos conyugales que, tras un largo procedimiento judicial, fue archivada en 2012.

Su hermano radical

Los padres y dos hermanos del terrorista, Malek y Elias, fueron detenidos por la policía tras el atentado del martes y liberados sin el pasado sábado sin cargos.
«Se ha analizado a fondo sus móviles y sus ordenadores con la esperanza de descubrir la mínima consulta en internet susceptible de alimentar el procedimiento o de encontrar pruebas», recogía Le Figaro de fuentes próximas a la investigación.
También ha sido arrestado en Argelia un tercer hermano, Sami, de 34 años, tras una orden de captura internacional. Descrito como «el más radical de la hermandad», la Fiscalía antiterrorista quiere saber si participó en la preparación del atentado. La policía ha detenido además en Estrasburgo a otros tres conocidos de Chérif que le habrían alojado la víspera del atentado.
La policía quiere saber, en definitiva, si alguien le ayudó a preparar el atentado. Varios indicios apuntan en línea opuesta. Llegó al lugar del crimen a las 19.50 horas, cuando los puestos están a punto de cerrar y hay poca gente. No tenía un plan de huida, dio al taxista una dirección de su madre y no parece que tuviera ayuda: la tarde de su detención una mujer le vio deambulando, lo que dio pie a una primera operación policial.
Y luego está el arma, una vieja pistola, quizá del modelo reglamentario del Ejército francés de 1892. Con ella mató el martes. Con ella murió, tendido sobre los dos peldaños de un inmueble, abrigo negro con capucha. Casi en la esquina del puente por el que pasa el ferrocarril. Una zona de almacenes.
Desde aquí, el 74 rue de Lazaret, hasta el 20 rue de Tito Livio, donde vivía, hay 7,6 kilómetros, 12 minutos en coche. Entre uno y otro punto vital de Chérif hay 29 años y 67 antecedentes judiciales con 27 condenas en Francia, Alemania y Suiza. Todas por injurias, robos, daños.
Un híbrido. Como Mohamed Merah, el asesino de la scooter de Toulouse. Porque a Chérif se le veía menos que poco por la mezquita. Pero en la foto distribuida durante la búsqueda se aprecia en la frente el signo de los practicantes habituales, a quienes de tanto tocar el suelo con la cabeza se les hace una marca.
Tras su muerte el jueves se supo que el Estado Islámico había reivindicado el atentado a través de un comunicado difundido por su agencia de propaganda, Amaq. Chérif Chekatt «era uno de los soldados del Estado Islámico». Sin embargo, en el registro de su casa no apareció ni una bandera del Daesh, ni juramento de adhesión. Ni testamento.
Un híbrido. Con una trayectoria que hace de él un prototipo del delincuente reconvertido en terrorista. Nacido el 24 de febrero de 1989, «desde los 10 años tenía ya un comportamiento que era materia de penal», declaró el ministro del Interior en la Asamblea Nacional. «Fue condenado por primera vez a los 13 años», añadió Christophe Castaner.
A los 16, deja la escuela. Y comienza una carrera de delincuente en la que va a radicalizarse paso a paso. Precoz, a los 17 un tribunal de menores de Metz le condena a dos años por robo con el agravante de secuestro. En 2008, durante su primera estancia en una prisión francesa, le encuentran un cartel de Bin Laden en la celda. Tiene 19 años.
En 2012 le detienen en Maguncia (Alemania). Por robar la caja fuerte del gabinete de un dentista. Botín: 1.467 euros en dinero líquido, 192 en sellos y 6.572 en oro dental. En 2013 le condenan a año y medio de cárcel por varios robos en Basilea (Suiza). En enero de 2016 le pillan en Engen (Alemania) tras forzar la puerta de una farmacia con un destornillador. Se lleva la caja (315 euros) pero la cámara de videovigilancia le graba, lo que permite su identificación. Todo esto, sin hablar ni una palabra en alemán.
De esa época data uno de los pocos testimonios cualificados sobre Chérif. El de su abogado alemán, Thomas Röder. Según declaraciones a varios medios franceses, su defendido era un «delincuente de poca monta» más que «un islamista». No le pareció «especialmente religioso», aunque observaba los preceptos islámicos de no consumir alcohol ni drogas ni comer carne de cerdo. Le define como occidentalizado y simpático. «Reservado», no tuvo incidentes en la cárcel con otros internos.
Su historial delictivo francés tiene menos precisiones. Por la ministra de Justicia,Nicole Belloubet, se sabe que estuvo en prisión dos veces, con sendas condenas de dos años. Aunque su radicalización parece haberse iniciado en libertad, es en la cárcel donde queda constancia. Así, mientras cumplía su segunda pena tiene discusiones vehementes con otros internos que son menos practicantes que él.

Fichado por pre-terrorista

En enero de 2016 su nombre entra a formar parte del fichero de los señalados para la prevención de la radicalización de carácter terrorista (FSPRT). Vamos, la lista de protoislamistas. Tiene 20.000 nombres. Así que no se puede vigilar a todos. En la zona de Estrasburgo, donde hay varias barrios sensibles, ha habido momentos en los que una comisaría al completo se dedicaba a estos menesteres.
En mayo de ese mismo año, a Chérif le abren ficha S (seguridad). Palabras mayores. Le siguen. Le pinchan el teléfono. Se sabe que frecuenta el mundillo islamista, con uno de sus hermanos, el mayor, ahora detenido en Argelia.
Pero la Dirección General de la Seguridad Interior (DGSI) no detecta ningún indicio de que vaya a bascular hacia la acción terrorista. Sea por discreción, sea porque no había dado el paso hacia el terrorismo, el grupo de evaluación del departamento no encuentra elementos para una sanción administrativa (asignación de residencia, por ejemplo) o judicial (por apología del terrorismo).
De ahí que vayan a por él y a por otros cuatro compinches por un delito común, intento de homicidio en un caso de extorsión. Una agresión a dos hombres con arma blanca el 21 de agosto, festividad del Aïd. Actúa la Gendarmería, en una operación a la que los especialistas del terrorismo acuden de observadores. Es martes 11 de diciembre.
Detienen a tres, entre ellos a dos hombres de 27 y 26 años con ficha S. Pero Chérif no ha pasado la noche en casa. El registro da qué pensar: una granada, un rifle del 22 largo, cuchillos y algún documento sobre sus trapicheos. Hay unas hojas manuscritas en francés y árabe pero sin connotación religiosa.
Horas después, Chérif Chekatt, uno de la docena de hijos del inmigrante Abdelkrim, siembra el pánico en el mercado navideño de Estrasburgo. ¿Iba a actuar con los otros compinches de su banda? ¿Lo hizo en solitario, a la desesperada porque sabía que iban a terminar cazándole? Ha reabierto el mercado de Navidad de Estrasburgo. La inquietud persiste.

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