AL TIEMPO
El pasado sábado, en por lo menos 40 ciudades de todo el país, miles de ciudadanos, a bordo de sus autos, se movilizaron en una protesta inédita para exigir la renuncia del presidente López Obrador.
En todos los tonos; con pancartas, a gritos y, sobre todo con las ruidosas bocinas del claxon de los automóviles, los inconformes repudiaron al gobierno de AMLO, denunciaron sus evidentes fracasos, rechazaron su mentiroso discurso y, sobre todo, exigieron su renuncia.
Como era predecible, la reacción del gobierno lopista, de sus aplaudidores, sus jaurías en redes, legisladores y hasta los jefes de Morena, repudiaron la protesta y llamaron “golpistas” a los manifestantes y a sus simpatizantes.
Es decir, los reyes de la manifestación callejera durante décadas, de la protesta y la exigencia para que renunciaran de su cargo los presidentes Felipe Calderón y Enrique Peña –respectivamente–, hoy se dicen víctimas de una fea estratagema dizque para deponer al presidente López Obrador.
Pero acaso lo más sorpresivo fue el repudio de muchos críticos del gobierno de López Obrador, quienes rechazaron la demanda central de las movilizaciones, con el argumento legítimo de que en democracia, sólo el voto pone y quita a los ciudadanos, en los cargos de elección popular.
Los manifestantes centraron su protesta en el hashtag #AMLOVeteYa que supone la renuncia del presidente Obrador, sea por sus fracasos, sea por el mal gobierno, sea por el manejo irresponsable en el ejercicio del gobierno.
Y, en efecto, tienen razón las voces que argumentan que en democracia, sólo el voto y el apego a la legalidad, ponen y quitan a los ciudadanos en los cargos de elección popular, como el de presidente.
Sí, todos los ciudadanos, del credo que sea, de la afiliación política que se trate y de la simpatía partidistas que se quiera, debemos defender la legalidad institucional; defender que sólo mediante el voto ciudadano se pone o se quita a los ciudadanos en el poder.
Sin embargo, también les asiste la razón a los manifestantes.
¿Por qué?
Porque si bien la exigencia central es la renuncia de AMLO, lo cierto es que se trata de una demanda simbólica, que en el fondo expresa el repudio a un gobierno fallido; que llama a la movilización social contra el mal gobierno al que los ciudadanos lincharán en los procesos electorales venideros.
Y es que, en rigor, está claro que Obrador no renunciará al cargo y tampoco hará caso a la exigencia ciudadana de hacer un mejor gobierno; está claro que López pretende instaurar una dictadura y que hará todo lo posible por aferrarse al poder hasta el fin de sus días.
Por eso, los organizadores de la protesta del pasado sábado debían recurrir al discurso extremo, como la renuncia, para catalizar la movilización, para estimular la protesta y la movilización, para crear condiciones propicias que desemboquen en un movimiento nacional a favor del voto contra Morena en todas las elecciones por venir, sobre todo las intermedias, de julio del 2021.
Está claro que la protesta debiera ser a favor del buen gobierno, del respeto a la legalidad y a la Constitución; contra las mentiras oficiales y por la defensa de la democracia.
Pero también es cierto que sin una exigencia potente, imposible de alcanzar, como la renuncia de AMLO, la movilización sería poco viable.
Y si lo dudan, basta recordar la cantidad de ocasiones en que López Obrador exigió la renuncia de Calderón y Peña Nieto; las veces que Epigmenio Ibarra y Alfonso Ramírez Cuéllar, entre otros, reclamaron la renuncia de Peña Nieto.
Por ejemplo, a continuación algunos tuits de López Obrador y Epigmenio Ibarra, quienes hoy llaman golpistas a sus críticos y opositores, pero ellos llamaban a la renuncia de Calderón y Peña Nieto.
Otro ejemplo es el de Alfonso Ramírez Cuéllar, quien también acusó de golpistas a los manifestantes del pasado sábado, cuando el hoy jefe nacional de Morena exigió, el 8 de septiembre de 2016, la renuncia de Peña Nieto.
Como queda claro, durante décadas, AMLO y su claque se movilizaron a favor de extremos como la renuncia de sus adversarios políticos, hasta que lograron meter en el ánimo colectivo la percepción de que debían irse el PAN y el PRI del poder.
Hoy, los adversarios del gobierno de Obrador recurren a la misma estratagema, la de sembrar en el ánimo colectivo la percepción de que Morena y López Obrador deben irse del poder.
Y el mal gobierno de López es el mejor aliado de sus adversarios.
Por eso, aquí insistimos: “Si, que renuncie AMLO”.
Se los dije.