La Noche del Destino es mejor que mil meses
Charla sobre Laylat al-Qadr, impartida en el Centro Penitenciario de
Quatre Camins, Barcelona. Miércoles 16 de septiembre de 2009, 26 de
Ramadán de 1430
La Noche del Poder los musulmanes reviven el descenso del Corán.
as-salamu aleykum, que la paz sea con vosotros
1)
Bismil-lâhi ar-Rahmani ar-Rahim. Empiezo como siempre con el nombre de Al-lâh, invocando sus Nombres
ar-Rahman y ar-Rahim. El profeta Muhámmad, paz y bendiciones, dijo que la
básmala, la frase
bismil-lâhi ar-Rahmani ar-Rahim,
es un obsequio especial con el que Al-lâh ha distinguido a la comunidad
de los creyentes, y no aceptar y hacer uso de ese obsequio sería una
descortesía hacia Al-lâh.
Evocar la
básmala antes de un acto significa que aquello que
vamos a hacer es realizado teniendo presente la rahma de Al-lâh, su
exhuberancia creadora, su misericordia como una fuerza que abarca todas
las cosas. Pronunciar la
básmala es tener presente la
precedencia de la Misericordia sobre la Ira de Al-lâh. Por mucho que en
ocasiones sintamos ira o sintamos la dureza de la vida, cómo el peso de
las injusticias nos ahoga, o pensamos que no existe salida a nuestros
problemas, la conciencia de la precedencia de la rahma actúa como un
resorte, nos hace conscientes del Poder creador de Al-lâh, y es hacia
ese Poder hacia donde nos volvemos, en busca de Su auxilio, pidiendo
perdón por los errores cometidos y poniendo toda nuestra confianza en
Al-lâh. Si olvidamos esto, caeremos fácilmente en la desesperación. Dice
el Profeta Jacob en el Corán:
“sólo las gentes que niegan la verdad pueden desesperar de la misericordia de Al-lâh” (12:87). Por eso el Profeta Muhámmad dijo que todo acto que no fuera precedido por la mención de la
básmala
debía ser considerado estéril. Pero no se trata solo a pronunciar la
frase con los labios, sino con el corazón, es decir, siendo conscientes
de su significado y de su impacto en nuestras vidas. En todo momento nos
acompaña Al-lâh,
ar-Rahmán ar-Rahim. Y esto es algo cuyo recuerdo fortalece y hace que la vida sea mejor. Pues Al-lâh el Altísimo quiere lo mejor para nosotros.
Al-hamdulil-lâhi Rabb al-alamin.
2) En segundo lugar, quiero deciros que es para mi un honor estar con
vosotros, compartiendo unas horas de este mes bendito de Ramadán, y
precisamente cuando entramos en la noche del día 27. De vez en cuando me
invitan a pronunciar conferencias en congresos o universidades, y me
sitúo frente a un público institucional o académico. Pero en esta
reunión, aquí, con vosotros, la cosa es muy distinta. Me siento entre
hermanos, ayunando en este mes bendito, compartiendo la experiencia de
la privación voluntaria de alimentos, vaciarnos para hacer sitio a la
revelación. Os pido pues que no me veáis como a un conferenciante o como
a un hombre religioso que viene a daros un sermón. No soy un sheij ni
un imam, sino un simple musulmán que ha venido aquí para compartir, para
dar y recibir. Dice el Corán: gastad, daros los unos a los otros, no
seáis avaros con vuestros bienes, no los retengáis. Y yo no tengo nada
más que daros que palabras. Por eso agradezco a Al-lâh el que haya
propiciado este encuentro, le pido que bendiga a esta congregación y me
haga mero transmisor de su
rahma infinita,
insha Al-lâh.
3) Esta noche debemos hablar de
Laylat al-Qadr, la Noche del
Poder y del Destino. Es muy importante que sepamos de que se trata,
para redoblar nuestra atención y poder recibir sus bendiciones. Una
noche, hace ahora 1443 años lunares, un hombre vivió una experiencia
memorable, una experiencia que nosotros no podemos conocer más que de
modo lejano y aproximado, pero que podemos comprender de alguna forma
abriendo nuestros corazones. Muhámmad era un huérfano de padre y madre.
Tenía cuarenta años cuando se produjo este acontecimiento.
La Noche del Destino tuvo lugar en Ramadán, el noveno mes lunar.
Durante ese mes, el Profeta se retiraba a practicar el ayuno y la
contemplación en Hira, una pequeña gruta en las inmediaciones de Meca.
Ahí tuvo lugar ese acontecimiento formidable. Según varios hadices,
ocurrió la noche vigésimo séptima del mes de Ramadán. La tradición nos
explica como le vino al encuentro el Ángel Gabriel y le dijo:
“¡Lee!”. Muhámmad contestó:
“¡No se leer!”.
Después, según la narración del Profeta: “El Ángel me agarró y me
oprimió con su abrazo. Cuando había llegado al límite de mi resistencia,
me soltó y me dijo de nuevo:
‘¡Lee!’ y yo volví a decir:
‘¡No se leer!’. Entonces, por tercera vez me oprimió como antes, luego me soltó y me dijo:
¡Lee!
¡En el nombre de Tu Sustentador, el que ha creado!
Ha creado al hombre de un coágulo.
¡Lee! Y tu Sustentador es el más Generoso,
El que ha enseñando con el Cálamo,
ha enseñado al hombre lo que no sabía.
(Corán 96: 1-5)
Esta es la revelación con la que se inicia el descenso del Sagrado
Corán, los primeros versículos que fueron revelados. Sobre esta
experiencia decisiva dijo el Profeta Muhámmad:
“Fue como si estas palabras hubieran sido escritas en mi corazón”. La tradición nos ha explicado el descenso del Corán como una conmoción, que transformó de forma radical la vida del Profeta.
Así pues, esta noche celebramos el inicio del descenso de la
revelación del Sagrado Corán, un acontecimiento destinado a cambiar la
historia de la humanidad. Pero la revelación no desciende en un tiempo
cualquiera ni sobre cualquiera. Son precisas unas condiciones, realizar
un esfuerzo para que Al-lâh nos desborde con su misericordia. Un hombre
que tiene por costumbre retirarse a una cueva de un monte para pasar la
noche en vela meditando, y en ayuno, no es un hombre cualquiera, sino
alguien con un deseo ardiente de iluminación. Y es a partir de esta
predisposición a lo divino que la revelación sucede, como el hombre se
hace capaz de Al-lâh.
Por eso el Corán desciende en el mes Ramadán, en un momento
culminante del ayuno. El ayuno nos vacía, nos predispone a recibir la
visita de los ángeles. Y eso sucede durante la noche, el momento en el
cual la mayoría de la gente duerme y podemos acceder a un silencio denso
y decisivo, a una soledad existencial donde Al-lâh es nuestro único
Acompañante, nuestro más íntimo Confidente. Por eso las noches son el
tiempo que Al-lâh ha designado para la consecución de bendiciones
espirituales. Al-lâh ordenó al Profeta que pasara la mayor parte de la
noche en adoración para preparar su corazón para el descenso de la
revelación:
“¡Oh tú, el arropado!
Mantente despierto orando por la noche
o un poco menos de la mitad o algo menos, o añade algo más,
y recita el Corán pausada y claramente.
Realmente, vamos a depositar en ti palabras de peso.
Al principio de la noche oscura
es mucho más clara la voz que se alza”.
(Corán 73: 1-5).
Todas las noches son propicias para la oración y el recuerdo de
Al-lâh, pero la Noche del Poder no es una noche cualquiera. ¿Qué nos
hará saber que es la Noche del Poder? Existe un precioso capítulo del
Corán que se refiere a esta noche prodigiosa, llamado precisamente
Laylat al-Qadr. Dice así:
Con el Nombre de Al-lâh, el Rahmân, el Rahîm
Lo hemos revelado la Noche del Destino.
¿Qué te hará saber lo que es la Noche del Destino?
La Noche del Destino es mejor que mil meses.
Descienden los ángeles y el Espíritu en ella,
con el permiso de su Señor, para todo asunto.
La Paz durará hasta que despunta el alba.
(Corán 97).
Así pues, el Corán responde a la pregunta: la Noche del Destino es
mejor que mil meses. Esto quiere decir que no hay comparación posible
con esta noche y su valor es incalculable.
Laylat al-Qadr es
una noche formidable, aquella en la que el cielo y la tierra se
comunicaron, y en su centro amaneció el Corán. La Noche del Destino es
el momento valioso en que desciende los ángeles, los seres de luz, y
hablan al corazón del ser humano. Esa noche iluminada desemboca en un
amanecer: el día que la sigue es un nuevo mundo, lleno de paz, a salvo
de las contradicciones y conflictos por los que transitamos. En el
instante de la Revelación todo se clarificó en el corazón de Muhámmad.
El mundo caduco en el que había vivido y al que había renunciado se
desvaneció y Muhámmad fue dotado del Poder necesario para realizar su
Destino, con la ayuda de Al-lâh. Y de esa Paz y ese Poder inmensos
surgió el islam, como un regalo de luz para la humanidad.
4) Por todo ello, Muhámmad ordenó redoblar la atención y la
dedicación durante las diez últimas noches de Ramadán, en especial la
vigésimo séptima. Esto quiere decir que existe la conciencia de que esa
noche se sigue repitiendo.
Laylat al-Qadr no es algo que
sucedió en el pasado, un acontecimiento ya acabado que simplemente
conmemoramos. Se trata de algo vivo, que podemos revivir, cada uno en la
medida de sus capacidades. El Corán desciende aquí y ahora, esta misma
noche descenderá sobre los corazones de aquellos que se abran
sinceramente a Al-lâh, si Al-lâh quiere. El musulmán tiene la
posibilidad de reproducir en sí el significado del ayuno del Profeta,
abriéndose a su Verdadero Señor, y así será bendecido por Al-lâh.
Alcanzará entonces la Paz, y su siguiente día será de auténtico islam,
de verdadero fluir con su Sustentador. Pues Al-lâh guía hacia Su Luz a
quien quiere, y a quien quiere lo deja en las tinieblas.
¿Qué es lo que nos trae? En primer lugar, nos trae el Perdón. Dijo el Profeta Muhámmad:
“Quien
de vosotros se yerga la Noche del Destino con confianza absoluta en
Al-lâh y la intención puesta únicamente en Él, sentirá borrarse sus
errores pasados”. Por eso lo primero que debemos pedir en esta
noche es que Al-lâh nos conceda su Perdón, borre nuestras faltas y nos
ayude a empezar de cero, con una conciencia renovada, con el compromiso
de vivir como musulmanes, de aplicar Su guía. El Perdón de Al-lâh nos
procura Paz, el cese de la batalla interior, el cese de los
remordimientos. De esa Paz surge el Poder de liberarnos de las pesadas
cadenas que nos impedían avanzar. La palabra árabe
Qadr
significa al mismo tiempo Destino y Poder. Al-lâh hace poderosa esta
noche depositando en ella un increíble poder, y de ese poder pueden
beneficiarse todos aquellos que lo soliciten y se esfuercen por
lograrlo. Y no es casual que hablemos de la libertad en una prisión.
Precisamente, el Ramadán tiene que ver con la prisión, en la medida en
que tiene que ver con la liberación del ser humano. Por eso dijo
Muhámmad, sobre el mes de Ramadán, que
“su principio es Rahma, su mitad es el Perdón y su final es la Liberación del Fuego”.
Esta es una forma de entender la religión, como un instrumento de
liberación que Dios ha dado al ser humano. Liberarse pasa por entregarse
completamente a Al-lâh.
Eso es algo que puede vivirse en especial en la Noche del Destino,
esa noche en la cual nuestro destino puede ser clarificado. ¿Qué podemos
hacer para cambiar nuestro destino, para salir del círculo vicioso al
cual las circunstancias nos conducen? Muchos de vosotros seguramente
estáis aquí impulsados por las circunstancias, habéis sido atrapados en
un círculo vicioso… Por eso esta es la pregunta fundamental: ¿qué
podemos hacer para mejorar nuestro destino? En primer lugar: ser
conscientes de que nosotros no podemos cambiarlo, pues está enteramente
en manos de Al-lâh. Únicamente Al-lâh puede hacerlo, pues Él tiene poder
para hacer cualquier cosa. Así pues, si queremos cambiar nuestro
destino, lo primero que debemos hacer es orientarnos a Al-lâh,
entregarnos a Él, reconocerlo como nuestro Creador y actuar en
consecuencia. Orientarse a Al-lâh significa romper con la linealidad en
la que estamos encerrados. Todos los seres humanos vivimos en una
prisión, cuyos muros pueden ser más estrechos que los de cualquier
prisión humana. Esta prisión en la que vivimos son nuestros prejuicios,
nuestras costumbres y malos hábitos adquiridos, los apegos del ego, las
falsas necesidades y expectativas que creamos, la ira, la avaricia, la
impaciencia… Si queremos que Al-lâh cambie nuestro destino, lo primero
que debemos hacer es afirmar la voluntad de romper con estos malos
hábitos, pedir perdón y orientar todos nuestros anhelos al Creador de
los cielos y la tierra.
Al orientarnos hacia Al-lâh, nos abrimos a un mundo de posibilidades
antes no pensadas. En la medida en que el ser humano se orienta a la
Realidad Única, se libera de los ídolos, de todos aquellos señuelos que
se nos presentan en la vida y nos desvían de nosotros mismos, nos hacen
olvidar a Al-lâh y nos distraen con vanos pasatiempos. En una sociedad
como la nuestra, en la cual el ser humano vive a merced de la ley de la
oferta y la demanda, en la cual los seres humanos han sido reducidos a
una fuerza de trabajo, aquel que sitúa a Al-lâh como polo de orientación
se libera de este entramado. Deja de considerar como dioses los ídolos
sociales como son el dinero, el afán de poder, el afán de triunfar sobre
los demás, el deseo de acumular más y más… Cuando nos situamos ante
Al-lâh, todo lo que parecía importante y nos obsesionaba, deja de ser
importante:
“Aparece la verdad y la falsedad se desvanece. La mentira es evanescente”
(Corán 17: 81). Quedamos liberados y ahora lo importante es lograr la
complacencia de Al-lâh. Ya no se trata de satisfacer a nuestro pequeño y
miserable ego, sino de satisfacer al Creador de los cielos y la tierra.
Es en ese momento cuando Él nos colma con su Misericordia.
Si queremos que Al-lâh nos libere, cambie nuestro destino y derrame
su rahma sobre nosotros, esta es una noche excelente para lograr este
propósito. O por lo menos, para interiorizar esa intención, para que un
día logremos realizarla. La Noche del Poder es mejor que mil meses. En
ella descienden los ángeles y el Espíritu, para dar respuesta a todo
aquello que nos preocupa o esta pendiente de resolución. Así pues, os
animo a hacer examen de conciencia y a pasar esta noche en vela
recordando a Al-lâh, recitando su Libro, alabándolo, pidiéndole que nos
libere de nuestras carencias y borre nuestras faltas, postrándonos y
cayendo derrotados ante Al-lâh.
Dua
¡Al-lâhuma, oh Compasivo; oh Misericordioso; Tu eres Quien responde a
las súplicas; el Dueño de las buenas acciones; el Perdonador de los
errores; el Dispensador de los obsequios; Quien satisface los anhelos;
Quien escucha los lamentos; el Mejor de los auxiliadores. ¡Socorremos,
socórrenos, sálvanos del fuego; oh Señor!
Oh Al-lâh, Quien pone a prueba a los humanos; Quien es Protección
ante la dificultad; Esperanza ante la desgracia; Acompañante en la
soledad; Auxiliador en la aflicción; Guía en el desconcierto; Riqueza en
la pobreza; Refugio en el apremio. ¡Socorremos, socórrenos, sálvanos
del fuego; oh Señor!
Oh Al-lâh, el Sanador de los corazones; Quien ilumina los corazones;
Quien intima con los corazones. ¡Glorificado Seas! ¡No hay divinidad
sino Tú! ¡Socorremos, socórrenos, sálvanos del fuego; oh Señor!
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