viernes, 15 de enero de 2010

la hegira

LA HÉGIRA



Hace pocos días ha comenzado el año 1424 de la Hégira. Hace, por tanto, 1424 años, los musulmanes emigraron de Meca a Medina, abandonando la estrechez a la que los tenían sometidos los señores de Meca para respirar aire puro y desencadenar la historia. Ese acontecimiento, aparentemente insignificante en su momento, ha tenido repercusiones colosales para la humanidad.

La Hégira (al-Hiÿra), esa Emigración, fue la ocasión elegida para fijar el comienzo del calendario islámico. Marcó, pues, el año cero del Islam, si bien el Corán había empezado a ser revelado trece años antes. Diez años después de la Hégira, el Profeta (s.a.s.) murió y fue enterrado en Medina, la ciudad a la que había emigrado. A lo largo de esos diez años, el Islam fue tomando un cuerpo definitivo. Necesitaba de la independencia que le proporció estar lejos de Meca para poder alcanzar la plena madurez. La Hégira, el paso de Meca a Medina, fue el signo de un cambio que permitió al Islam crecer.

La Emigración no fue una huida. Al contrario, fue el paso exigido por la circunstancias. En toda situación de aprieto, para no morir, es bueno buscar una salida que permita la realización de lo que el ahogo no deja crecer. A lo largo de trece años, el Profeta (s.a.s.) había ido construyendo en Meca una comunidad que demandaba espacios abiertos para no consumirse en sí misma, y la Emigración fue la respuesta a esa inquietud que se había vuelto imparable.

La Hégira enfrentó a los musulmanes con la realidad de la elección que habían hecho. Los asomó al desierto en medio del cual habrían de construir su propia realidad. El abandono de Meca supuso la aceptación del reto que el Islam representa. En ese vértigo que está en la base de la sensibilidad del unitario el musulmán adquirió la fortaleza que le hizo reconquistar después Meca, ya como señor y no como oprimido.

Es necesario que diferenciemos entre lo que son una huida y una emigración. La huida es una forma de eludir la realidad, mientras que la emigración es una manera de enfrentarse a ella. Los musulmanes no se habían rendido, sino que buscaron su propia soberanía. La reconquista de Meca fue el resultado de esa voluntad.

La Emigración se construyó sobre bases sólidas, sobre trece años de trabajo anterior, y no fue la consecuencia de espejismos. La huida tiene en su fundamento al miedo, pero la emigración se asienta sobre el deseo y la esperanza. El resultado, como hemos dicho, fue la ‘materialización’ del Islam, su concreción como fuerza que movilizó la historia.

Ese dinamismo, esa capacidad para moverse e, incluso, emigrar, si es necesario, antes que aceptar resignadamente la estrechez y la opresión, es uno de los elementos que está en la semilla de la vitalidad del Islam. Y, así, el Corán enseña que en lugar de dejarse abatir por la realidad “los horizontes de Allah son amplios, por tanto, ¡emigrad!”... Es así como constantemente se renueva en la espontaneidad de sus gentes, siempre dispuestas a retomar lo esencial y expandirlo como exteriorización de su propia grandeza.

En el Islam se haba de dos necesarias emigraciones. Una es física: cuando algo aplasta al ser humano, éste debe buscarse salidas, y, si es necesario, no debe dudar en viajar. Los viajes, en el Islam, siempre han sido estimulados, porque desahogan el ánimo, facilitan los intercambios, son fuentes de una riqueza variada. Pero hay otra Emigración que es aún más necesaria, y es la Hégira interior, con la que se deja atrás la estrechez del ego para abrirse a los horizontes infinitos de la Verdad que todo lo crea.

Todo musulmán debe tener claro que la Emigración forma parte del Islam, que es una puerta siempre abierta para el ser humano. La Emigración es un poderoso grito contra las fronteras (las que existen en el mundo y las que hay dentro de cada uno de nosotros). Sólo con esa trasgresión se produce una auténtica libertad en la Inmensidad de Allah.

La Hégira fue el comienzo de una nueva era, la del Islam. Es hermoso que en la raíz del Islam esté esa búsqueda de horizontes amplios como signo de una vocación que debemos renovar y recuperar. La Hégira es la firme decisión de no dejarse ahogar ni aplastar por las circunstancias, pues el mundo de Allah es amplio y rico. Quien se contenta con la miseria, quien se resigna con la muerte, se hunde en su propia incapacidad, en su cortedad. La Hégira nos enseña que el Profeta y los suyos no se resignaron a ser víctimas, sino que abrieron puertas y buscaron dejar de ser oprimidos y retornar al mundo como señores.

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