miércoles, 26 de enero de 2011

La protesta tunecina llega a otros países árabes

La protesta tunecina llega a otros países árabes


Un desempleado se quema a lo bonzo en Argelia, Libia censura Youtube, los estudiantes se manifiestan en Yemen y los sindicalistas en Jordania, Egipto dice que los temores de contagio son "absurdos".



La movilización tunecina que ha acabado con la dictadura de Ben Ali empieza a tener eco en otros países árabes, en los que empiezan a brotar conatos de protestas. El más dramático se ha registrado en Argelia, donde un hombre de 37 años se ha quemado a lo bonzo en la región de Tebessa, cerca de la frontera con Túnez, para protestar por la falta de empleo. Mohcin Buterfif ha sido hospitalizado en estado grave. Fue precisamente una acción similar la que desencadenó las protestas en Túnez la semana pasada. Quizás por eso las autoridades argelinas se han apresurado a destituir al alcalde de Bujadra, que se había negado a recibir a Buterfif y a una veintena de jóvenes que lo acompañaban. Esta es la cuarta tentativa de suicidio por fuego que se registra en Argelia desde el miércoles pasado, según el diario El Watan. En todos los casos se trata de hombres jóvenes sin empleo.

Libia, otro país magrebí atenazado por una dictadura, está siendo también escenario de algunas protestas en las ciudades de Darna y Bengasi, donde se estarían registrando incidentes y quemas de algunos comercios. Hay también focos de protestas en Trípoli, donde se han desplegado las fuerzas de seguridad. Las informaciones, que proceden de las redes sociales de Internet, son escasas. El Gobierno de Muamar el Gadafi ha bloqueado Youtube esta tarde.

El eco de las protestas se ha expandido fuera del Magreb. Miles de universitarios se han manifestado en Saná, la capital de Yemen, para solidarizarse con los tunecinos y llamar a los pueblos árabes a rebelarse contra unos dirigentes "mentirosos y asustados". "Túnez de la libertad, Saná te saluda mil veces", han cantado los estudiantes, que también han lanzado consignas contra Alí Abdalá Saleh, presidente de Yemen desde hace 32 años.

En Jordania, quienes han capitaneado las protestas han sido unos cientos de militantes de sindicatos y partidos islámicos, que se han plantado ante la sede del Parlamento, en Ammán, para pedir la dimisión del primer ministro, Samir Rifai, junto con reformas políticas y electorales. Además, han criticado al Parlamento por dar, hace un mes, un voto de confianza al Gobierno con una mayoría sin precedentes.

Pese a todo, el ministro de Exteriores de Egipto, Ahmad Aboul Gheit, ha calificado de "absurdos" los temores al contagio de las protestas a otros países árabes. "Cada sociedad tiene sus propias especificidades. Aquellos que buscan provocar una escalada no lograrán sus objetivos", ha dicho. Gheit también ha advertido a Occidente que no se inmiscuya en los asuntos árabes. Hace unos días, la secretaria de Estado de EE UU, Hillary Clinton, llamó a los Gobiernos árabes a emprender reformas democráticas.


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Egipto siente el efecto Túnez

Por Emad Mekay
Corresponsal en Egipto
Inter Press Service, enero 2011

El Cairo.– "¿Dónde puedo encontrar una bandera tunecina?" La pregunta recorrió las redes sociales cibernéticas de Egipto minutos después de que protestas populares en Túnez derrocaran al dictador Zine el Abidine Ben Ali.



Desde que los tunecinos depusieron a su autocrático gobernante el viernes pasado, luego de 23 años en el poder, Egipto es visto como el principal candidato para otro cambio de régimen en el mundo árabe.

El analista John R. Bradley había predicho en junio de 2008 una revolución en Egipto. Señaló que este país se desintegraba lentamente bajo dos presiones: una "implacable dictadura militar" y una errada política de Estados Unidos hacia Medio Oriente.

En su libro, "Inside Egypt: The Land of the Pharaohs on the Brink of a Revolution" ("Egipto por dentro: la tierra de los faraones al borde de la revolución"), Bradely sostuvo que éste era el "más brutal estado árabe", donde la tortura y la corrupción eran "endémicas", y por tanto sería la próxima pieza de "dominó en caer" ante la furia popular. El libro fue prohibido en Egipto. Sin embargo, analistas en El Cairo opinan que el régimen de Hosni Mubarak, de 82 años, es mucho más fuerte que el de Ben Ali, incapaz de controlar las manifestaciones que estallaron el 17 de diciembre.

Mubarak cuenta con fuerte respaldo del ejército y de muchos empresarios.

"Debemos recordar que sobrevivió a por lo menos tres intentos de asesinato y a cientos de protestas y manifestaciones contra los precios de los alimentos y otros temas", señaló el analista independiente Khaled Mahmoud.

"Mubarak es simplemente mucho más fuerte que Ben Ali, y goza del respaldo de la institución más poderosa del país: el ejército", afirmó.

Además, Mahmoud sostuvo que Ben Ali había demostrado ser "débil" durante las protestas. "Su desempeño fue muy débil. Los tunecinos percibieron su fragilidad y se dieron cuenta de que lo que temían era solo una ilusión", dijo.

A Mubarak se le reconoce el haber creado una "inteligente" red de poder, ocasionalmente permitiendo libertades para calmar malestares.

"El régimen canaliza cierto malestar a través de programas televisivos de debate y tolerando algunas protestas callejeras, artículos de opinión en diarios y huelgas", dijo a IPS el analista político Amr Elshobaki, del semi–oficial Centro Al Ahram para Estudios Estratégicos en El Cairo.

"Esto ayuda a liberar cierta frustración en vez de permitir que vaya adquiriendo fuerza", añadió.

Elshobaki señaló otra diferencia. Los sindicatos tunecinos han mantenido su estructura y su integridad, mientras que los egipcios se han convertido "en una suerte de entidad gubernamental". "Sus líderes son personal del gobierno", señaló.

Además, el régimen egipcio ha usado la religión astutamente para mantener a los jóvenes bajo control e incluso ganarlos como colaboradores. El movimiento islámico salafi, que condena toda oposición a un gobernante musulmán, convierte la pasión de los jóvenes en una "religión pasiva", explicó Elshobaki.

Tanto el movimiento salafi como los líderes cristianos coptos egipcios son oficialistas. "No vemos muchas similitudes entre Túnez y Egipto", sostuvo.

Pero activistas, académicos y periodistas independientes no tienen la misma opinión, y aseguran que Egipto está cerca de experimentar una gran revuelta popular.

"Al igual que Ben Ali, Mubarak no le ofrece nada a su pueblo, sino tiranía, leyes de emergencia y ejércitos. Son iguales y nadie los quiere", sostuvo Ibrahim Issa, editor del periódico en Internet Al Dostor y uno de los principales críticos del régimen en El Cairo.

"Lo que nos mostraron los tunecinos es que el cambio llegará inevitablemente para barrer con todos los títeres de Washington y de Tel Aviv en las naciones árabes", afirmó.

Otros reconocen similitudes en las tácticas represivas de la policía en ambas naciones, que en parte desencadenaron la furia popular en Túnez.

"La expulsión de Ben Ali muestra cómo este modelo de gobierno, que existe en muchos países árabes incluyendo a Egipto, es frágil", dijo Bahai El–Deen Hassan, jefe del Centro por los Derechos Humanos en El Cairo. "Los estados policiales no son sostenibles", señaló.


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Cuatro egipcios se queman a lo bonzo
en protesta contra el gobierno

Por Nuria Tesón
Desde El Cairo
El País, 18/01/11

Uno de ellos, un joven desempleado de 25 años de Alejandría, ha muerto.– Los otros tres están heridos tras prenderse fuego en El Cairo y en Ismailiya.



Simbólicamente el fuego ha representado el germen de lo que se reproduce, un mediador entre las formas en desaparición y las formas en creación. Una metáfora, al fin y al cabo, de lo que se transforma y regenera: del cambio. Pero, lejos de disquisiciones filosóficas el fuego está siendo para los árabes su herramienta de denuncia y de deseo de reforma. Hoy un hombre de 25 años ha muerto en la costera ciudad mediterránea de Alejandría tras haberse quemado a lo bonzo. Mientras, otros dos egipcios se prendieron fuego en El Cairo, y uno en la ciudad costera de Ismailiya, sin que el Gobierno de Hosni Mubarak se haya pronunciado al respecto. Estas cuatro inmolaciones siguen a otra acaecida ayer ante las puertas del Parlamento egipcio que coincidía con acciones similares en Mauritania y Argelia.

Pocos dudan de que el detonante ha sido la quema del joven tunecino Mohamed Bouazizi el pasado 17 de diciembre, después de que la policía local reventara el puesto ambulante de verduras con el que se ganaba la vida porque no disponía de licencia. Esta acción desató las protestas que han desembocado en el derrocamiento del presidente Zine el Abidine Ben Alí y parece haber inspirado un movimiento de protesta que empieza a extenderse por otros países árabes norteafricanos que se identifican plenamente con los motivos del joven tunecino: alta tasa de paro, principalmente entre los más jóvenes, regímenes autocráticos y centralistas con una administración corrupta, elevado porcentaje de población sin apenas recursos para cubrir necesidades básicas.

Aunque en estos casos la policía ha argumentado que se trata de personas con algún tipo de enfermedad mental, lo cierto es que muchos consideran estas acciones la chispa de un movimiento mayor que acabe por derrocar al régimen de Hosni Mubarak. El dictador de 82 años que con el beneplácito de Occidente gobierna Egipto desde hace 30 años bajo una Ley de Emergencia, ha sido puesto en el punto de mira desde que su homólogo tunecino embarcase en un avión en dirección a Arabia Saudí. Durante toda la pasada semana se han sucedido en la capital egipcia manifestaciones ante la embajada de Túnez en las que se gritaron eslóganes señalando a Mubarak como el siguiente en la lista o instándole a tomar un avión.

Protestas con fuego

Mientras cuatro hombres se inmolaban a lo bonzo, en El Cairo llovía inusualmente. Agua contra fuego. Un abogado, un jubilado, un mecánico y un parado se han prendido fuego para denunciar el mal funcionamiento de la Administración, la Policía así como la política laboral del Gobierno. En Alejandría, un parado de 25 años e identificado como Ahmad Hashem, se quemó con queroseno líquido en el tejado del edificio donde vivía en el barrio de Al Muntaza. El hombre, un licenciado en Derecho que llevaba tiempo buscando trabajo sin éxito, ha fallecido en un hospital de la ciudad a causa de las quemaduras de tercer grado que padecía, según fuentes de la dirección de Salud de Alejandría.

Mohamed Faruk Mohamed Hasan, un abogado egipcio de 50 años, fue al Parlamento para denunciar que la Policía egipcia no había hecho lo suficiente para dar con el paradero de su hija, desaparecida hace tres meses, según informan distintos medios egipcios. Poco después el jubilado Sayed Ali al Sayed, vertía líquidos inflamables sobre sus extremidades inferiores y era detenido cuando empezaba a arder. Al Sayed fue trasladado al hospital de Munira, el más cercano al lugar de los hechos, donde además de Mohamed Hasan, se encuentra hospitalizado Abdou Abdel Moneim. El hombre de 49 años, sufrió quemaduras de tercer grado ayer al rociarse con gasolina mientras gritaba: "Fuerzas de seguridad nacional: he perdido mis derechos en este país". Dueño de un restaurante en Ismailiya, protestaba contra la decisión de las autoridades de cerrar su local.

Ismailiya también fue escenario hoy de otra protesta similar, esta vez, un mecánico de 35 años, identificado como Tarek Mohamed al Gadafi, y que según fuentes de seguridad, había sido requerido por la policía. Actualmente se encuentra hospitalizado por las quemaduras.

A la luz de estos sucesos, según publica un diario egipcio, el Gobierno habría prohibido la venta de bidones de gasolina en los lugares de repostaje bajo la amenaza de cerrar los establecimientos.

Más manifestaciones

Un puñado de activistas se concentraron ayer en lo que aseguraban sería un anticipo de lo que vendrá. Las web de los movimientos opositores como Kifaya, Jóvenes del 6 de Abril o Todos somos Khaled Said (el joven torturado hasta la muerte por la policía el pasado año), están que arden los últimos días tratando de organizar una revuelta popular que dé al traste con el Gobierno del rais. Han cambiado sus perfiles en Facebook por una imagen en la que se funden la bandera egipcia y la tunecina y claman por una protesta internacional ante sus embajadas en el extranjero.

El país del Nilo, con una población de más de 80 millones de personas de las que casi la mitad viven por debajo del umbral de la pobreza, solo ha visto auténticas revueltas callejeras cuando el precio del pan se ha incrementado. En el último año la inflación de los productos básicos se ha disparado. Un informe de la Agencia Central de Movilización Pública y Estadísticas refleja que los precios de la carne y aves de corral han aumentado un 28,7%; los de los productos lácteos, un 8,1%; los de la fruta y hortalizas, un 16,2%, y los del azúcar, un 16,3%.

En 2008 una cincuentena de personas perdieron la vida en las colas de las panaderías. Este otoño ante el aumento de precios muchos egipcios volvieron a echarse a la calle. Pero el Gobierno tuvo una rápida reacción inyectando más fondos para el pan subsidiado. En Egipto el Estado subvenciona el pan que es para un elevado número de egipcios la base de una dieta en la que no abunda la carne, cuyo precio ronda las 75 libras egipcias (10 euros) el kilo, mientras el sueldo de un profesor es de 1.000 libras (133 euros) al mes. Con el fin de paliar esta situación, Egipto compra una media de ocho millones de toneladas de trigo anualmente para producir este pan.

Siempre un paso por delante, esta semana el Gobierno anunciaba que retrasaría la tercera fase de subida de precio de la energía, prevista para el pasado 6 de enero. Fuentes gubernamentales señalaban a medios egipcios que se prevé que la congelación sea hasta junio porque hay indicios de que un aumento de precios no sería aceptado en este momento.


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Miles de jordanos salen a la calle para
pedir pan y un nuevo gobierno

Por Moussa Hattar
Agence France–Presse (AFP), 15/01/11 |

Miles de personas se manifestaron ayer en calma en varias ciudades de Jordania para protestar contra el paro y la inflación y exigir la caída del Gobierno.

Unas 8.000 personas, según los organizadores, se manifestaron en Amman, Irbid, Salt, Karak, Ma'an y Diban, sin que se registrasen incidentes. La Policía contó a 1.000 manifestantes en Amman y no dio una cifra global.

Las movilizaciones comenzaron tras el rezo del viernes, con presencia de sindicalistas y miembros de partidos de izquierda, en medio de una fuerte presencia policial, informó un periodista de France Presse.

«Jordania pertenece a los ricos», «No es fiéis de nuestra hambre ni de nuestra ira», «Abajo el Gobierno de [Samir] Rifai», «Saludos a los tunecinos libres» o «2011, año de cambios en el mundo árabe» eran algunos de los lemas que podían leerse en las pancartas.

«Quien nombra a los gobiernos es el responsable. La lucha contra la corrupción comienza por la cabeza», señaló el ex diputado Leith Shbeilat. Según la Constitución, es el rey [y no el Parlamento] quien nombra al primer ministro.


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Revolución democrática en el Magreb

Es posible derrocar a un autócrata árabe

Por Javier Valenzuela
El País, 15/01/11

Desde el Atlántico al Mar Rojo, los países del norte de África comparten no sólo vínculos étnicos, lingüísticos, culturales y religiosos, sino también lacras contemporáneas: regímenes autoritarios, corrupción institucionalizada, desarrollo económico raquítico y profundas desigualdades sociales. Tienen asimismo en común el que sus poblaciones sean muy jóvenes, mayoritariamente por debajo de los 30 años. Estas juventudes –vitalistas, conocedoras de lo que ocurre en el mundo gracias a la tele por satélite y a Internet, con mayores estudios que sus padres y abuelos– están hartas tanto de las estrecheces económicas como de ser tratadas como animales por sus gobernantes y sus burocracias.

Así que, tras el derrocamiento ayer del autócrata Ben Ali, el primer triunfo de una revuelta popular laica y democrática en un país árabe, cabe preguntarse tanto por el futuro de Túnez como por el posible efecto contagio en Argelia, Egipto e incluso Marruecos. Los jóvenes y los reformistas y demócratas del Magreb y el valle del Nilo no tardaron en enterarse de que los tunecinos lo habían conseguido, habían ganado, pagando por ello un elevado precio en sangre, el primer gran asalto de su combate. Es posible echar a un déspota árabe, aunque tenga detrás un tremendo aparato represivo y aunque esté considerado como un alumno modélico por el FMI y como un socio privilegiado por la Unión Europea.

Días atrás, la revuelta tunecina ya tuvo ecos en Argelia, cuya juventud no vive menos hastiada y que, hace dos décadas, protagonizó una gran protesta contra el régimen del FLN que, tristemente, no culminó en una democracia plena, sino en una guerra civil y en lo hoy existente. Cabe, pues, imaginar que anoche mismo los gobernantes vecinos del derrocado Ben Ali pusieron sus barbas a remojar. ¿En qué sentido? ¿Ordenando a sus servicios de seguridad un mayor celo represivo? ¿Imaginando posibles aperturas que les eviten la suerte de su colega? En buena medida, la adopción de una u otra alternativa depende también de la actitud de Europa y Estados Unidos. Si los occidentales emiten un claro mensaje a favor del cambio, algo podría moverse en dirección positiva; si se olvidan, como han hecho hasta ahora, de que hay una alternativa al dilema entre autocracia e islamismo, esto es, la democracia, la dirección será negativa.

En los últimos días se veía que el régimen tunecino se desmoronaba. Se podía intuir que el valeroso combate de la calle iba acompañado por presiones desde dentro del poder. Y debieron ser los militares los que ayer le dijeron a Ben Ali que tomara un avión de inmediato tras ver que miles de jóvenes exigían en la calle el final de su carrera política y se declaraban dispuestos a dar su sangre para obtenerlo. Ojalá que ahora el Ejército tunecino tenga altura de miras y garantice, como hizo el portugués en su día, una transición pacífica hacia un Estado de derecho. Y ojalá los gobiernos y opiniones públicas de Europa comprendan que la seguridad en la ribera meridional del Mediterráneo no la garantizan los déspotas, sólo podrían hacerlo las democracias.

Se pontificaba mucho sobre la imposibilidad de movimientos democráticos en países árabes y musulmanes. Se justificaba con ello el sostén occidental a sus dictaduras siempre y cuando repriman a los islamistas, controlen la inmigración clandestina y garanticen el suministro de gas y petróleo. Los sucesos de Túnez evidencia que esa es una visión de peligrosa miopía. No hay nada en ese universo, como no había nada en Portugal y España, que le condene fatalmente a la ausencia de democracia.


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Lecciones tunecinas para Europa

Por Ignacio Cembrero
El País, 16/01/11

Veintisiete días de revuelta popular han dado al traste con el régimen supuestamente más estable del norte de África porque era, junto con Libia, el que gozaba del más alto nivel de vida y había además aniquilado a los islamistas. Así era descrita la dictadura de Ben Ali en las cancillerías de Francia, Italia y España, los tres países europeos más afines a Túnez.

Si algo ha quedado claro tras el derrocamiento de Ben Ali es la enorme fragilidad de los sistemas políticos norteafricanos cuyos rasgos, de nuevo con la excepción de Libia, son bastante similares. Todos ellos reciben, sin embargo, un ciego apoyo de Europa, liderada por Francia, la principal antigua potencia colonial, y con el pleno respaldo de España e Italia.

Miguel Ángel Moratinos, ministro de Asuntos Exteriores español hasta octubre pasado, se enorgullecía de haber logrado que la Unión Europea otorgara a Marruecos, en 2008, esa relación privilegiada llamada "estatuto avanzado". Lamentaba, en cambio, que a la presidencia española de la UE no le hubiera dado tiempo, en 2010, a conceder a Túnez el mismo trato aventajado.

Esa apuesta ciega por Ben Ali Francia la mantuvo prácticamente hasta el viernes, el mismo día de su huida, casi como España. El 11 de enero por la noche, tres días antes del derrocamiento, el Ministerio de Exteriores español emitía un primer comunicado timorato en el que no condenaba el uso desproporcionado de la violencia por la policía ni tampoco pedía la liberación de los detenidos.

Antes de la caída de Ben Ali los pronunciamientos de París, Madrid y Roma ya se quedaban cortos, en comparación con los de Catherine Ashton, en nombre de la UE, y más aún de los emitidos por las diplomacias de EE UU y Canadá. Después del derrumbe de la dictadura tampoco "aplaudieron", con el entusiasmo de Barack Obama, "la valentía y la dignidad del pueblo tunecino".

Desde hace más de dos décadas, Europa no movió un dedo para animar a Ben Ali a flexibilizar su régimen –nunca amenazó con recurrir a la cláusula de derechos humanos del tratado de asociación de abril de 1995– ni tampoco ayudó a la oposición democrática a prepararse para el relevo. Para Ben Ali el camino quedó expedito. Su estrecha relación con la UE no le impidió dar nuevas vueltas de tuerca.

A finales de 1995, el presidente Felipe González viajó a Túnez, en plena represión de los socialdemócratas tunecinos, para firmar el tratado de amistad y cooperación bilateral. En público omitió denunciarla y solo recibió a sus correligionarios socialistas unos minutos, de pie, durante la recepción que ofreció en la residencia del embajador de España. Quince años después, el Ministerio de Exteriores negó, en noviembre, visados a varios disidentes tunecinos a los que IFEX, una ONG canadiense, había dado cita en Madrid.

Si en Túnez la oposición ha sido laminada es ante todo culpa de Ben Ali, pero también del sur de Europa incapaz de tender la mano a los demócratas. En otros continentes España actuó de otra manera. Los gobiernos, partidos y sociedad civil española jugaron un papel en el ocaso de las dictaduras de varios países de América Latina y lo intentaron también, en vano, en Guinea Ecuatorial, pero Teodoro Obiang resistió los embates.

El aplastamiento de la oposición dificulta ahora la transición en Túnez. La ausencia de una corriente democrática consolidada puede animar a algún colaborador del derrocado presidente a adueñarse del poder o dejar la vía libre a los islamistas. En Túnez tienen ahora poco peso, pero en Egipto (Hermanos Musulmanes) y en Marruecos (Justicia y Caridad), constituyen el grueso de la oposición.

A lo largo de los 23 años del régimen de Ben Ali, Europa no ha respaldado una auténtica estabilidad sino que ha apuntalado una dictadura que deja en herencia un erial político en el que pueden crecer las malas hierbas. Convendría que revise sus relaciones con los demás países norteafricanos y que secunde a los demócratas para que no suceda allí lo mismo en breve.

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