martes, 1 de febrero de 2011

Arqueoastronomia en Chile Ruinas Incaicas en Cerro Mercachas

Arqueoastronomia en Chile Ruinas Incaicas en Cerro Mercachas


Juan Crocco Abalos


Sobre la cumbre del Cerro Mercachas, conocido también como Cerro La Mesa y que está localizado en 32°45' S y 70°30' W, en la ribera sur del río Aconcagua y al este de la ciudad de Los Andes, Chile, hay ruinas de origen incaico compuestas de muros y recintos circulares de piedras.


Estas ruinas fueron reconocidas por Sanguinetti[1] quien contabilizo alrededor de 25 recintos, los de mayores tamaños ubicados al noreste del cerro con una amplia visibilidad hacia las más altas cumbres como el Aconcagua. Describe asimismo una hilera de piedras de poco más de 80 cm de ancho, orientada de norte a sur, con espacios circulares cada tres metros. En el plano presentado por Stehberg[2] figura un segundo alineamiento de piedras un poco más al sur, que está orientado aproximadamente a 70° al noreste.


Coros y Coros[3] precisan que algunos de estos recintos tienen plantas rectangulares y están orientados según los puntos cardinales, orientados con no más de 6 a 10° de diferencia respecto del norte. En relación a la hilera de piedras orientadas de norte a sur, indican que esta tiene 26 m de largo y tiene 8 espacios circulares de 50 a 70 cm, dispuestos cada tres metros. Hacia el norte está alineado con el Cerro Infiernillo, donde han ubicado ruinas de origen incaico.


Stehberg también señala la presencia de tres bloques de petroglifos, que al parecer pertenecen a la cultura Aconcagua, sugiriendo que el cerro era utilizado como mirador en tiempos preincaicos. Stehberg señala que en uno de estos bloques, emplazado fuera de los muros perimetrales exhibe 9 círculos con punto central, de diversos diámetros, dispuestos en forma más o menos circular.


Sánchez[4] destaca que si bien el complejo arquitectónico Cerro Mercachas se puede incluir dentro de la Fase Diaguita-Inca del curso superior del río Aconcagua, es destacable que en éste sólo se encuentran los elementos decorativos y de forma más típicamente cuzqueños de la fase.


Si bien las ruinas cuentan con muros perimetrales que sugieren que se trata de un Pucará, este nunca cumplió función defensiva. Su gran elevación con respecto al piso del valle, impide la visión de cualquier detalle hacia abajo. Tampoco es observable desde el valle.


La descripción que da Vivar[5] del ataque de Valdivia a Michimalongo, quien ocupaba posiciones en el curso superior del río Aconcagua, parece referirse a un pucará construido en los alrededores del Cerro Mercachas pero no en su cumbre. Asimismo los restos culturales encontrados en la cumbre por Sanguinetti son escasos, por lo que considera inapropiado atribuirle un carácter de fortaleza militar.


¿Qué función cumplían las construcciones del Cerro Mercachas? Coros y Coros sugieren que se trataría de una huaca o adoratorio. Fundamentan su conclusión además en que el vocablo Mercachas proviene del quechua y significa guardador, atesorador, fundador, huaca principal o ídolo de un pueblo. Sanchez coincide con Coros y Coros e indica que corresponde a la instauración Inca de sus propios adoratorios, legitimando para sí un dominio político-religioso sobre el territorio.


En atención a que la mayoría de los recintos más grandes presentan una amplia visibilidad hacia las más altas cumbres como el Aconcagua, sugiere que las ceremonias que allí se celebraban tenían relación con ese monte y con los eventos astronómicos que ocurrían en ese sector del horizonte.


Para esto es importante tener en consideración que era práctica frecuente de los Incas disponer ciertas edificaciones según alineaciones astronómicas. Esto no sólo se verifica en Cuzco[6]sino también en algunos tambos del Chinchaysuyu[7]. Boccas y Bustamante[8] señalan al Cuzco con sus ceques y pilares marcando fechas solares y el Coricancha alineado con las Pléyades, al Torreón de Machu Picchu alineado con solsticio y las Pléyades, la Isla del Sol en el lago Titicaca, antiguo centro de peregrinación con sus pilares solares recientemente descubiertos.


Para Chile, los mismos autores mencionan al pucará incaico de Chena, diseñado según las trayectorias del sol, y el pucará de Lasana, con una pieza ceremonial con ventanas indicando fechas claves. La observación del cielo no era privativa de los Incas que conquistaron el territorio chileno. Bustamante describe sitios pertenecientes a las culturas Molle y Diaguitas, ambas preincaicas, donde destaca el arte rupestre del valle de Illapel y sus alineamientos con los equinoccios[9].


Los Incas habían desarrollado una compleja astronomía, basada en la salida y puesta del sol (inti), la luna (quilla) y ciertos planetas y astros, particularmente Venus (chasca) y las Pléyades (collca)[10].


Las Pléyades o Collca


De acuerdo a Aveni, la salida heliaca[11] de las Pléyades da inicio al año Inca, lo que ocurre unos 13 a 15 días antes del solsticio de invierno. Ellos vieron una relación entre el tiempo en que las Pléyades son visibles y el ciclo agrícola anual. De esta manera uno de los nombres con que designaban al cúmulo era Collca, que significa depósito de alimentos en quechua[12]. Las Pléyades están ausentes del cielo nocturno entre el 3 de mayo y 9 de junio, durante un período de 37 días, período que coincide con el que media entre la cosecha y la próxima época de siembra en el altiplano.


La observación de la primera aparición de las Pléyades no sólo definía el inicio del año Inca, sino también les permitía pronosticar las precipitaciones en la siguiente temporada y según esto adelantar o atrasar las siembras.


Esta práctica aun se realiza hoy en grandes áreas entre Huancayo, Perú, y Potosí, Bolivia (12° a 19° S). A mediados de junio, después del solsticio de invierno, grupos de campesinos indígenas ascienden a cerros y montes para apreciar la apariencia de las Pléyades. Orlove, Chiang y Cane[13] han encontrado que esta práctica tiene una base científica pues la apariencia de las Pléyades predice el fenómeno del Niño y la disponibilidad de lluvias de verano en aquellas latitudes. Las precipitaciones a su vez tienen una relación directa con el volumen de las cosechas.








Según estos autores, en un año con El Niño abunda nubosidad de tipo cirros en altitudes elevadas y por lo tanto se verán menos estrellas en el cúmulo. Por el contrario, en un año normal se podrán ver a simple vista unas 11 estrellas del cúmulo.


En la latitud del Cerro Mercachas, los fenómenos asociados al solsticio de invierno, ocurren entre los 50° y 80° de azimut. El horizonte es dominado aquí por la cumbre del Aconcagua


Desde el Cerro Mercacha, a inicios del siglo XV, la salida heliaca de las Pléyades se observaba con un azimut de 60°, entre el sur del Cerro Catedral y la ladera norte del Aconcagua, unos 13 – 15 días antes del solsticio de invierno.


La aparición de las Pléyades en las cercanías del Aconcagua debe haber llamado la atención de los Amautas del Incario, no solo por la connotación que este cúmulo tenía, sino también por el hecho que aparecía en las cercanías de la cumbre del Aconcagua, la que por su tamaño debe haber sido una montaña sagrada para los Incas.


La observación de las Pléyades también era efectuada por otras culturas pre-incaicas. Galindo menciona que en varias culturas peruanas anteriores al incario se iniciaba el año con la aparición de este cúmulo. ¿Podrá ser los 9 círculos con punto central, de diversos diámetros, dispuestos en forma más o menos circular que menciona Stehberg una representación de las Pléyades efectuadas por culturas preincaicas?
Latcham[14] da cuenta de una piedra tacita en el Cerro Huechún (32° 59' S; 70° 48' W). "En su falda norte, a 500 metros de altura sobre el llano, en una pequeña meseta cuyo respaldo está defendido por farellones verticales que se eleva 100 metros, hay una gran piedra de 3 por 2,8 metros, con nueve tacitas…Está en un lugar inaccesible lejos de toda habitación".


Desde este sitio se domina básicamente las mismas altas cumbres que en el Mercachas. Por su posición, los eventos astronómicos que acá se describen ocurren entre los 50° y 70° de azimut. Así, la salida heliaca de las Pléyades se ve igual que desde el Mercachas, es decir entre el Cerro Catedral y el Aconcagua. ¿Serán estas nueve tacitas una representación de las Pléyades?


Las montañas sagradas y el clima


Reinhard[15] señala que el dios del clima (Illapa) seguía al Sol (Inti) en orden de importancia en el panteón Inca. Illapa controlaba la lluvia, el granizo, la tempestad, los relámpagos, la nieve, el trueno, etc. Se creía que la deidad que controlaba el clima vivía en las altas montañas. Así, las montañas andinas eran consideradas como las fuerzas vitales controladoras del clima y dispensadoras del agua para la fertilidad de ganados y cosechas. Este concepto tiene una base ecológica, en que todos estos fenómenos tienen normalmente en las montañas su lugar de origen al igual que los ríos que surgen de ellas. La conexión entre montañas, nubes y lluvia era obvia en tiempos pasados, aun cuando subsisten ceremonias para obtener agua de las montañas tanto en el Norte de Chile como en diversas partes de Bolivia y Perú.


Sacrificios humanos o Capacocha
En la cumbre del Aconcagua se encuentra un santuario de altura, donde realizó el sacrificio de un niño de 7 a 8 años, lo que se denominaba Capacocha. El sacrificio humano era esencial para el necesario equilibrio entre los humanos y el mundo divino, ya que existía la creencia que las personas sacrificadas se convertían en representantes de los hombres frente a las divinidades, pudiendo intervenir en su favor. Este se realizaba sólo bajo circunstancias especiales, tales como el Inti Raymi, fiesta que seguía al solsticio de invierno, grandes sequías y catástrofes, el ascenso de un nuevo Inca o algún acontecimiento importante para el Estado. Dentro de este contexto, el sacrificio era una suerte de pago a las divinidades por los favores recibidos, razón por lo que niños y jóvenes ofrendados generalmente eran miembros de alguna familia importante[16].

Su relación con la fertilidad es evidente. Según Reinhard conjuntamente con el sacrificio humano se incluían estatuillas humanas y de animales de oro, plata y de Mullú, la concha del Spondylus. Esta última era la ofrenda favorita de los Incas para las fuentes de agua e indispensable en las ceremonias para la lluvia. Es de destacar que Capacocha viene del quechua Qapaq, que significa rico, poderoso, gran noble; y de Qocha, que significa pozo, estanque, laguna, lago o mar[17], es decir su etimología denota una clara relación con las aguas



El Cerro Mercachas y su relación con la fertilidad del valle del Aconcagua
Los antecedentes expuestos sugieren una estrecha relación entre el Monte Aconcagua y el Cerro Mercachas en los ritos de fertilidad del culto oficial del Incario. Este permitía una posición privilegiada para la observación de la salida heliaca de las Pléyades, dando inicio al nuevo año. La coincidencia de esta aparición con la cumbre del Aconcagua debe haber tenido una especial significación para los Amautas del Incario, pues se conjugaba con un especial huaca en que habitaba Illapa, dios del clima.




Otros eventos astronómicos


Venus o Chasca

Este planeta era observado por los Incas, particularmente por su relación con el sol. Garcilaso menciona que "decían que era paje del sol, que andaba más cerca de él, unas veces delante y otras en pos".

La segunda hilera de piedras que figura en el plano de Stehberg y que tiene una orientación de 70° al noreste, apunta hacia el Cerro La Parva, donde habría vestigios de un gran círculo de piedras que da origen al nombre de este cerro[18].



Siete días antes del solsticio de invierno, cada ocho años, Venus sale sobre el Cerro La Parva, visto desde el complejo arquitectónico del Cerro Mercacha. ¿Será esta una alineación que se pretendía medir con esta estructura?




Galindo, menciona que el ciclo sinódico de Venus servia probablemente de regulador en el proceso de iniciación de la juventud Inca.


El Sol o Inti



En el solsticio de invierno, el sol se levanta sobre el Cerro Catedral, visto desde el Cerro Mercachas. Allí el sol alcanza su máximo avance hacia el norte, evento que generaba gran interés por parte de los Incas y definía una de sus máximas fiestas anuales: el Inti Raymi.






[1] Sanguinetti, Norma. Construcciones Indígenas en el Cerro Mercachas. Boletín N° 8. Anales del Museo de Historia Natural de Valparaíso. 1975. En Stehberg, Rubén. Instalaciones Incaicas en el Norte y Centro Semiárido de Chile. DIBAM y Centro de Investigaciones Diego Barros Arana. 1995
[2] Stehberg. Op. cit
[3] Coros C, Carlos y Coros V, Carlos. El Fuerte de Michimalongo y la Batalla contra Pedro de Valdivia. Museo Arqueológico de Los Andes. 2001
[4] Sanchez, R. El Tawantinsuyu en Aconcagua (Chile Central). Chungara, Revista de Antropología Chilena. Volumen 36, Nº 2, 2004. Páginas 325-336


[5] Vivar, J. Crónica de los Reinos de Chile. 1558
[6] Aveni, A. Stairways to the Stars. Skywatching in three Great Ancient Cultures. Wiley. 1997
[7] Pino, J. El ushnu y la organización espacial astronómica en la sierra central del Chinchaysuyu. Estudios Atacameños N° 29, pp. 143-161 (2005)
[8] Boccas, M. y Bustamante, P. Arqueoastronomía: Un Encuentro con los Antiguos Astrónomos y Astrónomas. I Congreso Nacional de Aficionados a la Astronomía, 11 a 14 noviembre 1998, Vicuña (Chile).
[9] Bustamante, P. Obras rupestres, paisaje y astronomía en el Choapa. Revista Werken
[10] Inca Garcilaso de la Vega. Cometarios Reales de los Incas.1609. Fondo de Cultura Económica 1995
[11] Aparición de un astro por el horizonte cuando más una hora antes que el Sol.
[12] Galindo, J. Arqueoastronomía en la América Antigua. CONACYT 1994
[13] Benjamin Orlove, John C. H. Chiang and Mark A. Cane. Ethnoclimatology in the Andes A cross-disciplinary study uncovers a scientific basis for the scheme Andean potato farmers traditionally use to predict the coming rains. http://www.americanscientist.org/articles/02articles/orlove.html
[14] Latcham, R. Las Piedras Tacitas en Chile y Argentina
[15] Reinhard, J. Las Montañas Sagradas: Un estudio etnoarqueológico de ruinas en las altas cumbres andinas. Cuadernos de Historia N° 3. Julio 1983. Departamento de Ciencias Históricas. Facultad de Filosofía, Humanidades y Educación. Universidad de Chile
[16] Aldunate, C. y Cornejo, L. Tras la Huella del Inka en Chile. 2001. Museo de Arte Precolombino
[17] Guardia, C. Diccionario Kechwa – Castellano, Castellano – Kewcha. Quinta Edición. Ediciones Los Andes. 1971
[18] Información obtenida en terreno en posada colindante a ruinas del tambo Ojos de Agua, camino a Portillo

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