jueves, 14 de abril de 2011

alucinigenos en la historia

La historia del LSD


Apuntes tomados de:
LSD

Albert Hofmann
1979, LSD, Mein Sorgenkind.



Segunda parte del resumen (2 de 2 partes)

Hofmann describe el descubrimiento de las relaciones entre el LSD y un hongo mejicano consumido por los Mayas y los Aztecas, el teonanácatl (psilocybe). El consumo de hongos alucinógenos en la zona Maya-Azteca puede tener 2500 años de antigüedad. El nombre azteca el hongo en cuestión es teo-nanacatl, que significa hongo divino. Lo consumía también la nobleza y el clero aztecas, así lo testimonian escritos hispanos del tiempo temprano de la colonia, cuando se celebró con una fiesta de setas la ascensión al trono de Moctezuma II. Aunque el hongo en cuestión fue prohibido por los españoles y los criollos durante siglos, la costumbre de ingerirlos sobrevivió en secreto; aún más, se cristianizó mediante códigos tales como que los hongos crecían donde Cristo había derramado una gota de sangre desde el cielo, o de la saliva, y por eso a través del hongo Dios hablaba.

“De muchas observaciones de los indígenas se podía inferir que Dios les ha regalado la seta sagrada porque son pobres y carecen de médicos y medicamentos, y también porque no saben leer; sobretodo, porque no pueden leer la Biblia, por lo cual Dios les habla directamente a través de la seta”, y este argumento es a su vez una dificultad que hallaron los misioneros para hacerlos “conocer” a Dios a través de la Biblia, puesto que afirmaban que podían hablar directamente con él. Las manifestaciones religiosas a través del hongo hicieron asimilar muy rápidamente la noción de dios cristiana de los hispanos.



El hongo debía ingerirse en estado de pureza, porque sólo los puros tenían buenos viajes o buenas manifestaciones; uno de los requerimientos de pureza era la castidad sexual cinco días antes y después de la ingestión del hongo; también había que cumplir determinadas normas durante la cosecha. Y en todo caso parece que siempre era un curandero el que la preparaba, y curanderos hay cada vez menos; ellos lo llaman “cotacine”, “el-que-sabe”, esto en tierra Mazateca, en Oaxaca. El historiador que mostró el hongo a Occidente, Wasson (un millonario dueño banquero vicepresidente de Morgan Co.), emprendió viajes a Oaxaca y logró que le dieran a probar del hongo; tuvo visiones mitológicas maravillosas y así eliminó la creencia de que las visiones eran pura superstición. Tomó muestras del hongo y lo hizo analizar con químicos y micólogos. Hallaron que pertenecía a una nueva familia, la de los psilocybe. El hongo resultó tener unos efectos muy parecidos a los del LSD, y es por eso que llegó a los laboratorios donde trabajaba Hofmann.

Como no podía encontrar un extracto que probara ser alucinante en animales, decidió probarlo él mismo, experimentando entonces sus efectos. El autoensayo “mostró una vez más que el hombre es mucho más sensible a las sustancias psicoactivas que el animal”. Sus alucinaciones fueron todas con motivos y colores mexicanos. Sólo con la ayuda de sus colaboradores pudieron determinar qué partes del hongo tenían mayor proporción de componente activo, para así descubrir con exactitud la molécula, que en realidad fueron dos: psilocina y psilocybina; “ambas pertenecen, al igual que el LSD, a la clase de sustancias de combinaciones del indol, que aparece en el reino animal y vegetal y es biológicamente importante”.



Actualmente ambas sustancias pueden sintetizarse artificialmente en laboratorio (sin el hongo como materia prima). Se diferencian en que la psilocybina contiene ácido fosfórico en su estructura, lo que la hace más estable al no destruirse frente al oxígeno, pero los efectos de ambas son los mismos. Poseen una estructura química muy parecida a la del LSD y también al de la serotonina, y tal como el ácido, bloquean la asimilación de la serotonina en distintos lugares del cerebro, y por lo tanto también sus efectos y funciones. La diferencia entre la psilocybina y el LSD radica en la dosis; la dosis media de la primera es de 10 miligramos, o sea, cien veces más que la dosis media de ácido; lo mismo que la duración de su efecto, estimado en seis horas, comparado con las 12 horas del ácido. Finalmente añade que al parecer, en los casos que el conoció, el hongo produce alucinaciones más bien tétricas, como diciendo que el LSD es más alegre y animoso. Algo parecido ocurre, como veremos, con las semillas de ololiuqui, que producen más una sensación de vacío y de angustia que de revelación mística.

El ololiuqui (Rivea corymbosa) es la semilla de una planta mejicana también emparentada con el LSD; los aztecas la llamaban coatl xoxouhqui (serpiente verde); las crónicas de fray Bernardino de Sahagún dan cuenta de su ingesta por parte de los indígenas mejicanos. La sustancia activa del ololiuqui es la amida del ácido lisérgico, evidentemente muy emparentada con el LSD. El efecto sin embargo es menor, más del tipo sedante que del alucinatorio. Curiosamente, Hofmann descubrió la ergobasina en estas semillas, lo que finalmente le hizo cerrar un círculo mágico que comenzó y terminó en el mismo punto, en la misma molécula.

“Huxley ve el valor de las drogas alucinógenas en el hecho de que permiten que personas que no posean el don de la contemplación visionaria espontánea, propia de los místicos, los santos y los grandes artistas, puedan experimentar ellos mismos estos extraordinarios estados de conciencia”… “Estas drogas son para él las llaves que permiten abrir nuevas puertas de la percepción, llaves químicas que coexisten con otros <> consagrados pero más laboriosos, como la meditación, el aislamiento y el ayuno, o como ciertos ejercicios de yoga”. Huxley murió el mismo día que el presidente de los EEUU, Kennedy, de un cáncer a las vías respiratorias; un día antes de morir alcanzó a escribirle a su esposa una pequeña nota: “LSD – inténtalo – intramuscular – 100 mg”.

Finalmente Hofmann diserta en las páginas finales de su libro acerca de la posibilidad de introducir el LSD después de ejercicios prolongados de meditación, algo sorprendente puesto que ya había separado los causes y delimitado dos caminos, que finalmente mezcla. Poco antes de tan poco ortodoxa idea, introduce el tema de Eleusis y sus misterios, citando a Platón, Cicerón, Marco Aurelio, entre otros, como iniciados y partícipes del rito secreto, destruido finalmente por Alarico el godo, con la ayuda de monjes cristianos, en el siglo cuarto d.C. Comenta que es inevitable que tal trascendencia metafísica descrita por filósofos y políticos de la antigüedad griega y romana sea producto de una iniciación por medio de ritos que utilizaban drogas alucinógenas.



También diserta sobre el concepto de realidad en relación con el yo y el resto: “Si se entiende la realidad como el producto del emisor y el receptor, se puede explicar el ingreso a otra realidad bajo el influjo del LSD diciendo que el cerebro, sede del receptor, es modificado bioquímicamente. Con ello el receptor es sintonizado en otra longitud de onda que la que corresponde a la realidad cotidiana. Como a la infinita variedad y versatilidad de la creación corresponden infinitas longitudes de ondas distintas, según la sintonía del receptor pueden ingresar infinitas realidades distintas- que incluyen el yo correspondiente- en la conciencia. Estas realidades, o mejor dicho, estos diversos estratos de la realidad no son mutuamente excluyentes; son complementarios y juntos forman una parte de la realidad universal, intemporal, trascendente en la que también está inscrito el núcleo inatacable de la conciencia del yo que registra modificaciones del propio yo

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