sábado, 23 de abril de 2011

El corazón sabio: umbral entre dos mundos

El corazón sabio: umbral entre dos mundos
.La palabra para corazón en árabe es qalb y significa, literalmente, “aquello que fluctúa;” el corazón se expande y se contrae, e incluso en su situación de pureza pasa a través de muchos estados.

lbn 'Arabi dice:

"Dios hizo del corazón el sitio del anhelo, para plasmar Su realidad cerca del ser humano, porque el corazón fluctúa. Si el anhelo fuera una facultad racional, la persona podría parecer estar en un estado constante. Pero dado que está en el corazón, le sobreviene siempre la fluctuación. Pues el corazón está entre los dos dedos del Compasivo, por lo que su condición no es la de permanecer en un solo estado."

(Futuhat al-Makkiya II 532.30)
El corazón, como sitio del anhelo, experimenta una constante expansión y contracción, pero si el corazón esta despierto, comienza a captar la Realidad Divina a través de todos los cambios de estado; mediante la intoxicación de la expansión y la aridez de la contracción. El corazón está siempre ocupado con algún objeto de anhelo a través del cual llega a conocer la Belleza esencial, el anhelo tras todo anhelo.

Viviendo desde el corazón

Hemos señalado que el corazón incluye un espectro de facultades subconscientes que permiten conocer la realidad en forma directa y cualitativa. En otras palabras, el corazón es intuitivo. Sin embargo, el corazón es encubierto o “velado” en su conocimiento intuitivo por nuestros pensamientos habituales y nuestras emociones, y especialmente en cuanto ellas se derivan de las distorsiones de nuestro yo falso.

¿Cómo podemos saber si estamos siguiendo el deseo oculto de nuestro yo falso o la guía de nuestro corazón? El ego desea la multiplicidad y sufre la fragmentación ocasionada por las atracciones en conflicto de este mundo. En la condición en que nos encontramos, la vida nos presenta muchas situaciones ambiguas.

La razón, que es el uso sabio y habilidoso de nuestra mente consciente, puede ser empleada para limpiar el espejo del corazón de las distorsiones de la compulsión, de las actitudes defensivas y de la ilusión o engaño. Hasta cierto punto, este es el trabajo de una verdadera psicoterapia, un proceso de "curación del alma." Pero mientras los efectos de heridas pasadas pueden ser mitigados haciendo más concientes los patrones psicológicos, una auténtica espiritualidad puede despertar las cualidades curativas del corazón: la humildad, la gratitud y el amor.

Sin embargo, para que estas cualidades sean auténticas y espontáneas y no solamente el resultado de una obligación moral, es necesario establecer un rapport con el Espíritu, la Realidad Divina que es la fuente de estas cualidades, en lo profundo del corazón. Aquí, el Espíritu puede ser comprendido como un punto adimensional contenido en el corazón.

El punto medio entre el ego y el Espíritu

Debemos clarificar más nuestra comprensión práctica del corazón. Para la mayoría de las personas, el ego o yo se construye desde la identificación con el mundo externo. El ego es nuestro intento para lograr el control y seguridad como una entidad separada. Un ejemplo extremo de esto, es la persona materialista que sólo cree en la existencia material y busca la satisfacción a través de la adquisición de cosas y seguridad por medio de poder sobre el mundo material. Si el ego es nuestra parte que está más identificada con la existencia externa, y si en nuestro punto más interno somos uno con el Espíritu, entonces el corazón –con todas sus facultades sutiles—es el punto medio entre ambos. El corazón ocupa el punto medio entre el ego y Dios. Como un transformador, el corazón recibe la energía del Espíritu y la canaliza al ego, que se ve transformado por esta relación.

Pero si el corazón se encuentra dominado por las demandas del ego, en un sentido se encuentra muerto, ya no es un corazón.

Si, por otra parte, el corazón se orienta al Espíritu, que existe como un punto adimensional en el corazón, descubre en su interior cualidades esenciales y objetivas como fe, esperanza, paciencia, generosidad, humildad y amor. En el grado de su receptividad al Espíritu en su interior, puede recibir las cualidades del Espíritu y distribuirlas de acuerdo con la capacidad de cada parte del ser humano; de ahí, estas cualidades pueden irradiar hacia el resto de la creación.

Una persona del corazón es alguien que está ocupada primordialmente con cultivar las cualidades y significados. Esta persona puede confiar en un universo de cualidades, en el orden benéfico y significativo que está oculto tras las apariencias externas. Esta persona, por lo tanto, vive en un mundo diferente al del materialista.

La aspiración del Sufi, es vivir de manera consciente desde este espacio ilimitado del corazón. Podemos decirlo también de otra manera: uno vive dentro de un Universo Compasivo; todo lo que sucede, sucede al interior de este Afecto ilimitado. Incluso las preocupaciones del ser, nuestros pequeños pensamientos enredados y nuestras emociones, son vistas desde este contexto más amplio.

El corazón es el centro de la psique individual. Está suspendido en una tensión dinámica entre los dos polos del ego y del Espíritu. Es a través de la mediación del corazón que se logra completar la psique humana.

El corazón siempre tiene un objeto amoroso; siempre está atraído hacia alguna señal de belleza. Adquirirá las características de aquello que atrape su atención. Rumi dice: “Si tu pensamiento es una rosa, eres un jardín de rosas; si tu pensamiento es una espina, eres leña para la estufa.” (Masnavi II, 278) Ubicado entre las atracciones del mundo físico –y del ego—por un lado, y las del espíritu y sus cualidades, por el otro, el corazón es tironeado desde diferentes lados. Pero, en última instancia, atrás de las diversas atracciones se encuentra el Único atractivo. Rumi habla de esto en la conversación 9 del Fihi Ma Fihi (En él lo que hay en él):

Las personas creen razonables todos los deseos, afectos, ternuras e inclinaciones que tienen por el padre, la madre, los amigos, los cielos, las tierras, los jardines, los palacios, las ciencias, las acciones, los alimentos o las bebidas. Pues bien, todas esas cosas son “velos” (máscaras). Cuando las gentes salen de este mundo y ven al Rey sin máscara, comprenden que todas esas cosas eran máscaras y velos. Su ideal, en verdad, era esa única Cosa: todas las dificultades se resuelven gracias a ese desvestimiento. Todas las preguntas y problemas que tenían en el corazón se solucionarán y desvelarán. La respuesta de Dios no consiste en que Él responda a cada dificultad de modo individual y por separado. Con una sola respuesta, todas las preguntas quedarán aclaradas y las dificultades resueltas.

Hay innumerables atracciones en el mundo de la multiplicidad. Cualquier cosa a la que le entreguemos nuestra atención, cualquier cosa que mantengamos en este espacio de nuestra presencia, nos traspasará sus cualidades. Si entregamos nuestro corazón a la multiplicidad, este quedará fragmentado y disperso. Si entregamos nuestro corazón a la unidad espiritual, él será unificado.

En última instancia, lo que el corazón desea, es la unidad en la que encuentra paz.

"...aquellos que creen, y cuyos corazones encuentran sosiego en el recuerdo de Dios-- pues, en verdad, en el recuerdo de Dios encuentran los corazones [de los hombres] su sosiego."

(Qur’an Sura 13: 28)
Los órganos sutiles de conocimiento

Las escuelas Sufis a veces han delineado esta inteligencia subconsciente del corazón en varios modos de conocimiento. Lo que se conoce en algunas escuelas Sufis como latifas, (literalmente, las sutilezas, el plural es al-lataif) son facultades subconscientes sutiles que nos permiten conocer las realidades espirituales más allá de lo que los sentidos o el intelecto pueden ofrecer. Este conocimiento es descrito como del tipo subconsciente por que la apertura de la conciencia es necesariamente selectiva y parcial. Nuestro desarrollo espiritual, sin embargo, consiste en capacitarnos para lograr tanto concentrar como ampliar esta apertura y así incorporar estas percepciones sutiles.

Estas latifas se desarrollan transportando energía de la práctica espiritual del zikr (práctica espiritual de remembranza) hasta ubicaciones precisas en el pecho y la cabeza, con el fin de energizar y activar estas facultades. Es, por supuesto, imposible definir estas facultades a pesar de que ellas pueden experimentarse de un modo más o menos objetivo. Las cinco primeras son, en realidad, un refinamiento de la anterior: Qalb contiene a ruh, ruh tiene la dimensión interna del sirr (descrito más adelante), y así sucesivamente. Cuando se logra un cierto refinamiento espiritual, es usado para transformar al ego (nafs). Estas siete facultades corresponden a una ciencia oculta contenida en el Qur’an, podemos verlas como una autotomía literal del sistema nervioso sutil o como metáforas para su capacidad espiritual. Las describo brevemente a continuación:

1.- Qalb (Corazón). Aún cuando el corazón se identifica como una latifa, con un lugar específico, de cierta manera también contiene a los demás órganos sutiles en su totalidad. A través de esta facultad iniciamos nuestra apertura hacia un espacio interno ilimitado. Es en esta etapa que nos reconocemos y nos fijamos límites, a la vez que purificamos nuestra vida emocional. Entramos en contacto con una sensación de esperanza objetiva esencial.

2.- Ruh (Espíritu). Con el despertar del Ruh, descubrimos que el corazón contiene un punto de contacto con la dimensión infinita del Espíritu, la fuente de todas las cualidades. Si permitimos que el Espíritu gobierne nuestros corazones, en vez del ego, puede fluir una vida nueva. En esta etapa, comenzamos a purificarnos de las proyecciones y distracciones mentales, disolvemos nuestra auto-imagen y nuestras ficciones narcisistas. Aprendemos a mantener alineados nuestros procesos mentales con la Realidad Divina.

3.- Sirr (Secreto). Con el despertar del sirr, empezamos a discernir lo Real de lo ilusorio. Fortalecemos nuestra fe y confianza en la Realidad Divina estableciendo una relación más consciente con ella. Comenzamos a ver la Realidad Divina de manera más clara en la multiplicidad de formas.

4.- Jafi (Oculto). Con el descubrimiento de Jafi, reconocemos que todo lo que anhelamos está infinitamente cerca. Innumerables posibilidades están contenidas en el interior de un punto adimensional al que tenemos acceso en nuestro corazón.

5.- Sirr al Asraar (Secreto de los Secretos). Con la obtención del Secreto de los Secretos sabemos que somos el reflejo de la Divinidad, somos elevados a la Unidad. El Sufi nunca dice ser Dios; más bien él o ella entiende su servidumbre como ser incluidos en Dios.

6.- Nafs (Alma/Yo). En esta fase "bajamos" todas las cualidades y capacidades anteriores, hasta nuestra individualidad. Encarnamos al Espíritu y comenzamos a irradiar la Misericordia Divina.

7.- Haqq (Verdad). En esta etapa somos expandidos, haciendo realidad nuestra identidad con todos los niveles del Ser, palpando la veracidad de la afirmación Quránica: “En cualquier parte que mires está el rostro de Dios." (2: 115) Esta latifa podría ser entendida como el órgano de percepción de la unidad, de la totalidad, el “sentido” que unifica.

El corazón puede entenderse como la suma de las facultades sutiles, subconscientes, operando de manera unificada. Una vez activadas se apoyan e iluminan unas a otras, al igual que la coordinación ojo-mano es superior tanto a la vista como al tacto por separados. Aún cuando estas funciones aparentan estar separadas, sirven a un propósito unificador que es el de conocer la unidad más allá de la multiplicidad. Son la manera que tiene el sistema nervioso de alcanzar la unidad.

La cabal comprensión del corazón humano y la revelación de las cualidades espirituales dentro de él, es el trabajo de toda vida, de todo arte, de toda espiritualidad. Nuestro propósito en la vida es conocer el corazón sin los velos de nuestros temores, preocupaciones, deseos y estrategias. El corazón humano es el holograma (imagen tridimensional) de los universos visible e invisible, es la parte que refleja la totalidad.

La purificación del corazón incluye una educación amplia que tiene dimensiones físicas, intelectuales, psicológicas y morales. Este trabajo es más eficiente si puede darse dentro del espacio ilimitado del corazón.

Una práctica esencial es la de bajar el pensamiento al corazón, sumergirlo en el espacio del corazón, unificando así la razón y el corazón. En ese estado, permitimos una receptividad profunda a la Presencia espiritual infinita. De esta manera, establecemos una relación con la Presencia Sustentadora que es nuestra Naturaleza y Fuente esencial.

El corazón es el órgano de percepción capaz de conocer todos los niveles de la realidad, y de conocer al Todo así como a las partes. Puede ser que el conocimiento del corazón sea aquello que puede conocer el ser humano, y eso es infinito.

Rumi dice:

Si una persona adinerada trae cien bolsas llenas de oro,

Dios sólo dirá,

“Trae el Corazón, tú que vienes tan cargado.

Si el Corazón está satisfecho contigo, Yo estoy satisfecho;

si el Corazón se opone a ti, Yo me opongo.

¡No pongo Mi atención en “ti”, miro al corazón:

tráelo, alma pobre, como un regalo a Mi puerta!

Su relación contigo también es mía:

el Paraíso está bajo los pies de las madres.” [1]

El corazón es la madre y el padre y el origen de todas las criaturas:

quien puede distinguir entre el corazón y la piel

tiene una bendición.

Dirás: “Mira, Te he traído un corazón”.

Dios responderá, “el mundo está repleto de estos corazones.

Tráeme el corazón que es el eje del mundo

y el alma del alma del alma de Adán.”

El Gobernante de todos los corazones espera

un corazón rebosante de luz y de bondad.

(Rumi, Masnavi V, 881- 888)
Mantener a “Dios” presente en nuestro corazón, significa que “Dios” se convertirá en nuestra realidad; esta Esencia se vuelve nuestra esencia; este Poder se transforma en nuestro Poder; su Totalidad es nuestra totalidad.

Podemos entender al corazón como el centro del inconsciente, el potencial integrador que está en nuestro núcleo. En la Alquimia de la Felicidad, Al-Ghazali describe al ser humano mediante la siguiente metáfora:

El cuerpo es como un país. Los artesanos son como las manos, los pies y otras partes del cuerpo. La pasión es como el recolector de impuestos. La ira –o el enojo—es como el alguacil. El corazón es el rey. El intelecto es el primer ministro. La pasión, al igual que el recolector de impuestos, usa cualquier medio para intentar quitarlo todo. La ira y el enojo con severos, duros y castigadores como la policía, y quieren destruir o matar. El soberano no sólo debe controlar la pasión y la ira, sino también el intelecto, y mantener un equilibrio entre todas estas fuerzas. Si el intelecto es dominado por la pasión o la ira, el país irá a la ruina y el soberano será destrozado.

El corazón es el punto de mayor cercanía entre el ser humano y la Realidad Divina. La tradición Sufi lo expresa de la siguiente manera: el corazón es el trono del Espíritu Infinitamente Misericordioso; cuando el corazón es puro, está directamente guiado por Dios. El corazón es el centro de nuestra motivación y conocimiento, y posee una profundidad y fuerza de voluntad que no tiene la personalidad. El corazón puede saber lo que la mente consciente niega. Cuando decimos que el corazón tiene el poder de integrar, no estamos hablando en términos metafóricos, abstractos o meramente intelectuales. La purificación y realización del corazón abre dos puertas a la vez: una al Infinito y otra a la reestructuración de los caminos neuronales, una reorganización y refinamiento de nuestro sistema nervioso en su totalidad; sin esto no somos plenamente humanos.

Este ensayo forma parte del libro The Knowing Heart. A Sufi Path of Transformation. 1999.
Nota

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