sábado, 2 de abril de 2011

libia en el corazon

Casi dos semanas de intensos bombardeos y la puesta en práctica de la zona
de exclusión aérea en Libia a cargo de las fuerzas lideradas por la
coalición occidental no han quebrantado la determinación del coronel Muamar
Gadafi ni han domeñado a sus seguidores. Las últimas semanas han demostrado,
por el contrario, que Libia se halla mucho más dividida de lo que el mundo
había creído.



El principal desafío a que hace frente la oposición estriba en tender la
mano a los seguidores tribales de Gadafi y a los escépticos y no
participantes en la lucha a fin de calmar sus temores y recelos. La
reconciliación es el único medio de evitar una dilatada y costosa guerra
civil, un conflicto que podría permitir a Gadafi recuperar cierto grado de
control.



Los ataques de la coalición han debilitado notablemente la infraestructura
militar de Gadafi, y han allanando el camino para que los rebeldes puedan
acercarse a varias localidades costeras e importantes instalaciones
petrolíferas entre las que se cuentan Ajdabiya, Ras Lanuf, Brega, Uqayla y
Ben Jauad. Sin embargo, cuando los rebeldes toparon con la resistencia de
fuerzas favorables a Gadafi se retiraron de la localidad de Nawgaliya, a más
de cien kilómetros de la ciudad natal de Gadafi, Sirte, a la localidad
costera de Ben Jauad, a unos veinte kilómetros más al este. Según un
portavoz del Pentágono en Washington, el vicealmirante Bill Gortney,
cualquier logro militar de las fuerzas rebeldes sería poco firme debido a su
falta de estructura organizativa.



Es difícil medir los efectos de los ataques aéreos sobre el círculo íntimo
de Gadafi. Hay rumores no confirmados de que algunos de sus más próximos
colaboradores han tanteado la posibilidad de escapar. Sin embargo, el
entorno de Gadafi defiende denodadamente las ciudades y localidades
recuperadas de manos rebeldes hace unos diez días. Que sigan enfrentándose
con perseverancia a las fuerzas internacionales no debería ser motivo de
sorpresa dada la estructura tribal de la sociedad libia, la actitud
manipuladora de Gadafi y la utilización y búsqueda de complicidad con
relación a las divisiones tribales y elementos aliados.



El hecho aún más alarmante es que las fuerzas de Gadafi han logrado
introducirse en zonas urbanas del país. Para derrotar a estos fieles será
menester disponer de fuerzas sobre el terreno que libren una larga y
sangrienta guerra de guerrillas. Y los civiles, indudablemente, se
convertirán en objetivos. Por más que la coalición occidental arme y entrene
a los rebeldes y expulse a Gadafi del poder, es probable que la situación
del día después sea enmarañada, costosa y aún más incierta. Libia parece
estar deslizándose hacia un prolongado conflicto sin luz al final del túnel.



La cuestión determinante es si los rebeldes son capaces de suturar la brecha
cada vez mayor entre el este y el oeste coordinando rápidamente sus acciones
para crear una poderosa organización militar capaz de doblegar a Gadafi. El
movimiento opositor irrumpió en escena sin liderazgo bien organizado ni
apoyo institucional. Era espontáneo e incluso el personal militar desertor
no ha aportado el armamento pesado, la infraestructura y capacidad de
organización necesarias para inclinar la balanza en lo que empieza a
asemejarse desagradablemente a una guerra civil. Aun vehementes y
entusiastas, los rebeldes carecen de un liderazgo centralizado y coherente y
de capacidad operativa y decisoria de mando y control. La mayoría carece de
básicas técnicas de combate.



Existe el peligro real de que surja una situación de punto muerto en Libia
en la que Gadafi y sus secuaces sigan en el poder en torno a Trípoli y los
rebeldes retengan la zona este en torno a Bengasi. Sería un resultado
terrorífico por cuanto hundiría al país y las fuerzas occidentales se verían
enredadas durante años en un país devastado por la guerra. Los generales
estadounidenses, junto con sus homólogos europeos, ya han aludido a los
peligros inherentes a la aventura libia.



La coalición occidental debe cumplir, empero, la resolución 1.973 del
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que autorizó únicamente la
protección de la población civil libia, no un cambio de régimen.



En cualquier caso, los líderes occidentales deben abstenerse de ir más allá
del mandato de las Naciones Unidas no sea que queden atrapados en las arenas
movedizas libias alimentando en tal caso los sentimientos antioccidentales
en la región. Aunque inicialmente en OrienteMedio la población apoyó la
intervención humanitaria occidental en Libia, muchas voces están empezando a
cuestionar la escalada militar y las intenciones occidentales.



Los libios, no los extranjeros, deberían ser los agentes de cambio en su
sociedad, ardua tarea complicada aún más por décadas de opresión del régimen
de Gadafi. Además de animar a la oposición a tender puentes con los
partidarios de Gadafi, la comunidad internacional debería permitir que los
italianos, la Unión Africana y los países árabes brinden un horizonte
político y un mecanismo diplomático para escapar del abrazo mortal. En
cualquier caso, las potencias occidentales, sobre todo la Administración
Obama, deben resistir la tentación de proceder a una escalada militar en un
esfuerzo tendente a establecer un cambio de régimen. Podría ser
contraproducente y dañar el naciente movimiento democrático en Libia.

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