jueves, 26 de mayo de 2011

Presagios y sabiduría antigua

Presagios y sabiduría antigua


Unas semanas después de la erupción del Pacaya y de la tormenta Ágatha, conversábamos con Rosalina Tuyuc sobre el tema. Los cataclismos no eran ni mucho menos exclusivos de Guatemala: terremotos, erupciones colosales, inundaciones nunca vistas, sequías y tsunamis estremecían el globo. “Los ancianos mayas dicen que la Tierra se está curando a sí misma”, me dijo Rosalina, y desde entonces me pareció cada vez más acertada la imagen empleada por los ancianos ya que, a mi juicio, lo que estaba ocurriendo parecía la respuesta de la naturaleza a la depredación global que le hemos impuesto.

Asimismo, en la vida social se ha exacerbado hasta tal punto la predominancia del mal, que a veces es imposible dejar de pensar en una especie de Apocalipsis. ¿Estará esto separado de lo que ocurre en la naturaleza? Categóricamente no. Hoy sabemos que la realidad es una sola; que es un sistema en el cual cualquier acción genera una reacción y así sucesivamente, en un movimiento perpetuo. Sabemos también que la historia no es el producto exclusivo de la acción humana, sino que la naturaleza tiene su propia historia, y que ésta ha determinado profundamente la dimensión humana. Impusimos la depredación y ésta, ahora, se está imponiendo sobre nosotros.

Todo lo anterior como puras disquisiciones imposibles de probar. Sin embargo, releyendo a Nicolás Maquiavelo, reparé en algunos párrafos suyos que antes había subrayado y que inspiraron la presente columna. Hablando de las causas que motivan el olvido de los hechos antiguos, Maquiavelo señala que unas “provienen del cielo y son las que extinguen la generación humana y reducen a unos pocos los habitantes de alguna parte del mundo. Esto sucede por una peste, una hambruna o una inundación muy grande, y esta última causa es la más importante porque es la más universal”.

Además de los testimonios históricos que dan cuenta de tales hechos y sus consecuencias, a Maquiavelo le parece “razonable que así sea, porque la naturaleza, como los cuerpos simples, cuando ha acumulado mucha materia superflua, se mueve por sí misma muchas veces y se purga de ella, lo que le devuelve la salud. Lo mismo sucede en este cuerpo mixto de la generación humana, que cuando todas las provincias están repletas de habitantes y cuando la malignidad humana ha llegado a su límite, es conveniente y necesario que el mundo se purgue por uno de los tres medios citados, para que los hombres, siendo pocos y golpeados por la calamidad, se vuelvan mejores”.

La única forma de escapar a estos ciclos fatales sería, en primer lugar, tomar conciencia de ellos, y por supuesto obrar en consecuencia. Somos una humanidad asaeteada por los prodigios tecnológicos y los resultados de corto plazo, y la era que se anuncia requerirá de visiones mucho más amplias y globales. En la memoria de los pueblos antiguos, como los mayas y los chinos, se conserva una sabiduría fruto de observaciones milenarias. Hoy, mucho parece indicar que será necesario pensar otra vez en los macrociclos, ahora con la ayuda de una tecnología sofisticada y en incesante desarrollo. Pero por encima de ello, habrá que pensar en los modelos de sociedad que harán falta para que se puedan aplicar en la Tierra las medidas de salvación que ésta demanda, porque la depredación no es fruto de la casualidad, sino de un sistema que no puede ver más allá de los resultados inmediatos de las cosas

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