jueves, 30 de junio de 2011

El Corán y su sabiduría

El Corán y su sabiduría
Entender que Dios es la única meta definitiva del hombre supone una revolución contra las tendencias del pensamiento humano y las doctrinas religiosas, cuyo objetivo es liberar a la conciencia

Corán.
El Corán es el mayor don otorgado por Dios a la humanidad, y su sabiduría es única. En pocas palabras, el propósito de la Escritura es conservar las revelaciones anteriores y restaurar la verdad eterna de Dios, guiar a la humanidad por el camino recto y estimular el alma humana, despertar la conciencia e iluminar la mente de los hombres.
El Corán es la palabra de Dios revelada a Muhámmad a través del Santo Espíritu Gabriel, y está fuera de la inauguración humana producir nada semejante. Los contemporáneos de Muhammad han sido considerados como los mayores maestros de la lengua árabe, reconociéndoles motivos poderosos para poder crear un texto rival. Pero no pudieron producir nada similar al Corán, en contenido o estilo. Muhámmad carecía de estudios formales y nunca lo ocultó. Su mayor mérito estriba en que fue un analfabeto, que se elevó entre analfabetos para enseñar a todos los hombres, intuidos y no instruidos, el auténtico mensaje de Dios. Este es el primer hecho que confirma que el Corán es la palabra de Dios.
El segundo hecho relativo a este Libro único es la indudable autenticidad de su orden y contenido, cualidad que no ha tenido, ni es posible tenga, ningún otro libro de ninguna clase. La autenticidad del Corán no ofrece dudas en cuanto a la pureza, originalidad y totalidad de su texto. Serios eruditos, musulmanes y no musulmanes, han llegado a la infalible conclusión de que el Corán que empleamos hoy es el mismo libro que recibió y enseñó Muhámmad, por el que vivió y dono a la humanidad hace más de catorce siglos. Podemos ilustrar la autenticidad del Corán con estas observaciones.
1. El Corán fue revelado en porciones, gradualmente, pero nunca sin orden ni concierto. El nombre de Corán indica que fue un Libro desde sus comienzos (Corán, 2:2; 4:41 42). Las disposiciones del Corán y la revelación gradual de sus pasajes responden a los planes y la voluntad de Dios, una voluntad a la que se sometieron Muhammad y sus compañeros (25:32; cf. 75:17).
2. Los árabes se distinguieron por su gusto literario, extremadamente refinado, que les permitió gozar y apreciar las buenas obras literarias. El Corán fue proclamado, por ellos, la obra maestra más sobresaliente de la literatura. Se emocionaron con su tono conmovedor y les atrajo su extraordinaria belleza. Encontraron en él la mayor satisfacción y el más profundo gozo, y se comprometieron a recitar y aprender de memoria la Escritura. Fue y sigue siendo admirado, citado, y apreciado por todos los musulmanes y por muchos no musulmanes.
3. Es obligado para cada musulmán, hombre y mujer, recitar una porción del Corán todos los días en la oración y durante la vela nocturna. La recitación del Corán constituye para los musulmanes una elevada forma de adoración y una práctica diaria.
4. Los árabes eran generalmente iletrados. Así, tuvieron que confiar completamente en su memoria, para conservar los poemas y pasajes más apreciados. Se distinguieron por su extraordinaria memoria, en la que almacenaron su legado literario. El Corán fue reconocido por todos los pueblos de gusto literario como inimitable. Por ello se apresuraron a grabarlo en su memoria, pero solo del modo más notable y respetuoso.
5. Durante la vida de Muhámmad, hubo expertos escribas y autorizados registradores de las Revelaciones. Cuando recibía un versículo o un pasaje ordenaba, inmediatamente, a sus escribas que los registraran, bajo su supervisión. Todo cuanto registraban era objeto de comprobación y autentificado por el propio Profeta. Se revisaba cada obra y se ponía en orden cada pasaje.
6. Cuando terminaron las Revelaciones, los musulmanes poseían muchos registros completos del Corán. Eran recitados, memorizados, estudiados y utilizados en cualquiera de los usos y costumbres diarios. Cuando surgía una diferencia, la duda era sometida al profeta para que resolviera el asunto, tanto si guardaba relación con el texto, con el sentido, o con la entonación.
7. Después de la muerte de Muhammad, el Corán había ya sido registrado en muchas memorias musulmanas, y en numerosas tablas. Pero esto no satisfizo a Abu Bakr, el primer Califa, que temía que la muerte, en el campo de batalla, de gran número de memorizadores, podía dar lugar a serias confusiones sobre el Corán. Consultó el caso con las principales autoridades y confió a Zayd Ibn Thabit, Primer Escriba de las Revelaciones de Muhámmad, que recopilara un ejemplar ordinario y completo de la Escritura, en el mismo orden que autorizó Muhammad. Lo hizo bajo la supervisión y con la ayuda de los compañeros del Profeta. La versión final completa fue comprobada y aprobada por todos los musulmanes, que habían escuchado el Corán en los propios labios de Muhámmad, y lo grabaron en sus memorias y corazones. Esto se hizo poco después de transcurrir dos años desde la muerte de Muhámmad. Las Revelaciones estaban aún frescas y vivas en las mentes de los escribas, memorizadores y demás compañeros musulmanes del Profeta.
8. Durante el Califato de "Uthman", unos quince años después de Muhámmad, se distribuyeron en abundancia ejemplares recopilados del Corán, en los nuevos territorios que entraron en contacto con el Islam. La mayoría de los habitantes no habían visto ni oído a Muhámmad. A causa de factores regionales y geográficos leían el Corán con acentos ligeramente diferentes. Empezaron a surgir diferencias en la recitación y entonación que produjeron las disputas entre los musulmanes. "Uthman" intervino rápidamente para resolver la situación. Tras consultar con las principales autoridades, constituyó un comité de cuatro hombres, formado por los primeros escribas de las Revelaciones. Todos los ejemplares en uso fueron recogidos y sustituidos por una copia común, que se utilizaría con arreglo al acento y dialecto de Quraysh, el mismo dialecto y acento de Muhámmad. Aquel dialecto fue adoptado y normalizado, porque era el mejor de todos y en el que fue revelado el Corán. Por ello, el Corán quedó, de nuevo, circunscrito al acento y dialecto del hombre que los recibió. Y a partir de aquel momento se ha venido utilizando la misma versión normalizada, sin el menor cambio de palabras o de orden, ni siquiera de signos de puntuación.
Basándose en estas observaciones, los eruditos han llegado a la conclusión de que el Corán permanece hoy en la forma original y así seguirá. jamás se han introducido en él adiciones y omisiones, ni ha sufrido corrupción alguna. Su historia es tan clara como la luz del día, su autenticidad es incuestionable, y su conservación completa está fuera de dudas.
El Corán está lleno de sabiduría sin igual, en cuanto a su fuente, sus características y dimensiones. La sabiduría del Corán emana de la sabiduría del autor, que no pudo ser otro que el propio Dios. Emana asimismo del irresistible poder de la Escritura, que es inimitable y que desafía a todos los hombres de letras y de saber. El enfoque realista del Corán, las soluciones prácticas que ofrece a los problemas humanos y los nobles objetivos que fija el hombre, marcan la sabiduría coránica como poseedora de características y naturaleza incomparables.
Dinamismo
Uno de los principales rasgos de la sabiduría coránica es que no se corresponde a algo estático o muerto, Es una clase de sabiduría dinámica que incita la mente y estimula el corazón. Su sabiduría posee un dinamismo excitante y una fuerza motriz, atestiguados por la evidencia histórica y por el propio Corán. Cuando Muhámmad esparció por primera vez la llamada de Dios. su único poder era el Corán y su única sabiduría la sabiduría coránica. El penetrante dinamismo del Corán es tremendo e irresistible.
Existen numerosos ejemplos que confirman que la personalidades más dinámicas y los argumentos más decisivos no podrían alcanzar el reino de la sabiduría dinámica del Corán. Dios habla del Corán como un Rooh espíritu o vida, y como una luz por la que se guían los siervos de Dios en el camino recto (42:52). Dios dice: Si hubiéramos hecho descender este Corán sobre una montaña, la habrías visto humillarse y hendirse por temor a Dios. Tales ejemplos proponemos al hombre para que reflexione. (59:21). Las palabras clave en este caso con Rooh y Sad, que significan que el Corán origina la vida, aviva el espíritu, irradia luz guiadora y mueve los objetos aparentemente inmóviles. Esta es la clase de dinamismo espiritual de la que habla el Corán.
Viabilidad
Otra característica significativa del Corán en su viabilidad. No se complace en pensamientos ambiciosos. Ni sus enseñanzas piden lo imposible, o flotan sobre optimistas corrientes de ideales inalcanzables. El Corán acepta al hombre como es y le exhorta a convertirse en lo que puede ser. No estigmatiza al hombre como criatura desamparada o sin esperanza, a la que condena del nacimiento a la muerte, o sume en el pecado desde el útero a la tumba, sino que le muestra como un ser noble, honorable y digno. La viabilidad de las enseñanzas coránicas queda establecida por los ejemplos de Muhámmad y de los musulmanes, a través de los tiempos. La peculiaridad del Corán es que sus instrucciones se dirigen al bienestar general del hombre y se basan en las posibilidades que éste tiene a su alcance.
Moderación
Una tercera característica es la moderación o armonía entre lo divino y lo humano, lo espiritual y lo material, lo individual y lo colectivo y así sucesivamente. El Corán presta la debida atención a todos los hechos de la vida y a todas las necesidades del hombre, y los trata de tal manera que ayuda a éste a conseguir los nobles objetivos de su ser. Por esta característica de moderación, el Corán llama a los musulmanes una Nación justiciera (2:143) y con esta "moderación" los considera la mejor nación que jamás haya surgido para la humanidad, porque "encomiendan el bien, prohíben lo ilícito y creen en Dios" (3:110).
La sabiduría coránica actúa en tres dimensiones principales: hacia dentro, hacia fuera y hacia arriba. Hacia dentro, penetra en los rincones más recónditos del corazón y alcanza las mayores profundidades de la mente. Se dirige al saludable cultivo del individuo desde su interior. Esta penetración hacia dentro es diferente y llega mucho más lejos que cualquier otro sistema legal o ético, porque el Corán habla en nombre de Dios y somete todas las cosas a El.
La función hacia fuera del Corán abarca todos los caminos de la existencia y los principios de todos los asuntos humanos, desde los puramente personales hasta las más complejas relaciones internacionales. El Corán llega a áreas desconocidas para cualquier sistema jurídico o código de moral laico; y, es inaccesible a cualquier doctrina religiosa popular. Lo más destacado del Corán, a este respecto, es que contempla las transacciones humanas de tal forma que les da un sabor divino y un toque moral. Hace palpable la presencia de Dios en todas las transacciones, y así le reconoce como la primera fuente de orientación y la meta final de todas las transacciones. Es la guía espiritual del hombre, su sistema jurídico, su código de moral y, sobre todo, su forma de vida.
En su función hacia arriba el Corán se centra en el único y supremo Dios. Todo lo que fue, lo que es o lo que será, debe analizarse y verse a través de este enfoque, la presencia activa de Dios en el Universo. El hombre es sólo un depositario en el vasto dominio de Dios, y el único objetivo de su creación es adorar a Dios. No caben pretextos para el aislamiento o el retiro pasivo de la vida. Es una abierta invitación al hombre para que incorpore realmente, en la tierra, las excelentes cualidades de Dios. Cuando el Corán se centra en Dios, en su atención ascendente, abre ante el hombre nuevos horizontes de pensamiento, le conduce a niveles inigualados de elevada moralidad, y le pone en conocimiento con la fuente eterna de la paz y la bondad. Entender que Dios es la única meta definitiva del hombre supone una revolución contra las tendencias populares del pensamiento humano y las doctrinas religiosas, una revolución cuyo objetivo es liberar a la mente de la duda, al alma del pecado, y emancipar la conciencia de la subyugación.
La sabiduría coránica es concluyente, en todas sus dimensiones. Ni condena ni tortura la carne, ni desatiende el alma. No "humaniza" a Dios, ni deifica al hombre. Todo está cuidadosamente colocado, en el lugar que le corresponde, dentro del esquema total de la creación. Existe una relación proporcionada entre las obras y las recompensas, entre los medios y los fines. La sabiduría coránica no es neutral. Es exigente, y sus demandas son recibidas con júbilo por todos los bienaventurados que han recibido raciocinio y entendimiento.
La sabiduría del Corán pide pensamientos sinceros y obras piadosas. unidad de propósitos y deseos de buena voluntad. "He aquí el libro indudable que es la guía de los timoratos...'' (2:2). "He aquí el Libro que te hemos revelado, para que saques a los humanos de las tinieblas a la luz..." (14:1 ).

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