jueves, 14 de julio de 2011

El Hombre Perfecto, el Señor de los Ángeles de la Existencia

El Hombre Perfecto, el Señor de los Ángeles de la Existencia
Pensamiento - 05/12/1999 0:00 - Autor: Abdelwahid Houri al KurtubiVota:- Resultado 5 votos | Más... Etiquetas: hombre, perfecto, señor, angeles, existencia
(I) Naturaleza de Adam: la realidad humana

Quizá el primer indicio para revelarnos qué entienden los textos sagrados por este Adam que fue creado por Dios sea desvelar lo que se sabe respecto a sus dimensiones físicas.

Midrash: Le estableció como una masa inanimada (golem) desde la tierra hasta el firmamento.

Meam Loez: Ya abizemos ariba ke se kreó muy grande ke era koza de milagro.

León Hebreo: Era este andrógeno grande y terrible.

R. Elazar en Midrash: Llenando todo el mundo lo creó.

Meam Loez: Del uno al otro konfín.

El Midrash interpreta que a este Adam se refieren los textos de:

Dt. 4:32 De un confín a otro del mundo.

Sal. 139:8 De Oriente a Occidente. Dice el Meam Loez que se le postran los ángeles por miedo a su grandeza (p. 257), y la mayoría de las fuentes explican el "¿Dónde (estás) tú?" (3:9) como asombro de Dios por no ver a Adán tras la desobediencia porque sólo entonces adquirió dimensión de criatura, por lo que pudo esconderse tras los árboles. A pesar de que los troncos del Jardín tenían una anchura que tardaba en recorrerse quinientos años (p. 188, en Midrash)[1].

Por todo ello, para saber qué pueda ser esto de Adam, tenemos que considerar, al menos, cuatro datos que no encajan con la acepción de Adán como nombre propio de "un hombre":

* El primero, ya lo hemos visto, sus dimensiones: Se dice que el ruah (soplo vital) de Adam, era el ruah de Dios, y sabemos que el ruah de Dios es sin partes; nos referimos al mismo soplo vital del que en el origen del Génesis se dice: Y el ruah de Dios revoloteaba sobre la superficie de las aguas (Torá 1:2). Su dimensión no era menor que la del golem (masa inanimada) de que nos hablan los Salmos (139:16) que -según el rabino Lazar- se extendía de un confín al otro del mundo, y sobre ese Adam puso Dios sus manos.

* El segundo, tiene que ver con su naturaleza sexual:



"Y creó Elohim Yahweh el Adam en su imagen, en imagen de Elohim creó a él, varón y hembra creó a ellos", dice la versión interlineal de Cerni (ed. Clie) (1:27). A partir de ahí las fuentes hebraicas coinciden en aceptar la naturaleza andrógina de eso que fue creado por Dios con el nombre genérico de el-Adam, que no es nombre propio, esto es importante tenerlo en cuenta. Por ello, sea lo que sea este "el-Adam" con el que nos encontramos en el pr relato bíblico, sabemos:

- que no era un hombre ("un" numeral)

- que no era más "hombre" que "mujer"

Veamos las interpretaciones de las fuentes hebraicas:

MEAM LOEZ: I ai kien dize ke Adam se kreó junta mente kon su mujer apegados los dos espalda kon espalda i él kaminaba adelantre y elya detrás; ma después los apartó en dos kuerpos apartados (p. 263).

MIDRASH: Dijo R. Yirmeyah ben Lazar: Cuando el Santo, bendito sea, creó al primer hombre, lo creó andrógino, pues está escrito: "Macho y hembra los creó... y les puso por nombre Adán" (Gen 5,2).

Dijo R. Semuel bar Najmán: Cuando el Santo, bendito sea, creó al primer hombre, lo hizo de dos caras; después lo partió y le proveyó de dos espaldas, una para cada parte. Cuando le objetaron: "¡Pero si está escrito: "Y tomó una de sus costillas (sela') (Gen 2,21)", les respondió: "Una de sus sela' significa uno de sus lados...". (p. 109)

Efectivamente, tampoco a León Hebreo se le escapa que el término hebreo "selá" significa tanto "costilla" como "lado": ...Y tomó uno de sus lados, el cual vocablo en hebraico es equívoco a lado, y a costilla...

Por tanto, el hombre, tal y como es y siempre ha sido -tal y como ha llegado a nuestros días-, no precede cronológica ni ontológicamente a la mujer. Es el resultado de la acción divina de separar lo que antes había creado. "Hombre" y "mujer" aparecen en la Creación al mismo tiempo.

El mito del andrógino nos lleva a comprender que lo que fue hecho "a imagen y semejanza de Dios" no fue ni un hombre ni una mujer, sino la perfecta unión de ambos; luego, el insân al-kâmil (la criatura perfecta) no lo llega a ser hasta que no contiene en sí, absolutamente, la feminidad y la masculinidad. Dice Vegas Montaner al comentar del Midrash Y los bendijo, y los llamó 'Hombre' (5:2): De forma que sólo ambos juntos son "Hombre". También León Hebreo hace un comentario idéntico: macho y hembra... que cada uno de ellos es medio hombre, y no hombre entero (p. 228b). Estaban pues en el principio estas dos partes, masculina y femenina, en el hombre perfecto (p. 235a). Hasta el punto de que la "salvación" de la especie humana depende de que se produzca esta reconstrucción: La especie humana no se salva en un supuesto, sino en dos, que es macho y hembra, y ambos a dos juntos hazen un hombre individual, con la especie, y la essencia humana entera.

Encontramos un matiz en esta interpretación digno de interés: hay quien dice que no existe ni feminidad ni masculinidad en el insân al-kâmil, sino que ambas realidades son el producto de un sueño: E hizo caer Elohim Yahweh un sueño profundo sobre el-Adam, y durmió... (2:21). Y quienes mantienen esta teoría dicen que llegar a insân al-kâmil es despertar del sueño de la diferencia entre "varón" y "mujer". De hecho son numerosos los textos sagrados en que se anuncia al hombre este estado: ¡Cuándo convertireis a los dos (seres) en uno, y cuándo hareis lo de dentro igual a lo de fuera y lo de fuera igual a lo de dentro, y lo alto igual a lo bajo! Cuando consigais que el varón y la hembra sean uno solo, a fin de que el varón no sea ya varón y la hembra no sea hembra, entonces entrareis en el Reino (Evangelio gnóstico de Tomás), o en el Evangelio de los egipcios, del que Clemente de Alejandría ha conservado: Habiendo preguntado Salomé cuándo se llegarían a conocer las cosas a las que se refería, el Señor dijo: "Cuando tú pisotees las vestiduras de la vergüenza y cuando los dos se conviertan en uno y el varón con la hembra no sean ni varón ni hembra".

* Como tercer dato tenemos que, cuando Adam desobedece a Dios, Éste maldice a la tierra (Adamah). ¿Por qué? La explicación midráshica nos resulta insatisfactoria; alude a que había "obedecido en exceso" a la orden de Dios de fructificar, etc.

* Cuarto y último dato: cuando Adán come del fruto prohibido mueren él y también el resto de los seres vivos. ¿Por qué el resto de los seres vivos? Algunos textos tratan de dar respuesta a esta cuestión: Porque Adam, después de comer él mismo, le dió a comer a todos los seres. Sin embargo, no se nos ha revelado que la prohibición fuese para nadie salvo para Adam; por tanto, es una respuesta insatisfactoria.

Sólo nos será posible contestar a estas dos últimas cuestiones considerando el delicado matiz al que se refiere León Hebreo en su relato de la Creación: La creación del hombre es la última de las partes de la Creación del universo. No dice "la última de las criaturas", sino "la última de las partes". Y en ella tarda todo un día -un día de Dios: mil años humanos-, tanto como tardó en crear los cielos y las tierras, etc. Es la última de las partes de la Creación de Dios, tarda todo un día; dice a los cielos, las tierra y las aguas que conformen su cuerpo para que Él le ponga su alma[2], su propia alma (ruah); cuando desobedece se maldice a la tierra; a partir de entonces conocen la muerte todos los vivientes; y, por último, Hawwah (Eva) significa en hebreo "madre de todos los vivientes". La conclusión se evidencia por sí sola:

El Adam no es "una criatura" sino la Creación entera. Es como si en el seno del océano del ser cayese una piedra que fuese creando a su alrededor ondas, hasta que topa con los límites y vuelve hacia el centro desde el que todo se originó. El hombre es el lugar donde la Creación se vuelve sobre sí misma. El hombre es todos los seres; no podía ser el depósito del Conocimiento de la existencia sin ser la existencia completa. Contiene en sí a todos los seres puesto que debe recorrerlos a todos para volver al origen. El acto de volver sobre sí va haciendo al ser tomar conciencia de Sí mismo. El hombre no es un ser separado, no es una criatura, es el mecanismo por el cual Dios se conoce a sí mismo. La Creación es un continuum ontológico, del cual el margen que limita con la nada se llama "hombre" (el Adam frente al `Adam). Pero no hay separación entre unos seres y otros. El hombre contiene dentro de sí cielos, tierras, agua, luz, animales, vegetales, etc..., todos estos niveles de la creación están en su interior y nada existe si no es en el hombre.

Esta es nuestra conclusión final, nuestro aprendizaje a partir de la comparación de los textos sagrados: El hombre es el aspecto consciente de una Creación que es una sola una sola alma[3] porque es imagen de su Señor-Uno.



(II) Naturaleza de al-mala'ika: la realidad angélica

Según lo dicho hasta ahora, el Hombre Universal es la Creación completa de Allâh, su aspecto manifestado. No hay límite para la expansión de cada uno de nosotros, porque sólo seremos de verdad si llegamos a arrastrar con nosotros a todo lo creado y lo conseguimos a hacer imagen y semejanza de Dios; éste es también el sentido de la negativa budista a aceptar la iluminación individual. Nada obtiene el satori sin que con esa criatura lo logre todo el universo. No hay división real entre los seres que aparecen individuados. Cada uno de nosotros es una oportunidad que se da el universo a sí mismo para llegar a su plena realización.

Pues bien, si el Adam es el aspecto exterior de la Creación completa y total -dentro de él, lagos, ríos, montañas, animales, vegetales...-, los mala'ika son su esqueleto de luz; el aspecto interior, no-manifiesto de la Creación, del Adam. La oportunidad que se ha dado a la parte sólida y espesa, de la materia de interiorizarse hasta llegar a su naturaleza luminosa; sin limitaciones, sin trabas, sin divisiones materia-espíritu.

Nosotros, los musulmanes, sólo creemos en una cosa: en la luz. Se nos ha dicho: "Allâh es la luz de los Cielos y de la Tierra", así como que "El universo ha sido creado con la luz de Allâh". Recordemos que "los mala'ika son seres de luz", y llegaremos a la conclusión de que Allâh crea el mundo "con" los ángeles, a través de los ángeles, sirviéndose de ellos. Los mala'ika, no son "seres individuales" sino "exhalaciones de Allâh". Por eso la tradición ha dicho que son "seres sin espalda": son sólo "algo que va con una misión", no "algo que se queda"; son contínuamente creados por su Señor, incesantemente creados, para no deje de ser ni por un instante cada mínima cosa del universo. El mundo es continuamente gracias a ellos, pero no son seres extraños, exteriores al Adam, al hombre en los límites en que fue concebido por Allâh, al hombre que es verdaderamente hombre porque sólo él es imagen de Dios.

Para comprender que el mundo de los hombres -denominado mulk en el Sufismo- y el mundo de los mala'ika -malakût- no son mundos diferentes, sino dos aspectos de lo mismo, es decir, del universo del poder, sólo tenemos que darnos cuenta de que la raíz de ambas palabras es la misma. Ambos mundos (mulk y malakût) responden a la trilítera MLK, que hace alusión a poder, reino, gobierno (de ahí el término árabe malik, rey, en hebreo melek). El mulk es el universo del poder aparente del hombre, el malakût es el universo del poder angélico; pero ambos universos pertenecen al Hombre Universal que es el señor de los ángeles de la existencia y el señor de todas las criaturas con el permiso de Allâh. Fue por eso que Allâh cuando creó al Adam dijo a todos los ángeles y a todas las criaturas que hicieran suyud (usyudu) ante él. La razón de que Iblis no se postrase ante el hombre porque sólo se postraría ante Allâh[4] es sólo un nivel de explicación que ayuda al hombre a comprender lo que sea el tawhid pero no va al fondo del asunto. Iblis no ve a Adam como lo que es, a saber, como el universo completo y total, como la primera determinación de Allâh en su desenvolvimiento, sino que sólo ve la apariencia de Adam, sólo ve a una criatura, y por eso no se postra ante él. Y sólo ve a una criatura porque Iblis es justamente eso: el velo de Allah que oculta la esencia tras la apariencia. Iblis no puede comprender que el Adâm es la criatura que lo reintegra todo -que hace posible el tawhid- en su ansia de vuelta al origen. No entiende que cada trozo de "barro" (Âdîm) recubierto de "piel" ('Adam) -cada hombre (Adam)- tiene una infinita posibilidad de interiorizarse haciéndose con su naturaleza lumínica, tomando las riendas de los ángeles del universo, en un proceso cuyo límite es tan sólo Allah.

El hombre que se mueve en el mulk, sólo se mueve en el universo del poder aparente; pero el hombre que llega al malakût transita en el doble ámbito del poder aparente y del poder real. El conocimiento del malakût le brinda posibilidades de comprensión de las realidades aparentes y del mundo de lo no-visto, con lo que su nivel de acción se incrementa. Hay quien piensa que el ascenso del místico es un ir desarraigándose de la naturaleza propia; muy al contrario, en el Islam se piensa que el místico es cada vez más humano a medida que va siendo cada vez mayor su nivel de acción. El nivel propio de la acción en el mulk es la acción individual, esto es, confrontante: "lo que me interesa es algo que a alguien perjudica". El nivel propio de la acción desde la óptica del malakût es integrador de los intereses de una pluralidad de seres, incluyendo al que ejecuta la acción. Ése es el nivel angélico de actuación sobre el mundo: realizar obras que interesen a un número mayor de seres fruto de una unión de voluntades en la acción. Pero los ángeles no son seres aparte de los hombres; son los servidores de los hombres -sus potencialidades, sus talentos (malakah)- que han llegado a un determinado nivel espiritual, a un determinado grado de amplitud en el interés que tienen sus acciones, y por eso se han hecho señores de ángeles del nivel que le corresponda. E Iblis es la tendencia del hombre a no ver la realidad tal y como es sino velada, y por ello no-integradora, no facilitadora del camino hacia su unificación, dividida en forma de criaturas, tal y como nos muestra la apariencia del mundo.

Pero el mulk no es algo frente al malakût. Como se deduce de la propia plasmación árabe de ambas palabras, el malakût es el mulk desarrollado. Lo que se encuentra potencialmente en el mulk se da en acto en el malakût. O, dicho de otro modo, el malakût es algo que está ya en germen en el mulk, integrándose el mulk en el malakût como -de alguna forma- la semilla está en el árbol que llega a ser.

Si consideramos que Adam fue el universo antes de verse a sí mismo como criatura por efecto de su "desobediencia", o por decirlo con más claridad, si consideramos que cada uno de nosotros tiene posibilidad de hacerse con el universo entero en su desarrollo espiritual, nunca más veremos a los ángeles como seres externos a nosotros, sino como esa posibilidad que se nos da de ir haciéndonos con nuestro poder interior, que tiene su reflejo en un mayor poder exterior; son divinas seducciones que nos invitan a que las poseamos (malîk, poseedor), para que así poseamos el mundo entero y volvamos a ser el insân al Kâmil que fue creado. Integrar en nosotros (hacernos el Señor de) un nuevo nivel de ángeles se paga al precio de ir dejando la parte de nuestro nafs que nos limitaba, agigantándonos cada vez más sin otro límite que el que Allâh haya destinado para nosotros.

"Te doy mi poder... y tú ¿qué me das a cambio?", parecen decirnos los mala'ika que nos rodean. "Los intereses pequeños de mi nafs", contestamos. "Crece, entonces, toma y coje tu nuevo nafs"...

En resumen, los mala'ika sólo son "exteriores" al hombre en la medida que no haya llegado hasta ellos, que no haya conseguido todavía "hacerlos suyos", y, por supuesto, en tanto se haya quedado detenido en el camino espiritual. Sin embargo, realmente, los mala'ika son la dimensión interior del hombre, o, lo que es lo mismo, el modo que tiene el hombre (en su expansión hacia Allâh) de ir haciéndose con los hilos de luz que mueven el universo.



[1] También en los hadices qudsíes en el Islam se habla de un árbol de la Janna cuya sombra tarda un jinete en recorrerla cien años.

[2] Ésta es la interpretación del "hagamos al hombre" que da Meam Loez, p. 134.

[3] "Os hemos creado a partir de una sola nafs", dice el Corán.

[4] Esgrimida por Ali González en su artículo "La rebeldía diabólica desde el punto de vista del tawhid", Verde Islam, nº 12

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