Jesus/Mithras: Profeta de una nueva era
A pesar de todo, el culto al Mesías Cósmico del final de los tiempos, tiene profundas raíces que lo vinculan a la astronomía y la observación de los fenómenos celestes y mediciones temporales.
Si alguna vez hubo un principio, alguna vez habrá un final. Y si en ese principio hubo un primer hombre (Adán), en ese final habrá otro hombre (el Saoshyant). Estas enseñanzas astrológicas tienen su origen en la tradición hermética (de Hermes-Thot) egipcia que tanto había influido en las corrientes gnósticas y cuyo principal axioma es la Tabla Esmeralda: “Lo que está arriba es igual a lo que está abajo”, o, dicho de otro modo: el macrocosmos es reflejo del microcosmos y el universo es simétrico en espacio y tiempo.
Los mitos, por fantásticos que sean, son imágenes transformadas por la mente humana de un naturaleza que se intenta con ellos conocer y comprender.
La influencia de las corrientes gnósticas sobre el cristianismo ha quedado sobradamente demostrada. En la biblioteca de Nag-Hammadi se han hallado colecciones de sentencias gnósticas que concuerdan mucho mejor con las enseñanzas cristianas que los posibles preceptos de un tradición militar-mesiánica. De hecho, muchos autores han destacado las claras influencias gnósticas del Evangelio de Juan.
Indica Volney: “Sobre Cris, el conservador: Los griegos han convertido en X o J española la Ha aspirada de los orientales que decían Haris: en hebreo, heres, se entiende que es el sol: pero en árabe, la palabra radical significa guardar, conservar, y haris, guardi, conservador. Este es el epíteto propio de Vichnú y esto denota a un tiempo la identidad de las trinidades india y cristiana y su origen común.”
Pero más allá de la realidad histórica de Cristo, parece demostrable que a principios de nuestra era, empezaba realmente una nueva era, astronómicamente hablando.
Sabido es por todos que la importancia de las constelaciones del Zodiaco reside en el hecho de que son las constelaciones atravesadas por el sol en su elipsis anual. Menos conocido es el fenómeno conocido como “precesión equinoccial” con el cual el eje de la tierra gira entorno al sol en un movimiento retrógrado de unos 50 segundos de grado al año, en un ciclo que se completa cada 25600 años o año Platónico. Eso significa que para un observador en la tierra el sol nace en el equinoccio de primavera cada año por una casa Zodiacal. Pero debido a este retraso imperceptible, va variando en su elipsis y tarda 2160 años en recorrer cada casa Zodiacal.
Dice Volney: “El punto equinoccial de la primavera estuvo exactamente en el primer grado de Aries el año 388 a.C., si en dicha época había recorrido el sol y puesto detrás de él todo este signo para entrar en los peces (Piscis) de donde ha salido en nuestros días, resulta que había salido del toro (Tauro) dos mil ciento cincuenta y tres años antes, esto es, por el año 2540 antes de Cristo”
Que esos datos eran conocidos en la antigüedad, lo demuestran el culto al toro por todo el Mediterráneo durante un periodo que va aproximadamente entre el 4700 y el 2540 a.C., y su paulatina sustitución por el del Carnero (Aries) del Vellocino de Oro, desde el 2540 a.C. hasta el 388 a.C.., según los cálculos de Volney.
Todo esto explica, sin embargo, que, alrededor de los tiempos de Cristo, las castas sacerdotales de todo el mundo conocido estuvieran a la espera de un Mesías relacionado astronómicamente con la entrada del sol en la edad de los peces (Piscis). Porque como es sobradamente conocido: Cristo es los Peces
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