viernes, 22 de julio de 2011

Los Sionistas robaron

Los Sionistas robaron
Los sionistas robaron suelo palestino: ése es el mantra que tanto la Autoridad
Palestina como Hamás enseñan a su descendencia y propagan en sus medios de comunicación.
Esta reclamación tiene enorme importancia, como explica Palestinian Media Watch:
“Presentar la creación del estado [israelí] como un acto de robo y su constante
existencia como una injusticia histórica constituye la base central del no-reconocimiento
del derecho de Israel a existir por parte de la Autoridad Palestina”. La acusación
de robo también mina la posición de Israel a nivel internacional.

¿Pero es cierta esta acusación?

No, no lo es. Irónicamente, la construcción de Israel representa la inmigración
y la creación de un estado más pacíficas de la historia. Comprender el motivo
exige ver el sionismo en contexto. Hablando en plata, la norma histórica es
la conquista; los gobiernos de todas partes se crearon mediante la invasión,
casi todos los estados se crearon a expensas de otros. Nadie tiene el control
permanentemente, los orígenes de todos están en otra parte.

Las tribus teutonas, las hordas de Asia Central, los zares rusos y los conquistadores
españoles y portugueses rehicieron el mapa. El griego moderno apenas tiene una
conexión tenue con los griegos de la antigüedad. ¿Quién sabe contar el número
de veces que Bélgica fue invadida? Los Estados Unidos se crearon derrotando
a los nativos americanos. Los monarcas invadieron África, los arianos la India.
En Japón, los yamatoparlantes eliminaron por completo a pequeñas minorías como
los ainú.

Oriente Medio, a causa de su centralidad y su posición geográfica, ha sufrido
invasiones de sobra, incluyendo a griegos, romanos, árabes, cruzados, seljuks,
timúrides, mongoles y europeos modernos. En el seno de la región, los conflictos
dinásticos hacían que el mismo territorio -- Egipto por ejemplo -- fuera conquistado
una y otra vez.

Muchas guerras eran por Jerusalén: el emperador Tito celebró su victoria sobre
los judíos en el 70 a.C. con un arco que muestra a soldados romanos sacando
una menorah del Monte del Templo.

El territorio que hoy es Israel no es ninguna excepción. En Jerusalén sitiada:
de los antiguos cananeos al Israel moderno, Eric H. Cline escribe de Jerusalén:
"Por ninguna otra ciudad se ha combatido más amargamente a lo largo de la historia”.
Él respalda esa afirmación, contando “por lo menos 118 conflictos diferentes
dentro y por Jerusalén durante los 4.000 últimos años”. Calcula que Jerusalén
ha sido destruida por completo en dos ocasiones por lo menos, ha sido asediada
23, capturada 44 y atacada 52. La Autoridad Palestina fantasea con que los palestinos
son descendientes de una tribu de los antiguos cananeos, los jebusitas; en realidad
constituyen la descendencia mayoritaria de invasores e inmigrantes que buscaban
oportunidades económicas.

Frente a esta compilación de incesantes conquistas, violencia y caídas, los
esfuerzos sionistas por sustentar una presencia en Tierra Santa hasta 1948 destacan
por ser sorprendentemente tibios, más mercantiles que militares. Dos grandes
imperios, los romanos y los británicos, gobernaron Eretz Yisrael; los sionistas
en cambio carecían de fuerza militar. No podían lograr de forma plausible un
estado mediante la conquista.

En su lugar, comparaban el suelo. La adquisición de propiedades dunam a dunam,
granja por granja, casa por casa, ocupa el corazón de la empresa sionista hasta
1948. El Fondo Nacional Judío, fundado en 1901 para comprar tierras en Palestina
“para colaborar en la fundación de una nueva comunidad de judíos libres partícipes
de una industria pacífica y activa” era la principal institución -- y no la
Haganah, la organización clandestina de defensa fundada en 1920.

Los sionistas también se centraron en la recuperación del que era un suelo estéril
que se consideraba imposible de cultivar. No sólo hicieron florecer el desierto
sino que drenaron pantanos, limpiaron canales, recuperaron vertederos, reforestaron
colinas, sanearon rocas y retiraron la sal del sustrato. Las labores judías
de potabilización y recuperación del suelo redujeron de forma patente la cifra
de muertes causadas por infecciones.

Sólo cuando la potencia del mandato británico abandonó Palestina en 1948, y
se produjo inmediatamente la tentativa integral de los estados árabes de aplastar
y expulsar a los sionistas, los segundos recurrieron a las armas en autodefensa
y pasaron a ganar suelo a través de la conquista militar. Hasta en esas circunstancias,
como demuestra el historiador Efraim Karsh en Palestina traicionada, la mayoría
de los árabes abandonaban la zona de forma espontánea; muy pocos se veían expulsados.


Esta historia contradice frontalmente la versión palestina de "bandas de maleantes
sionistas que robaron Palestina y expulsaron a su población" lo que condujo
una catástrofe "sin precedentes en la historia" (según reza un libro palestino
de texto de 12º curso), o que los sionistas "saquearon el suelo palestino y
los intereses nacionales, y crearon su estado sobre las ruinas del pueblo palestino
árabe” (escribe un columnista en el diario de la Autoridad Palestina). Las organizaciones
internacionales, los editoriales de prensa y las peticiones universitarias suelen
reiterar estas falsedades en todo el mundo.

Los israelíes deberían de llevar muy alta la cabeza y señalar que la construcción
de su país se fundamentó en el movimiento menos violento y más pacífico que
ha tenido cualquier pueblo de la historia. No hubo bandas de maleantes que robaran
Palestina; hubo comerciantes que compraban Israel.
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