sábado, 6 de agosto de 2011

EL JUDAÍSMO, ISRAEL Y EL PAPA CATÓLICO

EL JUDAÍSMO, ISRAEL Y EL PAPA CATÓLICO

Desde hace muchos años ha sido difundida la entrevista entre el papa San Pío X y el “Padre del Sionismo”, Theodor Herzl. Las palabras del Santo Padre indicaban la posición católica a respecto de la situación de Palestina. Esta posición se invirtió con los «papas conciliares». Asimismo todo el cuadro geopolítico mundial cambió en etapas sucesivas, que fueran desde 1917 hasta los últimos años 50, y de la elección de Juan XXIII en 1958 hasta el presente.

A este cambio en el plano político mundial, correspondió un cambio radical, mas disimulado, en la Iglesia Católica, que es presentada hoy en ropaje ecumenista y mundialista. No admira así la inversión operada por el nuevo papado y clero conciliar para con el nuevo estado de Israel, que hoy figura como una potencia mundial de características históricas sin precedentes. ¿Que pasó?

Los cristianos que leen los hechos históricos a la luz de los designios divinos tienen que ver todo esto según la secuencia no cancelable de las señales dadas en la Revelación divina, desde el Génesis hasta el Apocalipsis. ¿Es muy difícil hacerlo? No, cuando se pone al centro de todo la figura adorable de Nuestro Señor Jesucristo, el Rey de toda la Historia.

Vamos entonces a empezar con referencias al momento actual, para después concluir con las señales para nuestros tiempos dadas por el Señor mismo en el Evangelio y también explicadas a los Apóstoles, especialmente a San Pablo.

La versión judía de esta entrevista de San Pío X

La versión judía de esta entrevista, para dar a conocer a sus lectores la justificación que haría comprender la posición contraria del Vaticano actual, la encontramos en la «Patria Judía – desde el río Nilo hasta el río Eufrates».



Nota extraída de la entrevista de Herzl con el Papa San Pío X:

Ayer fui recibido por el Papa Pío X. Me recibió de pie y tendió la mano que no besé. Se sentó en un sillón, especie de trono para “los asuntos menores” y me invitó a sentarme cerca de él. El Papa es un sacerdote lugareño, más bien rudo, para quien el Cristianismo permanece como una cosa viviente, aún en el Vaticano. Le expuse mi demanda en pocas palabras. Pero, tal vez enojado porque no le había besado la mano, me contestó de modo demasiado brusco:

Papa:

“ La tierra de Jerusalén si no ha sido sagrada, ha sido santificada por la vida de Jesucristo. Como jefe de la Iglesia no puedo daros otra contestación. Los judíos no han reconocido a Nuestro Señor. Nosotros no podemos reconocer al pueblo judío…”

“Gerusalemme”, dijo, no debía a ningún precio, caer en manos de los judíos.

— Bien, pero Nos, en cuanto Jefe de la Iglesia Católica, no podemos adoptar la misma actitud. Se produciría una de las dos cosas siguientes: o bien los judíos conservarán su antigua Fe y continuarán esperando al Mesías, que nosotros los cristianos creemos que ya ha venido sobre la tierra, y en este caso ellos niegan la divinidad de Cristo y no los podemos ayudar, o bien irán a Palestina sin profesar ninguna religión, en cuyo caso nada tenemos que hacer con ellos. La fe judía ha sido el fundamento de la nuestra, pero ha sido superada por las enseñanzas de Cristo y no podemos admitir que hoy día tenga alguna validez. Los judíos que debían haber sido los primeros en reconocer a Jesucristo, no lo han hecho hasta hoy. (Roma, 26-1-1904. La terre Retrouvée.1-julio-1956)

La existencia y autenticidad de la entrevista se puede además verificar en esta cita del sito:

Israel Ministry of Foering Affairs.



… En 1897, cuando la idea sionista empezaba a difundirse por Europa, la autoritativa revista jesuita La Civiltà Cattolica escribió cuatro meses antes de reunirse el primer Congreso sionista en Basilea, que para la Iglesia Católica la idea de un estado judío en Tierra Santa con Jerusalén como capital y con custodia sobre los Santos Lugares era inadmisible.

Siete años más tarde, en 1904, el Papa Pío X concedió una audiencia al fundador del movimiento sionista, Theodor Herzl, que esperaba obtener el apoyo de la Santa Sede al proyecto sionista. Pío X rechazó la idea, declarando que la Iglesia no podía reconocer al pueblo judío ni a sus aspiraciones en Palestina, ya que los judíos “no habían reconocido a Nuestro Señor”. Herzl actuaba movido por criterios políticos, en tanto que la respuesta del Papa se basaba en la teología católica.

En los cuatro decenios siguientes, que abarcaron las dos guerras mundiales, los contactos sionistas con jerarcas de la Iglesia, así como las declaraciones oficiales del Vaticano acerca de las aspiraciones sionistas fueron pocas y esporádicas. Sin embargo fueron suficientes para confirmar los elementos básicos constantes de la posición del Vaticano tal como los habían expresado La Civiltà Cattolica y Pío X. La Santa Sede se oponía a un “hogar nacional judío” en Palestina, en especial tal como lo contemplaba la “Declaración Balfour” del 2 de noviembre de 1917. Los Lugares Santos eran un interés vital de la Iglesia y su custodia por los judíos era inaceptable. Su gestión y protección eran temas a debatir entre la Iglesia y las grandes potencias. Una eventual soberanía judía en Tierra Santa suscitaba problemas teológicos…



Problemas teológicos en la nueva «soberanía sionista»

Es parte del problema conocer, no solo quien fuera el conocido Theodor Herzl, como las tratativas políticas con que se llegó a la Declaración del ministro inglés Balfour de 1917.

Pero aquí lo principal es seguir las verdaderas razones teológicas, porque el Papa declaraba entonces:

“La tierra de Jerusalén si no ha sido sagrada, ha sido santificada por la vida de Jesucristo. Como jefe de la Iglesia no puedo daros otra contestación. Los judíos no han reconocido a Nuestro Señor. Nosotros no podemos reconocer al pueblo judío…”

Hoy, muchos acusarían a esta declaración de “antisemita”, lo que es fruto de malicia pues el antisemitismo –como lo exponen– atenta contra la Caridad cristiana, y el verdadero Papa, como todo verdadero católico, observa los principios fundamentales de este orden de la Caridad.

El primero de estos principios es reconocer la necesidad para todos de la conversión a la Fe del Redentor Jesucristo. Es la condición sin la cual no se puede aspirar a la perfección cristiana. Pero, en tal sentido, no hay que confundir el movimiento político fundado por judíos agnósticos y anticristianos y maniobrados por sociedades secretas como la masonería.

Esto es el “Sionismo”, que puede no ser promovido necesariamente por Judíos, mas cuenta con ateos, protestantes de varios tipos y también con apostatas católicos. Es el vector de una política generadora de revoluciones y guerras mundiales; responsable de conflictos ideológicos y colapsos económicos para la ruina de los países del orden cristiano tradicional. Es enemigo en especial de los «verdaderos judíos» que no quisieran emigrar al nuevo estado de Israel.

Pero la verdadera cuestión es otra: ¿cómo entra esto en los designios divinos de conversión?

Profecía sobre el poder de Israel en Roma

Israel ha vuelto a constituirse en estado en la tierra prometida

He aquí, un hecho-señal realizado, de evidencia contundente. Israel ha regresado a sus antiguos lares y ha formado un Estado soberano, una unidad política, comprensiva de todas las tribus o descendientes de Jacob, proclamado el 14 de mayo de 1948; y Jerusalén cayó en su poder en junio de 1967, en la llamada Guerra de los seis días. ¿Es acorde esto con las profecías referentes al retorno de Israel a su heredad –la Tierra prometida– para constituirse en Nación-Estado, y esta realidad con su futura conversión? Es el misterio de la economía de la salvación. San Pablo, refiriéndose a la conversión de los judíos al fin de los tiempos, dice: «No quiero, hermanos, que ignoréis este misterio… ». Se debe tratar de la otra conversión, no de la de algunos judíos, como la suya para la conversión de los pueblos, sino de la conversión en masa de la antigua Israel en íntima conexión con el hecho de la recuperación de la Tierra prometida. Muchos textos la vaticinan.

Deuteronomio: «En los últimos tiempos, te convertirás a Yahvé, tu Dios y le oirás; porque Yahvé, tu Dios, es misericordioso. No te rechazará, ni destruirá del todo, ni se olvidará de la Alianza que a tus padres juró». (4, 30-31).

Oseas: «… porque mucho tiempo han de estar los hijos de Israel sin rey, sin jefe, sin sacrificio… Luego volverán los hijos de Israel y buscarán a Yahvé… y se apresurarán a venir temerosos a Yahvé y a su bondad AL FIN DE LOS DIAS».

Ezequiel: «Yo les daré otro corazón y pondré, en ellos, un espíritu nuevo; quitaré de su cuerpo su corazón de piedra y les daré un corazón de carne, para que sigan mis mandamientos… y sean mi pueblo y Yo, su Dios» (11, 19-20).

Jeremías: «En aquel tiempo… seré el Dios de todas las tribus de Israel y ellos serán mi pueblo» (31,1).

Zacarías: «Y los traeré y habitarán en Jerusalén, y ellos serán mi pueblo y YO seré su Dios en verdad y en justicia» (8, 8).

Véase, por último, a San Pablo; en todo él se refiere a la conversión de los judíos:

«Por la defección de los Judíos, llegó la salud a los gentiles… Los judíos volverán a ser reimplantados en su propio tronco santo… La ceguedad de Israel durará hasta que entre la plenitud de los gentiles y, así, TODO ISRAEL SERÁ SALVO» (Rm. 11).

Hay clérigos que se basan en San Juan Crisóstomo para negar la vuelta y estancia definitiva de los judíos en Palestina, así como su conversión. Asimismo, artículos del Osservatore Romano y Civiltà Cattolica, anteriores a la Constitución del nuevo Estado, por considerarla como un movimiento anticristiano; y en el rechazo de la Santa Sede en reconocer dicho Estado. Lo que es verdad. Pero la verdadera cuestión es saber cómo el hecho entra en los designios divinos de conversión.

Dios se sirve del encadenamiento natural y espontáneo de las criaturas para alcanzar sus fines.

El Edicto del Emperador Augusto fue una decisión enteramente política; sin embargo, fue la causa segunda determinante del cumplimiento del vaticinio del nacimiento del Mesías en Belén. Considera, por último, con San Juan Crisóstomo, que el exilio perpetuo es un castigo impuesto por Dios, y burlarlo es un crimen. Pero, pregunto, ¿es que puede zafarse alguien de un castigo impuesto por Dios? Sólo se librará uno cuando Él lo quiera o lo permita. Y Dios permitió el Sacrificio de su Hijo para la salvación de todos los hombres.

El Cardenal Billot, ilustre comentarista y, tal vez, el mayor Teólogo del siglo XX, razona así sobre los vaticinios del retorno de Israel a Palestina:

«… Queda aún un último punto, que encaja en nuestras reflexiones: la futura conversión del pueblo judío al fin de los tiempos… ». Y comentando la Epístola a los Romanos (11), dice: «San Pablo anuncia su futura conversión, la cual fue considerada por toda la tradición como una de las más características señales del fin del mundo. Pero… ¿cómo podría ser posible que el pueblo judío, en cuanto tal pueblo, se convierta en su totalidad, pues está desparramado por todo el mundo?» Después de algunas reflexiones, termina preguntándose: ¿Es que no existe, en nuestros días un suceso significativo, que indique la proximidad del cumplimiento de la profecía de San Pablo? Pienso en las señales que anuncian el restablecimiento del Estado de Israel. Pues, seguro que una conversión en masa del pueblo judío no seria posible, mientras estuviera esparcidos por entre todas las naciones. Si ellos, al final, deben convertirse a Cristo, aglutinados en un pueblo (autónomo) entonces deben hallarse reunidos en un Estado como tal pueblo».

Billot conocía el Movimiento sionista, fundado por Theodor Herzl en 1895, y debía conocer, asimismo, la Declaración Balfour (1917) de simpatía por el Movimiento sionista, en la que se manifestaba que el Gobierno de su Majestad era favorable al restablecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío, y que emplearía todas sus fuerzas para la realización de este proyecto. La fe del pueblo judío que se mantuvo a lo largo de los siglos, en medio de persecuciones y masacres… Palestina es el país prometido por Dios a Abraham y a Moisés para la venida del Mesías.

«El día para la realización de esa promesa ha llegado».

Concluye Billot su comentario:

«Vemos cómo la Historia del mundo se mueve, con velocidad constantemente acelerada, justamente, en la dirección y en el sentido de las verdaderas profecías, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, y vemos cómo se están realizando ante nuestros ojos».

Esta es la exégesis buena porque tiene en cuenta la realidad. Pero todo se debía aún completar con la profecía de Jesucristo en San Lucas:

«Y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que se cumplan los tiempos de las naciones» (21, 24).

La concatenación de los acontecimientos que se nos dieron como señales de la proximidad del Juicio De Las Naciones, exige una reflexión más profunda en lo que se refiere al fenómeno de la vuelta de Israel a Palestina, y no tanto por ser el acontecimiento más palpable, sino, por ser el eje sobre el que gira el Misterio de la Economía divina de la salvación, como decía San Pablo. Por eso, además del hecho genérico de la formación del Estado de Israel, se debe considerar, en particular, el hecho de la recuperación de Jerusalén, así como su vaticinada conversión a la verdadera Fe, tras la Apostasía de los pueblos gentiles.

La expresión griega es «kairos», que tanto en latín como en las lenguas vulgares suele traducirse por «tiempo». Pero «kairos» no equivale exactamente al tiempo cronológico, el que pasa con el rodar de las horas; sino al «tiempo oportuno» para hacer algo: sementera, vendimia, siega, etc., o sea, sazón, madurez, oportunidad, ocasión. Así pues, la ocasión propicia, según los vaticinios, para que Israel se apoderara definitivamente de Jerusalén, llegaría cuando se cumplieran los tiempos (en plural) de los gentiles. Por lo que se puede aplicar, o mejor dicho, denotar que el tiempo de la sementera de la palabra evangélica, entre los gentiles, se habría terminado y que ya está madura la mies para la siega del Juicio divino sobre las Naciones. Ahora bien, Jerusalén cayó en poder de los judíos en junio de 1967, en la llamada guerra de los seis días. Luego, para esta fecha, se habían cumplido los tiempos de las Naciones; esto es, la oportunidad de convertirse a la Fe, una vez predicada a todas ellas, cumpliendo el mandato de Cristo. Fe que rechazaron la inmensa mayoría de las naciones y de los individuos; crimen por el que se merece la condenación; pues, «el que no creyere se condenará» (Mc. 16, 16). Pero es que, además de ese rechazo inicial, se ha dado el rechazo –crimen mucho mayor– de la Fe recibida, apostatando todas las naciones, así como la inmensa mayoría de los individuos. Por lo que la mies está madura para la siega del Juicio divino. Ese castigo se está incoando con la retirada de la gracia de la conversión. En efecto, a partir de la implantación de la «Libertad religiosa» y del malsano Ecumenismo, las conversiones cayeron en picada. Es más, entre los misioneros, debido al espíritu hipostático imperante, se ha perdido el celo por la salvación de las almas. Se incumple el gravísimo precepto de «predicar el Evangelio a toda creatura».

Ya no se intenta convertir, como regla general. Se ocupan en obras de beneficencia y de promoción social; o sea, de pura filantropía, que está al alcance de cualquier ONG, sea católica, agnóstica o atea.

Como contraste de la Apostasía actual se puede considerar el vaticinio de la conversión de Israel al final de los tiempos. El tema de la futura conversión de Israel, a pesar de tratarse de un hecho no verificado… debe tocarse por la intima conexión con el hecho-señal anterior expuesto, ya cumplido. Jesús, al despedirse de los judíos, después de anunciarles que su casa quedaría desierta, añadió:

«Os digo que no me veréis, a partir de ahora, hasta que digáis, Bendito El Que Viene En El Nombre Del Señor» (Mt. 23, 39)…

«Y alzarán sus ojos a mi, y a aquel que traspasaran lo llorarán como se llora al unigénito y se lamentarán por él como se lamenta a un primogénito» (Zc. 13, 10).

Y S. Juan:

«He aquí, que viene con las nubes y lo verá todo ojo, y los que lo traspasaron y se darán golpes de pecho todas las tribus de la tierra» (Ap. 1, 7).

Se trata de una auténtica conversión en contraste con el sincretismo de Asís. El Misterio de la Economía de la salvación nos ha revelado que ello tenía que acontecer así. La Justicia y la Misericordia divinas actúan alternativamente, armonizadas por la Infinita Sabiduría del Omnipotente.

«Si por el delito de los judíos – dice S. Jerónimo – la salud pasó a los gentiles, por la infidelidad de los gentiles, pasará, de nuevo, a los Judíos».

Como dice San Pablo:

«Dios encerró a todos en la infidelidad, para tener misericordia de todos. Y si las ramas del tronco santo –Israel– fueron desgajadas, por su infidelidad, lo mismo le sucederá al pueblo gentil».

Santo Tomás, al tratar el tema de la infidelidad, se pregunta si esta es el mayor de los pecados. Ante la respuesta afirmativa, pasa a distinguir varios grados en la misma (o sea, en la infidelidad positiva, ya que la negativa no es pecado). Dentro de la máxima gravedad de la infidelidad positiva, distingue dos grados: 1) El rechazo de la fe no recibida; 2) El rechazo de la fe, después de haberla recibido. En este segundo grado de malicia, hace una subdivisión: a) Rechazo de la fe recibida en figura, cual fue el caso de los judíos; b) Rechazo de la misma después de haberla recibido en su realidad y profesado, cual es el caso de los cristianos.

Dentro de la extrema gravedad del segundo grado, la culpabilidad de los que recibieron esa realidad y después abjuraron es mayor que la de los judíos. Por lo que se deduce que, si la infidelidad de los judíos fue tan duramente castigada, la apostasía de los cristianos seria también, con más rigor, en el Juicio de las Naciones; y así como la infidelidad de los judíos dio lugar a la misericordia con los gentiles, del mismo modo, la infidelidad de los cristianos debe dar lugar a la misericordia definitiva para con los judíos, provocando su conversión en masa. (v. Segredo de Fátima ou Perfídia em Roma?)

Conclusión: La verdadera Iglesia Católica es la Nueva Israel de Dios. Pero una «Iglesia» ocupada por «papas» que no siguen el primer principio de reconocer la necesidad para todos de la conversión a la Fe del Redentor Jesucristo, no es la Católica. El rechazo de tal principio, que es la razón misma de la autoridad apostólica, le quita toda posición de juicio. Mientras todo el poder político terreno va a los adversarios de la Iglesia. Es la señal de que se cumplieron los tiempos de las naciones cristianas. Es la hora crucial de toda la Historia, que va a durar hasta la conversión del Israel de Dios Uno y Trino, el único Israel de siempre, para restablecer Su orden divino en un mundo y en una Iglesia flagelados por engaños nunca vistos.

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