viernes, 2 de septiembre de 2011

La larga historia del Narcotráfico gubernamental norteamericano.

La larga historia del Narcotráfico gubernamental norteamericano. 1
La historia del Triángulo Dorado, donde convergen Tailandia, Laos y Myamar (antes Burma), está detallada en el libro que hizo el profesor de Yale, Alfred McCoy, en 1972, bajo el nombre de The Politics of Heroin in Southeast Asia, cuya tesis es que las operaciones de la CIA contra China fueron las responsables para crear la fuente única más grande de heroína para el mercado de Estados Unidos, donde la agencia no sólo tuvo pleno conocimiento, sino cooperó con ello. La CIA, escribió McCoy, usó al Kuomintang de Chiang Kai-shek (que huyó a Taiwán tras perder la guerra civil con Mao Tse Tung) para operaciones contra China en los años cincuenta desde bases de operaciones en Myamar, donde adicionalmente a sus intentos de desestabilización, organizó la producción de opio, y su vínculo en Tailandia era el general Phao, comandante de la policía de ese país quien, a la vez, trabajaba para la CIA, como se reveló, , en los Papeles del Pentágono, que publicó casi en su integridad The New York Times en 1971, y que fueron registrados también por otros nueve periódicos en Estados Unidos, su país.



Sobre el reclutamiento de la tribu laotiana Hmong (conocida también como los Meo), es un asunto tan viejo que fue publicado en un libro desde 1974 por Víctor Marchetti y John D. Marks, The CIA and Cult of Intelligence. Kwitny añade en el suyo que esa tribu tenía como principal fuente de ingreso el dinero obtenido por el cultivo de opio que, añade el periodista, era transportado en aviones de Air America, una línea de aviación de la CIA que utilizó para transportar drogas en Indochina, algunas de las cuales eran vendidas a los propios soldados estadounidenses en Vietnam. A esto se le añaden entrevistas que a lo largo de los años realicé con ex combatientes en Vietnam, uno de los cuales, hoy director de cine que estudió en Hollywood, era el pagador de la CIA para la tribu Hmong y el hombre que compraba artículos de contrabando en Tokio y Hong Kong para los generales que estaban en Vietnam.

El patrón de la política de la droga que los estadounidenses establecieron en Indochina fue replicado en Centroamérica y el Caribe, donde la creciente curva de importaciones de cocaína a Estados Unidos siguió casi exactamente el ritmo de flujo de armas de Estados Unidos y de asesores militares a Centroamérica. Esto, tampoco es resultado de mi mente peregrina, sino que fue escrito por John Dinges en 1991, en su libro Our man in Panama: The Shrewd Rise and Brutal Fall of Manuel Noriega. Se ha documentado ampliamente en la prensa mundial a lo largo de los años, y se ha reconocido oficialmente, que Noriega sirvió a los intereses de los servicios de inteligencia del Pentágono y de la CIA, y que sus contactos con el narcotráfico se daban con Pablo Escobar, quien era el jefe del cártel de Medellín. La relación de los generales hondureños con el narcotráfico la documentamos, a mediados de la década de los ochenta, James LeMoyne en The New York Times y quien esto escribe en Excélsior, por lo cual aparecieron durante un buen tiempo nuestros nombres en una lista negra por si intentábamos ingresar nuevamente al país. Los generales tenían en ese entonces a un líder, su jefe castrense Gustavo Álvarez, quien discutía regularmente con la CIA y el entonces embajador estadounidense en Tegucigalpa, John D. Negroponte, la operación de los contras, de acuerdo, con el informe de la Comisión Tower sobre el caso del Irán-Contras, y el libro Chronology, donde The National Security Archives, la organización independiente con sede en Washington, detalló escrupulosamente en 1997 la cronología, precisamente, de aquel episodio. Seguramente pocos recuerdan, pero por esas épocas vivía en Honduras, protegido por los militares, Juan Ramón Matta Ballesteros, quien había estado relacionado con el narcotraficante Alberto Sicilia Falcón, que se fugó de Lecumberri a principios de los años setenta, y que después se vinculó tanto a los cárteles colombianos como a la vieja y gran organización del crimen organizado que encabezaba Miguel Ángel Félix Gallardo.

Por otra parte, los ejércitos de Guatemala y Haití, que recibieron apoyo clandestino de la CIA, estuvieron involucrados en el tráfico de drogas desde Florida, donde el dinero era lavado, como sucedió en el caso Irán-Contras para financiar a los contras (como a los mujadehin en Afganistán), por el Bank of Commerce and Credit International, según ha señalado Michel Chossudovsky, quien era profesor de Economía en la Universidad de Ottawa y que entre otros libros escribió The Globalization of Poverty, Impacts of IMF and World Bank Reforms en 1997, y como se puede documentar también en un informe especial de la revista Time en 1991. Contras y mujadehines eran “luchadores por la libertad” apoyados por la CIA, como también lo hizo con el Ejército de Liberación Nacional de Kosovo. Tampoco esto es producto de la imaginación. Hay varias revelaciones importantes al respecto, como el análisis de inteligencia de John Whitley, que apoyaba clandestinamente a los rebeldes kosovares, quien explicó que ese respaldo fue construido por la CIA (que los entrenó y equipó) y la Bundesnachrichtendienst, o el BND, como se conoce al servicio de inteligencia alemán, quien previamente ya había ayudado a colocar en el poder en Croacia a Franjo Tudjman, según el quincenario bostoniano Phoenix, en el artículo “Truth in Media” en 1999, o en el libro de Michel Collon, Poker Menteur, en 1997. La relación de los rebeldes kosovares con las organizaciones criminales europeas y su participación en el narcotráfico y lavado de dinero, puede ser consultado en el reportaje de Roger Boyes y Eske Wrigth en el Times de Londres en marzo de 1999, intitulado “Drugs, Money Linked to the Kosovo Rebels”, y si no es suficiente, se pueden leer los despachos de la agencia griega de noticias ANA del 28 de enero de 1997, o la información en Turkish Daily News del 29 de enero del mismo año.

La historia de los servicios de inteligencia estadunidenses en relación con las drogas es un asunto, inclusive, más viejo. La Marina, por ejemplo, desarrolló en México, como en otros países y en colaboración con la CIA, dos programas, “Chatter” y “Artichoke”, para experimentar con drogas en seres humanos. En México, de acuerdo con los documentos desclasificados de la CIA que, publicó quien esto escribe a finales de la década de los setenta en Unomásuno, habían participado varios prominentes intelectuales mexicanos. Y cuando la Marina no tenía con quiénes probar las drogas, la CIA le puso conejillos de indias en Alemania, en un programa secreto que llamó “Castigate”, como lo revela John D. Marks en su importante libro The Search for the Manchurian Candidate, publicado en 1979. Más aún, investigaron en los años cincuenta el trabajo de María Sabina en la sierra de Oaxaca para poder estudiar los efectos de las drogas en el control mental. La CIA se sumó al esfuerzo con el llamado “Subproyecto 58″, dentro del programa “MKULTRA”, para el control de la mente por medio de las drogas.

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