miércoles, 28 de septiembre de 2011

La milenaria maldición sionista

La milenaria maldición sionista

Rodolfo Jorge Brieba

LA MILENARIA MALDICION SIONISTA
Darío Botero Pérez

La ambición sionista por apropiarse de los territorios de los ancestros de los actuales palestinos, tanto como de los que éstos han logrado conservar durante miles de años de ocupación y habitación permanentes, proviene de los sueños de Abraham.

Este personaje, oriundo de Ur de Caldea, al sur del actual Irak, donde se unen los ríos Éufrates y Tigres, tras huir con su mujer Sara y su sobrino Lot, se enamoró de las tierras de los cananeos, quienes los recibieron con gran cordialidad, hasta el punto de que uno de los hijos de Het le ofreció regalarle a Abraham la heredad donde se hallaba la cueva de Macpela para que sepultase a su esposa, cuando murió.

Pero el astuto (¿o pérfido?) y prudente (¿o cobarde?) patricio, quien resultó siendo inspirador de tres religiones monoteístas, en ese entonces era un rico pastor con ansias de abandonar su vida nómada, por lo que resolvió despojar a sus amables anfitriones de sus excelentes hogares.

En consecuencia, para no agregarle más bajezas a su canallada, resolvió pagarle a Efrón las 400 monedas de plata en que avaluó la heredad donde el insigne judío sepultó a su legendariamente bella esposa, pensando en dejársela como herencia a sus descendientes.

Ese sueño fue el que empezó a realizar Josué con la destrucción de Jericó, tras la salida del desierto en que anduvieron 40 años, guiados por Moisés, quien los libertó de los egipcios.

A la mítica tierra del dios Sol habían llegado, en busca de alimento, más de cuatro siglos antes. En ese entonces los recibió su hermano, el famoso casto José, asombroso interprete de sueños, a quien, años antes, habían vendido a unos mercaderes, aunque a Jacob, quien lo adoraba, le dijeron que había sido devorado por una fiera del campo.

En compensación, José los acogió en Egipto, aprovechando su influencia ante el faraón, para evitar que muriesen de inanición pero, sobre todo, para convertirlos en esclavos, protagonizando una de las venganzas más llamativas de que da cuenta la horrorosa Historia.

Tales felonías familiares denotan la catadura moral de ese pueblo. Son dignas de su padre Jacob, quien, aliado con la madre de ambos, la pérfida Rebeca, le robó a su hermano Esaú la progenitura, engañando a Isaac, el hijo de Abraham que engendró ese par de mellizos.

Para los creyentes, estamos viviendo los tiempos de la revancha del estafado, cuando se restablece el orden justo de las cosas.

Ojalá resulte así, para inaugurar una sociedad mundial pacífica y solidaria, en vez de que los traidores logren concretar el fin del Mundo, que Netanyahu se esmera en apurar, cumpliendo los sueños mortales del sionismo, impulsados por el Club Bilderberg. Por fortuna, ya la Humanidad entendió su perversidad y está buscando alternativas de vida inéditas y dignas.

En la tierra de los faraones, durante 430 años de esclavitud, construyendo pirámides, aprendiendo masonería, y ejerciendo toda clase de oficios ruines, se reprodujeron prolíficamente cada uno de los doce descendientes del tramposo Jacob, quien cambió su nombre por el de Israel y fundó la religión judía.
Ésta, junto a la cristiana fundada por Jesús, y a la musulmana que se ingenió Mahoma, son las tres religiones monoteístas que provienen del polémico Abraham.

Los israelitas conformaron doce tribus que se atribuyeron, por la insistencia de Moisés en realizar los sueños de Abraham, el derecho a poseer la tierra de los cananeos, a quienes arrasaron en su afán por cumplir los presuntos mandatos de Yahvé.

Hay que insistir en que el referente a la “tierra prometida” proviene de los sueños de Abraham, reforzados con los del impostor Jacob. Según éste: “El Dios omnipotente se me apareció en Luz, en la tierra de Canaán, me bendijo y me dijo: ‘Yo te haré crecer, te multiplicaré y te pondré por estirpe de naciones; y daré esta tierra a tu descendencia después de ti por heredad perpetua” (Génesis, capítulo 48, versículos 3,4; subrayas agregadas)

Dada su insistencia en despojar a los palestinos, reconstruir el templo de Salomón y apurar el fin del Mundo, el inspirador de tales exabruptos sigue siendo el peor y más peligroso padrino de genocidas sufrido por la Humanidad. Para realizar sus crímenes usa como su arma de extermino al pueblo judío, guiado por los sionistas.

O sea, fundamentalmente, por los descendientes de Leví, el que no recibió tierras en la repartición de Moisés sino el monopolio de la fe, lo cual les ha permitido disfrutar de lo mejor, como lo estipularía Yahvé, sin tenerle que dar un golpe a la tierra. La explotación de ésta les corresponde a las once tribus restantes, que no dejan de soñar con conquistar toda la “tierra prometida”.

Desgraciadamente para las generaciones vivas, si no son capaces de oponerse y vencerlos, los sionistas consideran que ya les llegó su hora, pues han vuelto a Jerusalén desde 1948, de modo que están listos para ocupar lo que les corresponde, según lo que Josué dijo que le había dicho Yahvé: “Desde el desierto y el Líbano hasta el gran río Éufrates, toda la tierra de los heteos hasta el mar grande donde se pone e sol, será vuestro territorio” (Josué, capítulo 1, versículo 4)
Como el desafío es realmente serio y definitivo, pues la desmesura y el fanatismo de los sionistas son demenciales e irreductibles; podemos entender la urgente necesidad de que la comunidad internacional reconozca la existencia del Estado palestino.

De ninguna manera se puede tolerar que los sionistas sigan imponiendo su mesianismo apocalíptico, burlándose del mundo entero y apurando su Armagedón.
No sólo tenemos que evitarlo, denunciándolos, sino aislándolos y derrotándolos, so pena de que la Humanidad se extinga o quede reducida al 5% que han decretado los enemigos comunes. Consideran que 500 millones de esclavos son suficientes para garantizarles sus vidas de dioses, de modo que sobramos 6.500 millones condenados a la extinción por pestes, hambre, guerras y destrucción de la biosfera, lo cual está en pleno desarrollo, ante todos.
Para ilustrar la macabra amenaza y la catadura moral de los herederos de Jacob, transcribo algunos párrafos de Wikipedia sobre la resolución 181 del 29 de noviembre de 1947, que creó los dos estados, Israel y Palestina, en los territorios detentados por Gran Bretaña a la fecha.

“La Asamblea General de las Naciones Unidas propuso el 29 de noviembre de 1947 la partición de Palestina en dos estados, uno árabe y otro judío, quedando Jerusalén bajo la administración de las Naciones Unidas. La mayoría de los judíos en Palestina aceptaron esta decisión, pero no así los árabes quienes la rechazaron

“Los líderes árabes se opusieron al plan argumentando que violaba los derechos de la población árabe, la cual en ese momento representaba el 67% de la población total (1.237.000 habitantes), criticando además que la mayor parte de la tierra (el 54%, incluyendo el desierto del Néguev, que suponía el 45% de la superficie de todo el país) se adjudicaba al Estado judío, que consistía en el 33% de la población.

“Resolución 181 de Naciones Unidas

La resolución 181 de la Asamblea General de Naciones Unidas, votada el 29 de noviembre de 1947, recomienda la partición de Palestina en un Estado judío, un Estado árabe y una zona bajo régimen internacional particular. 14.000 km², con 558.000 judíos y 405.000 árabes para el Estado judío, 11.500km², con 804.000 árabes y 10.000 judíos para el Estado árabe, 106.000 árabes y 100.000 judíos para la zona bajo control internacional que comprende los Santos Lugares, Jerusalén y Belén. Entre los dos estados se debe establecer una unión económica, aduanera y monetaria. Aprobada por 33 votos (incluidos los Estados Unidos y la URSS), frente a 13 votos en contra y 10 abstenciones (incluidoGran Bretaña que espera tras la resolución de los problemas mantener su influencia), esta resolución fue rechazada por los árabes y criticada por los sionistas, que a pesar de todo se adhirieron a ella. La resolución jamás será aplicada y seis meses después de su aprobación, el 15 de mayo de 1948, el mismo día en que finalizó el mandato Británico de Palestina y fue proclamado el Estado de Israel, comienza la primera guerra árabe-israelí”

También anexo una relación de las resoluciones de la ONU que el estado creado por ella en territorios tradicionalmente ocupados por los palestinos pero invadidos por Ben Gurion con sus guerrilleros, se ha pasado por la faja prevalido del poder de veto que tiene en la ONU su gran colonia americana, tanto como de su inmenso arsenal de armas de destrucción masiva que se desesperan por usar.

Espero que sirvan para entender el peligro en que nos hallamos ante la demencia del “pueblo elegido”, capaz de cualquier crimen, como el bombardeo con fósforo blanco a los indefensos condenados al despojo. El pretexto para el genocidio es que los terroristas de Hamas les tiran bombas caseras que casi ningún peligro representan…

No queda duda alguna de que los fundamentalistas que dirigen a Israel están seguros de que llegó el tiempo para el fin del Mundo, de modo que están haciendo todo lo posible para que así sea.
Muchos creyentes de las tres religiones basadas en Abraham, están resignados a su suerte, pues saben que es vano y temerario oponerse a los designios divinos, sobre todo tratándose de un dios tan iracundo y vanidoso como Yahvé, mucho más próximo a un extraterrestre amargado y megalómano que al ecuánime creador del universo que uno esperaría para tan alta misión.

Pero muchos otros, cada vez más numerosos y despabilados, consideran que es una locura mística, dirigida a ocultar el propósito deliberado de destruir la biosfera con toda clase de agresiones.

En tan pérfida tarea vienen empeñados los grandes potentados, aliados del sionismo y resueltos a confirmar su grandeza mediante la destrucción apocalíptica.
Para conseguirlo imponen las depredadoras, antieconómicas y perversas recetas neoliberales, ahora adoptadas por todos los países (excepto Bután con su Felicidad Interna Bruta que rechaza el tradicional PIB), independientemente de la ideología que esgriman sus gobernantes.

Sin duda, más que los diplomáticos y los mezquinos intereses que defienden, son las multitudes lúcidas las que deben exigir la creación del Estado de Palestina tanto como el final de la dictadura de los potentados, para inaugurar una sociedad plana, de ámbito global y realización local, que satisfaga todas las necesidades de los ciudadanos, permitiéndoles desarrollar todos sus talentos, de modo que enriquezcan a la especie con sus singulares e irrepetibles aportes.
¡La Humanidad tiene la palabra!

ANEXO: Resoluciones de la ONU sobre el conflicto árabe

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