jueves, 27 de octubre de 2011

Imam Ali (p): Cimas de la Elocuencia (Discurso 2)

Imam Ali (p): Cimas de la Elocuencia (Discurso 2)
Etiquetas: Imam Ali, nahyul balaga

Traducción del árabe: Raúl González Bórnez
Discurso 2:Conocido como «Discurso de los espíritus»

Alguien le pidió que hablase de los atributos de Dios hasta que fuese como si Le estuviese viendo con sus ojos. El Imam Ali, sobre él la paz, se disgustó al oír esas palabras y subió al púlpito y dijo:

En el nombre de Dios,el Clementísimo, el Misericordiosísimo

Alabado sea Dios, a Quien ni el abstenerse ni el desentenderse Le incrementan, ni el otorgar y ser generosos Le disminuyen, pues cualquiera que da disminuye sus bienes, menos Él y cualquiera que se abstiene es censurable, excepto Él y Él es Quien otorga con generosidad Sus benéficos favores, y Quien enriquece y distribuye en abundancia.
Trata a los seres creados como si fuesen Sus familiares y Él, con Su generosidad, les provee de aquello que es necesario para la vida.
Ha decretado para ellos lo que les fortalece y ha aclarado el camino para quienes desean llegar a Él y para quienes buscan lo que hay junto a Él. Y no es más generoso dando de lo que Le piden que de lo que no Le piden.
Él es el Primero sin un antes de Él para que pudiera existir algo anterior a Él y es el Último sin un después de Él para que pudiera existir algo posterior a Él.
No permite que la vista Le alcance o Le perciba la mente.
El tiempo no pasa para Él, por tanto, Sus estados no varían, ni Es en un lugar, por tanto, no se pueden suponer en Él desplazamientos.
Y si Él donase a algunos de Sus siervos todo lo que poseen las minas que hay en las montañas y los tesoros que adornan los mares como una sonrisa de dientes nacarados, el oro y la plata que hay en el fondo del mar y en las montañas, las pequeñas perlas de perfecta redondez y las cosechas de coral, no se resentiría Su generosidad ni se agotaría la abundancia de Sus posesiones.
Los tesoros que Él posee no caben en la imaginación, de tantos y tan abundantes como son, ni los agotan los deseos de los seres humanos.
Él es el Generoso, cuya generosidad no merma por mucho que sea lo que da, ni decrece por mucho que le pidan quienes Le piden, ni se vuelve tacaño por la insistencia de quienes Le suplican.
En verdad, Su orden cuando desea algo es decirle: «Sé» y ello es.[1]

Así pues, no supongáis que Él es de una manera y lo que no es de esa manera no es Él. Glorificado y alabado sea.
¡Oh tú que preguntas! Toma de mí la respuesta a lo que me has preguntado y no vuelvas a preguntar a nadie sobre ello después de mí, pues, en verdad, yo soy suficiente para satisfacer lo que buscas y para librarte del esfuerzo y la dificultad de ello y de la intensidad y profundidad del camino a seguir.
¿Cómo puede ser calificado Aquel por quien me has preguntado? Cuando los ángeles, a pesar de su proximidad al trono de Su generosidad y de la intensidad de su amor por Él y de su glorificación a la majestuosidad de Su poder y de su proximidad a lo oculto de Su reino, no son capaces de conocer de Su sabiduría más que aquello que Él les enseña y, aun cuándo ocupan una posición especial en Su reino sagrado y poseen un conocimiento de Él gracias a la naturaleza con la que Él les ha creado, han dicho:
¡Glorificado seas! No conocemos más que aquello que Tú nos has enseñado. En verdad, Tú eres el Conocedor, el Sabio.

Ciertamente, a Dios, bendecido y ensalzado sea, tiene entre los ángeles a quien desciende a la Tierra con toda la grandeza con la que ha sido creado y que posee muchas alas.
Y, alguno de ellos que, si se les pidiera a los genios y a los hombres que le describiesen, no podrían describirle por la distancia que hay entre sus partes y la belleza con la que está compuesta su figura.
¿Cómo podría ser descrito uno de Sus ángeles, cuando la distancia que hay entre las puntas de sus alas y los lóbulos de sus orejas tarda en recorrerse setenta años?
Y, algunos de ellos que abarcan con una sola de sus alas el horizonte y alguno de ellos la curva de los cielos.
Y, alguno de ellos cuyo pie reposa en la atmósfera del cielo más bajo y las tierras en sus rodillas.
Y, alguno de ellos que si fuese arrojado a la profundidad de las oscuras aguas las abarcaría a todas.
Y, alguno de ellos que, si se colocasen los barcos sobre las lágrimas de sus ojos, navegarían en ellas por toda la eternidad.
Así pues, si eres sincero ¡Oh tú! El que me encarga describir a tu Señor, el Misericordiosísimo con toda la creación, de otra manera que como lo hace la revelación descendida y la prueba evidente.[2] Describe tú a Gabriel, a Mikael, a Israfil y a los ejércitos de los ángeles querubines, en sus elevadas estancias sacrosantas, cuyas inteligencias se confunden si deben describir al Mejor de los creadores.
¿Acaso puedes sentir al ángel de la muerte cuando entra en una morada?
¿O acaso le has visto cuando hace morir a alguien?
¿O cómo hace morir al feto en el vientre de su madre?
¿Acaso llega a él a través de alguno de los miembros de ella?
¿O el Espíritu se lo permite con permiso del Señor de ella?
¿O acaso habita con él en el seno de su madre?

¿Cómo puede describir a su Señor quien no es capaz de describir a criaturas Suyas como esas?
Pues, en verdad, son percibidos por los atributos quienes poseen cuerpos y órganos y quien, cuando alcanza el límite de su vida, se extingue.

Así pues, no hay más dios que Él. Él ilumina con Su luz toda oscuridad y oscurece con Su oscuridad toda luz.
Por tanto ¡Observa! Oh tu que preguntas, pues, aquello que el Corán te muestra de Sus atributos y lo que te han mostrado de Él los profetas y síguelo para que te sirva de vínculo entre tú y el conocimiento de Él, ya que, en verdad, ello es un favor y una sabiduría que te han sido dadas. Toma, pues, lo que te ha sido dado y sé de los agradecidos y confía en ello e ilumínate con la luz de su guía.
Y apártate de aquello que el demonio quiere que conozcas de Él y que el Corán no hace obligatorio que conozcas y de lo cual tampoco hay indicaciones en la práctica del Profeta, las bendiciones y la paz sean con él y con su familia, ni en la práctica de los Imames de la guía, y confía su conocimiento a Dios, glorificado y ensalzado, pues, en verdad, ese es el límite de lo que Dios quiere de ti.

Y sabe ¡Oh tú que preguntas! Que quienes se encuentran firmemente establecidos en el conocimiento son aquellos a quienes Dios ha hecho que no necesiten traspasar los límites impuestos a lo que no se puede percibir con los sentidos corporales y que perseveran en el cumplimiento de todo aquello de lo que ignoran su explicación por pertenecer al mundo oculto a los sentidos y dicen:
Creemos en Él. Todo procede de nuestro Señor.[3]

Y Dios, glorificado sea, les elogia por el reconocimiento de su incapacidad para alcanzar aquello que no abarca su conocimiento y califica como «firmemente establecidos en la religión» a quienes desisten de profundizar en lo que no les ha sido encomendado investigar de Su esencia.
Por lo tanto, limítate a eso y no circunscribas la grandeza de Dios, glorificado y ensalzado sea, a la medida de tu inteligencia, pues serías de los que quedan aniquilados.

Él es el Poderoso. Si la imaginación intenta percibir Su poder se queda corta y si las mentes, libres de los malos pensamientos provocados por el susurro del demonio, tratan de alcanzar el fondo de Su inmensidad y los corazones se vuelven a Él, intentando experimentar la realidad de Sus atributos, y la penetración de los intelectos intenta alcanzar el conocimiento de las cualidades de Su esencia, regresan frustradas y retroceden fatigadas ante la profundidad de los secretos de Su reino y se dan cuenta de su debilidad para penetrar en los oscuros abismos de los mundos ocultos a los sentidos, que pertenecen solamente a Él, glorificado sea.

Regresan, pues, cuando se enfrentan a su debilidad, al comprender que Él no comete errores ni injusticias.
La investigación que pretende llegar a conocer Su realidad se pierde en el camino y la mayor reflexión no es capaz de imaginar la majestuosidad de Su poder, debido al poder limitado que ellos poseen y a que Él, a diferencia de Su creación, no tiene semejante entre las criaturas.
Puesto que, en verdad, una cosa se compara con lo que es semejante a ella, al no existir nada semejante a Él ¿Cómo puede ser comparado lo que no tiene semejante?
Él es el Inicio sin nada anterior a Él y el Final sin nada posterior a Él.
La vista no es capaz de discernir la gloria de Su omnipotencia si Él la cubre con velos. No puede penetrar su densidad ni atravesar la especial firmeza de sus velos para llegar hasta el Dueño del Trono.
Él es quien humilla el poder de los que se rebelan ante la majestuosidad de Su grandeza, somete los cuellos a Él y aflige los rostros por temor a Él.

Y debes saber que Dios, glorificado y alabado sea, no es creado, de manera que pueda estar sometido a cambios y transformaciones. La sucesión de estados y situaciones no provocan alteraciones en Su esencia y la sucesión de las noches y los días no ocasiona diferencias en Él.

Él es quien inició la creación sin modelos que le sirviesen de referencia y sin unas medidas previas a las que someterse, establecidas por un creador adorado antes que Él.
Y Él nos hace ver algo de la soberanía de Su poder y de lo sorprendente de Su señorío creador, como señales que nos hablan con elocuencia de Su sabiduría.
Las evidencias de la creación declaran de manera indubitable que su existencia es fruto de Su poder y el establecimiento de esas pruebas son una indicación clara de Su conocimiento.
Él no es abarcado por Sus atributos, de manera que conociéndolos pudiéramos delimitarle.
Y no cesa, pues Él es Dios.
Nada de los atributos de las criaturas es semejante a Él. Él está muy por encima de eso.
Los ojos no son capaces alcanzarle de manera que pueda ser determinado, ni Su esencia, que sólo Él conoce, puede ser conocida por Sus criaturas.
Y, debido a la superioridad que posee respecto al resto de las cosas, Se encuentra muy por encima del lugar que Le suponen quienes Le imaginan y de la grandeza que le atribuyen quienes Le piensan.
Pues Él no tiene un semejante, de manera que aquello que Él ha creado se Le parezca.
Y quienes poseen conocimiento de Él no dejan de manifestar que Él está libre de tener semejante o socio.

En lo que Él ha creado se evidencian los efectos de Su creación y las señales de Su sabiduría y cada cosa que Él ha creado deviene una prueba de Su existencia, y una evidencia de Él y, aunque algunas criaturas sean mudas, su diseño habla con elocuencia y aporta pruebas de la existencia de su Creador.

Por ello, doy testimonio de que, quien Te compara con los diferentes órganos de Tus criaturas o con sus partes articuladas, está ciego a las disposiciones de Tu sabiduría, en lo más profundo de su ser no Te conoce y su corazón no ha sido tocado por la certeza de que Tú no tienes semejante.
Es como si no hubiesen oído a los seguidores de los falsos dioses rechazándoles, cuando dijeron:
¡Por Dios que estábamos en un extravío evidente cuando os equiparábamos con el Señor del Universo![4]

Mienten quienes establecen iguales a Ti cuando Te equiparan con sus ídolos y quienes, en su imaginación, Te atribuyen los atributos que adornan a los seres creados y quienes, con estimaciones que son resultado de sus especulaciones, Te dividen en partes como a los seres que poseen un cuerpo y, conforme al talento de sus intelectos, Te asignan fuerzas y poderes semejantes a los que poseen las distintas criaturas.

¿Cómo puede ser ponderado por la imaginación Aquel cuyo poder no es susceptible de ser calculado?

Con seguridad, se extravían en sus investigaciones las ideas fantásticas, ya que Él es más sublime de lo que los intelectos humanos pueden concebir o de lo que los ángeles puedan abarcar, a pesar de la cercanía al reino de Su grandeza de la que disfrutan, pues Él está muy por encima de tener un semejante con el que poder ser comparado.

Y doy testimonio ¡Señor nuestro! De que quien te equipara con algo de tu creación lo pone al mismo nivel que Tú y que quien te equipara con algo no cree en aquello con lo que descendieron Tus versículos unívocos, testimonio elocuente de Tus pruebas claras.
Pues, ciertamente, Tú eres Dios, el Cual no puede ser confinado en los límites de los intelectos de manera que ellos puedan determinar Tu calidad en los recovecos de sus pensamientos, ni en las reflexiones de sus mentes, como si Tú fueras un ser limitado y expuesto a cambios
.
Por tanto, glorificado y ensalzado sea Él, frente a la ignorancia de las criaturas.
Glorificado y ensalzado sea Él, frente a las falsedades de los ignorantes.
¿Dónde puede Él ser alcanzado por alguno de vosotros?
Y ¿Dónde puede ser percibido lo que no puede ser percibido?
A Dios es a quien se recurre en busca de ayuda.

Él ha determinado la medida de todo cuanto ha creado y lo ha calculado con delicadeza y maestría y lo ha organizado y ha sido sutil en Su organización.
Él lo ha orientado en su dirección para que no exceda los límites de su naturaleza ni se quede corto sin poder alcanzar su objetivo y, cuando se le ordena moverse conforme a lo que Él desea, no lo considera algo difícil de cumplir. ¿Cómo podría ser de otra manera cuando todos los asuntos surgen del deseo divino?
Él es quien trae a la existencia las múltiples variedades de cosas sin necesidad de cavilaciones mentales sobre ellas, sin verse impulsado a ello por algun deseo oculto, sin necesitar de la experiencia que aportan los acontecimientos que trae el transcurrir del tiempo, sin un socio que Le ayude a generar los sorprendentes asuntos, sin esfuerzo que Le fatigue y sin sufrir las molestias de alguien que se oponga a Su mandato.

Así pues, se completó Su creación y Él la sometió para que Le obedeciese y respondiese complaciente a aquello a lo que Él la convocase, sin dejar transcurrir el tiempo para responder a Su mandato.
Nada se retrasa en el cumplimiento de Sus órdenes ni se demora.

Enderezó aquello que las cosas tenían torcido y dejó claras las señales de los límites de cada una de ellas.
Con Su poder puso armonía entre sus partes contrapuestas y conectó entre sí los elementos semejantes de ellas.
Diferenció sus colores y las separó en géneros distintos por sus límites, capacidades, naturalezas y formas.
Creó a las criaturas desde la nada con un diseño bueno y delicado y las dotó de la naturaleza que Él quiso.
Su conocimiento las clasificó y categorizó en diversas especies y Su capacidad de planificar dotó a cada una de ellas de hermosas proporciones.

Armonizó las desigualdades de los espacios abiertos y soldó las fisuras de lo que en ellos estaba separado.
Unió cada uno de ellos con su pareja y eliminó las dificultades para el tránsito a los cielos de quienes descienden con Su mandato y de quienes ascienden con las obras de Sus criaturas.
Los convocó cuando todavía eran un humo claro y vaporoso, cerró sus agujeros y cohesionó sus huecos.
Después de repararlos abrió sus puertas cerradas y colocó de vigilantes algunas estrellas fugaces en sus huecos, para que protegieran con firmeza las alteraciones del espacio con Su apoyo y les ordenó que se mantuviesen en su sitio mientras Él se lo mandase.

Y colocó el Sol de los cielos como una señal visible durante el día y la Luna como una señal de luz tenue durante la noche e hizo a los dos fluir en las órbitas que Él estableció para el desplazamiento de ambos y asignó a cada uno de ellos un curso por el que transcurrir de manera que, por medio de ellos dos, se estableciese la diferencia entre la noche y el día y se conociese el número de los años y se pudiesen realizar cálculos, atendiendo a los tiempos transcurridos de ambos.

Luego, colgó en la esfera de cada cielo su firmamento y suspendió en ellos sus adornos, como pequeñas perlas de penetrantes parpadeos y grandes estrellas como lámparas.
Y lanza Sus penetrantes meteoritos luminosos contra quienes ascienden al cielo a escuchar.
Él hizo fluir a las estrellas sometidas a su mando, las fijas a su inmovilidad, las móviles a su senda, las descendentes, las ascendentes, las portadoras de desastres y calamidades y las portadoras de fortuna y buena suerte.

Entonces, creó Dios, glorificado sea, para habitar en Sus cielos y para poblar la superficie más elevada de Su reino, a las admirables y singulares criaturas angélicas, llenando con ellas todas las grietas, espacios abiertos y huecos de sus esferas.
Y, en los caminos que hay entre esas aperturas, resuenan las recitaciones de quienes de ellos Le glorifican en los recintos sagrados del Paraíso, tras la opacidad de los velos y las cortinas del esplendor y la gloria divina.
Y, detrás de estos ecos que ensordecen los oídos, se encuentra el esplendor refulgente de una luz que no permite que la vista la encare y ésta se para, rechazada, en sus límites.
Él los ha creado con diferentes figuras y variados tamaños. Poseen alas y glorifican el esplendor de Su poder.

[1] Corán, 36:82.
[2] Es decir, el Corán.
[3] Corán, 3:7.
[4] Corán, 26:97 y 98.

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