sábado, 1 de octubre de 2011

Una aproximación al Arte Islámico

Una aproximación al Arte Islámico
El tauriq es expansión y crecimiento, el tastir es contracción y regreso. El tauriq habla de la creación, el tastir alude a los atributos del creador
Cultura - 11/04/2011 8:17 - Autor: Silvia Matamoros Galán - Fuente: WebislamVota:- Resultado 76 votos | Más... Etiquetas: arte islamico, alifato, caligrafia

BasmalaLos medios abstractos de expresión

En la historia del Islam la expansión creadora surge de dentro hacia fuera. Desde Yatrib el Profeta Muhammad, SAW, difunde el mensaje coránico. Medina, será el punto de partida de la expansión del Islam que crecerá como las ramas del árbol de la vida, proyectando las hojas del Corán en todas las direcciones del planeta.

“Ésa expansión, eco del Yamal, la Belleza Divina, que anima a todo proceso creador, todo pensamiento y toda estética. Como aquella Columna Infinita que levantó Brancusi, el imam erguido como un alif humano, proyecta hacia fuera los melodiosos y armónicos sonidos de la Recitación. Cada inflexión de su garganta es una hoja o un fruto, signos para los dotados de vista y de oído, para los dotados de intelecto”.

La línea recta con carácter más abierto e infinito que la línea curva, ésta última acaba volviendo inevitablemente al punto de partida. La creación abocada a desaparecer, tiene principio y fin, desarrollo y muerte. La idea del universo como curva cerrada.

El mundo árabe como fruto expresivo y divino del proceso creador tiene el Corán, que es la palabra de Allah.

Muestra de la decoración de tauriq se encuentra en la ciudad palatina de Az Zahra, mandada construir por Abd al-Rahman III, el árbol siriaco de la vida, el que mejor expresa la concepción islámica de la creación.

La línea vertical, recta e infinita, es el alif, la primera articulación de la lengua. El alif nunca se une a las demás letras y a lude a la unidad y a la separación. De El han de surgir todas las letras como de esa línea primera y vertical surgirán las ramas, hojas y frutos de la existencia terrenal.

El alif primigenio se traza de arriba hacia abajo, el tauriq, tras el descenso del alif, un crecimiento de abajo hacia arriba, y de dentro hacia fuera. Una energía expansiva de la naturaleza, como una flor que se abre.

El ser humano que no puede conocer a Allah, pero puede acceder a Él a través de Sus atributos y cualidades contenidas en los signos, que hay en la creación “signos para los dotados de intelecto”.

La creación asciende desde el tronco terrenal y material, de igual modo, el intelecto a través de los signos contenidos en la creación. Forma y recuerdo del tauriq, metáfora visual de la creación, también como medio que tiene el ser humano para encontrar sentido en la creación. El intelecto ve no sólo los signos del mundo de las criaturas, sino también las cualidades y atributos del creador.

El tauriq como primera estructura vertical y recta, al igual que la primera letra el alifato el alif. También en sentido inverso, a partir de los signos contenidos en la creación, puede el ser humano acceder a la geometría profunda, que nos lleva de nuevo al principio.

El tauriq es expansión y crecimiento, el tastir es contracción y regreso. El tauriq habla de la creación, el tastir alude a los atributos del creador. El tauriq expresa las formas sensibles de la vida material, el tastir alude a la otra vida, intelectual y espiritual.

El tauriq alcanza su mayor apogeo en al-Andalus durante el esplendor político, cultural y material del califato.

Pintura, caligrafía y edificio forman un conjunto unificado armónicamente e integrado en el medio natural. En Madina Az Zahra jardín y edificio forman un orgánico conjunto en el que razón y sensibilidad viven hermanadas en un ser integrado.

ORIGEN DEL ALIFATO

Al-alif, letra madre y origen gráfico de la totalidad del alfabeto árabe. De su unidad surge la multiplicidad de las veintiocho letras, incluyéndose ella misma, en las cuatro posiciones: inicial, medial, final y la forma aislada o arquetípica.
Ibn Masarra, cordobés habla del significado de las letras del alifato, interpreta la palabra hom (árbol siriaco), el significado profundo que componen la palabra. La ha representa la Verdad -al Haqq-. La min es el mundo físico –al-Mulk- y el lugar –maqam-. Como el árbol el ser humano tiene una parte animal terrestre que pertenece al Mulk, y otra elevada y celeste que pertenece al Haqq, el Aql o Intelecto superior. Partes que forman un todo organizado e integral.

En el enunciado del nombre de cada letra del alfabeto árabe, puede advertirse que cada una lleva la impronta del nombre de Al-alif en forma explícita o implícita.

Antes de la aparición del Islam, los pueblos que habitaban la península arábiga estaban dominados por el politeísmo y la idolatría. Fuentes históricas describen esa época como un período de franca decadencia cultural, al cual se sumaba el paulatino deterioro de las costumbres morales y espirituales.

Dicho deterioro se detiene con la llegada del Islam, y es así que, a partir de ese momento, comienza una ascensión moral, lo cual trae aparejada una definida consolidación cultural de la cual la caligrafía, también llamada arte mayor, es una muestra.

En concordancia con los nuevos preceptos de la unidad divina, y a los efectos de erradicar definitivamente la idolatría del pueblo árabe, el nuevo mensaje profético establece la prohibición de la adoración de cualquier tipo de representación figurativa, es por ese motivo que la caligrafía resuelve, la tensión existente entre representación y abstracción ofreciendo en los lugares santos un substituto de dicha decoración.

Lo expresado en el párrafo anterior no invalida la existencia de estatuas o la no representación gráfica de figuras, puesto que las mismas pueden ser apreciadas en los numerosos ejemplos que nos ofrecen aquellas realizadas por la maestría de pintores de diversos países islámicos, en especial Turquía y Persia. La sutileza de la propuesta espiritual se basa en la no asociación de ninguna figura o representación, con la divinidad, a efectos de que el hombre no traslade el prístino sentimiento hacia su Creador y lo reemplace por alguna figura o imagen de cualquier naturaleza y concluya por adorar o reverenciar a esa representación.
Al tener que expresar la palabra divina, la caligrafía comienza tempranamente a transformarse en un medio gráfico de incomparable plasticidad y belleza, al mismo tiempo que impacta el alma del creyente por la calidad del mensaje.

La expansión del Islam a otros pueblos no árabes posibilita también a éstos últimos el uso de la grafía arábiga, es así que vemos brillar en Persia y Turquía la maestría de grandes calígrafos que embellecen cada día más el trascendente y universal mensaje del sagrado Corán. Turquía descolló superlativamente en este aspecto, pues tuvo en la época de esplendor del Imperio Otomano, la escuela de maestros calígrafos más importante que se tenga memoria.

Puede no conocerse la escritura, pero las variadas formas y combinaciones que puede adoptar la misma, no dejan de asombrar por su equilibrio y sentido estético, dichas características trascienden el mensaje más allá de su significado literal, poniendo en resalto su armonía, belleza y sereno ordenamiento plástico.

El arte caligráfico árabe impacta al ser humano en tres puntos: la vista – dado la plasticidad del los grafismos –, el intelecto – si es que la persona conoce la escritura y entiende su mensaje –, y finalmente el ser Esencial – memoria de la divinidad y recuerdo del lugar de origen –, por el sentido interno del mensaje exhibido y sus implicancias no conscientes, que tal como un diapasón, resuena a frecuencia determinada. Si la persona que observa un trabajo caligráfico no ve nada más que la función estética, por el desconocimiento del idioma y las letras, el resultado interno es el mismo, porque todas las almas tiene un único lenguaje.

Estilos

La escritura tiene una letra madre que actúa como módulo en la formación y proporciones de las restantes letras. Dicha letra es la primera del alfabeto, su nombre es “al-alif”, la cual es representada por un trazo vertical () representando la misma el sonido de nuestra "a", actuando en otros casos como soporte de otras letras.

Estudios realizados determinan que la escritura árabe existía antes del Islam. Sus dos formas primarias son: una ligera y cursiva la cual da origen al estilo "naskhi", la otra angulosa, hierática, la cual será llamada más tarde “kúfica”. Los primeros árabes aprendieron la escritura cursiva del pueblo nabateo, en la región de Hourán en Siria. El estilo kúfico se origina en la escritura siríaca. Los árabes pre-islámicos llamaban a esta escritura "hiri", según el nombre de su ciudad, Hira, en Mesopotamia. Muy pronto los musulmanes construyeron la ciudad de Kufa y a partir de ese momento la escritura se llamo "kufi".

Vale la pena recordar que cuando se produjo la expansión del Islam, fue necesario utilizar un medio de comunicación a grandes distancias que fuera comprensible para todos, en ese punto comenzó a sistematizarse la grafía.

Los estilos caligráficos son numerosos, pero cabe destacar seis principales
Thuluth, Naskhi, Muhaqqaq, Rayhani, Riqa, Tawqi.

Además las letras deben adaptarse a los diversos y siempre rígidos patrones arquitectónicos establecidos por quienes construyeron las mezquitas y edificios. Como analogía al ser humano, el cual debe de adaptarse, flexibilizando su accionar, a las rígidas condiciones que establece la inexorabilidad de su transcurso por la vida.

La actividad de la escritura en aquellos pueblos, que por diversas razones, adoptaron como propia los caracteres árabes, era una actividad sagrada, actividad que plasmaba armoniosamente las letras para transmitir el mensaje revelado. Los maestros calígrafos formulaban su invocación intencional de trabajo con el lenguaje del corazón y la respuesta les llegaba también al corazón con el lenguaje propio. Esos maestros eran expertos en la preparación de las fórmulas de sus tintas y del corte de sus cálamos, asi también en el conocimiento de los numerosos estilos caligráficos. Algunas fórmulas para el preparado de las tintas subsisten hasta la fecha, otras se han perdido. Entre esos maestros prevalecía la cooperación mutua, intercambiaban sus técnicas sin que por ese motivo ninguno de ellos perdiera su estilo. Subordinaban la humana apetencia de voracidad y prestigio personal, a la obtención de un logro mayor, es por eso que los trabajos se ejecutaban con un vuelo muy alto y una gran exquisitez. Se dejaba de lado la competencia porque ¿quién podía, puede y podrá competir con la obra del Creador?. Allí, en ese exacto punto se abre la puerta de la fe y se experimenta la intrascendencia humana.

La única competencia válida es con uno mismo.

Los trabajos eran alabanzas para y hacia el Único. Era y es imposible conocer la profundidad de los conocimientos de esos maestros, sólo nos es dado conocerlos a través de sus obras. Es axiomático que aquel que invierte su energía en lo intrascendente obtiene el rédito proporcional a su inversión. Estos grandes maestros invertían su energía en valores altísimos y proporcionalmente obtenían sus resultados. Su disposición al trabajo se basaba en un sencillo contacto con la vida y una gran fe en la tarea emprendida.

La escritura apenas había evolucionado y era poco usada antes de Muhammad, pero en un siglo se transformó en una forma majestuosa como vehículo para la transformación del Corán y de esta forma se convirtió en la herencia de todos los pueblos islámicos. Tanto para el calígrafo como para el lector tal factor da a este arte su carácter y su importancia y explica su función no sólo en los libros sino también como elemento dominante de la decoración arquitectónica y en casi todas las demás formas de arte: el metal, la cerámica, el vidrio, los tejidos del mundo islámico.

Al mismo tiempo que la cúfica se desarrolló otro tipo de escritura más legible y menos formalista y en el S. X el calígrafo Ibn Muqla formuló las reglas de proporción y medida para cada letra. Se crearon entonces seis estilos clásicos muy relacionados entre sí, entre ellos el maskhi, el thuluth y el muhaqqaq. La disciplina de estos cánones de proporción permite una nueva libertad de desarrollo sin pérdida de control. Ya no es importante la línea de sustentación en que se apoya la escritura cúfica, y a la que proporciona su estabilidad típica; las letras se pueden superponer y la pluma se mueve con una fluidez hasta entonces desconocida.

En distintas épocas y en distintos países se fueron creando otros estilos de los cuales los más importantes son el nasta’lig inventado a finales del S. XIV y utilizado en Irán, Turquía y la India. Tenía una nueva cualidad lírica: delicados trazos de movimientos lineales reemplazaron a la firmeza sinuosa de la escritura thuluth. Se utilizan de manera característica para transcribir textos poéticos más que para el Corán.

En la decoración arquitectónica y en sus aplicaciones a diferentes materiales el máximo logro de la caligrafía cursiva es la creación de complejos diseños dentro de una zona determinada del edificio. Se inventaron nuevos estilos de escritura cúfica: formas macizas con una firme línea de base, formas completamente geométricas para inscripciones construidas con ladrillos o formas en las que la vertical se retuerce de forma complicada. La variedad y la importancia de la caligrafía es inmensa en el Islam."

La caligrafía árabe existe en todos los tamaños y sobre todos los materiales de expresión artística, pero las obras más importantes son las que desde el siglo VIII fueron escritas sobre papel con una sencilla pluma. El calígrafo estaba sentado en el suelo, apoyaba la hoja sobre una rodilla y escribía con trazados fijos y seguros, que presuponían un total control psicoló¬gico y espiritual sobre la pluma. Era necesaria una práctica de varios años para e1 dominio de este arte, y las obras maestras de la caligrafía que se creaban provocaron admiración en todas partes; fueron coleccionadas, guardadas, altamente apreciadas y se comerciaron con ellas a precios de coleccionistas.

Al principio, la propagación del Corán se encontraba en una clara escritura representa¬tiva. La escritura de alfabeto árabe utilizada en Meca y Medina, en la primera mitad del siglo VII es una escritura consonántica, como todas las escrituras semitas; tiene 28 fonemas y se escribe de derecha a izquierda, con lo que todas las letras pueden ser unidas desde la derecha; sin embargo, hay algunas que no pueden ser unidas hacia la izquierda, por lo que puede haber vacíos dentro de una palabra. Tres de los fonemas son semivocales, es decir, consonantes que al mismo tiempo sirven para la grafía de vocales largas, como por ejemplo la “w”, que es también una "u" larga. Las vocales cortas tenían que inferirse del contexto, pero pronto se mostró la necesidad de señalar estas vocales cortas mediante signos de ayuda. Lo mismo vale para el sistema de uno hasta tres puntos, con los se diferencian estas letras, cuya forma básica es igual, como por ejemplo la "s" y la "sh'; o la "b" y la "t".

Todavía en el siglo VII, la escritura cúfica se perfiló como escritura coránica, una escritura angular de contornos extremadamente claros que también parece monumental en pequeños formatos y expresa en su impresionante simetría la conciencia individual, con la que el Islam propagó su escritura en su periodo clásico. La cúfica era, a pesar de que su nombre deriva de la ciudad de Kufa en Irak, una escritura que estaba extendida sobre todo el territorio del Islam, desde al-Andalus en el oeste, hasta más allá de Irán en el este; era una escritura universal para una civilización universal. En las escribanías, especialmente instaladas para ello, se escribieron ejemplares del Corán sobre pergamino en forma apaisada y se diseñaron inscripciones que se grababan en piedra y se aplicaban en edificios; también se tejían en telas como ornamentos o se bordaban.

Hasta entrado el siglo XII la escritura cúfica continuó siendo la escritura del Corán; sin embargo, con la propagación del Islam en paí¬ses en los que se hablaban otros idiomas distintos al árabe y para los que se adoptó la escritura árabe (los más importantes son el persa y el otomano-turco), habían surgido nuevas exigencias en la escritura y se habían hecho efectivos nuevos impulsos.

Para la escritura diaria en la economía y en la administración, en la cultura y la ciencia y en la correspondencia privada, hubo desde el principio una forma de escritura más redonda. Probablemente se desarrollaron de ella los esti¬los que el visir Ibn Muqla (muerto en 939) codi¬ficó a principios del siglo X en Bagdad como los "seis estilos”, que desde entonces sirven de pauta para todos los calígrafos islámicos y que hasta el día de hoy se han perfeccionado en las direcciones más diferentes: nasj, muhaqqaq, rayhan, tawqi, riqa y thuluth. Ibn Muqla ideó un sistema con el que se miden las relaciones entre cada una de las letras mediante puntos con la pluma. Con este sistema se consigue una clara definición de las proporciones dentro de un estilo de escritura.

La escritura se convirtió rápidamente en una forma de arte que podía ser utilizada en todas partes y que fue aplicada especialmente para decorar edificios, pues la decoración figurativa se llevaba a cabo sólo con reservas. Dentro de la escritura cúfica se formaron estilos locales como el oblicuo ductus “persa”, o el estilo usual en al-Andalus y el oeste del norte de África, del que surgió la posterior escritura "magrebí".

La introducción del papel, que llegó al mundo islámico en el siglo VIII proveniente de China pasando por el centro de Asia, fue de gran importancia para el desarrollo de la caligrafía. Aunque los ejemplares del Corán conti¬nuaron siendo escritos preferentemente en pergamino, porque era más duradero y le daba un carácter más oficial (lo que también era válido para los documentos), los escritos cotidianos de negocios y sobre todo los literarios recibieron con la introducción del papel un impulso comparable al que se produjo con la invención de los tipos móviles en la imprenta.

Mientras el Corán se escribía en pergamino, se conservó la escritura cúfica; pero en el siglo XII también se había ya impuesto aquí el papel, y la escritura cúfica dejó de utilizarse como escritura del Corán. En su lugar, se utilizaron preferentemente tres de los estilos codificados por Ibn Muqla: el nasj, el muhaqqaq y el rayhan, mientras que los otros tres estilos estaban más bien reservados a los escritos en cancillerías, en la administración y en la correspondencia.

El Corán más antiguo conservado en nasj sobre papel fue escrito en el año 1001 en Bag¬dad por Ibn al-Bawwab, un alumno de Ibn Muqla y el calígrafo más celebrado en su época, considerado en la historia de la caligrafía como el segundo gran teórico después de Ibn Muqla. A éste le siguió en el siglo mi Yaqut al-Mustasimi (muerto en 1298), un perfeccionista al que se remiten tanto los calígrafos persas como los otomanos, que desde entonces han contribuido esencialmente al perfeccionamiento de la caligrafía más allá de los "seis estilos".

En Persia esto fue sobre todo la formación del nastaliq, un ductus, que se utilizó preferentemente para textos en lengua persa. Con la adopción del Islam, los persas adoptaron también la escritura árabe, y encontraron un estilo que se ade¬cuaba a su lengua y que hoy día es aún vigente. En el siglo XVII se formó del nastaliq el shikaste, una escritura marcada por la concen¬tración y los arcos exagerados que tan sólo el hábil lector podía descifrar fácilmente.

Alrededor de 1500, Shaij Hamdullah otorgó en el Imperio Otomano más claridad a la nasj acuñada por Yaqut al-Mustasimi, animado por el deseo de facilitar una lectura más clara; casi 200 años más tarde, Hafiz Osmam mejoró esta calidad mediante todavía más simplificaciones. La mayor parte de los calígrafos modernos de Turquía se remiten a esta tradición. Los calígra¬fos otomanos crearon con el estilo de la escritura diwani su propia variante de la caligrafía para todos los documentos oficiales. La diwani es casi tan difícil de leer como la shikaste, pero otorga al documento una especial forma interrumpida, en cuyo principio está una de las invenciones más importantes de los calígrafos otomanos: la tughra, el intrincado nombre escrito del sultán.

Para un calígrafo fue siempre natural intentar conseguir durante su formación el dominio de por lo menos, los "seis estilos". Para ello no bastaba sólo con aprender las bases teóricas de cada estilo; sobretodo había que tener práctica y un buen ojo para las proporciones de la superficie que se quería rellenar con escritura. En los ejemplares del Corán en pergamino era una superficie horizontal, sobre la que las líneas no fueron ordenadas por palabras sino por grupos de letras, lo que dificulta la lectura fluida. Con los ejemplares del Corán en papel apareció el formato vertical, donde cada línea debía acabar con una palabra completa. Para ello, las palabras no tenían que estar muy juntas ni pasarse de los marcos fijados. De esta manera, cada línea tenía que ser cuidadosamente pla¬neada si quería ser estéticamente equilibrada; del mismo modo, la relación entre las líneas debía ser tenida en cuenta para no confundir los trazos arqueados hacia abajo con los trazos ascendentes de la línea inferior. Finalmente, las páginas anterior y posterior tenían que tenerse en cuenta en la planificación del conjunto para evitar así cualquier desequilibrio.

Estas consideraciones eran válidas tanto para libros como para composiciones caligráficas, que a veces estaban compuestas por tan sólo una frase o incluso tan sólo una palabra. Ya muy temprano se encuentran tales composiciones en objetos de uso habitual, y más tarde en hojas sueltas signadas, que fueron coleccio¬nadas, pegadas y encuadernadas en álbumes. La poesía persa en nastaliq, a menudo escrita en diagonal sobre la hoja, era apreciada en la India y en Irán, mientras que en el Imperio Otomano se preferían breves textos, en escrituras de diferentes tamaños, sobre hojas de formato horizontal. Las cerámicas del siglo X de Samarcanda pertenecen a los ejemplos más impresionantes de la utilización de escritura en objetos de uso cotidiano. También las innume¬rables inscripciones en la arquitectura debían ser exactamente planeadas; en Turquía y Persia, las obras diseñadas por calígrafos conocidos están a menudo firmadas.

La caligrafía es un arte que no puede aprenderse mediante la memorización de sus reglas; para desempeñarlo con gran maestría se requiere de un talento especial. En la actualidad, los artistas de todos los lugares donde se cultiva la escritura árabe en su tradición caligráfica se esfuerzan por conseguir este dominio.

Dentro del cúfico encontramos el estilo de caligrafía propio de Al-Andalus; algunas fuentes árabes (Abu Haiyan al-Tawhidi, Ibn Jaldun e Ibn al-Sid de Badajoz, entre otros) suelen mencionar en sus respectivos tratados, la caligrafía andalusí como un estilo independiente y particular, aunque no precisan qué características formales le corresponden.

Todos ellos se refieren al cúfico cordobés de época omeya, aunque Ibn Jaldun hace referencia también a la cursiva andalusí. Sobre la caligrafía de Al-Andalus, este sabio teoriza: Al-Andalus se ha distinguido por el poder de los omeyas, los cuales se caracterizaban por haber desarrollado la civilización urbana, las artes y la caligrafía, la cual llegó a definirse como una tipología caligráfica propiamente andalusí. Sin embargo, en Al-Andalus, el poder árabe se extinguió y con la posterior mezcla de costumbres y artes, como consecuencia de la decadencia de la civilización urbana (que este filósofo sitúa dentro de la historia del Occidente islámico, en el hundimiento de la cultura andalusí), la caligrafía llegó a ser realmente mala e imperfecta.

Para la caligrafía, la escritura utiliza el cálamo caña cortada con una punta doble-, con el que traza líneas precisas y con frecuencia entrelazadas. En palabras del neoplatónico Al-Tawhidi (m.c.1010), la función del cálamo no es otra que plasmar en las mejores condiciones posibles una bella caligrafía, puesto que el instrumento del calígrafo no tiende a aislar los signos, sino que los integra en un ritmo continuo sin que se alineen en un mismo plano trazos diferentes. Aquí reside el encanto de la caligrafía árabe, en el modo en que es capaz de combinar la forma específica de cada letra con la fluidez del conjunto. Así pues, el cálamo tiene, por un lado, la virtud de grabar los secretos y expresar con claridad las ideas como el sabio más elocuente, mientras que por otro, es elogiable su capacidad para traducir lo invisible e informar acerca de lo oculto.

La caligrafía se considera la más noble de las artes, puesto que da forma visible a la palabra revelada del Corán. Puede decirse que nada ha plasmado mejor el sentido estético de los pueblos musulmanes que la escritura, pues ésta sabe combinar la geometría con el ritmo, polos entre los que se mueve este arte. En palabras de Ibn Jaldun: " la caligrafía es un arte noble, ya que la escritura es una de las características que diferencian al ser humano de los animales", definiendo seguidamente este arte como el segundo nivel en la escala de expresión lingüística, es decir, como simple escritura: los trazos que dibujan las palabras percibidas por el oído y que expresan, a su vez, un contenido del alma. Para el sabio andalusí Ibn Al-Sid de Badajoz (1052-1127), la caligrafía hay que definirla como "el procedimiento que permite transmitir el lenguaje por medio de la escritura siguiendo una serie de técnicas cuya finalidad es conseguir una letra clara, sólida y hermosa".

Vemos también cómo la caligrafía adopta la función de transmisora del conocimiento: tiene el poder de separar las ideas, recomponerlas y preservarlas como si de las perlas de un collar se tratase. Ibn Jaldun se inclina del lado de la función comunicativa de la escritura: "la caligrafía es expresión evidente de la palabra y el discurso, lo mismo que ambos son expresión de las ideas que contienen el alma y el pensamiento, por lo que ambos deben ser signos perfectamente claros". La escritura traslada el pensamiento desde la letra escrita al discurso oral, grabándose en la imaginación, y desde el discurso oral a las ideas contenidas en el alma. Esta adquiere así la facultad de pasar de una denotación a la idea denotada sin interrupciones, que es en lo que consiste la reflexión intelectual, explica Ibn Jaldun. De esta manera, la superioridad de la escritura frente al lenguaje oral, es resaltada por los sabios al ser ésta perdurable, trasladar las noticias y las ideas a gran distancia y conservarlas para el futuro.

Otra de las funciones atribuidas a la caligrafía es la de traductora del pensamiento y de los sentimientos; suele ser expresada mediante imágenes literarias, en concreto a través de la comparación de las artes con la orfebrería y el tejido. Siguiendo esta similitud, las líneas sucesivas de un texto pueden compararse con la trama de una pieza de tejido, pues en realidad el simbolismo de la escritura es similar al del tejido, ya que ambos se refieren al cruce de los ejes cósmicos: imaginemos un telar primitivo en el que los hilos de la urdimbre cuelgan verticalmente y la trama los va uniendo horizontalmente mediante el movimiento de vaivén de la lanzadera, que evoca la repetición de los ciclos de los días, los meses o los años, mientras que la inmovilidad de la urdimbre corresponde al eje polar. Este eje es único, pero su imagen se repite en cada hilo de la urdimbre, al igual que el instante presente, que es siempre uno, parece repetirse en el curso del tiempo. Del mismo modo que en el tejido, el movimiento horizontal de la escritura, que es ondulante, corresponde al cambio y al devenir, mientras que el vertical representa el plano de la Esencia.

En definitiva, a la belleza de la armonía visual de la caligrafía (que se halla en consonancia con la belleza superior del alma), se añade el valor de su contenido intelectual y sentimental, más la clara elocuencia de las ideas transmitidas y la posibilidad de su conservación y difusión a través del tiempo y el espacio, todo lo cual convierte a este arte en el más noble de los oficios manuales y en una de las cualidades fundamentales de la persona ilustrada, o lo que es mas, del ser humano ideal, que el insigne filósofo Al-Tawhidi define como: "aquél cuya alma tiene el don de la inteligencia, su lengua el de la elocuencia, su mano el de la caligrafía, disfruta de un aspecto externo agraciado y tiene un carácter agradable, posee en perfecto orden las mejores cualidades y ha sido colmado con una gran profusión de virtudes. Sólo le falta dar gracias por haber llegado a obtener todo eso".


BIBLIOGRAFÍA
- Manual Módulo V, Interculturalidad en el Islam 2005/6. Una aproximación al arte islámico, Hashim Cabrera.
- La Caligrafía Árabe, Carmen Morales Sauce.
- Arte Caligráfico, Ricardo Panizza.
- Introducción a la Historia Universal, Al-Muqaddimah, Ibn Jaldun, Estudio preliminar, revisión y apéndices de Elías Trabulse. Fondo de Cultura Económica, México 1987.

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