martes, 1 de noviembre de 2011

Aferrarse a las cosas de la vida...

Aferrarse a las cosas de la vida...
Carta abierta a los musulmanes
Opinión - 14/09/2008 9:47 - Autor: A. M. A. - Fuente: Melilla HoyVota:- Resultado 40 votos | Más... Etiquetas: ghazali, profeta, coran, islamofobia, carta, abierta, musulmanes, cautiva, atras

"Aferrarse a las cosas detenidas es ausentarse un poco de la vida".Nos cautiva sobremanera muchos de los pensamientos legados por al-Ghazali porque ya, siglos atrás, nos advierte sobre los conocimientos inútiles. Es el caso de nuestros tiempos, en los que el progreso técnico nos proporciona toda clase de información y conocimiento. Información que progresivamente manipula la condición humana hacia su peor vertiente. Ya se lo temía nuestro Profeta Muhammad (Sálla llähu 'aláihi wa sállam, -la paz y las bendiciones de Allah sean con él-) cuando, según un hadiz, decía: "Oh Dios mío, líbrame de todo conocimiento inútil". Esa era la preocupación de uno de los discípulos de nuestro al-Ghazali, que concluidos sus estudios, le escribe una misiva desde la distancia a su maestro, consultándole y pidiéndole consejos. Si bien ya había estudiado la obra magna de su maestro al-Ghazali, "La Revivificación de las Ciencias del Din" (Ihya' 'Ulûm al-Dîn) y demás obras, donde "contienen las respuestas a mis preguntas, mi interés es que el Maestro escriba lo que necesito en unas cuantas páginas que me acompañen por el resto de mi vida, para obrar según ellas en los años que me queden, si Dios Altísimo así lo quiere", dice en la carta el discípulo. Carta a la que contestaría al-Ghazali y que posteriormente se convertiría en un pequeño opúsculo reeditado infinidad de veces, hasta el extremo de haberse convertido en el libro más leído en el mundo musulmán después del Corán.

Probablemente abrumado Abu Hamid al-Ghazali ante tal responsabilidad, lo primero que le espeta a su discípulo en su contestación es que "tenemos consejos evidentes en el Modelo de los Mensajeros", referido al Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Allah sean con él). "Si ya has recibido consejo de él, ¿qué autoridad puede tener mi consejo para ti?" después de años de estudios de los fundamentos del Islam. Y sentencia: "Y si todavía no lo has recibido, dime ¿qué has ganado en estos últimos años?". A partir de esta premisa, nuestro maestro fundamenta toda su carta sobre la base del legado de nuestro amado Profeta.

"Un indicio de que Dios Altísimo ha abandonado a su siervo es que éste se ocupe de lo que no le atañe; y si pierde una hora de su vida ocupado en algo ajeno a la devoción para la que fue creado, entonces merece la prolongación de sus sufrimientos". Pero esta consideración adquiere mayores proporciones de dramatismo al afirmar que "quien pasa los cuarenta años sin que sus virtudes hayan dominado sus vicios debe prepararse para el fuego". Obviamente se entiende perfectamente el consejo del maestro a su discípulo y por extensión a todo aquel que diga ser musulmán.

Se lamenta al-Ghazali en cuanto que dar consejos es sencillo, "lo difícil es recibirlo". Sobre todo para aquellos que están mediatizados por sus propios deseos, "pues lo prohibido es dulce para sus corazones". Y esta reflexión va dirigida especialmente a los que andan embelesados con los logros de "las ciencias convencionales", embriagados, cuando no extraviados "con la satisfacción de su alma y los logros del mundo, creyendo que su mera ciencia lo salvará, que en ella está su redención y que no tiene necesidad de actuar". Qué error, a decir de nuestro maestro, ya que la responsabilidad de un creyente adquiere mayores proporciones al ser portador de conocimiento. En el Islam, el conocimiento está obligado a contribuir a la hacienda pública 'pagando más impuestos' aún que el patrimonio, valga la expresión. Es decir todo conocimiento retenido para sí mismo y no puesto al servicio de la comunidad es un fraude grave desde la perspectiva islámica como corrobora al-Ghazali al recordarle y advertirle a su discípulo que si se "adquiere un conocimiento y después no lo pone en práctica, luego este será usado como una prueba en su contra". Subraya estas palabras con un hadiz inequívoco del Profeta: "El más castigado el Día de la Resurrección será el hombre de conocimiento por cuyo saber Dios no recibió beneficio alguno".

Me viene a la mente ese conjunto de amigos, melillenses para más señas, que tras años de duros estudios y afanosa 'superación' en los apasionantes caminos del conocimiento del Islam, incurren en la incoherencia flagrante. Huidizos, asustadizos ante el torrente arrollador de la islamofobia, ciertamente estigmatizadora, se entregan al refugio silente, a la espera de "mejores tiempos". Cuando ya sus 'sapiencias' de poco o nada sirvan, superados por otros que supieron estar a la altura de las circunstancias. Cobardía absurda cuando el saber, que se sepa, no es atenuante o delito alguno. Y qué pena también, esos que, sin duda, después de transitar largamente por una vida de escasez, faltos de un trabajo 'seguro' o regular desertan de sus ideas aturdidos en sus nuevos estatus de consumidores noveles tras alcanzar el flujo económico largamente anhelado.

No hay excusas que valgan más allá de lo que nos recordaba nuestro maestro Abu Hamid al-Ghazali, pero allá cada cual con sus propias decisiones, aunque vale la pena traer a colación algunas estrofas de un cantautor que nada a contracorriente en estos tiempos de pragmatismo radical. Dice en su canción titulada "El tiempo, el implacable, el que pasó": "...Aferrarse a las cosas detenidas / es ausentarse un poco de la vida./ La vida que es tan corta al parecer / cuando se han hecho cosas sin querer. / En este breve ciclo en que pasamos / cada paso se da porque se sienta. / Al hacer un recuento ya nos vamos / y la vida pasó sin darnos cuenta...". Pero claro, hay quienes creen que la vida es eterna, la de aquí, la terrenal. Pobres ilusos. Hasta la próxima, incha-Allah.

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