martes, 1 de noviembre de 2011

Islam y Derechos Humanos: introducción

Islam y Derechos Humanos: introducción
Introducción del libro 'Islam y Derechos Humanos', de Yaratullah Montiriol, publicado por Junta Islámica el año 2010
Pensamiento - 22/12/2010 2:13 - Autor: Yaratullah Monturiol - Fuente: CDPIVota:- Resultado 40 votos | Más... Etiquetas: islam, derechos humanos, yaratullah monturiol, junta islamica

Portada del libro 'Islam y derechos humanos' (Junta Islámica 2010)“En verdad, ofrecimos el compromiso a los cielos, a la tierra
y a las montañas, que rehusaron cargar con ello por temor.
Pero el ser humano lo aceptó; siendo injusto e ignorante”


Muchas son las preguntas que ha generado en los últimos años el tema de los Derechos Humanos en el islam. Esos derechos fundamentales para cualquier persona son indispensables en cualquier cultura y de igual modo en todas las sociedades islámicas, pues las poblaciones musulmanas –sea en mayoría o en minoría- se extienden hoy por todo el mundo. Desde el islam ningún gobierno puede erigirse como portavoz ni representante de la umma (comunidad), pues no hay una raza, país o estado que posea la autoridad espiritual ni la legitimidad para gobernar a la globalidad islámica del mundo como si de un imperio se tratara. La persona que es musulmana en el sentido más real del término nunca se someterá a ningún dios humano, por lo que nadie puede tiranizar a otros pueblos como “ser supremo”, desde ningún lugar en concreto de nuestro planeta en nombre del Islam. Los políticos son servidores del pueblo y no al contrario. Un cargo más alto debe implicar más responsabilidad pero no más privilegios; no al menos, en detrimento de los otros. Pero los derechos humanos no son asunto de unos cuantos sino de toda la humanidad. Cada persona, por el hecho de ser musulmana adquiere el rango de califa en la tierra y eso implica una responsabilidad intransferible que se pone en evidencia según el modo de relacionarnos con todas las cosas. Esta competencia particular no sólo afecta individualmente sino que también exige un compromiso a nivel colectivo, que refleja el nivel de conciencia o al menos de educación que enseña el islam.

En este sentido, la recopilación de información sobre los asuntos que trata este libro ha supuesto una ardua tarea de años, con capítulos que tratan algunos de los temas más conflictivos o confusos, tanto en su aplicación como en cuanto a la simple comprensión de los mismos. Los malos tratos y los castigos corporales, la discriminación de las mujeres, la libertad religiosa y otros muchos asuntos se plantean como materias pendientes y en proceso de revisión, de las cuales también la comunidad islámica debe responder. Sin embargo, en muchas ocasiones se le atribuyen al Islam acusaciones falaces. En cualquier caso, hay que ofrecer una reflexión que propicie el debate, desde la propia umma y con su entorno –que es todo el mundo- y proponer caminos de diálogo, desde una pedagogía de alteridad que fomente el conocimiento y respeto de unos derechos humanos que no son un patrimonio occidental, sino derechos humanos sin fronteras, para la auténtica construcción de una cultura global sin exclusiones.

Se tiende a considerar que el Islam es una religión con una doctrina. Pero esto, además de ser discutible a nivel filosófico, teológico y etimológicamente, limita y empobrece demasiado su calado y embergadura. Definitivamente, no es una doctrina, sino una ética. Lo que se traduce como “religión” es el dîn (“juicio”, “deuda”, o forma de vivir y de hacer las cosas según unos planteamientos existenciales o valores). El Dîn del Islam debe tratar principalmente de derechos humanos.

Estos trabajos aquí reunidos nos orientan por el camino del Islam desde sus fuentes –el Corán y la Sunna- hacia una audaz, y rigurosa explicación exegética desde la máxima transparencia, y a su vez reúne otros tipos de documentación auxiliar obtenida para informar con más precisión de los temas que nos afectan hoy y que atentan contra los derechos humanos. La globalización en la que todas las culturas del mundo están inmersas nos compromete a todas y todos en un proyecto común, en el cual, la comunidad musulmana tiene un trabajo específico que hacer, en el cual hay que trabajar rigurosamente desde los principios islámicos. Pero, además hay que utilizar esta formación esencial para mejorar todos los aspectos de educación, relación con nuestro entorno, convivencia, y aportar mejoras para el consenso y la aplicación de acuerdos, pactos o leyes que defiendan y protejan precisamente a quienes tienen menos recursos para hacerlo, así como propuestas constructivas para prevención de conflictos, que a menudo son resultado de la ignorancia, el desconocimiento y la confusión. Dos observaciones antes de entrar en el ejercicio de reflexión que provoca este libro: El mensaje profético es una amenaza para los opresores, sea cual sea su origen, creencia u objetivos, según advierte reiteradamente el Corán. Lo que busca esencialmente la comunidad musulmana en el Islam es protección. Tenemos el pleno convencimiento de que con la búsqueda de conocimiento, el estudio y la reflexión nos acercamos más a ella.

“Hijo mío, siéntate con la gente instruida y permanece p´roximo a ella. Al-lâh da vida a los corazones con la luz de la sabiduría, igual que da vida a la tierra muerta con la lluvia abundante del cielo”

Pero, aunque es nuestro propósito adentrarnos en los temas más conflictivos y malentendidos del Islam, para analizar su complejidad y proyectarnos con ello en la evolución humana con todos los pueblos del mundo, es justo y oportuno recordar a nuestros lectores antes de continuar, que el Islam se fundamenta radicalmente en la paz. Y conviene comprender este término en su más amplio y profundo sentido:
“Y sabed que Al-lâh invita a la morada de la paz, y guía a un camino recto a quien quiere ser guiado” .
Muhammad Asad nos comenta sobre esta aleya que la morada de la Paz (Dar as-salâm) denota no sólo el estado de felicidad suprema, más allá de la vida mundana –a lo que alude la alegoría del Paraíso- sino también al estado espiritual del alma musulmana en esta vida, que afecta a la pacificación interior, así como con el entorno. El término salâm comprende los conceptos de firmeza y paz interiores, ausencia de defectos o males de cualquier tipo, y satisfacción interior. Su traducción no sería “salvación”, como se ha dicho en ocasiones, sino que un equivalente mucho más próximo –sin ser el único- es salud.

El esfuerzo de compilación de este libro no se basa exclusivamente en reunir una serie de documentos o informaciones sin más. Se trata de un iÿtihad colectivo, considerado como un deber ético y una deuda hacia la comunidad islámica y la sociedad global en la que vivimos, así como un testimonio de la situación actual y nuestro proceder al respecto, para las próximas generaciones. Es un ÿihad que realiza quien no se limita a imitar, seguir, o aplicar unas enseñanzas, sino que extrae de ello un conocimiento derivado de la reflexión y el razonamiento que le inspiran. Este ejercicio, que para muchos ha sido considerado durante siglos una amenaza por múltiples motivos –ajenos a la esencia del islam, pero que le repercuten profundamente- cuando tiene una intención sincera, que no está marcada por otros condicionantes ni intereses es la herramienta necesaria para que la cosmovisión islámica pueda ser adaptada a nuestra realidad cotidiana.

El Corán exhorta insistentemente a meditar y reflexionar sobre los signos–albergados en cada uno de sus versículos (ayat o aleyas)- y anima a observar con atención todos los detalles para propiciar la agudeza perceptiva. Le habla directamente y con contundencia, tanto a los intelectos como a los corazones, desde los aspectos más evidentes hasta los más sutiles:

“¿No van pues a reflexionar sobre este Corán? ¿O es que sus corazónes están cerrados con candado?” .

El profeta Muhammad, que fue apodado por ‘Aisha el “Corán andante”, animaba a sus compañeros a practicar el iÿtihad en su presencia. No sólo eso, sino que toleraba las interpretaciones ingenuas o poco afortunadas, intentando con paciencia mejorar su comprensión del Corán, tal y como lo demuestran numerosos hadices. Lamentablemente, después de su muerte muchos fueron los conflictos que surgieron y que hasta hoy no han llegado a superarse. La diversidad de corrientes y escuelas de pensamiento, que podría haber sido un modo de enriquecimiento cultural se convirtió en una lucha intestina para la búsqueda de legitimidad (poder) de unos (intereses) sobre otros. Durante siglos numerosas sociedades islámicas sufren la contradicción entre la influencia de mentes mediocres al servicio de políticas que utilizaban el Islam para sus fines, frente a la censura o marginación de la espiritualidad y brillantez de quienes podían beneficiar a su sociedad con su sabiduría. Así es como arraigó la guerra psicológica que marcó la discordia y el distanciamiento entre la élite gobernante y el pueblo. La corrupción y el engaño son ajenos a la espiritualidad islámica y a sus enseñanzas. La aplicación de las normas sociales se vio gravemente afectada por la fractura entre razón y tradición. Pero, a pesar del establecimiento absurdo de una supuesta contradicción entre el intelecto y la Tradición, las enseñanzas del Profeta demuestran que no existe tal dicotomía.

No vamos a extendernos aquí en lo que otros libros ya han explicado sobre las diversas corrientes, las terminologías con las que se diferencian los distintos posicionamientos, ni los diversos intereses políticos en cuanto a la defensa de unos o la censura de otros. La persecución de los ulemas (sabios) con la consecuente crisis intelectual y espiritual demuestran que es urgente una revisión de los textos sagrados con una mirada limpia y abierta, en contra de lo que ha defendido el taqlid abocando a la comunidad musulmana a la inopia. Se puede y se debe recurrir a las fuentes y desde allí encontrar los principios universales que nos inspiren y orienten, para defender y proteger los valores más nobles y los derechos de las personas, mejorando nuestra condición humana en relación con todo lo creado. Construyendo mundo desde la coherencia y el sentido común, en contra de la tiranía, la manipulación y la corrupción de los opresores.

La prohibición del iÿtihad eclipsó la luz de la sabiduría, hasta el punto que los propios fundadores de las escuelas clásicas del Islam, que nacieron en los siglos VIII y IX, fueron víctimas de esta situación. Cuando el califa Al Mansûr le propuso al fundador de la escuela maliki, Malik ibn Anas (también llamado imam Malik) que adoptara su libro Al Muwatta como libro oficial de fiqh , provocando así la supresión de otras escuelas de jurisprudencia, el se negó diciendo que esta diversidad era una riqueza para la umma. Más tarde, el califa Harûn ar Rashid, en una tentativa similar para adoptar la escuela de pensamiento hanafi, llegó a un acuerdo con Abu Yusuf, que era el representante de dicha escuela sin declararlo públicamente. Los intentos de codificación de normas en el Islam para consolidar el poder –que era un sistema desconocido por la comunidad inicial-, siempre llevaron a persecuciones y crimenes, cometidos incluso con los propios maestros de cada madzhab (escuela). Cualquier opinión de un ulema que no contara con la aprobación de los gobernantes del momento llevaba a tomar medidas extremas.

Los maestros de las cuatro escuelas sunnitas sufrieron las consecuencias de estos abusos. El imam Malik después de emitir una fatwa estipulando que la pronunciación de demanda de divorcio era nula si el marido toma su decisión de divorciarse bajo coacción, fue arrestado y golpeado tan duramente que uno de sus brazos quedó paralizado para siempre. El imam Abu Hanifa murió en prisión. El imam Shafi’ fue llevado desde Yemen a Bagdad encadenado. El imam Ahmed ibn Hanbal también fue a parar a la cárcel por expresar opiniones diferentes a los dirigentes. Mientras ocurría todo esto y durante siglos, los llamados de la escuela “racionalista”, que sostenían una guerra abierta contra los tradicionalistas, conservaban su poder con la represión mientras que los que defendían la autoridad del Hadiz desacreditaban la razón y la interpretación. Para el pueblo, los gobernantes perdían credibilidad y prestaba atención a las opiniones de los ulemas y alfaquís. Pero evidentemente, estas posturas irreconciliables durante tanto tiempo causaron un gran desgaste y desorientación en el espíritu científico musulmán y la atmósfera de conflicto y tensión permanente ha prevalecido hasta nuestros días sin lograr superarse.

Esto es importante de tener en cuenta en nuestros días, cuando desde algunas corrientes se aplica con rigidez la norma de alguna escuela concreta sin añadir ningún razonamiento, olvidando que incluso los propios sabios a los que se intenta seguir fueron castigados por intentar contextualizar y flexibilizar los contenidos de sus sentencias. Paradójicamente, todos ellos aconsejaban ampliar su campo de significado, alentando el esfuerzo de interpretación, adecuado a cada situación y causa para dichas normas. Las restricciones en este sentido han hecho estragos en la Umma hasta nuestros días.

Para una Revelación que cuenta con la fortuna de mantener su fuente textual –el Corán- en su lengua original, sería una necedad desaprovechar la oportunidad de escudriñar con todo esmero hasta lo más recóndito de cada una de sus letras. Y dada la riqueza del lenguaje coránico y la profundidad de niveles semánticos y gramaticales hemos comprendido, por ejemplo y sin ir más lejos, desde la escuela zahirí (literalista) del sabio Ibn Hazm de Córdoba, que el estudio e investigación (exegesis) de la literalidad en el Islam no es un problema, sino que muy al contrario puede ser de gran ayuda a la hora de interpretar los textos, siempre y cuando sea la honestidad, la nobleza de intenciones y el sentido común lo que prime a la hora de establecer criterios.

Desde esta perspectiva y con una gran dosis de sensibilidad y búsqueda de la justicia –imprescindibles para que la Revelación de cualquier texto sagrado penetre en el corazón humano y consiga iluminarlo con su sabiduría, otro gran sabio de Al-Andalus, Ibn Rushd (Averroes) explica un principio que no está sujeto a ninguna regla que no sea atenerse a las virtudes antes citadas, que él llama al Dauq al ‘aqli (saboreo de la razón):

“Cuando los textos se prestan a la interpretación, nos encontramos ante dos alternativas: o aceptamos el significado literal o le buscamos una interpretación. Ambas soluciones serán válidas y el decidirse por una u otra depende de la fuerza que tenga cada una. Esa fuerza que hace inclinarse la balanza sólo puede ser detectada por una intuición parecida a la que nos hace distinguir entre el verso y la prosa. A veces se iguala el peso de las dos alternativas y ahí surgen las diferencias entre las gentes. Por ello merece recompensa quien se esfuerza en su entendimiento”.

Para concluir esta introducción citaremos de nuevo el Corán, que expresa una contundente voluntad ética en estas aleyas, incluso por encima de cualquier intención religiosa, de obediencia, deuda o lealtad a un pacto anterior que pudiera poner en peligro el cumplimiento de algo mejor. Es decir, el sentido práctico del Islam impide sacrificar la prosperidad y lo más provechoso por alguna antigua promesa o condición a la que se viera sujeta una conducta para satisfacer un criterio que en otro momento o circunstancia era lógico respetar. Cuando algo cambia en ese sentido hay que adaptarse a la realidad que se impone, sin permitir que otra regla moral -que antes había sido correcto acatar- interrumpa o frustre el proceso de evolución o transformación de nuestra vida, que ha de orientarse a potenciar lo más saludable y benéfico que pueda generar. Para ello, la sinceridad más radical interpela al corazón humano para que no haya engaño ni excusa que nos obligue a actuar hipócritamente, en nombre de algo que traicione nuestra naturaleza esencial más noble:

“No hagáis de Al-lâh un pretexto que os impida hacer el bien, porque lo hayáis jurado por Él. Tomad conciencia, obrad con nobleza y poned sinceridad entre las gentes. Al-lâh es quien oye y quien sabe. Al-lâh no os toma en cuenta vuestros vanos juramentos, pero sí lo que queda en vuestros corazones. Al-lâh es Perdonador e Indulgente” .

Antes de terminar esta introducción recordaremos la renovación radical que propone el Corán para prosperar. Porque para que la suerte o destino, el acontecer sólo cambia –si esa es nuestra necesidad o deseo- desde el propio cambio. El corazón –sea la voluntad popular o en el fuero interno del sí mismo- ha de transmutar (dar un vuelco), y entonces se transforma, el estado (maqâm o lugar); el devenir, el instante y el tiempo:

“No cambia la suerte (condición) de una gente mientras que estos no se cambien a sí mismos”




Notas
1) Corán, 33:72.
2) Imam Malik, Al-Muwatta.
3) Corán, 10:25.
4) Intenso esfuerzo personal (ÿihad) para interpretar las fuentes islámicas según el entendimiento o comprensión de su significado. Quien se aplica en este trabajo es muÿtahid.
5) Corán, 47:24
6) Recomendamos a Iqbal “La reconstrucción del pensamiento religioso”. Ed. Trotta. O por ejemplo, a Al-Alawani “Ijtihad” Islamic Institute of Islamic Thought. London.
7) Taqlîd es la adhesión a las escuelas establecidas sin discusión ni cuestionamiento de ningún tipo. Imitando u obedeciendo cualquier norma sin razonamiento por parte de quien sigue esta escuela, que por su parte, interrumpía el ejercicio del iÿtihad y prohibía el razonamiento. Por su parte, la escuela de la razón servía intereses políticos inventando interpretaciones que se adaptaran a las conveniencias del poder, alejándose de las enseñanzas éticas islámicas y sembrando corrupción entre los dirigentes. Esto provocó también que se paralizaran las dinámicas de pensamiento de las escuelas islámicas y que el conservadurismo reaccionario llevara incluso a condenar a los propios fundadores de las mismas.
8) Fiqh significa en el Corán “conocimiento profundo”, pero actualmente es lo que se supone o entiende como derecho islámico. Durante la vida del profeta no existió, pero la respuesta a las cuestiones desde el sentido crítico del iÿtihad junto con la consulta asamblearia (shûrà) generan el nacimiento de muchas escuelas o corrientes de fiqh para concretar ciertas normas de convivencia en la práctica comunitaria.
9) Hacer de imâm es dirigir o ponerse delante para establecer una salâ (azalá) en grupo (ÿama’a), aunque cada persona puede hacerla individualmente y sin necesidad de ubicarse en algún lugar expreso para llevarla a cabo (puede ser en una mezquita, una casa, o al aire libre, etc). No se estableció en vida del Profeta ningún rango especial ni se precisa de ningún requisito preestablecido para hacer de imâm y muchas veces ocurre de forma ocasional, no es “interceder” por los demás, puesto que cada cual tiene conexión íntima con Al-lâh sin intermediarios. Cualquiera puede hacer de imâm, si tiene al menos tres personas que siguen sus gestos. Es una función que se puede ejercer de forma espontánea y libremente que no acarrea más responsabilidad al terminar el rito. Cuando un grupo de musulmanes o musulmanas deciden hacer la azalá juntos se ponen de acuerdo en quién dirige al grupo para ese momento concreto. En las mezquitas suele haber alguien dedicado a ello y a recitar el Corán intensamente. No es intrínseco al liderazgo espiritual. De hecho, incluso el sermón del viernes (jutba) puede ser pronunciado por otra persona, a la cual se llama jatib. Aunque en este caso nos referimos de modo general a la Tradición sunita, sin embargo, en el shiísmo sí que es un cargo de alto rango y tiene otras connotaciones.
10) Fatwa es opinión o sabio consejo, declaración o edicto jurídico a una consulta o sobre una cuestión delicada. Viene de la raíz verbal de fatà “dar una respuesta satisfactoria en relación a un tema”. Parece ser que la emisión de una fatuà implica el peso de una gran responsabilidad y Muhammad declinaba responder sobre ciertas materias hasta no haber consultado con Ÿibrîl (Gabriel). De hecho, mientras no descendiera una Revelación, el Profeta pedía consejo a todo el mundo y prefería conocer la opinión de la comunidad sobre cualquier tema. De él aprendieron esta precaución los primeros califas y sus compañeros, siendo especialmente cautos antes de emitir una fatwa y preferían ahorrársela, proponiéndose unos a otros para evitar la carga de emitir un juicio.
11) Corán, 2:224-225.
12) Corán, 13:11.

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