domingo, 27 de noviembre de 2011

Opiniones Sobre las Reglas de la Guerra Según el Derecho Musulmán

Opiniones Sobre las Reglas de la Guerra Según el Derecho Musulmán
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Malo Bueno
escrito por Ahmet Gunes
05.01.2006
El terrorismo es un fenómeno social que desafortunadamente está a la orden del día. Como ya es sabido, los fenómenos sociales no pueden ser explicados con una simple causa. La psicología del terrorismo, sus antecedentes históricos, sus razones políticas, económicas y sociológicas y las sugerencias para su solución son asuntos a tratar por las disciplinas pertinentes. Existe una gran laguna en el campo de la ciencia jurídica al no haber una definición precisa del término «terrorismo». Sin embargo, es de sentido común calificar de terrorismo los ataques dirigidos contra las vidas de personas inocentes.
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Introducción
El terrorismo es un fenómeno social que desafortunadamente está a la orden del día. Como ya es sabido, los fenómenos sociales no pueden ser explicados con una simple causa. La psicología del terrorismo, sus antecedentes históricos, sus razones políticas, económicas y sociológicas y las sugerencias para su solución son asuntos a tratar por las disciplinas pertinentes. Existe una gran laguna en el campo de la ciencia jurídica al no haber una definición precisa del término «terrorismo». Sin embargo, es de sentido común calificar de terrorismo los ataques dirigidos contra las vidas de personas inocentes.
Otro problema serio es que los hechos terroristas son mencionados junto a la religión musulmana. La base de este problema radica en interpretaciones erróneas y tendenciosas. Las interpretaciones tendenciosas son materia de otro debate. Sin embargo se tratarán las interpretaciones incorrectas surgidas debido a las distintas comprensiones de los verbos luchar (qital) y matar (qatl) que aparecen en los versículos del Corán.
Es un principio básico del Islam la inalienabilidad del derecho a la vida, el honor y la propiedad que toda persona tiene. Por lo tanto, todo crimen que viole la santidad de la vida, el honor y la propiedad de la persona es castigado con penas en esta vida o en la próxima. Está claramente expresado en el Corán que asesinar a una persona es lo mismo que asesinar a toda la humanidad y que salvar la vida de alguien es como salvársela a toda la gente. La importancia de la vida humana en el Islam ha sido enfatizada en todas sus diferentes dimensiones (Al-Ma'ida 5:32). Es más, el castigo por matar a personas que pertenecen a un grupo con quienes los musulmanes han cerrado un pacto está particularmente especificado en el Corán (4:92). Dicha prohibición se extiende incluyendo a los que no pertenecen a la tribu obligada por el pacto (Yazir, 2:1420-1421). Según Abu Hanifa si un musulmán mata a un no musulmán se aplica el mismo procedimiento penal (Kasani 1986, 7:252). Al ser la prioridad principal en el Islam proteger la seguridad pública, la ley y el orden, la vida, la propiedad y la libertad de circulación, los crímenes que atentan contra las vidas y las propiedades de las personas (hiraba) se incluyen en el código penal musulmán de los Hadd (crímenes sujetos a penas mayores). El Corán ordena que los perpetradores de dichos crímenes sean sentenciados a duras penas en esta vida, a la vez que declara que su castigo en la próxima vida será más atroz (5:33).
En el derecho musulmán, las guerras son contempladas de modo diferente. Las rebeliones se incluyen en la categoría de las guerras. Aunque las palabras harb y ghaza existen en el Corán, la palabra más frecuente para referirse a la guerra es qital. El Corán habla de guerras históricas, guerras entre dos grupos de musulmanes y, sobre todo, entre musulmanes y no musulmanes.
La guerra según la ley islámica
Los juristas musulmanes se han dedicado a reunir y ordenar decisiones jurídicas referentes al estado de guerra desde los comienzos de la historia musulmana. Las recopilaciones de determinados tipos de libros bajo el nombre de seerah datan del segundo año de la Hégira. Estos libros son los primeros ejemplos de un género único de literatura que estudia la guerra de un modo jurídico. El Imam Muhammad escribió el Kitab al-Seerah al-Saghir en el que incluye las opiniones de Abu Hanifa sobre el tema. Awzai criticó algunas de las opiniones contenidas en dicho libro. A lo cual, Abu Yusuf respondió a dichas críticas en su obra titulada Ar-Raddu ala Seerah al-Awzai. Posteriormente, el Imam Muhammad redactó su minuciosa obra titulada Kitab al-Seerah al-Kabir (Yaman 1998, 38). Existen varios comentarios sobre ambos libros escritos por el Imam Muhammad, constituyendo las principales referencias de la escuela Hanafí. Durante la época otomana, el comentario de Sarahsi, Kitab al-Seerah al-Kabir fue traducido al turco y se incluyó en el programa de estudios de las escuelas militares (Bursali 1972, 1:407). Las leyes musulmanas referentes a la guerra y la paz fueron sistematizadas en secciones especiales llamadas seerah en la literatura del fiqh (ley musulmana), la cual está basada en las leyes contenidas en el Corán y cómo el Profeta las puso en práctica, es decir, los hadices. En dichas secciones se mencionan en detalle los asuntos jurídicos relacionados con la preguerra y la posguerra. Se tratan cuestiones tan importantes como el contrato de la Zimmat con los no musulmanes y sus consecuencias, la institución del eman, los acuerdos internacionales e incluso el comercio con los países no musulmanes. Las batallas de Ridda y las decisiones judiciales entorno a la Rebelión de los Jawariy forman parte de los capítulos tratados en dichos libros (Semerkandi 1984, 3:293).
Según el derecho musulmán, la Guerra se contempla según sus principios básicos y sus subdivisiones. Según la metodología jurídica islámica, el término hasen (bueno) se examina como formando parte de la dualidad hasen-kubh (bueno-malo) bajo dos categorías: hasen liaynihi (esencialmente bueno) y hasen ligayrihí® (bueno por otras causas/bueno por su resultado). Según esta clasificación, las guerras son hasen ligayrihi: es decir, que las guerras no son en esencia buenas, ya que causan situaciones que no son buenas, tal y como la pérdida de vidas humanas y la destrucción de los países. Sin embargo, se las considera buenas debido a la función que cumplen protegiendo la religión, la vida, la propiedad, la salud física y mental y la descendencia (Kasani 1986, 7:100; Bilmen 3:380).
Según la doctrina legal islámica, existen varias opiniones respecto a la guerra y a las relaciones internacionales. Mientras desde una de las perspectivas todas las relaciones internacionales con los estados no musulmanes están basadas en la guerra, otras perspectivas ”principalmente compartidas por los juristas de la escuela hanafi” sostienen que todo lo que tiene que ver con la infidelidad (kufr) forma parte de los «Derechos de Dios» (asuntos que quedan entre Dios y la persona). Por lo que todo juicio relativo a ello queda pospuesto a la Próxima Vida, por ser un asunto que queda entre Dios y la persona (Sarahsi 1997, 4:186). Según dicha perspectiva, las relaciones internacionales están esencialmente basadas en la paz. Este principio está recogido como para vosotros vuestra religión y para mí la mía (Al-Kafirun 109:6), y como para nosotros nuestras obras y para vosotros las vuestras (Al-Baqara 2:139; Al-Qasas 28:55; Al-Shura 42:15).
A pesar de que no existen elementos negativos en los fundamentos de la creencia musulmana, su código moral o sus manifestaciones sociales, en algunos lugares, el Corán plantea preguntas respecto a las acusaciones hechas contra los profetas y en otros pregunta cuáles fueron los crímenes de los musulmanes. Por ejemplo, cuando se narra la historia de un hombre anónimo que decidió ocultar su fe hasta que fue descubierto, el versículo dice ¿vais a matar a un hombre por decir «Dios es mi Señor»? (Ghafir 40:28). Abu Bakr usó una vez el mismo versículo contra los paganos (Ibn Hisham 1:290). Desde ese punto de vista, el caso de los musulmanes se describe en los siguientes versículos:
Han sido expulsados injustamente de sus hogares, sólo por haber dicho: «Â¡Nuestro Señor es Dios!» (22:40).
Expulsan al Enviado y os expulsan a vosotros porque creéis en Dios vuestro Señor (60:1).
En los versículos referentes a la Guerra, los actos de los enemigos son descritos de distintas maneras:
Si pudieran, no cesarían de combatir contra vosotros hasta conseguir apartaros de vuestra fe (2:217).
Han combatido contra vosotros por vuestra religión (60:8).
Curiosamente, se explica que el permiso para luchar es concedido porque (los musulmanes) han sido tratados injustamente (22:39). Las otras declaraciones sobre los motivos son las siguientes: los enemigos fueron los primeros en atacar (9:13); (los enemigos) no respetan los pactos y rompen los acuerdos (9:8, 10); y son traidores (8:58).
Tal y como Sarahsi señala, los motivos para ir a la guerra están explícita o implícitamente mencionados (Sarahsi 1986, 10:110). El Corán habla de que un gran número de enemigos os vinieron desde arriba y desde abajo (33:10). El Profeta también empleó expresiones como «todos los árabes han hecho de vosotros el objeto de una alianza». En otra ocasión, cuando tuvo lugar la ila[1], la expresión «Â¿están atacando los gasánidas?» fue usada por Omar. El hecho de que el líder de los gasánidas considerase Medina dar-i hawan un lugar despreciable, incluso tras la expedición de Tabuk, ilustra la naturaleza de dichas relaciones[2]. No obstante, se llega a una evaluación más razonable de este asunto conociendo la posición de los sasánidas y de Bizancio respecto a Medina (el estado musulmán).
El Profeta y las soluciones diplomáticas
Cuando el Profeta, que la paz y las bendiciones sean sobre él, vino a Medina, lo primero que hizo fue firmar un tratado con los habitantes judíos de la ciudad (Waqidi 1966, 184). Los libros de historia han documentado muchos acuerdos ”en materia de religión y política” realizados por el Profeta con muchas tribus. El erudito Muhammad Hamidullah afirma que «el Mensajero ya estableció una alianza con una facción de la tribu Yuhayni en el primer año de la hégira. Asimismo, existen documentos históricos que prueban que firmó tratados con los Bani Demre, los Bani Mudlij, los Bani Zur'a y los Bani Rab'a en el segundo año” (Hamidullah 1987, 75). El mismo autor, en su libro Maymua al-Wasaik al-Siyasiyya, documenta los acuerdos que el Profeta hizo con cientos de tribus. El Profeta, antes de firmar el tratado de Judaybiya dijo: «Â¡Pobres coraichies! La guerra les ha arruinado. ¿Qué habría pasado si no se hubiesen interpuesto entre mí y el resto de los árabes? Si vencen será lo que habían querido; pero si Dios hace que les domine, se someterán del todo al Islam. Aunque ahora sean fuertes, ¿cuánto tiempo continuarán combatiendo?» (Abu Yusuf 1910, 208).
Durante la firma del tratado de Judaybiya, a pesar del caso de Abu Yandal, torturado por haberse convertido al Islam, y de las protestas de los compañeros (por dejar a Abu Yandal fuera de la protección de los musulmanes), el profeta firmó el tratado (Waqidi 1966, 2:612). Tras firmarlo, el capítulo de Al-Fath (la conquista) fue revelado, dando fe los compañeros de cuánta gente eligió el Islam al tener la oportunidad de encontrarse los unos con los otros gracias a dicho tratado. Tal fue así que el número de conversos al Islam tras dicho tratado fue superior al número de conversos antes del mismo (Waqidi 1966, 2:607-610).
Hubo ocasiones en que el Profeta se vio obligado a luchar en guerras. Las razones del desencadenamiento de dichas guerras están citadas en los libros de historia. Según hechos históricos, las causas de las guerras no radicaban únicamente en una diferencia de creencia, pues nunca se realizó expedición militar alguna por dicha razón exclusivamente (para más detalles, léase Waqidi, Maghazi; Hamidullah, Batallas del Profeta Muhammad).
Como ya es sabido, existen dos tipos de soluciones para los conflictos internacionales. El primero es político y el segundo es el uso de la fuerza. El uso de la fuerza es el último recurso que sólo ha de ser utilizado si fracasa la solución diplomática. El Profeta intentó encontrar soluciones diplomáticas en la medida de lo posible. Durante el tiempo que pasó en La Meca, los musulmanes estaban constantemente siendo agredidos por los paganos coraichíes. A fin de escapar de dicha tortura, algunos musulmanes emigraron a Abisinia (la actual Etiopía), maniobra que los paganos intentaron sabotear. A causa de ello, el Profeta y la mayoría de sus compañeros se vieron obligados a emigrar a Medina. En base a esos antecedentes, las relaciones entre los musulmanes de Medina y los coraichíes de La Meca se tornaron en hostiles debido al comportamiento de los paganos de La Meca. Fue por esto por lo que el Profeta envió expediciones para recabar información y salvaguardar la seguridad.
El Profeta quiso bloquear la caravana de La Meca que estaba bajo el mando de Abu Sufian y que regresaba de Siria, debido a que la caravana estaba sobre todo constituida por bienes robados a los musulmanes. Sin embargo, Abu Sufian, al ser informado de ello, llevó la caravana por una ruta alternativa a lo largo de la costa. Pero al recibir información de ello, los coraichíes se prepararon para la guerra y salieron. Los dos grupos (los musulmanes que esperaban el regreso de la caravana y los coraichíes, se encontraron en un punto intermedio entre la ruta de la caravana y la ruta de Medina). El Corán dice claramente que la intención de los musulmanes sólo era la de atacar la caravana (8:7). El hecho de que el Profeta se reuniese con los líderes de las tribus para discutir la posibilidad de una guerra también prueba que la intención no era la de entablar una guerra. Al final, el Profeta envió a Omar para transmitir una proposición de paz, pero ello no fue suficiente para cambiar el resultado (Waqidi 1966, 1:61).
Está internacionalmente reconocido que el ataque a un miembro de una alianza supone el ataque a todos los miembros de la alianza. Las tribus árabes formaron libremente alianzas ya fuera con los musulmanes o con los paganos de La Meca, según figuraba en el tratado de Judaybiya. Los Bani Bakr se aliaron con los coraichíesy con la tribu Huzaa, pero luego se aliaron con los musulmanes. Sin embargo, con ayuda de los coraichíes, algunos miembros de los Bani Bakr asesinaron a ciertos musulmanes de la tribu Huzaa en un ataque nocturno. Cuando dicho incidente fue trasmitido al Profeta, investigó el asunto. Y al quedar establecido la participación de los coraichíes, el Profeta envió a un compañero llamado Damra con varias alternativas: o bien se pagaba el precio de la sangre de las víctimas de los Huzaa o se anulaba la alianza con los Bani Bakr. Si no se cumplían ninguna de esas condiciones, significaría que los coraichíes habían anulado el tratado de Judaybiya. Los coraichies no aceptaron ninguna de dichas alternativas, regresando el emisario con las manos vacías. Acto seguido, los coraichies enviaron a Abu Sufian a renovar el tratado; sin embargo el intento fracasó y se acabó anulando el tratado (Waqidi 1966, 2:783-844).
La reglas de la Guerra en acción
En el diccionario, la palabra qital (guerra) deriva de la raíz qatl, matar. La guerra implica matar y ser muerto. El Corán usa la palabra qatl para expresar los actos de matar y de morir tanto para los musulmanes como para los enemigos (9:111). Sin embargo, matar no es algo de lo que un musulmán puede enorgullecerse. Por ello se trata de un deber religioso para el musulmán ceñirse a ciertas reglas y normas a fin de establecer si existe una guerra en activo. Dichas reglas quedan resumidas del siguiente modo:
La primera regla de una guerra activa es la existencia de una situación bélica. Hay dos tipos de términos en los versículos relacionados con la guerra: en algunos versículos, como en si combaten contra vosotros, matadles (2:191), el permiso para quitar la vida está restringido al estado de guerra.
El capítulo de At-Tawba es de especial importancia, ya que fue el último capítulo de la revelación que trató de los asuntos relacionados con la guerra. En este capítulo, a pesar de declarar que algunos de los acuerdos firmados con ciertas tribus habían concluido, se ordena respetar los tratados realizados con otras tribus y que no hubiesen sido anulados. Es importante destacar que en este contexto, ambos grupos de tribus (los que anularon el tratado y los que lo respetan) son calificados como paganos (9:1-4). Asimismo, se ordena en el versículo que se conceda protección a los paganos que la soliciten (9:6).
La segunda regla de la guerra según la ley musulmana es que el enemigo ha de combatir. Los no combatientes son considerados inocentes. Bajo este criterio de inocencia, los sacerdotes y los monjes no pueden ser atacados, los civiles, las mujeres y los niños no pueden ser dañados. Incluso los que sirven tras las filas enemigas cocinando o cuidando a los heridos tampoco pueden ser matados, aun estando presentes en el campo de batalla. Cuando el Profeta vio a una mujer muerta tendida en el campo de batalla dijo: «Pero si no es un combatiente» (Sarahsi 1997, 1:32). Pero si los mencionados participan activamente en la guerra como soldados, entonces dejarán de estar protegidos (Sarahsi 1986, 10:110).
La tercera regla de la guerra según la ley musulmana es la existencia de daños infligidos por el enemigo. Según esta regla, los combatientes que no inflijan daño alguno a los musulmanes no pueden ser matados, incluso si se hallan en el campo de batalla. Como es bien sabido, los combatientes que no causan daño alguno en el campo de batalla son tomados como prisioneros de guerra. El Corán ofrece la alternativa de dejar a dichos cautivos libres a cambio de algo, o incluso a cambio de nada ( 47:4). El Profeta siempre trató a los prisioneros de guerra de modo justo, asegurándose de que se les proporcionaba alimento y agua, y generalmente prefería dejarles libres. El Corán menciona que a pesar de la miseria que sufrían los musulmanes, éstos alimentaban a los prisioneros, fuesen del credo que fuesen, sin esperar recompensa mundana alguna ni gratitud por parte de aquellos; tan sólo lo hacían por amor a Dios (76:8-9).
El Profeta nunca maldijo a sus más encarnizados enemigos, ni siquiera en tiempos de guerra. Rezó por los que querían asesinarle a él y a todos los musulmanes, diciendo: «Señor, también ellos son Tus siervos, siervos Tuyos como nosotros» (Sarahsi 1997, 1:56).
El Corán no sólo se preocupa por los humanos. En él se cuenta la historia de la reina de las hormigas y el Rey Salomón. Las hormigas fueron ordenadas por la reina que entrasen en sus colmenas para no ser pisoteadas involuntariamente por Salomón y su ejército (27:18). Se puede considerar a todas las criaturas vivas en el mismo contexto, no sólo los animales, sino también las plantas. Tanto el Profeta como los primeros cuatro califas ordenaron que las plantas y los árboles frutales no fuesen dañados durante las campañas militares (Waqidi 1966, 3:1117).
El Profeta, la paz y las bendiciones sean con él, prohibió la mutilación de los cuerpos de los enemigos caídos, así como la amputación de sus orejas, narices y la extracción de sus ojos (musla)[3]. Puesto que el Profeta valoraba a los seres humanos por el mero hecho de serlo, prohibió que se hablase mal sobre las muertes de los enemigos para que las familias de los mismos no se sintiesen insultadas.[4]
Muhammad Hamidullah señala que ”incluso cuando el Profeta Muhammad estaba en la cima de su poder” las bajas que hubo en las batallas en que participó fueron de alrededor de 150 mártires en el bando musulmán y de 250 en el bando enemigo (Hamidullah 1981, 21). El factor principal subyacente al hecho de que el Islam se convirtiese en un poder que atrajo a la gente ganándose sus corazones durante un período superior a diez años y a lo largo de una vastísima geografía, radica en los fundamentos de sus creencias, en su pensamiento y en la filosofía de vida que representa, en la inteligencia del Profeta, Profeta de la misericordia, y en el ambiente de confianza que logró crear.
Conclusión
Un principio fundamental del Islam es la paz. Las diferencias en materia de fe no son buenas razones para la guerra. Las razones que hicieron la guerra inevitable surgieron por la violación de ciertos principios. Existen reglas y normas para poderle quitar la vida a un enemigo, incluso en tiempos de guerra. Dichas reglas han sido establecidas por el Corán y por el Profeta. Y fueron reglas meticulosamente seguidas durante el gobierno de los primeros califas, que posteriormente se convirtieron en el código de la guerra de la ley islámica.
Según la ley, el permiso para matar ”independientemente de la fe de la persona” está restringido a los combatientes que participan activamente en una guerra activa, combatientes que están infligiendo daño (Merginani 1986, 2:138). Los que no cumplen dichas condiciones son considerados inocentes y sus vidas han de respetarse. Los ataques a objetivos civiles están en desacuerdo con los principios del Islam, incluso en tiempos de guerra, lo cual incluye los ataques suicidas. Los objetivos legítimos no se pueden lograr a través de medios ilegítimos.
Ahmet Günes - Doctorado en Derecho Islámico, imparte lecciones en la actualidad en la Universidad Atatürk en Erzurum, Turquía.
Referencias
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• Bujari, Abu Abdillah Muhammad ibn Ismail. As-Sahih, Estambul.
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• Abu Yusuf, Yakub ibn Ibrahim. Kitab al-Haraj, Beirut: AH 1302 (1910).
• Elmalili, M. Hamdi Yazir. Hak Dini Kur'an Dili, Estambul: 1979.
• Hamidullah, Muhammed. Hazreti Peygamberin Savaþlari, Estambul: 1981. Publicado originalmente como Battlefields of the Prophet Muhammad.
• ””. Maymua al-Wasaik al-Siyasiyya, Beirut: 1987.
• Ibn Hisham. As-Sirat an-Nabawiyya.
• Kasani, Alauddin Abu Bakr ibn Masud. Badaiu al-Sanai' fi Tartibi al-Sharai', Beirut: 1986.
• Merginani, Burhanuddin, Al-Hidaya Sharhu Bidayat al-Mubtadi, Estambul: 1986.
• Muslim ibn Hajja. As-Sahih, Beirut: 1955.
• Semerkandi, Alauddin. Tuhfat al-Fuqaha, Beirut: 1984.
• Sarahsi, Muhammed ibn Ahmad. Al-Mabsut, Beirut: 1986.
• ””. Sharhu Kitabi's-Seerah al-Kabir, Beirut: 1997.
• Tirmizi, Muhammad ibn Isa. al-Yamial-Sahih, Beirut.
• Waqidi, Muhammad ibn Omar ibn Vakid. Kitab al-Maghazi, Oxford: 1966.
• Yaman, Ahmet. Islí¢m Hukukunda Uluslararasi Iliþkiler, Ankara: 1998.
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[1] Ila: (Literalmente, una forma de divorcio). El Profeta abandonó a sus esposas al demandar éstas más bienes, ya que vivían bajo condiciones muy duras. Entonces, fueron revelados los versículos de Al-Ahzab 33:28, 29, en los cuales dichas esposas tenían que elegir entre esta vida y sus lujos o Dios y Su Mensajero. Al llegar el compañero que guardaba la casa del Profeta ante Omar asustado por el ila, Omar preguntó si es que los ghassinidas estaban atacando, ya que los musulmanes siempre estaban bajo la amenaza de un posible ataque por parte de otras tribus.
[2] Bujari, Maghazi, 79; Muslim, Tawba, 53.
[3] Bujari, Maghazi, 36.
[4] Bujari, Maghazi, 36.

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