jueves, 22 de diciembre de 2011

2012 año bisiesto en donde las elecciones deciden profecias mayas

Año bisiesto el 2012
Seis años más. Y no de lo mismo, sino de un empeoramiento de la vida ¿Seis años más? ¡Ni pensarlo!

ANTONIO COVA MADURO | EL UNIVERSAL
miércoles 21 de septiembre de 2011 12:00 AM
Año bisiesto el 2012. Y año duro para todos, pero peor para quienes intentarán lograr un milagro singular: ¡que la gente escoja, con alegría y desparpajo, encarar seis años más de esto! Seis años más. Y no de lo mismo, sino de un empeoramiento de la vida como jamás lo había contemplado la historia de la República. ¿Seis años más? ¡Ni pensarlo!

Será un año en el que Gadafi será el pasado, el pasado sin remedio, el pasado que no volverá jamás. Un año en el que ni siquiera la geopolítica podría salvar a la familia de carniceros -los Asad- que todavía hoy, al momento de leer estas líneas, se enseñorea en Siria. Finalmente, será un año en el que, de seguir vivo, ya Fidel no contará siquiera para las funerarias de La Habana.

Será un año que tendrá un "Día de la Juventud" como no lo habíamos contemplado desde la segunda década del siglo XIX. ¡Si estaremos todavía en celebratorios bicentenarios! En efecto, hace 200 años el 12 fue un año terrible para la naciente República, pero uno que hizo claro que... ya no habría vuelta atrás. Ni con el vigor sanguinario de un Boves y la pandilla que le acompañaba los venezolanos volverían al regazo del imperio español.

Fue la primera vez que se hizo patente el "pa'tras, ni pa'cogé impulso". Será finalmente el año en el que los venezolanos gritarán: ¡trece años son una eternidad! Habremos cumplido una tarea histórica: probar definitivamente que el socialismo no tiene remedio y que por más que lo disfracen es una cosa del pasado. Tuvo su siglo XX y no hay Cristo que resucite a ese hediondo Lázaro.

Para ese febrero ya Venezuela estará en una encendida campaña. La noticia será -ya era hora- lo que estuviere sucediendo en el mundo democrático, sin importar los apagones, las viviendas que no se materializan, los puentes que se caen como en video de Fukushima, el desempleo que no amaina y los desasosiegos de la población tras una botellita de Mazeite o un paquete de harina Pan. La gente lo que verá es que la liberación se acerca rauda.

Para ese febrero ya Iris Varela y su Ministerio serán historia antigua. Y nadie se molestará en preguntar por dónde anda la señora cuando de nuevo los Pran y sus hazañas sean la noticia del día. Para el 2012 ya Carlos Escarrá no será diputado a la Asamblea Nacional y quién sabe qué será del hoy "Viocepresidente" Jaua. ¿Lo habrá terminado de desplazar Maduro, o todavía estará por darle la estocada final?

¿Y qué será de los chinos? ¿Habrá tenido que repetir su visita el jefe del Banco de Desarrollo de los comunistas chinos para proferir, una y otra vez, la famosa pregunta que con tanto afán hiciese otrora Luis Herrera, ("dónde están los reales") o ya habrán optado por actuar como lo hace cualquier prestamista que cuide de sus intereses?

Para esa fecha ¿ya se habrá parado definitivamente en cualquier túnel de la Línea 1, el otrora fenomenal Metro de Caracas? Lo que no debemos dudar es que ese Metro será un actor decisivo en la campaña electoral que ya rugirá con estruendo.

A partir del lunes 13 de febrero estará materializada la peor pesadilla del régimen: un solo y único candidato estará en cada calle, en cada zaguán, en cada vereda, en definitiva, en cada rincón de Venezuela. Para el chavismo, el fin estará al acecho y ya el tiempo de cualquier recuperación habrá pasado sin remedio.

Ese febrero será el punto de partida de un intento que jamás la República había contemplado: ganar contra todo pronóstico, contra toda posibilidad, unos añitos más para probar lo que ya sabemos, que el socialismo es una ruina, un suicidio rápido y contundente.

Para ese momento -y con más razón para los meses agobiantes que el régimen contará con angustia y desazón- el centro de atención ya no será el cáncer, sino ¡la efectividad de un tratamiento! Todos sabemos, en efecto, que en estos días de la cuarta aplicación, la gran incógnita no es otra que si el secreto tratamiento funcionará o no. ¿Hará Cuba el milagro?

Sea lo que sea, Venezuela contemplará a un enfermo -recuperado o no, eso quien menos lo sabe es el propio enfermo- realizar una tarea que deja pálida a la de los maratonistas olímpicos: asumir, él solo, una campaña imposible, la de convencer a los venezolanos que vale la pena lanzarse tras él por el barranco.

La campaña, desde la perspectiva de Chávez, no es para ganar las elecciones, sino para imponer la opinión de que él podría gobernar al país de los cientos de asesinados por semana y de los capitostes del régimen en las listas de los promotores del más lucrativo negocio del siglo.

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