La pelea traidora de los judios contra los pueblos que los albergan
Es indudable, además, que siendo Antonio Pérez el director o uno de los directores de la conspiración antiespañola en la corte de Felipe, puso todas sus fuerzas al servicio de Don Antonio, con el cual años más tarde entablaría pública relación en Londres, al igual que con Héctor Nuñes. (258) El apoyo converso al pretendiente fue general: "en todas partes, tanto en el país como en el extranjero, los marranos hicieron todo lo posible por auxiliarlo... El fracaso de Don Antonio fue, pues, conside*rado por ellos como un desastre general." (259)
Quien movía los hilos de la conjura contra España era Diego Mendes, cuya notable influencia se puso de relieve al ser detenido por la Inquisición en julio de 1532. "Se produjo un clamor universal, dice Roth. Los magistrados de la ciudad (Amberes, F.R.C.) afirmaron que se trataba de un quebrantamiento de los privilegios contenidos en la última Carta de Privilegios, 'la Gloriosa Entrada', y protestaron que ellos y nadie más que ellos eran los jueces apropiados para juzgar el caso. Los cónsules de España, Génova, Florencia y Luca añadieron sus protestas. El agente portugués hizo notar que, estando preso Mendes, su rey no podría posiblemente pagar a los Fuggers por cuenta del emperador (Carlos V, F.R.C.) los 200.000 ducados que se les debían a causa de las tres ferias anuales próximas, y que el resultado sería inevitablemente una serie de ruinas y de quiebras.
El mismo Damiao de Goes (260) fue enviado junto a la regente, María de Hungría. Hasta Enrique VIII de Inglaterra, con quien Diego mantenía importantes relaciones de hacienda, fue inducido a intervenir y atestiguó (no resulta fácil deducir sobre qué base) su ortodoxia... En septiembre de 1532, tras dos meses de encierro, el prisionero fue liberado mediante una caución de 50.000 ducados, siendo sus garantes el gran mercader Erasmud Schetz y otros tres destacados vecinos de Amberes. Finalmente por medio del pago de una suma fuerte en metálico, se suspendieron todas las acciones. En realidad, el resultado final no fue de todo desventajoso para Diego, pues a consecuencia del episodio el emperador se vio forzado a reconocer la existencia del monopolio de especias, del cual extraía tan pingües beneficios el magnate acusado". (261)
Diego Mendes murió a fines de 1542 o a comienzos del año siguiente. En su testamento designó administradora de la firma a su cuñada Beatriz, dueña de la mitad del capital, bajo cuya dirección la Casa Mendes, una de las mayores compañías de Europa, continuó gozando de influencia, haciendo grandes negocios y prestando a los monarcas. La judía conversa Beatriz de Luna "halló una cálida acogida" en la corte de la regente de los Países Bajos españoles, doña María de Hungría, hermana de Carlos V, y su sobrino mayor, Joao Miguez -cuyo padre había sido médico del rey de Portugal-, "fue admitido en el círculo del sobrino de la regente, Maximiliano -más tarde Santo Emperador Romano-, y llegó a ser su ocasional camarada y compañero de torneos". (262) Entonces ya había iniciado su carrera ascendente este marrano, que adoptó luego el nombre de José Nasí (príncipe, en hebreo) y llegó a ser el judío más célebre e importante del siglo XVI. Se le considera el Rothschild de la época y un verdadero monarca de los judíos, cuya influencia en la política mundial fue extraordinaria. Roth dice que "tenía por toda Europa agentes adictos, corresponsales y relaciones que constantemente le informaban de todo lo que ocurría... Era un sistema no muy distinto del que organizó unos cien años más tarde el marrano Carvajal para el gobierno inglés, en la época de Oliverio Cromwell, o a principios del siglo XIX la Casa Rothschild". (263) Cuando en junio de 1546 se reunió en Ratisbona con Carlos V, le prestó 30.000 coronas y al parecer fue armado caballero por el César. (264)
En las postrimerías del año 1544, Beatriz de Luna, su hija Reina y una sobrina, abandonaron subrepticiamente Amberes, instalándose un tiempo en Venecia. En 1553 se establecieron en Constantinopla, capital del mundo enemigo de la Cristiandad. Posteriormente se les unió Nasí. "Allí arrojaron el disfraz del catolicismo, dice Roth. Beatriz de Luna convirtióse en Gracia Mendes... Joao Miguez se casó con su prima, la encantadora Reina, y se hizo llamar en adelante José Nasí". (265) Allí alcanzaría la cima del poder. "Su carrera -prosigue el aludido autor- parece un cuento de las mil y una noches. Llegó a una alta posición en la corte y fue durante algún tiempo el gobernante virtual del imperio turco, en*tonces el más poderoso de Europa". (266) Intervino decisivamente en la política europea, influyó en la designación del rey de Polonia, "se vengó de España, alentando la revuelta de los holandeses", e hizo perder Chipre a Venecia (que en 1550 expulsó a los marranos por espionaje a favor de Turquía). Se le concedió el ducado de Naxos y de las Siete Islas, que gobernaba por intermedio de un delegado, el criptojudío Francisco Coronel. Nasí residía en Constantínopla, "donde gozaba de prerrogativas casi regias... Ningún judío profeso ha alcan*zado en la historia moderna tanto poder”. (267)
Se ha dicho que Nasí y sus parientes huyeron a Turquía por haberse negado Beatriz de Luna a que su hija se desposara con Francisco de Aragón. El argumento es pueril, dado el poder que tenían en Europa y que se mantenía intacto cuando Nasí se encontró con el emperador en Ratisbona, casi dos años después de la partida de sus familiares. Dubnow, que afirma mentirosamente que la familia de Nasí escapó de la Inquisición, dice que éste se instaló en la corte de Solimán a su requerimiento. "El sultán Solimán -escribe- notó las aptitudes de José y lo atrajo a su corte". (268) Esta es una verdad a medias. El todopoderoso Nasí decidió establecerse en Turquía porque existían fundados elementos para creer en una posible victoria de la misma sobre Occidente. Y Solimán II el Magnífico era el más destacado monarca del imperio otomano, adversario jurado de la Cristiandad y particularmente de España. Si se imponían las armas turcas, el judaísmo impondríase con ellas. Por eso tantos marranos se fueron a Turquía, ocupando allí posiciones influyentes en la sociedad y el gobierno, por tal causa realizaban espionaje para ella. Desde la caída de Constantinopla los marranos eran los aliados naturales del tur*co. (269)
Fue el ex-converso Nasí quien exacerbó aun más el odio a la Cristiandad y encabezó la más cerrada oposición contra ella. Roth manifiesta al respecto que "durante muchos años, empero, Nasí fue el espíritu que dirigió el partido de la oposición en el diván imperial en asuntos concernientes a las relaciones con los estados cristianos... Abogaba de hecho por una oposición inflexible contra las dos grandes potencias católicas (España y Francia, F.R.C.)". (270) Al describir su política para derribar al imperio hispano, el historiador judeobritánico señala que apoyó en forma decidida la rebelión de Holanda en 1568. "Por medio de sus corresponsales y agentes secretos en los Países Bajos, dice, Nasí hizo cuando estaba en su poder para alentar la revuelta" prometiendo el apoyo militar turco. (271) Al morir Solimán, Selim II -el Ebrio- fue proclamado sultán en 1566. En la ceremonia se hallaba a su lado Nasí. Selim "lo elevó al rango de muteferik o 'caballero del séquito imperial'... y en los documentos oficiales se le mencionaba constantemente como Frank Bey Oglu, o Príncipe franco (esto es, europeo), o si no 'Modelo de los notables de la nación mosaica'... José Nasí fue desde entonces uno de los grandes personajes del estado turco". (272) Nasí intentó reedificar un centro judío en las ruinas de Tiberíades, "sobre la cual le fue otorgada una concesión por su agradecido señor". (273) Además, estuvo a punto de convertirse en rey de Chipre, pero –acota Roth- "el desastre de Lepanto había puesto fin a ese sueño". (274) ¡El triunfo de Occidente es un desastre para los judíos!
En 1574, al ascender al trono Murad III, sus enemigos lograron anular a Nasí. Entre ellos se encontraban Muhamad Soolli, el gran visir, y el amigo de éste, el rabino Salomón ben Azkenazi, José Nasí murió en su fastuoso palacio el 2 de agosto de 1579. Otros marranos que tuvieron importante papel en la corte de Constantínopla fueron el citado Azkenazi, los médicos Moisés Benveniste y Mocato (Mocatta), el rabí Issac, David Pasi, la famosa Gracia Mendes, Ester Kyra (ambas con particular influencia entre las cortesanas) (275) y Joao López, quien como devoto converso había sido representante del Papa Sixto X. (276) Pero el que más destacóse tras la muerte de Nasí fue el ya nombrado Alvaro Mendes, una suerte de émulo de aquél, con el cual había tenido una prolongada relación. Natural de Tavira, Portugal, este hombre de gran fortuna fue hecho caballero de Santiago por el Rey Juan III, llegando a ser conocido en los altos círculos de las principales ciudades del Viejo Continente.
Al establecerse en Constantinopla utilizó el nombre hebreo de Salomón Abenaish (Abenjaex) y "llegó a ser pronto una potencia. Fue una de las figuras más importantes de la política internacional de su tiempo. Contribuyó activamente a la memorable alianza entre Inglaterra y Turquía contra España, mantuvo contacto estrecho con Lord Burghley, y envíó agentes como si fuera un potentado independiente, para tratar con la reina Isabel, por quien fue hecho caballero. En premio a sus servicios recibió el título de duque de Mitilene. La concesión de Tiberíades fue también renovada en su favor, e hizo lo posible para promover el progreso de la colonia". (277) Wolf señala que Mendes-Abenaish "apoyó constantemente la política de Isabel contra España", a la que perjudicó seriamente. (278)
La emigración sefardí al imperio otomano, parte de la cual se componía de cristianos nuevos, alcanzó su mayor desarrollo en la primera mitad del siglo XVI. Muchos de ellos estableciéronse en Salónica, convertida entonces en el "centro judío de mayor irradiación en Europa". (279) Con relación al tema, expresa Dubnow que "durante el siglo XVI fundáronse en la Turquía europea y asiática multitud de comunidades judías. En la capital, Constantinopla, había unos 30.000 hebreos y 44 sinagogas", existiendo una división grupal de acuerdo a la procedencia: "castellanos", "aragoneses" y "portugueses". Además de la capital, agrega, moraban los judíos en otras ciudades de la Turquía Europea: en Salónica, Adrianópolis, Nikopol. Al frente de los judíos otomanos figuraba un rabino principal ('jajám'), a quien el sultán confirmaba en su cargo. Este rabino o 'jajám', tenía el derecho, como representante del judaísmo, de tomar asiento en el consejo real de Turquía.
A menudo los judíos cultos ocupaban altas posiciones en la corte otomana como consejeros o médicos. La situación de los judíos en Turquía afianzóse principalmente en tiempos del Sultán Soliman (1520-66), bajo cuyo reinado alcanzó su país el grado de potencia máxima entre los Estados europeos. Grandes favores hacían a su pueblo los señores judíos que se hallaban a la sazón en la corte del sultán". (280) Entre los aportes hechos por los judíos menciona Dubnow que "hicieron conocer a los turcos las últimas invenciones, como la pólvora y los cañones, prestando así un señalado servicio ala clase militar”. (281) En la guerra contra España y Occidente, cuya dirección ejercían los marranos, ningún aspecto era descuidado. Otro dato significativo es la existencia de marranos mahometanos. "Algunos de ellos, indica Shatzky, eran, incluso, militares de alta graduación en el ejército turco. Bástenos citar los nombres de Murate Flamenca, Haguí Mamí Raiz y Selimán Bufoe, todos ellos sefaradíes de Rotterdam, que emigraron a Turquía, se convirtieron en 'turcos' y se encumbraron como militares otomanos". (282)
El espionaje judío en favor de los turcos, (el espionaje judio en contra de los pueblos que los albergan ha sido una constante historica. De mas esta recordar los grandes escandalos de espionaje judio contra EEUU) en el que tan principal papel tuvieron los marranos, registrábase en todas partes. "En 1542, escribe Walsh, la Dieta de Bohe*mia expulsó a los judíos de Bohemia, fundándose en que informaban a los turcos de los preparativos militares de los cristianos. Los exiliados pasaron a Polonia y Turquía". (283) Roth hace notar que los cristianos nuevos residentes en la zona de Italia no controlada por España, "una vez hecha una fortuna, emigraron al Levante, donde se despojaban del disfraz del cristianismo y mantenían al Gran Turco informado de todo lo que ocurría en Italia". (284) Pero también en el reino de Nápoles, donde el número de judíos públicos superaba al de conversos, a principios de 1534 descubrióse la complicidad de unos y otros con los turcos. Al ser apresados en suelo napolitano dos espías turcos, confesaron "que formaban parte de una compleja organización, que estaba esparcida por todo el país y que actuaba a las órdenes de Barbarroja", el almirante de la armada de Solimán. (285)
Cuando el regente Juan de Figueroa, comisionado para esclarecer el asunto, se presentó en Manfredonia, los vecinos cristianos viejos pusieron en su conocimiento que los judíos, públicos y confesos, "estaban en constante comunicación e inteligencia con sus parientes de Salónica y de otras partes del imperio otomano, adonde iban y de donde volvían frecuentemente, así que tenían al turco, en todo momento, al corriente de los preparativos y proyectos del Emperador". También denunciaron que "cuando tuvo lugar la última invasión francesa se pasaron al campo contrario, unos a Turquía, otros al ejército galo de Lautrec, al que sirvieron de 'espiones y avisadores'.” (286) La minuciosa investigación del alto funcionario, integrante del Consejo Colateral, verificó la exactitud de lo antedicho, so*licitando en consecuencia la expulsión de los hebreos del lugar, visto que la ciudad de Manfredonia "era una de las más importantes plazas que había en el Reino, la más aparejada para sustentarla turcos, porque teniéndola, tendrán todo el monte de Santángelo, por lo cual sería conveniente al servicio de Su Majestad que se desarraiga*sen de allí, sin que quedase raza". (287) La connivencia con el turco fue uno de los factores determinantes de la expulsión de los judíos públicos del reino de Nápoles, que se concretó, tras muchas dilaciones, el 31 de octubre de 1541. (288) La mayoría de ellos se estableció en Turquía. (289)
También los conversos proveían de armamento a los turcos. "Durante el sitio de Metz, Carlos supo que los marranos de España y Portugal enviaban armas y municiones secretamente a los turcos, en guerra contra el Cristianismo y el Imperio". (290) En una carta de fecha 25 de junio de 1544 el emperador denunció que ricos mercaderes cristianos nuevos huían a Turquía llevando clandestinamente armas a los turcos, (291) Shatzky observa que "el hecho de conducir armas a Turquía no podía ser un secreto" (292) La posición de los judíos acerca de Turquía, es claramente expuesta por el precitado autor hebreo: "la enorme cantidad de (hechos) concretos que las fuentes históricas han revelado sobre el particular demuestran la gravitación y popularidad que la orientación turca tenía entre los judíos españoles. Tanto se difundió esa orientación entre las comunidades judías de Europa, que en el siglo XVI, en casi todos los conflictos internacionales con Turquía, los judíos tomaron partido a favor de Turquía". (293)
Fue clave, asimismo, el rol converso en la sublevación de Portugal en 1640, que culminaría en su separación del imperio español. La empresa estuvo liderada por el duque de Braganza, descendiente de judíos conversos, (294) a instancias de su mujer, Luisa de Guzmán, hija del Duque de Medina Sidonia, cuyo linaje manchado conoce el lector. Intervinieron de modo decisivo, aparte de los marranos portugueses, los de Holanda e Inglaterra. El resultado fue que Portugal convirtióse en colonia de Gran Bretaña al casarse con Carlos II la infanta Catalina, situación que se refleja en el tratado de Methuen, celebrado en 1703. Este matrimonio fue concertado por mediacíón del marrano Agostino Coronel Chacón, agente lusitano en Londres y uno de los fundadores de la colectividad judía de Inglaterra, integrada en gran parte por marranos. (295)
El ataque judio contra España se llevó a cabo en todos los frentes, siendo uno de los preferidos el extenso y rico territorio de las Indias, cuya relativa indefensión agudizóse con el desastre de la Invencible. Holanda, en cuyo seno los marranos tenían singular peso, "rivalizó con Inglaterra en la desagregación del imperio luso-español, y hasta fines del siglo XVII, más rica, más adelantada, más emprendedora, continuó -con el auxilio y el capital del judío peninsular- la obra de Segres y del rey D. Manuel". (296) Lo expresado por el historiador filojudío brasileño Pedro Calmon es rigurosamente exacto. Cuando todavía Portugal era parte de la Corona española, los holandeses se apoderaron de una parte del territorio brasileño, gracias al concurso decisivo de los marranos de allí -predominantes en Bahía, Río de Janeiro, Pernambuco, etc.- y de Holanda.
Otro historiador de igual signo, Ricardo Lafuente Machain, en su obra Los portugueses en Buenos Aires, manifiesta que los conversos lusitanos, numerosos en Brasil, "facífitaran la conquista bátava", destacando "la facilidad que Holanda tuvo para ocupar Bahía". Anota que además "en los navíos que acompañaban a la escuadra, llegaron muchas familias hermanas de raza, que vinieron a reforzar ios elementos con que ya se contaba en la colonia". (297) El hebreo Boleslao Lewin inforrna que la poderosa comunidad marrana de Amsterdam, que se hallaba "en contacto con correligionarios suyos en las colonias latinoamericanas"; tuvo “participación en el dominio holandés del Brasil (1630-1654)”. (298)
La invasión de Brasil fue organizada por la Compañía de las Indias Occidentales, que se hallaba en poder de los marranos. "En abril de 1623 -relata Elnecavé- Jan Andries Moerbeek, en representación de la Compañía tuvo una conferencia con el príncipe de Orange y otros dignatarios en La Haya para explicar la necesidad de esta expedición. Indicó que los habitantes del Brasil portugués y los indios brasileños te*nían poca experiencia militar. La mayoría de los portugueses -subrayó- eran judíos y enemigos jurados de los españoles y portugueses, por lo que no cabía esperar ninguna resistencia de su parte". (299) El gobierno holandés reconoció luego el papel desempeñado por los conversos en un documento oficial. Einecavé, quien señala que los hebreos eran "los únicos aliados naturales de Holanda" en el Brasil holandés, escribe que en 1645, "los Estados Generales de Amsterdam enviaron instrucciones especiales al Supremo Consejo dei Brasil, lo que puede ser considerado como el primer estatuto para los judíos del Nuevo Mundo.
Indícase en ese estatuto que la 'nación hebrea' ha venido demostrando, mediante actos concretos en la propia Holanda y en cualquier otra parte que sus miembros trabajan con afecto a favor de Holanda y de los holandeses. Se destaca con especial énfasis la especial colaboración prestada por los judíos en la conquista del Brasil, su lealtad y los valiosos servicios prestados al Brasil holandés en el pasado reciente. Por esas y otras razones -declaraban las aludidas instrucciones- el Estado tomaba a la 'nación judaica del Brasil' bajo su especial protección. Los judíos del Brasil debían ser protegidos contra cualquier daño personal o perjuicio contra sus propiedades, de la misma manera en que lo eran los ciudadanos de las Provincias Unidas. Tal declaración a favor de los judíos -única en su género en toda la historia universal, desde la del emperador persa Ciro II hace 2.500 años, hasta la de Balfour hace poco más de 60 años- emitida por un Estado cristiano en pleno siglo XVII, significaba un aconte*cimiento realmente extraordinario, más aún en momentos de grave crisis política para el Brasil holandés. Demuestra hasta qué punto los judíos habían colaborado con sus vidas, bienes y lealtad para mantener y de*fender las posesiones holandesas en América... Desde la iniciación de la rebelión (portuguesa, F.R.C.) los judíos probaron ser el único elemento incondicionalmente fiel al Brasil holandés". (300)
Los conversos, como sus conraciales públicos, odiaban a Portugal como al resto de las naciones cristianas (y a todos los países no-judíos en general), pero consideraban a España su más peligrosa y mortal enemiga. Por tanto, los marranos se constituyeron en cabeza de puente de la penetración portuguesa en los grandes dominios hispanos de Indias. Incluso cuando Portugal integraba el imperio español, fueron los marranos quienes durante décadas organizaron ataques contra las misiones jesuíticas del Paraguay, las cuales eran, como dice Gandía, el “limite material y espiritual" que se oponía al expansionismo lusitano. (301) Aparte de reportarles enormes beneficios por la captura de miles de indígenas a los que convertían en esclavos, estos ataques -donde los conversos hicieron gala de singular crueldad- posibilitaron el constante avance lusitano y en los años 1750 y 1777 "originaron tratados de límites en los cuales España se vio obligada a reconocer a Portugal las conquistas sin gloria de los bandeirantes y a cederle territorios inmensos que le pertenecían de derecho, pero que no había sabido conservar". (302)
Calmon lo expresa sin eufemismos: "gracias a la penetración de los cazadores de guaraníes ('sertanistas' los llamaban los misioneros), perdió España Santa Catalina, las misiones jesuíticas de¡ Uruguay, que llegaron a tener como límite el Paranapanema y el Mato Grosso, por la línea de¡ Guaporé, y fue en virtud de esa ocupación que, en 1750, Alejandro de Gus*mao estableció el criterio de 'uti posvidetis' para los tratados de límites de América". (303) O sea, lector, que los judíos conversos fueron los que asolaron las misiones jesuíticas -hecho que hasta hoy nadie denunció- y los responsables directos de su ruina (luego, por conducto de la masonería, le darían políticamente el golpe definitivo), robando a nuestros padres, a consecuencia de ello, una enorme extensión territorial. (304)
También tuvieron decisiva presencia los marranos en la operación militar de 1655, mediante la que Inglaterra despojó a España de la isla de Jamaica. Cecil Roth señala en relación a ello que "en Jamaica, donde la Inquisición no había podido nunca asentar el pie, gran número de 'portugales' como los llamaban (a los marranos, F.R.C.) encontrábanse ya antes de la conquista inglesa de 1655. El piloto que condujo a Penn y a Venables al ataque, el capitán Campoe Sabbatha, era un marrano; otro, Acosta, estaba a cargo del comisariado de las tropas inglesas y negoció los términos de la capitulación; mientras que Simón de Cáceres, 'el judío chauvinista', suministraba, al mismo tiempo, en Londres, muchas informaciones valiosas”. (305) Jamaica se convertiría en una de las bases del contrabando inglés en perjuicio de España y en punto de apoyo para avanzar sobre el territorio hispánico, ya sea a través de operaciones militares o políticamente mediante la francmasonería. Cuando el almirante inglés Edward Vernon realizó su expedición contra Cuba el año 1741, un judío -posiblemente con*verso- le prestó servicios como intérprete ante el gobernador de Santiago. (306) Inclusive los piratas británicos que asolaban las ciudades españolas de Indias, eran guiados por pilotos marranos. Sobre esto, el 28 de abril de 1600, la Audiencia de Charcas comunicaba a Felipe III que, "como hemos dado cuenta larga a Vuestra Majestad, todos ola mayor parte de los daños que los corsarios ingleses han hecho en las costas del Mar del Norte y Perú, han sido guiados por pilotos portugueses". (307) (Por las causas apuntadas, "portugués" era entonces sinónimo de judío tanto en España e indias como en otros países de Europa). (308)
Los marranos no se limitaron a guiar a los corsarios, sino que emplearon también ellos los medios "piratescos" a que aludía Shatzky. Subatol Deul y parte de los hombres que integraban su Hermandad de la Bandera Negra, se presume que descendían de marranos españoles. Este famoso delincuente judío, "el pirata del Guayacán", alrededor del año 1600 formó dicha banda con Henry Drake -el hijo de Francis- y otro sujeto llamado Ruhual Dayo, eligiendo como cuartel general la bahía chilena de Guayacán. (309) El hebreo Kohler destaca las "relaciones comerciales" entre los marranos de Cuba y los bucaneros, que tuvieron sus bases durante muchos años en el Caribe, señalando que "hay alguna razón para creer que hubiera algunos judíos entre ellos". (310) El contrabando marrano en las Indias, al margen de las fabulosas ganancias que reportaba, constituyó otro instrumento en la guerra contra el imperio español.De entre los piratas judíos en Sud América, se destaca su nombre y su irrevocable costumbre de evitar atacar nave alguna en “Shabbat”; los víveres en su embarcación eran rigurosamente “casher” y la bitácora de viaje de sus naves estaba escrita en caracteres hebreos.La mayor parte de estos Bucaneros Hebreos se mostraban orgullosos de su origen e identidad y existen documentaciones fidedignas de que daban a sus naves nombres tales como: “Samuel, el Profeta” ,”La Reina Esther” y “El escudo de Abraham”.(Edward Kritzler: Los Piratas Judíos del Caribe”.*)
El judío Friedlánder manifiesta al respecto que "es más que una casualidad el hecho de que en la época de aumento de la influencia de los conversos en el comercio, el contrabando llegó a límites hasta entonces desconocidos", acotando que "para muchos de los conversos, el contrabando tenía un significado más: era un arma de lucha contra sus perseguidores, como también en la vida internacional se consideraba el contrabando como arma legítima que los ingleses y los holandeses usaron en su lucha sin tregua contra el monopolio español. Con la aparición de los muchos comerciantes conversos en las Indias, aumentó en gran medida el comercio de contrabando". (311) Al estudiar el período de Felipe IV, Caro Baroja ha hecho notar que en la península los conversos monopolizaban tanto el tráfico legal como el ilícito. "Las aduanas terrestres y marítimas, almojarifazgos, puertos secos y diezmos de la mar, fueron lugares en que los cristianos nuevos hicieron fortunas bastante grandes. Pero, por paradoja también resultaba que asimismo otros cristianos nuevos hacían fortunas aun mayores con el contrabando y los movimientos de los productos en las fronteras". (312)
Del mismo modo sucedió en las Indias, donde hemos visto que el comercio legal se encontró desde el principio dominado por los conversos. El contrabando, que tanto daño causó a España y a las Indias, (313) se practicó desde el comienzo de la conquista de éstas y fue posible merced a la complicidad de los funcionarios de la real hacienda, casi sin excepción conversos. Además de realizarse con naves fletadas al efecto, en la época de los asientos de esclavos empleáronse los buques negreros. Se llevaban al Nuevo Mundo mercancías o esclavos negros, o ambas cosas a la vez, retornando con piedras y metales preciosos.
En el caso de los asentistas de esclavos, aparte de la mercadería introducían mayor número de negros que el declarado. Las ganancias que se obtenían eran fabulosas, bastando a veces un solo viaje para hacer una verdadera fortuna. El tráfico clandestino perjudicó a los judíos conversos que manejaban el comercio legal de mercaderías, como los barcos negreros ¡legales afectaron a los asentistas de negros, pero en menor medida por dedicarse la mayoría de éstos también a contrabandear. De todos modos, dejando a un lado las lamentaciones y quejas de rigor, las ganancias de los mercaderes autorizados eran enormes y les permitieron acumular colosales riquezas. Boleslao Lewin admite que en el contrabando "los criptojudlos desempeñaron un papel importante, apoyados por sus correligionarios que habían formado comunidades judías en Amsterdam (Holanda), Venecia, Ferrara, Luca y Liorna (Italia), en Burdeos, Marsella, etc. (Francia) y en Hamburgo (Alemania hanseática)". (314) Acota el citado que en el "vasto comercio intérlope" desarrollado por los marranos, "no se trataba sólo de una amplia venta contrabandista de artículos europeos en las colonias hispano-americanas, sino también de una vasta adquisición de metales preciosos y de ciertos productos agrícolas". (315). La mayor parte de los barcos esclavistas eran de propiedad de Marranos.
En el contrabando inglés el rol del hebreo converso ha sido esencial. "Respecto al comercio intérlope inglés -expresa Lewin- fuerte desde el siglo XVII con las colonias españolas -en las portuguesas gozaban de privilegios especiales- es oportuno indicar que disponía de dos centros de operación directa: Jamaica, en las Antillas; y Colonia (del Sacramento) en la desembocadura del Río de la Plata. A través de Jamaica, generalmente, se realizaban negocios en tres lugares: en la región de Tierra Firme; en Cartagena (puerto de Colombia); en el istmo de Panamá, en Portobelo; en Cuba, en La Habana. Participaban en tales campañas criptojudíos, que por su origen estaban bien orientados en semejantes tareas". No hubo "participación" sino un aplastante predominio marrano en dicho contrabando. (316)
Erigida frente a la ciudad de Buenos Aires el 27 de enero de 1680, como avanzada de la expansión portuguesa (317) y con el objetivo manifiesto de realizar contrabando en gran escala, la Colonia del Sacramento fue sin duda el más grande centro de tráfico clandestino en el Plata. Revisionistas e historiadores oficiales afirman que el comercio ilegal que operaba desde allí estaba en manos de lusitanos e ingleses, pero esto es falso, porque de la misma manera que los auténticos amos de Inglaterra y Portugal, su colonia, eran los hebreos, en su mayoría marranos, también éstos controlaban el intercambio ilícito de dicho poblado, que estuvo bajo jurisdicción portuguesa, con intervalos, hasta el 5 de junio de 1776. A lo ya señalado por Lewin, hay que agregar otro dato que éste proporciona en una obra anterior: "no nos es conocida la composición étnica del importantísimo foco contrabandístico lusitano, en la margen oriental del Plata. Pero tenemos bases suficientes para opinar que gran parte de la población citada se componía de 'marranos'.” (318)
Los judíos públicos ayudaron a los conversos en la etapa final de! asalto contra España. La invasión napoleónica, cuyo fin era su desaparición lisa y llana, convirtiéndola en un apéndice de la Francia judía, "se hizo sobre la base de un préstamo de 67.620. 215 francos que pusieron los Rothschild en España". (319) Por otro lado, como observa Caro Baroja, la invasión dio el triunfo a los liberales hispanos, (320) conversos en gran parte, punto éste sobre el que guarda silencio aquél. Asimismo, la ocupación de la península y el establecimiento en el trono de José Bonaparte (que se apresuró a ratificar la abolición del Santo Oficio decretada por su hermano), posibilitó la actuación de los movimientos "independentistas" hispanoamericanos, liderados por conversos, (321) que produjo la pérdida del imperio ultramarino, quedando reducida España a un país de segundo orden.
----- Mensaje original -----
De: Mario Lopez
Para: Mario Lopez ; AMIA
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Enviado: Jueves, 29 de Diciembre de 2011 03:55 p.m.
Asunto: Re: La pelea traidora de los judios contra los pueblos que los albergan
Los marranos cumplieron en Inglaterra, la adversaria mortal de España, un papel fundamental. En primer lugar, los judíos intervinieron en su separación de la Cristiandad: "el rey Enrique VIII, consultó a autoridades rabínicas de Venecia en 1530 en relación a su divorcio con Catalina de Aragón, divorcio que provocó el cisma de la iglesia anglicana de la romana. Hasta llegó a traer a dos rabinos de Italia. Una de esas opiniones rabínicas, escritas en hebreo, se conserva hasta hoy día en el Museo Británico. Resulta de sumo interés acotar que los adelantos de la reforma y el avance de los puritanos en Inglaterra hayan sido relacionados -y posiblemente influidos- por la presencia de los cripto judíos que eran numerosos". (247) Sobre este último aspecto hay pruebas concretas y no meras presunciones. El hebreo Lucien Wolf manifiesta que "la obra diplomática de nuestros marranos (los de Inglaterra, F.R.C.) tuvo una gran importancia histórica. Coincidía en muchos puntos con la política exterior de Isabel, y era, a veces, un elemento considerable en las actuaciones de Burghley y Walsingham". (248)
El judeobritánico Roth, por su parte, observa que "en el notable período de expansión inglesa que coincidió con el reinado de Isabel, expandióse la colonia mercantil extranjera en Londres. La comunidad marrana contaba entonces unas cien almas. A su cabeza estaba el doctor Héctor Nuñes, que, aunque médico, se dedicaba también al comercio. Sus amplias vinculaciones fueron de gran beneficio para el gobierno, particularmente en lo que se refería a los asuntos de España. Gozaba de la confianza completa, tanto de Burghley como de Walsingham (ministro de Isabel), y llevó al último la primera noticia del arribo de la Gran Armada a Lisboa". (249) Otro marrano poderoso era Alvaro Mendes, "que mantenía en aquel entonces activas vinculaciones diplomáticas con la corte inglesa", (250) cuyo cuñado era el marrano Roderigo López, médico de Isabel I. (251) La familia más destacada, después de la Nuñes, era la del converso Jorge Añes o Ames. Uno de sus miembros, Dunstan, proveedor real, mantenía importantes relaciones mercantiles con España, donde era agente financiero de Don Antonio, el prior de Crato, el marrano que quería acceder a la corona portuguesa. Sara, la mayor de sus hijas, estaba casada con Roderígo López. (252) Los Añes se establecieron en Londres apoyados por la Casa Mendes de Amberes. (253)
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De: Mario Lopez
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Enviado: Jueves, 29 de Diciembre de 2011 03:51 p.m.
Asunto: Re: La pelea traidora de los judios contra los pueblos que los albergan
El historiador israelita Simón Dubnow ratifica este hecho, señalando que "los judíos recibieron a los árabes como sus libertadores y les ayudaron en su lucha contra los visigodos. Cuando los musulmanes conquistaban una ciudad, sus dirigentes las entregaban al cuidado de los judíos, en quienes veían amigos leales, y proseguían su marcha. La capital de España, Toledo, fue entregada al guerrero árabe Táriq ibn Ziyad por los israelitas, los cuales les abrieron las puertas de la ciudad mientras la población cristiana huía a buscar refugio en las iglesias. El cuidado de la capital fue también confiado a los hebreos. De este modo los hebreos se convirtieron en dueños de las ciudades". (243) (Según el sefardí Atienza, Tarik ibn Ziyad era un judío bereber). (244)
Einecavé hace hincapié "que en la batalla de Guadalete, donde se desmoronó definitivamente el reino visigodo, uno de los generales más audaces del lado moro era Kaula-al Yahudí (de origen judío; Yahudí significa judío, en árabe)". (245) En síntesis, es innegable que "en la auténtica Blitzkrieg que puso a España entera bajo el poder musulmán en tres años, los judíos jugaron una baza importante en ayuda de los conquistadores ". (246)
243 Simón Dubnow, Manual de la historia judía, p. 374, ed. Sigal, Bs.As., 1977.
244 Juan G. Atienza, Guía judía de España, p. 15, ed. Altalena, Madrid, 1978.
245 Eínecavé, ob. cit., p. 32.
246 Atienza, ob. cit., p. 14.
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De: Mario Lopez
Los servicios prestados por los marranos a los países enemigos de España, en los cuales ellos gozaban de una influencia cada vez más significativa, tenían, por cierto, antecedentes: fueron los judíos quienes traicionando a la nación que les había dado hospitalidad, posibilitaron la conquista musulmana de España.
"No de otro modo -escribe el filojudío Amador de los Ríos- se fomenta y cunde en toda la Península Ibérica la conquista musulmana: poderosas fortalezas y nobles ciudades, donde prosperaba en número y riqueza la generación israelita, y que hubiera costado mucha sangre a los ejércitos de Tarik y de Muza, eran puestas en sus manos por los hebreos, quienes las recibían después en guarda, hermanados con los africanos".
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De: Mario Lopez
La otra cara de la actividad de los cristianos nuevos era su incesante conspiración contra la España imperial, cabeza y brazo de Occidente. En ese sentido, su conducta es comparable a la observada por sus conraciales ante la Alemania Nacional socialista. El judío converso (y el público) se hallaba al frente de todas las acciones destinadas a aniquilar a España, la cual, como Alemania, oponíase a su dominio opresor. Para ello disponía de una notable influencia en los principales países enemigos de España, sobre todo en Inglaterra, Holanda y Turquía, nación ésta donde los marranos llegaron a ejercer de hecho el gobierno.
Debo aquí salir al cruce de un conocido slogan judío tendiente a ridiculizar al adversario: la supuesta "teoría conspirativa de la historia". Nada más lejos de la verdad, pues la investigación científica de la cuestión judía hace posible aprehender la historia de la conspiración real del judaísmo contra el mundo no-judío, Occidente en particular. Los propios hebreos reconocen la conjura contra el imperio hispano y la Cristiandad.
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De: Mario Lopez
Los judíos sefaradíes, dice Shatzky, contribuyeron a la lucha contra España con diversos medios: diplomáticos y hasta militares-piratescos... Las pruebas de la ayuda judía a los enemigos de la España Católica son históricamente verídicas... De ahí que sea difícil encontrar algún conflicto internacional producido en el siglo XVI, en el que España haya estado mezclada y en que los exiliados españoles no hayan ayudado a los que estaban contra su enconada enemiga... Nada tiene de extraño, pues, el que la ciudad de Amberes se convirtiera en el cuartel general de las conspiraciones de los marranos contra España... Esa lucha no era sólo religiosa sino también político-estadual". (Shatzky, ob. cit., pp. 9 y 14-15.
Al hablar de lucha religiosa Shatzky alude a la que libraba el marranismo a través del movimiento protestante.) Es innecesario indicar que los marranos "se enrolaron voluntariamente en los ejércitos de Europa que luchaban contra España". (Ibid., p. 38.) La conspiración judeoconversa no se limitó al siglo XVI y abarcó también, como acabamos de ver, el frente interno peninsular.
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