sábado, 24 de diciembre de 2011

slim culpable Bares clandestinos: el lado oscuro del Centro Histórico

..Bares clandestinos: el lado oscuro del Centro Histórico
Por Agencia el Universal | El Universal – Hace 22 horas....
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MÉXICO, D.F., diciembre 23 (EL UNIVERSAL).- Al entrar, una nube de marihuana y un olor a cerveza rancia envuelve a los visitantes. Afuera, la calle Donceles está en penumbra y silencio; detrás de la puerta, hay música, cerveza, drogas y sexo para quien pague, incluidos menores de edad.

Le dicen “Las Escaleras” y es uno de los incontables bares clandestinos del Centro. Ubicado a un costado de las oficinas de la Autoridad del Centro Histórico, esta vecindad abre su negocio de “venta de libros de texto” desde las 10 de la mañana, pero en realidad sus ingresos vienen de la clandestinidad que cierra hasta la madrugada.

Decenas de jóvenes entran a este local todo el día, de martes a domingo y fingen interés en comprar un libro. Cruzan un pasillo, pasan frente a un altar a la Virgen de Guadalupe y llegan hasta el patio, donde son libres de hacer lo que quieran.

En su paraíso particular, donde entran sin identificación oficial, la mota se regala, la caguama cuesta 35 pesos —que se compra en la recámara de un habitante de la vecindad—, el papel secante con LSD vale 100 pesos y por 50 pesos puedes rentar por una hora un cuarto en el primer piso y tener relaciones sexuales.

La llave para estos cuartos, que comparten pared con una bodega de libros cristianos, las da cualquiera de los administradores que vigilan la entrada. Los amorosos no tienen que acreditar mayoría de edad; sólo pagar por el servicio de un catre sucio, un rollo de papel higiénico y una cubeta de agua iluminada por un foco de luz amarillenta.

Ahí siempre encuentras a Federico, de 16 años, cuyos mejores amigos los hizo en ese bar clandestino.

Todos venden droga en la zona y su mayor interés es emborracharse y “anotar”.

— ¿Por qué te gusta venir aquí?

— Porque la chela está barata, ligas mucho y te las puedes subir (a las chicas) a los cuartos de arriba—, responde el joven, quien no estudia ni trabaja.

— ¿Y te cuidas?

— Unas veces sí, otras no sé… luego ando bien “pedo”.

En su interior, el piso está roto, una lona sustituye al techo que alguna vez existió y las paredes sólo se mantienen en vertical gracias a unos tablones podridos, que en cualquier momento se vencerán y caerán sobre los clientes.

“¡Qué importa, si me voy a morir, al menos que sea bailando!”, dice Anabel, de 17 años, quien recuerda que la noche del 10 de diciembre parecía que “Las Escaleras” se desplomaría.

En realidad, estaba temblando —6.8 grados Ritcher—, pero ella confundió el movimiento oscilatorio con el “ácido” que había deslizado bajo su lengua y que compró a un muchacho que adentro la enamoró con drogas.

El baile, la batucada, la mariguana no paran. Por ahí la policía no entra, aunque la música suene fuerte y esté a menos de 100 metros del Templo Mayor. Sólo cobran un entre y piden que nadie tome en la calle para que los vecinos no denuncien.

- No le temen a las autoridades

Como “Las Escaleras” hay más bares clandestinos: el “Café Internet”, a 100 metros de Metro Hidalgo, es un bar de aspecto deprimente en el primer piso de una tienda de abarrotes con letrero “Nueva Imagen 2000”.

Alguna vez clausurado, desde la tarde sus visitantes disimulan comprar algún dulce o refresco; luego, guiados por una luz neón azul al fondo del local y música ranchera, suben al primer piso, un supuesto cibercafé, cuyas computadoras ni siquiera funcionan.

La rockola siempre toca a los mismos cantantes: Rocío Durcal, Lupita D’Alessio, Yuri, que se cantan a todo pulmón a falta de espacio para bailar. soldados, vagoneros, travestis, jóvenes aventureros conforman su clientela, que sólo bebe cerveza.

Los techos bajos, las mesas apretadas y la estrecha escalera por la que se entra y sale del bar hacen suponer que en un incendio o temblor, todos morirían hacinados o aplastados.

Aseguran que el riesgo vale la pena porque la caguama es barata, el ligue no para y la ilegalidad les resulta atractiva como una ruleta rusa.

Está también “El Hoyo”, un punto de “narcomenudeo”, que de día es taquería y de noche vende pulque, cerveza y piedra (cocaína sólida) a los trasnochados de Bolívar. Sus clientes son jóvenes de 16 a 25 años con ganas de que la noche no termine.

“Antes, en la carta de bebidas, poníamos el precio de la piedra. La pedías como ‘coctel especial’; ahora sólo nos la pides y le traigo. Es pura calidad”, cuenta “El Pachón”, barista de “El Hoyo”.

Aunque el lugar opera en la clandestinidad desde hace ocho años, sólo lo han clausurado una vez, por una riña en la que casi se matan dos clientes. “No por andar vendiendo chupe, los polis ya saben qué onda con nosotros”.

Por eso, “El Pachón” canta y baila despreocupado. Su figura obesa se pasea tranquila por las mesas mientras pregunta a los comensales “¿un taquito, una piedra? ¿qué te sirvo, güero?”.

De acuerdo con él, autonombrado cronista caminante del Centro, hay al menos 100 bares clandestinos, de los cuales la autoridades no tienen idea o no quieren tenerla, pues les genera recursos en sobornos.

- GDF investiga fenómeno

“Hemos detectado (estos establecimientos clandestinos) sobre todo en Donceles, en Regina y sus alrededores, en el entorno de la Alameda. No quisiera dar cifras de cuántos lugares de este estilo hay, porque estamos investigando el fenómeno”, aseguró el director del Fideicomiso del Centro Histórico, Inti Muñoz.

De acuerdo con el funcionario, la proliferación de negocios ilegales se ha intensificado desde 2001, cuando comenzó la rehabilitación del Primer Cuadro y surgió una nueva vida nocturna en el Centro.

“Lo que nos preocupa mucho de estos lugares es el asunto de Protección Civil, que vaya a ocurrir una desgracia por el sobrecupo y porque obviamente no son lugares que garanticen la seguridad de las personas”, dijo Muñoz.

Y aunque se han clausurado algunos por la venta ilegal de alcohol, de drogas, excesivos niveles de ruido y hacinamiento, éstos han encontrado la forma de abrir nuevamente.

Por ello, adelantó, vecinos, delegación y autoridades capitalinas iniciarán a partir de enero un programa permanente para garantizar noches seguras y respetuosas en el Centro Histórico.

Sin embargo, los bares ilegales y sus clientes han visto pasar tantos operativos sin que clausuren sus negocios, que no se alarman. Incluso, retan a que los cierren.

“Díganme cuándo hacen el operativo y le subo a la música más fuerte. Que no se hagan (las autoridades), si bien que me conocen”, desafía “El Pachón”, que a las 16:00 horas es un taquero en espera de la noche para volverse “dealer”.

Lo mismo en “Las Escaleras”, donde no le temen a las patrullas ni inspectores. Adentro, entre paredes rayadas y a punto de caerse, se han construido una fortaleza, donde la ley sólo se aplica a los que están afuera.

Adentro, en la ilegalidad que ocultan sus puertas, el humo de marihuana se eleva sobre la cabeza de decenas de jóvenes que bailan, cantan y se drogan a unos metros del asta bandera del Zócalo capitalino.

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