jueves, 2 de febrero de 2012
Los asesinatos de Israel y los presidentes de EEUU
Los asesinatos de Israel y los presidentes de EEUU
Prensa Web RNV/Rebelión
31 Enero 2012, 08:09 AM
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El 13 de enero, el Atlanta Jewish Times publicó una columna de su editor-propietario en la que sugería que algún día Israel podía necesitar “dar un golpe” contra el presidente de los EEUU.
En la columna, el editor Andrew Adler describía un escenario en el cual el primer ministro de Israel Benjamin Netanyahu iba a necesitar “dar luz verde a los agentes del Mossad que se encuentran en EEUU para que quitaran del medio a un presidente considerado hostil hacia Israel”.
¿El objetivo? Que el vicepresidente pudiera entonces hacerse con el puesto y dictar las políticas estadounidenses que ayuden al estado judío a “destruir a sus enemigos”.
Adler escribe que es altamente probable que la idea “se hubiera discutido ya en los círculos más íntimos del gobierno israelí”.
Numerosos dirigentes judíos condenaron rápidamente a Adler, que ha pedido ahora disculpas por la columna, dimitió y hay informaciones que dicen que planea poner a la venta el periódico. Un columnista israelí señaló que el odio que se intenta provocar contra Obama es similar a las condiciones que en Israel llevaron al asesinato del primer ministro israelí Yitzhak Rabin, perpetrado por un extremista judío.
Muchos de los que critican a Adler afirman que ha difamado a Israel al sugerir incluso que podría llevarse a cabo tal atentado. Abe Foxman, el director de la Liga Anti-Difamación Judía (ADL, por sus siglas en inglés) proclamó: “No hay absolutamente ninguna excusa, ni justificación, ni racionalización para ese tipo de retórica. Ni siquiera pertenece a la ficción”.
Sin embargo, en realidad, la expectativa de Adler de que los círculos más íntimos en Israel han explorado tal tipo de acción, y de que estarían dispuestos a llevarla a cabo, puede ser completamente acertada. El hecho es que Israel ha asesinado y ha conspirado para asesinar a determinadas personas por todo el mundo; un número de ellas han sido estadounidenses. Otro supuesto complot fue escalofriantemente similar a la sugerencia de Adler.
Los servicios secretos advierten de planes israelíes de asesinato
Hay pruebas de que en 1991, un equipo secreto israelí planeó asesinar a un presidente estadounidense. La víctima en cuestión era George Herbert Walker Bush.
La primera persona en escribir sobre el complot fue un congresista republicano de Illinois en su onceavo mandato, Paul Findley. En un artículo aparecido en 1992 en el Washington Report for Middle East Affairs, Findley describió el presunto esquema y la forma en que le fue revelado.
Findley escribe que el servicio secreto estadounidense había recibido un aviso de que varios elementos de la agencia de espionaje de Israel podían atentar contra Bush cuando éste apareciera en Madrid en el día en que se inauguraría la conferencia de paz que se iba a celebrar ese año.
Según Findley, un ex agente del Mossad, de nombre Victor Ostrovsky, que había escrito un libro sobre la agencia israelí de espionaje, le dijo a un grupo de parlamentarios canadienses que había recibido inteligencia secreta sugiriendo que “el odio del Mossad hacia Bush –y el apoyo hacia el vicepresidente Dan Quayle- podía llevar a un atentado contra la vida del presidente”.
Israel consideraba a Quayle mucho más cercano a Israel que Bush. Bush había enfurecido especialmente a Israel al intentar presionar a este país para que pusiera fin a su ilegal expansión de asentamientos sobre tierra confiscada palestina reteniendo las garantías de préstamos hasta que Israel pusiera fin a esas prácticas.
Findley escribe que las declaraciones de Ostrovsky se las transmitieron a un amigo y ex colega de Findley, Paul “Pete” McCloskey, un importante ex congresista republicano de California que había sido recientemente nombrado por Bush para la Comisión Nacional de Servicios Comunitarios.
McCloskey, un veterano marine condecorado y graduado en la facultad de derecho de Stanford al que en una época se consideró un candidato presidencial, voló a Otawa para interrogar personalmente a Ostrovsky y valorar su información.
Findley informa que Ostrovsky le dijo a McCloskey que el Mossad pretendía “hacer cuanto fuera posible para preservar un estado de guerra entre Israel y sus vecinos asesinando al presidente Bush si fuera necesario”. Ostrovsky dijo que ya estaba en marcha una campaña de relaciones públicas tanto en Israel como en EEUU para “preparar a la agente a fin de que aceptaran a Dan Quayle como presidente”.
Convencido de que Ostrovsky era sincero y su información importante, McCloskey tomó el siguiente vuelo hacia Washington, donde informó de la inteligencia proporcionada por Ostrovsky a los servicios secretos y al departamento de estado.
El supuesto complot no siguió adelante, quizá porque Ostrovsky y McCloskey lo habían desactivado.
Ostrovsky dio más detalles sobre el complot dos años después, en 1994, en su libro: “The Other Side of Deception: A Rogue Agent Exposes the Mossad’s Secret Agenda”, publicado por HarperCollins.
En el libro, Ostrovskly escribe que un grupo extremista dentro del Mossad fue el responsable del plan. Dice que mantuvieron el plan en secreto sin informar al entonces primer ministro Yitzhak Shamir, aunque creían que Shamir habría ordenado él mismo el asesinato si no se hubiera visto constreñido por la política. En el período previo a la guerra de 1948 que llevó a la fundación de Israel, Shamir había encabezado un grupo terrorista famoso por sus asesinatos.
Cuando el embajador Andrew Killgore, un funcionario jubilado de la carrera diplomática y editor del Washington Post, revisó el libro, lo definió como “una revelación perspicaz de una persona con acceso a información privilegiada, sobre algunas de las realidades del Oriente Medio a las que todos, salvo Israel, hemos sido ajenos”.
Ostrovsky escribe que los israelíes planearon una operación de “falsa bandera” por la cual echarían la culpa del asesinato a los palestinos. Secuestraron a tres militantes palestinos de Beirut que iban a ser los chivos expiatorios, les llevaron al desierto israelí del Negev y les mantuvieron incomunicados.
“Mientras tanto”, escribe Killogore, “se filtraron amenazas generadas por el Mossad contra la vida del presidente, adjudicándoselas a los palestinos. Esas amenazas se prepararon para que arrojaran sospechas sobre la organización terrorista palestina Abu Nidal. Se le filtraron a la policía española los nombres de los tres terroristas para que, si el complot tenía éxito, la culpa cayera automáticamente sobre ellos”.
Ostrovsky informa que después se canceló finalmente el complot de asesinato y los tres prisioneros palestinos fueron “exterminados”.
Ataques dirigidos contra estadounidenses
Si el complot hubiera seguido adelante, esa no hubiera sido la primera vez que Israel atacaba a estadounidenses para matarlos. Ni tampoco hubiera sido la primera operación con falsa bandera:
En 1954, el Mossad planeó lanzar bombas incendiarias contra instalaciones, librerías y otros lugares de reunión de estadounidenses en Egipto. Se disponían a culpar de los ataques a los Hermanos Musulmanes, provocando así la animosidad estadounidense hacia Egipto. Una detonación accidental de uno de los dispositivos hizo que el complot, conocido como el Affair Lavon, se descubriera antes de que pudiera matar o mutilar a los estadounidenses previstos.
En 1967, las fuerzas aéreas y marítimas israelíes perpetraron un asalto de casi dos horas en el cual intentaron hundir a un buque de la Marina estadounidense que llevaba una tripulación de 294 hombres. Aunque el ataque no consiguió hundir al buque, consiguió matar a 34 estadounidenses y herir a otros 174. Algunos analistas han hecho conjeturas de que esta fue también una operación de falsa bandera; es muy probable que hubieran culpado del ataque a Egipto si el barco se hubiera hundido.
En 1973, pilotos de combate israelíes recibieron la orden de disparar contra un avión estadounidense desarmado de reconocimiento (en aquella época, EEUU estaba entregando armamento masivo a Israel para impedir que perdiera la guerra del “Yom Kippur” con Egipto y Siria). Aunque los israelíes no pudieron alcanzar la altitud del avión estadounidense, se las arreglaron para ese mismo año echar abajo un avión comercial libio que se había extraviado en territorio israelí, matando a 104 hombres, mujeres y niños. Uno era estadounidense.
En 1990, un científico canadiense-estadounidense y padre de siete hijos, Gerald Bull, fue asesinado en Bélgica. Todos los indicios apuntan a que fue un equipo del Mossad el que le metió cinco balas en la zona posterior de la cabeza y del cuello. (Israel ha asesinado a numerosos científicos de diversas nacionalidades. El más reciente es un científico iraní de 32 años padre de un niño pequeño).
En 2003 se supo que los dirigentes israelíes habían decidido oficialmente emprender operaciones de asesinato en suelo estadounidense. Un portavoz del FBI, al preguntarle sobre los planes israelíes, dijo tan solo: “Esto es un asunto político. Nosotros nos encargamos de que se respeten las leyes federales”.
En los últimos años, una cifra creciente de activistas por la paz estadounidenses fueron intencionalmente asesinados, mutilados y heridos por las fuerzas israelíes, incluyendo a Rachel Corrie, de 23 años; Brian Avery, de 21; Tristan Anderson, de 37; Emily Henoschowitz, de 21; y Furkan Dogan, de 21.
De todo esto apenas se han informado en la prensa estadounidense. Aunque los medios importantes, desde Inglaterra a Israel a Australia, cubrieron el aparente apoyo del Jewish Times a un posible asesinato israelí de un presidente estadounidense, los medios de EEUU apenas han recogido el escándalo. Incluso el buró de AP de Atlanta, que al principio decidió inexplicablemente no escribir ni una línea sobre el asunto, finalmente sacó la historia a la luz muchos días después.
Esas omisiones de los medios acerca de los partidarios de Israel no son raras. En 2004, un fanático partidario de Israel escribió una carta diciendo que iba a quemar las iglesias presbiterianas cuando los fieles se encontraran dentro (estaba furioso por la decisión de la iglesia presbiteriana de retirar sus inversiones de las empresas que se benefician de la ocupación ilegal israelí del territorio palestino). Esta espeluznante amenaza apenas fue tampoco recogida por los medios.
A pesar de la violencia israelí contra los estadounidenses (incluso aunque los contribuyentes estadunidenses le han dado a Israel mucho más de nuestros impuestos que a cualquier otra nación), los candidatos presidenciales, con la excepción de Ron Paul, continúan compitiendo por ver quién es el más devoto de Israel.
Es una ironía que Adler considere a Obama tan malo para Israel, dado que los analistas israelíes le han clasificado en segundo lugar, después de Mitt Romney, en su fidelidad a Israel. Y Obama ha publicado ahora un video de siete minutos que puede catapultar a nuestro primer presidente afro-americano al primer puesto en cuanto a intentar complacer a una nación que impone un régimen de apartheid.
Pero quizá se libre así de los asesinos.
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