viernes, 9 de marzo de 2012

¿Por qué el Islam? gobernara al mundo en el 2012 maya

¿Por qué el Islam?

El presente escrito publicado en el año 1953, expone en lenguaje claro y conciso las profecías del Antiguo y Nuevo Testamento referentes al advenimiento del Santo Profeta Mohammad, el Fundador del Islam, (la paz de Dios sea con él). Ofrece una breve biografía del Santo Profeta Mohammad (L.P.D.) y expresa los principios básicos del Islam, junto con un resumen de sus fundamentos legales, sociales y económicos. Trata también de la condición actual del mundo, evidenciando que fuera del Islam, ninguna otra religión puede solucionar los problemas que confrontan a la humanidad de hoy.


El Islam ha generado en la época presente a uno de sus hijos más ilustres en la persona de Hazrat Mirza Ghulam Ahmad de Qadian (India), con la misión de restablecer Su gloria y acercar de nuevo al hombre a su Creador. La presente obra refleja parte de sus enseñanzas.

Temas





Introducción



El Santo Profeta Mohammad



Islam: el credo, las observancias y la ética



Islam: principios jurídicos, sociales y económicos



El estado del mundo y la falacia de las filosofías actuales



El Cristianismo al descubierto



Islam: el único camino




Introducción



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Son cuatro los objetivos de la religión:

a) Permitir que el hombre conozca a Dios Todopoderoso, su Creador;

b) Proporcionar a cada hombre un código de conducta y moralidad;

c) Dar a las comunidades las normas para su orientación social,económica y política; y

e) Enseñar al hombre acerca de la vida después de la muerte.

Los orígenes del hombre se pierden en el amanecer de la historia, y sabemos que nuestros antecesores más remotos de la Edad Paleolítica se elevaron muy poco por encima del nivel de los animales. El verdadero comienzo de la historia de la humanidad se remonta al momento, hace unos seis mil años, en el que Dios se reveló por primera vez a Adán, nombrándole a él y a sus descendientes como Sus virreyes en la tierra. Por lo tanto, el primer paso del progreso humano fue el conocimiento de Dios, y la creencia religiosa constituyó el comienzo de la civilización.

Las comunidades primitivas vivían dispersas y aisladas, y sus necesidades eran puramente locales. He aquí la razón por la cual Dios inspiró inicialmente a profetas nacionales y no universales para amonestar a los hombres cuando se entregaron a la idolatría y al pecado. El Santo Corán nos dice que a cada tribu o nación le fueron enviados mensajeros Divinos que, a pesar de la oposición y la persecución, recordaron a los hombres su deber para con Dios, y la vida venidera, exhortándoles a practicar el bien y rechazar el mal. Algunos de estos apóstoles trajeron también códigos de leyes apropiados a su sociedad en concreto.

Encontramos el relato de uno de estos pueblos en el Antiguo Testamento. Dios bendijo a los Hijos de Israel con la Ley de Moisés, y les ordenó servir de ejemplo para las naciones vecinas. Sus transgre­siones les llevaron a la ruina moral y política, pero antes de renegar de ellos, Dios elevó de entre su pueblo a un gran reformador espiritual o Mesías en la persona de Jesucristo. Aún no había llegado el momento de establecer una religión mundial, y por esta razón en los Evangelios (ver Mateo 5:17, 18 - 10:5, 6 y 15:24), Jesús afirma claramente que no vino a abolir la Ley de Moisés, sino que fue enviado tan sólo a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Cuando los judíos le negaron, les advirtió que el favor de Dios pasaría a otra nación, y repitió las palabras proféticas acerca de la península arábiga, una zona olvidada por los conquistadores, que no había desempeñado papel alguno en la historia: "La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido... Por eso os digo: Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos" (Mateo, 21:42-43). ¡En efecto, la Arabia estaba destinada a convertirse en piedra angular de un imperio que se extendería desde España hasta las fronteras de la China!

La Biblia contiene más de cuarenta referencias al advenimiento del Islam y del Santo Profeta Muhammad (s.a.w.)*. A pesar de que algunas de las profecías hayan sido oscurecidas debido a textos defectuosos o a traducciones poco objetivas de los originales hebreo y griego, su testimonio sigue siendo conmovedor. Las limitaciones de espacio no nos permiten citar todas estas profecías, pero es preciso mencionar algunas, en vista de su gran importancia.

En la primera, Dios dice a Moisés: "Yo les suscitaré, de en medio de sus hermanos, un profeta semejante a ti, pondré mis palabras en su boca, y él les dirá todo lo que yo le mande" (Deuteronomio, 18:18). Aquí vemos que se promete un profeta suscitado de entre los hermanos de los israelitas; se trata, por supuesto, de los ismaelitas, o árabes, que junto con los judíos son los hijos de Abraham y objeto de la profecía del Génesis: "Y haré de ti un gran pueblo". Aquel profeta será semejante a Moisés, es decir, un gran jefe espiritual y temporal, y un Legislador. En su boca se pondrá la Palabra de Dios, y esto se aplica al Santo Corán, el único libro religioso que afirma ser no meramente "inspirado" sino la Palabra literal de Dios. Esta poderosa profecía se refiere a Mohammad (s.a.w.) y no se puede aplicar a ningún otro, en ninguna época ni en ningún lugar.

En la segunda profecía podemos leer: "Ha venido Yahveh del Sinaí. Para ellos desde Seír se ha levantado, ha iluminado desde el monte Parán. Con él los diez mil santos, Ley de Fuego en su diestra para ellos. (Deut. 33:2). Aquí se relaciona a Moisés con el Sinaí, a Jesucristo con Seír, en Palestina, y a Mohammad con Parán, el desierto montañoso situado entre La Meca y Medina. Además se sabe muy bien que el Santo Profeta entró en La Meca con diez mil seguidores, como legislador triunfante. ¿Acaso puede ser más clara una profecía?

La tercera se halla en las palabras de Jesucristo, recogidas en el Evangelio según San Juan (16:7, 8, 13): "Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré; y cuando él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia, en lo referente al juicio... Cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga,. y os anunciará lo que ha de venir". Es evidente que con esto Jesucristo no alude a ninguna visitación de Pentecostés, sino al advenimiento al mundo de un profeta portador de la Ley, que hablará en verdad de lo que Dios le mande hablar. La palabra "Paráclito" de la versión española aparece en el texto griego como "Paraclete". Ahora bien, "Paraclete" es una palabra desconocida en el griego clásico; investigaciones posteriores han demostrado que se trata de una corrupción de "Periclytos", que significa "El Ilustre", "El Digno de Alabanza". ¡La traducción literal de "Periclytos" en árabe es MOHAMMAD! De ahí que Jesucristo predijera al Santo Profeta, utilizando el nombre que recibió al nacer cinco siglos más tarde; y cabe destacar que Mohammad fue el primer árabe que llevó este nombre.

Ha de tenerse en cuenta que los judíos esperaban a un profeta después del Mesías, como demuestra el Evangelio de San Juan al hablar de Juan el Bautista (1:20, 21): "...y confesó: `Yo no soy el Cristo'. Y le preguntaron: `¿Qué pues? ¿Eres tú Elías?' El dijo: `No lo soy'. `¿Eres tú el profeta?' Respondió: `No'." Se trata de la misma persona descrita en el Antiguo Testamento como: "El Santo del Monte Parán" (Habacuc, 3:3), "Mi Siervo" (Isaías, 42:1), "Mi Amado" (Cantar de los Cantares, 5:10) y "Mi Mensajero" (Malaquías, 3:1). La Biblia incluso hace referencia a dos episodios importantes de la vida del Santo Profeta. Uno es la batalla de Badr, cuando el poder de los árabes paganos, o Kedar, fue destruido un año después de la huida de La Meca (Isaías, 21:15, 16), y el otro es el "Isra", el viaje espiritual del Profeta, por la noche, al Templo de Jerusalén (Malaquías, 3:11).

Se hacen varias referencias a La Meca, sobre todo en el Salmo 84:6, de David, donde en el texto hebreo figuran las palabras "valle de Bacah" o Bakkah, nombre utilizado en el Santo Corán para designar este valle (3:96). ¡Los recopiladores de la Versión Revisada de la Biblia estimaron más prudente ocultar esto con la traducción "Valle de Lamentaciones"! El peregrinaje viene descrito en Isaías (60:6, 7). Por último, en al menos un caso (Jeremías, 28:9) la palabra hebrea "Shalom" debería haberse traducido utilizando el equivalente árabe específico "Islam", y no "paz", que corresponde al término más general de "salaam".

El advenimiento de este Profeta, que había de ser maestro y legislador para todas- las naciones de la tierra, también está anunciado en las Escrituras persas, hindúes y budistas, y en algunos casos se ofrecen no sólo descripciones exactas de acontecimientos, sino hasta su nombre Mohammad.



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El Santo Profeta Mohammad



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El Santo Profeta Mohammad (s.a.w.) nació en La Meca, en la provincia de Hajez, en Arabia, el 29 de agosto del año 570 de la Era Cristiana. Pertenecía al clan de Heshem, de la tribu de los Qureshíes, que afirman ser descendientes directos de Ismael.

Huérfano desde su nacimiento, fue cuidado primero por su abuelo Abdul-Muttalab y más tarde por su tío Abu-Talab. Empezó la vida como pastor, después se hizo comerciante y finalmente próspero mercader. Á la edad de 25 años se casó con Jadiyya, una viuda mucho mayor que él y el matrimonio gozó de la bendición de la felicidad completa. Por su honestidad e integridad, sus conciudadanos le llamaban "Al-Aman", es decir, "el fiel".

Los árabes de aquellos tiempos eran rudos, paganos, y sus carac­terísticas más positivas, tales como su amor a la libertad, la poesía y la hospitalidad, se veían desfiguradas por su adicción al vicio, la em­briaguez, el infanticidio, los juegos de azar y la violencia. En La Meca se encontraba el famoso Templo de la Kaba, construido por Abraham ha­cía casa 3.000 años en honor al Único Dios Verdadero, que era por aquel entonces sede de la idolatría, como demostraban las 360 estatuas de dioses paganos ubicadas en el recinto. La Arabia vivía un estado de anarquía política, y se encontraba aislada del mundo exterior, con la única excepción de algunas caravanas.

Hacia los cuarenta años, Mohammad (s.a.w.) comenzó a practicar la meditación en solitario, y una noche de diciembre del año 610 de la Era Cristiana -la famosa noche de Al-Qadr en el mes árabe de Ramadán recibió su primera revelación. Encontrándose él en una cueva del monte Hará, cerca de La Meca, se le apareció el Ángel Gabriel en una visión, y le recitó los cinco primeros versículos del Capítulo 96 del Santo Corán. Durante los seis meses siguientes, el Santo Profeta sufrió tormentos y tribulaciones internas, pero al cabo de seis meses se le apareció por segunda vez el Ángel; el Profeta, temeroso, se cubrió el rostro con su capa, mientras el Ángel recitaba el comienzo del Capítulo 74 del Santo Corán:

"En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso. ¡Oh tú que te arropas!

Levántate y advierte

Y glorifica a tu Señor ...”

La revelación divina continuó casi ininterrumpidamente durante veintiún años.

Los primeros en creer en su misión fueron Jadiyya, su esposa; Zeid, su liberto; Al¡, su joven primo, y Ábu-Bakr, un amigo. Al principio, predicaba a su familia y a sus amigos íntimos, exhortándolos a rechazar el politeísmo y el mal, a adorar sólo a Dios y a tener fe en la vida venidera. Sus palabras eran recibidas con burlas y escepticismo, y la gente le aconsejaba que renunciara a tales locuras y atendiera su negocio.

Poco a poco, sin embargo, las burlas y la compasión se iban convirtiendo en oposición e ira, y tras un discurso público pronunciado por él en 614 A.C., la persecución comenzó en serio. Los primeros conversos, surgidos en su mayor parte de entre los pobres y los esclavos, fueron amenazados, atacados y en algunos casos asesinados. Bilal, el primer converso africano al Islam, fue sometido a las torturas más crueles en un esfuerzo inútil por obligarle a renunciar a Dios y a Su Apóstol. El Santo Profeta fue insultado y ridiculizado. Cuando predicaba, sus palabras se perdían entre las burlas de la muchedumbre, y en la calle el pueblo le arrojaba basuras y sus enemigos le escupían en la cara. Y sin embargo, aunque parecía tratarse de una empresa deses­perada, el Profeta confiaba en Dios y rehusaba renunciar a su misión.

En el año 615 A.C. la persecución obligó a un grupo de unos cien musulmanes a abandonar su pueblo natal de La Meca para buscar refugio en Abisinia, donde fueron bien acogidos por el Rey. En 616, un dirigente quraishí, llamado Omar, que hasta aquel momento había sido oponente encarnizado del Santo Profeta, se convirtió al Islam, in­curriendo así en la ira de los jefes mequíes. Estos prohibieron las relaciones sociales y comerciales con los musulmanes, y no se les permitió ni siquiera comprar comida ni bebida. Durante tres largos años, el Santo Profeta y sus discípulos vivieron en la pobreza, hambrientos y afligidos, y su constancia ante la aparente imposibilidad de realizar sus esperanzas encuentra pocos paralelos en la historia de la humanidad. Terminó por fracasar la prohibición, pero Jadiyya murió poco después como resultado de las tribulaciones sufridas. Aunque Mohammad (s.a.w.) se volvió a casar varias veces, llevó consigo su amado recuerdo hasta el final de sus días.

En 620 .C. el Santo Profeta viajó a Taif, pero allí fue rechazado igualmente, y se libró 'en el último momento de morir apedreado por los habitantes. Fue durante aquel período cuando tuvo su visión más famosa, en la que su espíritu fue llevado a Jerusalén (el "Isra") y conversó con Abraham, Moisés, David, Salomón, Juan el Bautista y Jesucristo. En otra ocasión (el "Mir'all") se le enseñó el Trono de Dios, el paraíso y el infierno, y el universo sideral entero, que le aparecía del tamaño de un grano de mostaza.

Entonces ya se avecinaban acontecimientos decisivos. En Yazrib .más tarde llamada Medina- una ciudad situada a unos 360 kilómetros al norte de La Meca, varios habitantes habían aceptado el Islam, y doce dele­gados suyos se reunieron con el Santo Profeta en 621 E. C. al lado del mon­te Aqaba, donde recibieron instrucción en la fe. A principios del año siguiente, setenta y dos delegados volvieron al mismo lugar y juraron lealtad; esto se conoce como el Gran Juramento de Aqaba. Poco tiempo después, el Santo Profeta recomendó a sus discípulos que emigraran en secreto a Medina.

Los quraishíes se sintieron perturbados por esta huida de familias musulmanas y, a instancias de Abu Yahl, los jefes de los distintos clanes decidieron asesinar al Santo Profeta. La Providencia dispuso que la fecha acordada para el asesinato -la noche del 15 al 16 de julio de 622- fuera la misma fecha elegida por Mohammad (s.a.w.) para su huida. Alertado del peligro, salió desapercibido de su casa. Los conspiradores no tardaron en darse cuenta de la fuga, y enviaron a un grupo de rastreadores en su búsqueda; en cierto momento, los rastreadores llegaron a la boca misma de la cueva en la que estaban escondidos el Santo Profeta y su compañero Abu Bakr, pero milagro­samente los fugitivos pasaron inadvertidos y lograron escaparse. Esta emigración de inmensa importancia, la Hégira, marca el comienzo de la historia del Islam, y a la vez el inicio de la Era Musulmana.

Al llegar a Medina tras un peligroso viaje por el desierto, el Santo Profeta emprendió la organización de la nueva Comunidad (formada por los "Muhayirin", refugiados de La Meca, y los "Ansar", ayudantes locales, además de judíos y paganos) basada en la equidad social y económica. El predominio de la paz, la ley, la justicia, la buena voluntad y la fraternidad no tardó en reunir a todos los creyentes en un cuerpo entusiasta y devoto, dispuesto a sacrificarse en la tarea de sembrar la simiente del Reino de Dios.

Los jefes mequíes, sin embargo, habían resuelto acabar con esta amenaza al antiguo orden, y empezaron a prepararse abiertamente para la guerra. A principios del 624 .C., con el pretexto de proteger una caravana procedente de Siria, enviaron a un ejército de mil hombres bien formados y equipados, incluidos 200 soldados de caballería, con la intención de tomar la ciudad de Medina. Los musulmanes, que habían recibido por vez primera permiso para armarse en defensa de su religión, pudieron reunir una infantería de tan sólo 313 soldados mal armados. Los dos ejércitos se enfrentaron en Badr, el 16 de Ramadán, en el año 2 después de la Hégira. A pesar de su gran valentía, y sobre todo el valor de Ali, los musulmanes hubieran sido derrotados si no se hubiera levantado una gran tormenta de arena contra los infieles, sembrando la confusión entre sus soldados. Sufrieron una derrota completa, y huyeron del campo de batalla, dejando atrás a muchos muertos, entre los que se encontraba su jefe Abu Yahl. El poder de la Arabia Pagana quedó así destruido, y Badr ha de considerarse como una de las batallas más decisivas de la historia.

Los quraishíes intentaron en dos ocasiones posteriores tomar la ciudad de Medina. En 625, derrotaron a los musulmanes en Ohod, porque éstos se mostraron imprudentes y demasiado confiados, en contra de las órdenes del Santo Profeta. Pero los quraishíes no supieron aprovecharse de su victoria. En 627, una coalición consi­derable de más de 20.000 quraishíes, judíos y beduinos sitió la ciudad, pero, a pesar de varias traiciones, sus asaltos fueron rechazados, y su derrota se vio precipitada por el tiempo adverso y los conflictos internos. Esta batalla se conoce como la Batalla de la Fosa, o de los Confederados. El mismo año, los musulmanes firmaron el Tratado de Hodaibiya con los mequíes, y el Santo Profeta pudo realizar en paz el peregrinaje a la Kaba, la Casa de Abraham.

Poco después de su regreso a Medina, el Mensajero de Dios envió cartas a los gobernadores del mundo civilizado, invitándoles a que aceptaran el Islam. Algunos, como el emperador romano Heraclio, el Virrey de Egipto y el Rey de Abisinia, acogieron la carta con respeto, pero el emperador persa, Cosroes, rompió la carta encolerizado, y ordenó al gobernador del Yemen que mandara una expedición al Hijaz para detener a, Mohammad (s.a.w.). Antes de poderse cumplir esta orden, sin embargo, Cosroes fue asesinado, y su país fue presa de la guerra civil hasta la conquista árabe.

Al Islam se iba uniendo una tribu tras otra. En 628, los musulmanes ocuparon la ciudad fortificada de Jaibar, desde donde grupos de judíos y paganos habían conspirado contra el Santo Profeta, incitando a los romanos y los persas a invadir Arabia. A finales del año siguiente, los quraishíes violaron las condiciones del tratado, y Mohammad, aprove­chando la oportunidad de conseguir la victoria final, marchó sobre La Meca encontrando poca resistencia.

El 20 de Ramadán del año 8 después de la Hégira (630 .C.), el Apóstol de Dios, ataviado de peregrino, entró en la Ciudad Santa con diez mil discípulos. Al llegar a la Kaba, repitió las palabras del Santo Corán: "¡Ha llegado la verdad, y ha desaparecido la falsedad!", y con su bastón comenzó a romper los 360 ídolos que contaminaban el recinto. Los habitantes juraron lealtad al Profeta, y aceptaron en masa el Islam. No tomó represalias por las atrocidades cometidas por los quraishíes, y perdonó incluso a sus enemigos más acérrimos.

Aunque no habían terminado aún todas las hostilidades, el Santo Profeta había completado su misión, y el último designio de Dios para la humanidad ya se había instalado firmemente en la tierra. El Profeta se encontraba agotado por sus labores, y por el esfuerzo de las revela­ciones Divinas, y su salud ya empezaba a deteriorarse. En el año 9 después de la Hégira, en marzo de 631 .C., viajó de Medina a La Meca para realizar el peregrinaje de despedida. En el monte Arafat, habló ante 100.000 peregrinos, pronunciando un famoso sermón, que se ha conservado en su totalidad. Apenas terminó de hablar cuando Dios le envió el último versículo que se revelaría del Santo Corán:

"Este día os he completado vuestra religión, y he terminado de concederos Mí favor; y os he escogido el Islam por religión" (5:4)

El Santo Profeta falleció serenamente en Medina, en su habitación contigua a la mezquita, el día 13 de Rabí del año 10 después de la Hégira (8 de junio de 632), a la edad de 63 años. Sus últimas palabras fueron: "Con mí Amigo el Altísimo... Con mí Amigo el Altísimo".

Mohammad (s.a.w.) es el único fundador religioso cuya vida se conoce con una gran riqueza de detalles, y cuya biografía completa llenaría muchos tomos. Tanto sus actos como sus palabras son hechos históricos indiscutibles, y no mitos y leyendas piadosas. No era solamente, como admite la Enciclopedia Británica, "El que más éxito tuvo de todos los Profetas", sino que se aprecia en su personalidad una variedad asombrosa de condiciones humanas. Como individuo, es a la vez marido, padre, amigo y hombre de negocios; como personaje público es jefe, legislador, juez, estadista y general; como Mensajero de Dios es portador de la Ley, predicador, teólogo, santo y místico. Tal combinación es única en la historia, y bien merece el epíteto: "Sello de los Profetas".

Uno de los rasgos más destacados de su carácter era su sinceridad. No olvidó, ni por un solo día ni por una sola hora, su condición de Apóstol de Dios. Fue el verdadero vehículo del Espíritu Santo, y nunca abusó de la revelación divina, ni se impuso sobre ella. Siempre rezaba por la bendición, la ayuda y la guía de Dios, y tenía una fe inquebran­table en la eficacia de la oración y en el cumplimiento de las promesas de Dios. En los momentos más críticos de la persecución de La Meca, los jefes quraishíes le ofrecieron el trono, honores y riquezas incalcu­lables, si sólo dejaba de denunciar a sus dioses ancestrales; su única respuesta fue recitar versículos del Santo Corán. Durante una campaña, un enemigo le sorprendió separado de su ejército, descansando, y le puso la espada en el cuello, diciendo: "Oh Mohammad, ¿Quién te podrá salvar de mí ahora?" El Profeta respondió con serenidad: "Dios". El guerrero se mostró tan impresionado que dejó caer la espada (que le fue restituida, junto con su libertad).

Aunque la Mano de Dios le salvó una y otra vez cuando todo parecía estar perdido, y aunque los acontecimientos se producían de acuerdo con sus oraciones, el Profeta nunca proclamó como milagro ningún suceso que contradijera las leyes perfectas y divinas de la naturaleza. Cuando murió su hijo Ibrahim a corta edad, se produjo un eclipse del sol. Tanto los musulmanes como los infieles se maravillaron ante lo que ellos consideraban como señal del luto celestial, pero el Santo Profeta les reprochó su superstición, diciendo que el sol y la luna no se eclipsan por la muerte de un ser humano. Cabe destacar que sus discípulos más leales eran aquellos que tenían una relación más estrecha con él: ellos presenciaban cada acto y palabra suyos, y eran los más dispuestos a sufrir privaciones, tribulaciones y muerte por la causa del Islam primitivo.

Por razones de espacio, no podemos adentrarnos ahora en una elaboración de sus nobles virtudes. Era caritativo, compasivo y estaba siempre preocupado por el bienestar de los demás, paciente ante la debilidad de otros y siempre dispuesto a perdonarles sus fallos. Era un hombre de gustos y modales sencillos, vivió con gran frugalidad y desaprobada la indigencia y el lujo. Era humilde y puro de pensa­miento, limpio de cuerpo y apariencia, sencillo y honesto en sus relaciones con los demás. Era sincero, leal a sus amigos y generoso hacia todos. Y, sin embargo, evitaba los extremos hasta en estas cualidades. No era ni débil sentimental ni asceta. Detestaba el fana­tismo, la beatería y el formalismo. Su vida no fue ninguna teoría idealizada, sino un ejemplo práctico para todos los pueblos en todas las épocas.

Tras la muerte del Santo Profeta, el liderazgo de los musulmanes pasó a los Califas (sucesores), siendo los cuatro primeros Abu Bakr, Omar, Ozman y Ali. El Islam se extendió rápidamente por Asia Occidental y Central, África del Norte y ciertas partes de Europa meridional. En países como Palestina, Siria y Egipto, millones de cristianos se convirtieron a la Fe, aunque se les había concedido libertad total para practicar y conservar su antigua religión. La civilización floreció, y durante muchas generaciones se produjeron grandes avances en la sabiduría y la ciencia; la literatura, el arte y la cultura en todas sus formas alcanzaron nuevas cumbres. Incluso los historiadores europeos admiten, contra su voluntad, que el desarrollo de los países occiden­tales se debió en gran parte a su contacto con los musulmanes en la época de las Cruzadas.

Después comenzó el ocaso, provocado por la disensión política, los conflictos sectarios, la asimilación imperfecta de los verdaderos prin­cipios islámicos y la apatía oriental. Según las profecías, los tres primeros siglos habían de ser los mejores, y al cabo de este tiempo el Islam subiría al cielo durante mil años. Y así sucedió; a mediados del siglo XIX el poder de las naciones musulmanas estaba destruido y sus instituciones habían caído en la decadencia; la auténtica erudición religiosa había desaparecido; la fe disminuía y el pueblo, bajo el dominio de mul-lahs y jeques ignorantes y fanáticos, era presa de la intolerancia y la superstición. La Cruz parecía haber triunfado en todas partes, y algunos autores europeos ya proclamaban el próximo fin del Islam.

El Santo Profeta (s.a.w.) había profetizado el advenimiento de un Resurgidor (Muyaddid) al comienzo de cada siglo, e igualmente predijo que un Mesías o Mahdi* salvaría el Islam en los últimos tiempos. Al comienzo del siglo XIV después de la Hégira, surgió en Qadian, en la India, un hombre que había de cumplir estas profecías: Hazrat Mirza Ghulam Ahmad (1835-1908). Hombre de profunda fe, que llevaba una vida en estrecha comunión con Dios, interpretó el Santo Corán a la luz de los conocimientos modernos, y exhortó a los Creyentes a seguir su religión como en los tiempos del Santo Profeta y sus Compañeros. Predicó en contra de diversas herejías que se habían introducido en el Islam ortodoxo a manos de algunos teólogos y juristas medievales. (Como ejemplo de estos errores podríamos citar la creencia en la abrogación de algunos versículos del Corán, la ascensión física de Jesucristo y la terminación de las revelaciones, además de la doctrina de la "Yihad" agresiva y la muerte como castigo por la apostasía). Advirtió a la humanidad de los peligros del ateísmo, el materialismo y el pecado hacia los que se iba entregando cada vez más. Hazrat Ahmad encontró una fuerte oposición por parte de los "ulama" (doctores de la religión) reaccionarios, pero hoy los musulmanes cultos de todo el mundo, incluso aquellos que no reconocen sus afirmaciones, aceptan que su interpretación del Islam es la correcta.

El Movimiento Ahmadía, fundado por él, trabaja por el resurgi­miento musulmán, y bajo la dirección de su quintopCalifa, Mirza Masrur Ahmad, sus misioneros predican el mensaje coránico en América, Europa, Asia, África y Oceanía.



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Islam: el credo, las observancias y la ética



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Las fuentes del Islam son dos:

a) El SANTO CORÁN, la Palabra de Dios, la primera fuente, y

b) La SUNNÁH, o enseñanzas y ejemplo del Santo Profeta Mohammad (s.a.w.), complementaria a la primera.

El SANTO CORÁN está compuesto por 114 suras o capítulos (de los cuales 86 se revelaron en La Meca y 28 en Medina), y 6.350 versículos. Los capítulos varían en extensión, y están dispuestos no en orden cronológico, sino según la secuencia instituida por el Santo Profeta para su recitación. Único entre los libros sagrados, el. Santo Corán afirma ser la palabra literal de Dios, y proclama que su texto será protegido contra la corrupción. Se conserva hoy, hasta la última sílaba, de la misma forma en la que fue revelado a Mohammad (s.a.w.), ya que no sólo se anotaron las partes constituyentes durante su vida, sino que sus compañeros y discípulos lo memorizaron. Es, en efecto, un milagro constante del Islam el que en cada generación, centenares de creyentes hayan aprendido de memoria el texto íntegro, y tanto ahora como hace trece siglos, puedan recitar el Santo Corán desde el principio hasta 011 final. La primera recopilación en un solo tomo se realizó al año de la muerte de Mohammad, y el Califa Ozman hizo que se efectuaran copias a partir de aquel original; dichas copias fueron enviadas a todos los rincones de su Imperio.

El Santo Corán está escrito en un árabe puro e incomparable, y nunca se ha reproducido ni su estilo ni su contenido en ninguna forma literaria; existen, por cierto, razones para creer que el árabe es la madre de todas las lenguas, y la fuente del habla humana. Ni siquiera las traducciones más logradas pueden reproducir las cadencias, la belleza y la fuerza del texto original, ni comunicar el pleno sentido de su vocabulario, tan rico y tan preciso. Constituye una señal importante de Dios el hecho de que todas las lenguas sagradas y litúrgicas anteriores a la era musulmana han pasado a ser lenguas muertas. El sánscrito, el pali, el hebreo, el zendo, el siriaco, el arameo, el griego clásico y el latín son terreno exclusivo de sacerdotes y eruditos, mientras que el árabe es el idioma vivo de millones de seres humanos.

Los apologistas cristianos se han esforzado en vano en explicar que el Santo Profeta (s.a.w.) "inventó" o "compuso" el Santo Corán. El Santo Profeta, para empezar, era analfabeto, y la ciencia que contiene el Libro no estaba al alcance de la Arabia del siglo séptimo -tierra de tinieblas e ignorancia-. No vivía ningún judío en La Meca, donde fueron reveladas las dos terceras partes de las suras, y los pocos cristianos que vivían allí eran personas humildes que no poseían siquiera una versión completa de ningún Evangelio, y mucho menos de otros tomos bíblicos. Los críticos europeos han sugerido que Mohammad (s.a.w.) podría haber aprendido de un monje sirio llamado Sergio, cuando acompañó la caravana de su tío en un viaje a Basra; ¡pero tal sugerencia parece absurda si consideramos que por aquel entonces el Profeta sólo tenía doce años! Otros han alegado que los esclavos cristianos como Jabr, Yasir o Jobaib podían haber servido de "instructores"; sin embargo, éstos fueron los primeros mártires del Islam, que eligieron la tortura y la muerte antes que negar al Santo Profeta. Uno de ellos, mientras le seccionaban la carne de su cuerpo, declaró que no quería ser perdonado si, a cambio, el Mensajero de Dios "tuviera que sufrir siquiera el dolor de una espina". ¿Acaso es ésta la conducta de mentirosos e impostores? La verdad es que a pesar de generaciones de trabajo infatigable e investigación, los enemigos del Islam han sido incapaces de aducir la más mínima evidencia en apoyo de su teoría de que el Santo Corán fue "fabricado", mientras que los argumentos a favor de su origen Divino son numerosos e irrebatibles. El eminente orientalista y crítico Profesor J.A. Arberry se vio obligado recientemente a admitir la existencia de diferencias fundamentales entre el lenguaje utilizado por Mohammad y el estilo del Santo Corán, añadiendo: "Me confieso incapaz de exponer ninguna teoría en cuanto a su origen, a pesar de los psicólogos, e igualmente me contento con no adelantar conjeturas".

La segunda fuente del Islam, la SUNNAH (costumbre) está conte­nida en recopilaciones escritas de miles de "Hadices", cada uno de los cuales recoge un dicho o acto del Santo Profeta. Las recopilaciones mas conocidas son las de Bujari, Muslim, Ibni-Mayah, Abu Daud, Tirmidhi y Al-Nisai, llamados popularmente "Sihah Sitta" (las seis auténticas). Los primeros recopiladores se mostraron meticulosos y exigentes a la hora de comprobar la cadena de testigos, el carácter de cada uno y las circunstancias en las que se produjeron sus relatos. De hecho, las precauciones que adoptaron en contra del fraude se pueden comparar con las indagaciones detalladas del historiador moderno, y eran extraor­dinarias para aquellos tiempos y aquel lugar.

El Islam es la única religión que cuenta con una "Kalima" o "Shahada", es decir, una frase que constituye una profesión de fe. Simplemente al repetir las palabras: "LA ILAHA IL-LA'L-LAH, MOHAMMADUR RASULU-LAH" (No hay otro dios que Dios y Moham­mad es el Mensajero de Dios) con convicción y comprensión, se hace uno musulmán.

Los principales artículos de la fe son:

1. CREENCIA EN DIOS (AL-LAH), Creador y Sustentador del universo. Es Uno, Eterno, Infinito, Omnisciente, Misericordioso, Todopo­deroso y Supremo; es Indivisible en naturaleza y persona, que no tiene so­cios, asociados o hijos. El Santo Corán Le atribuye 103 nombres corres­pondientes a Sus atributos, y El gobierna los asuntos del hombre de acuerdo con las leyes paralelas de "Taqdir" (predeterminación) y "Tadbir" (libertad), cuyas esferas están separadas. El "Shirk" o poli­teísmo constituye el pecado mas grave que el hombre puede cometer, y el dogma de la Unicidad de Dios es la piedra angular del Islam.

2. CREENCIA EN LOS ÁNGELES DE DIOS, creados para servir a Dios y hacer operar las fuerzas de la naturaleza. Algunos actúan como agentes de la revelación Divina.

3. CREENCIA EN LA REVELACIÓN, medio por el cual la guía Divina se transmite al hombre. Los sistemas anteriores, tales como la Tora de Moisés y el Evangelio de Jesús, no tenían sentido universal, y han sufrido interpolaciones. El Santo Corán constituye ahora la única Ley que obliga a toda la humanidad, y no será abrogado o modificado hasta el fin del mundo.

4. CREENCIA EN LOS PROFETAS, que son hombres que reciben la inspiración directa de Dios, a quienes El ha confiado un mensaje Divino. Han sido miles, en todas las épocas, de todas las razas y lenguas, y han de ser reconocidos con igualdad. A Mohammad (s.a.w.) se le llama Sello de los Profetas porque trajo y ratificó la última Ley, pero esto no impide el advenimiento de otros apóstoles, bajo su tutela, como amonestadores o reformadores. Uno de éstos es el Mesías Prometido, mencionado cuatro veces en Sahih Muslim con el nombre de "Nabiyul-lah", el Profeta de Dios.

5. CREENCIA EN LA VIDA VENIDERA, que abarca el "Barzaj", el Ultimo Día, la Resurrección, el Juicio, el Paraíso y el Infierno. El alma humana no tiene una vida independiente de su cuerpo, sino que inmediatamente después de la muerte entra en otro cuerpo espiritual y, en el estado de suspensión llamado "Barzaj", descubre si ha de merecer el Paraíso o el Infierno en el Día del Juicio. Por esta razón, el Islam enseña que una forma de recompensa o castigo sigue inmediatamente a la muerte.

El musulmán tiene cinco deberes religiosos principales, a saber:

1. OBSERVANCIA DE LA ORACIÓN (SALAT), el único acto de culto público del Islam. Se celebra cinco veces al día, y las oraciones pueden recitarse en solitario o en congregación bajo la dirección de un `Imam' (dirigente). Tanto las oraciones de mediodía y tarde, como las del crepúsculo y la noche, pueden, en ciertas circunstancias, unirse. Las oraciones se han de hacer mirando hacia La Meca ("qibla"), y han de ser precedidas de la ablución. Cabe destacar el hecho de que las posturas del cuerpo enseñadas al Santo Profeta por el Ángel Gabriel combinan las posturas tradicionales de adoración de todas las naciones de la tierra: de pie, inclinado, postrado, sentado y arrodillado. Una mezquita ("masyid") es un lugar de asamblea utilizado principalmente para la oración, pero no está dotado de ningún carácter sacrosanto. Las oraciones en congregación se anuncian mediante una llamada ("adhan"). Todos los viernes se pronuncia un sermón ("Jutba") antes de la oración de mediodía, y aunque la asistencia es obligatoria para todos cuantos tengan la posibilidad de asistir, el día en sí no es día de descanso obligatorio.

2. PAGO DE LIMOSNA LEGAL (ZAKAT), constituida por una contribución de capital donada a un fondo central para el bienestar de la comunidad. En el caso de dinero, se impone un tributo del 2'5% por año del total de ahorros o capital que se haya quedado inactivo durante un mínimo de doce meses. Otro baremo se aplica a otros activos no fijos. El cumplimiento de este deber no libera, naturalmente, al individuo del deber caritativo particular.

3. OBSERVANCIA DEL AYUNO (SAUM), durante el mes de Ramadán, desde el amanecer hasta la puesta del sol. Se contemplan ciertas dispensaciones para los enfermos, los ancianos, los que están de viaje, etc.. El ayuno conlleva muchas bendiciones espirituales y beneficios físicos.

4. REALIZACIÓN DEL PEREGRINAJE A LA MECA (HALL), que ha de efectuarse, si es posible, al menos una vez en la vida. Los ritos religiosos en la Kaaba imitan a los efectuados por Abraham hace 4.000 años, y el peregrinaje supone un estímulo considerable para la her­mandad islámica, ya que se reúnen cada año gran número de hombres y mujeres de todas las nacionalidades, razas y clases sociales.

5. PARTICIPACIÓN EN LA "YIHAD" (literalmente, "esfuerzo"), es decir, el esforzarse por la fe. Esto implica trabajar por la propagación del Islam o, en el caso de un ataque agresivo contra la religión, armarse en defensa concertada por toda la comunidad, bajo las órdenes del dirigente. Él Santo Corán prohibe la coacción en cuestiones de religión, y los rumores según los cuales el Islam se propaga por la espada son una vil calumnia.

En cuanto a la ÉTICA, el Islam cree que todos los hombres nacen "puros", incorruptos por el pecado. Cada uno de nosotros ha de responder ante Dios de sus acciones, y no nos salvaremos mediante los actos de expiación de terceros. Es nuestra responsabilidad elegir el bien y no el mal, buscando nuestra salvación a través de la fe, la oración y la caridad.

La piedad y la virtud no implican ni el abandono de los placeres lícitos de este mundo, ni la entrega al ascetismo monástico. Más bien hemos de llevar una vida activa, sana y útil, en la que predominen cualidades como la bondad, la castidad, la honestidad, la humildad, la misericordia, el valor, la veracidad, la paciencia, la cortesía y la pureza, evitando defectos como la crueldad, la inmoralidad, la falsedad, el orgullo, la cobardía, la avaricia, la calumnia y la falta de sensibilidad.

Él Islam prohíbe el lujo, la ceremonia excesiva y la ostentación. A no ser que se vean obligados por el hambre, a los musulmanes les queda prohibido comer carne de cerdo, carroña y sangre, ya que éstos cons­tituyen una amenaza para el bienestar moral y físico. Tampoco sé les permite consumir alcohol u otros tóxicos, ni apostar en juegos de azar, ni prestarse a la usura. Pero ¿cuántos saben, aún hoy, que la carne de cerdo es causa de enfermedades y triquinosis, y que conduce a la desvergüenza? ¿Ó que el alcohol, además de los peligros físicos que conlleva, también provoca la pérdida de la fe religiosa?



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Islam: principios jurídicos, sociales y económicos



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El Islam no se limita a ser una creencia religiosa sin más, sino que abarca todos los campos de la actividad humana; las creencias han de reflejarse en acciones y en instituciones. La Ley musulmana, o "Shariat", se deriva del Santo Corán y del Hadiz, mientras que la resolución de los demás casos no tratados de esta manera se obtiene mediante la analogía, la lógica y el consenso de opiniones. Posee una estabilidad inherente, ya que, al ser de origen Divino, ningún poder terrenal la puede cambiar, y los criterios del bien y del mal permanecen siempre constantes. Es una lástima que esta estabilidad no se encuentre en los demás códigos y sistemas que actualmente existen.

El espacio no nos permite resumir aquí la Ley musulmana, pero sí podemos resaltar algunos rasgos principales. La familia se constituye como unidad fundamental de la sociedad, y se desaprueba el celibato. Se establecen varias normas para el fomento de relaciones felices y armoniosas entre marido, esposa e hijos, y el Islam fue la primera religión que garantizó los derechos de las mujeres casadas, incluido el derecho a la propiedad de bienes; en este sentido, se adelantó en trece siglos a los países cristianos. El divorcio, aunque no favorecido por el Santo Profeta (s.a.w.), se tolera si fracasan todos los intentos de reconciliación; es inevitable señalar que Europa, tras criticar al Islam durante mucho tiempo por permitir el divorcio, ha ido ahora al otro extremo, facilitando el divorcio hasta tal punto que se está socavando la vida familiar. Igualmente se permite una poligamia limitada, porque se considera adecuada en ciertas condiciones de la sociedad, como las que prevalecen entre los pueblos más incultos; incluso entre naciones monógamas surgen casos concretos (la demencia, la enfermedad incurable, la esterilidad de la mujer, o un exceso de población femenina debido a la guerra), en los que prohibir la poligamia constituye un acto de crueldad y un estímulo al vicio.

Las leyes musulmanas sobre la herencia establecen que los dos tercios de la fortuna del difunto han de pasar a sus parientes de acuerdo con un baremo fijo, mientras que el tercio restante puede ser legado libremente por testamento. De este modo, se protege a los parientes más próximos, a la vez que se asegura una amplia distribución de la riqueza.

Aunque la propiedad absoluta es de Dios sólo, el hombre tiene el derecho fundamental de adquirir bienes particulares, pero en ciertos casos este derecho puede verse restringido a favor del beneficiocolectivo de la comunidad. El comercio y la industria son los métodos normales de generar riqueza, y el dinero es de curso legal; pero son condenados tanto la usura como su consecuencia natural -el actual sistema capitalista-. La acumulación de grandes fortunas es igualmente censurable, y el dinero ha de invertirse en el comercio o en otros proyectos.

El Islam condena toda distinción basada en nacionalidad, color o clase social. No puede haber ninguna raza superior, ni aristocracia ni sacerdocio, siendo el más piadoso el más noble a ojos de Dios. La fraternidad del hombre en el Islam siempre ha constituido un hecho vivo, y no una teoría inútil.

En los tiempos del Santo Profeta, y bajo los primeros Califas, se pensaba mucho en el problema de cómo conseguir la justicia econó­mica. Aunque la igualdad absoluta es una quimera, los materiales de los que depende el progreso humano son patrimonio común de la huma­nidad, y los frutos del trabajo se han de distribuir de acuerdo con esta realidad. El Islam prohibe la confiscación o expropiación de los bienes de los ricos, y la rescisión de títulos antiguos, pues no se puede fundar una sociedad equitativa en la injusticia y el resentimiento. Más bien, se presentan cuatro formas de acortar, paulatinamente, la distancia que separa a los pobres de los ricos.

En primer lugar, tenemos la prohibición moral contra la acumulación de la riqueza. En segundo lugar, las leyes sobre la herencia estipulan que los dos tercios de la fortuna de un hombre se han de distribuir de acuerdo con un baremo fijo, de forma que la distribución sea más extensa con cada generación. En tercer lugar, tenemos la institución del "Zakat", al que ya nos hemos referido, según la cual un porcentaje fijo de los ingresos individuales se ha de distribuir para aliviar la miseria. En cuarto lugar está la prohibición legal de los intereses sobre préstamos. Muchos de los males que actualmente nos acucian tienen su origen en prácticas financieras basadas en los préstamos de dinero. El funesto sistema de créditos permite a los capitalistas -bien sean individuos, sociedades financieras o corporaciones- multiplicar su riqueza "ad infinitum" sin esfuerzo productivo, y sangrar así la vida de la comunidad. El Santo Corán señala, igualmente, que los intereses sobre los préstamos pueden dar lugar a guerras, y efectivamente, los pertrechos de la guerra moderna son los enormes préstamos logrados por gobiernos beligerantes, que legan a generaciones posteriores unas deudas nacionales devastadoras. Un análisis más detenido revela que la relación entre el comercio y la usura es una relación artificial; el comercio y la industria podrían sobrevivir perfectamente sin ella.

Quienes sostienen que la usura está tan arraigada en nuestra sociedad que ya no se puede erradicar, se equivocan, como se equivocaron ante cuantos afirmaban que la erradicación de la esclavitud supondría i colapso de la estructura económica de la sociedad. En realidad, 1 eliminación de la usura fomentaría la inversión y la formación d sociedades, crearía oportunidades para muchas personas que ahora n las tienen, y contribuiría al bienestar de todas las clases sociales.

A la cabeza del Estado musulmán, debe haber un soberano llamado "Califa" (Sucesor). Es elegido para un mandato vitalicio, y ejerce si poder en representación del pueblo. El Islam no cree en la monarquía hereditaria, en la que un hombre asciende al trono por la casualidad de nacimiento sin tenerse en cuenta sus méritos ni sus cualidades; tampoco apoya el sistema republicano, en el cual los presidentes tienen un mandato muy corto, y cuyos jefes de estado tienen que entregar e desempeño de sus responsabilidades a nuevos candidatos, sin que si política haya tenido tiempo de llegar a la madurez. El Islam elige una vía media entre el débil monarca constitucional, a menudo nada más que un adorno simbólico, despojado de toda autoridad pero apto para cargar en culpa, y el dictador moderno que detenta un poder ilimitado y arbitrario. El Califa está tan sujeto a la ley de Shariat del Islam como el más humilde de sus súbditos, y está legalmente obligado por cada una de sus disposiciones. Tiene la obligación moral de seguir los consejos de los miembros de un Consejo elegido, aunque los puede rechazar si considera que la seguridad o el bienestar del pueblo están en peligro.

Las ideas islámicas sobre la constitución incorporan los mejores aspectos del gobierno representativo, con la finalidad de alcanzar una administración estable, libre de conflictos partidistas. Las disposiciones penales de la Shariat suponen un freno eficaz a la delincuencia, y cabe destacar que siempre que hayan sido impuestas con firmeza y justicia (como ha sido el caso en Arabia Saudita durante el último reinado), la delincuencia ha dejado prácticamente de existir. Entrar en un análisis de las funciones del gobierno no es el propósito de este pequeño libro, pero podemos señalar que el Islam es la única religión que define los deberes del Estado para con los ciudadanos, y las obligaciones correspondientes de los ciudadanos con respecto al Estado. Los primeros gobernadores musulmanes se esforzaban por promover el respeto de la ley, la justicia y la enseñanza, y por garantizar que todos dispusieran de comida, ropa, vivienda y otros elementos esenciales de la vida. Si esta preocupación disminuyó posteriormente, se debe a que tales ideas se adelantaron considerablemente a su tiempo.

El Santo Corán contiene los principios para la resolución de los conflictos internacionales, y si las organizaciones como las Naciones Unidas se ajustaran a estos principios, la paz mundial se vería beneficiada. En pocas palabras, se establece que si en un conflicto entre dos partes no se llega a un acuerdo amistoso, los demás estados deben consultar y proponer una resolución equitativa. Si una de las partes implicadas se niega a aceptar la decisión, los demás Estados deben combinar sus fuerzas para obligar al Estado recalcitrante a aceptarla, mediante la persuasión, la presión, o, en último caso, la fuerza. Hecho esto, deben resolver el conflicto original como si no se hubiera presentado ningún desafío, absteniéndose, en su condición de árbitros, de avanzar peticiones propias.



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El estado del mundo y la falacia de las filosofías actuales



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El hombre, desde siempre, ha buscado la felicidad, y ha intentado elaborar normas para el bien del individuo y de la sociedad. Sin embargo, en la época actual, estamos viendo en todos los países la diseminación de dudas, temores, conflictos, descontento y violencia. El hombre está inquieto, preocupado, ve sus deseos sin cumplir y sus ansias sin satisfacer. Las brillantes esperanzas fundadas en los progresos científicos y técnicos se hacen pedazos, y la gente ya no sabe dónde dirigirse en búsqueda de la salvación de este mundo.

Las ideologías que ahora sacuden tantas naciones tienen sus raíces en el derrocamiento de las instituciones semi-feudales de la Europa del siglo XVIII. Durante la Revolución francesa de 1789, los hombres intentaron concentrar el poder político en manos del pueblo, en lugar de los monarcas hereditarios y las clases privilegiadas, y en el proceso atacaron el tradicional orden religioso y social de la sociedad occidental. El primer intento terminó en el caos, y fue seguido del reinado de imperialismo autoritario y agresivo de Napoleón.

El siglo XIX presenció el desarrollo del capitalismo liberal. Se imaginaba que al dar al hombre una libertad completa para buscar los frutos del progreso material, se iniciaría una edad de oro para la humanidad. El resultado, empero, fue la acumulación de la riqueza en manos de unos pocos, el monopolio del dinero y la explotación económica de la clase trabajadora.

Como antídoto nació él movimiento del así llamado socialismo. Recibió el estímulo de Carlos Marx, que defendía que para acabar con la explotación, los trabajadores deberían hacerse con el poder, apoderara, de los medios de producción agrícola e industrial, y distribuir la riqueza "a cada cual según sus necesidades y de cada cual según su: capacidades". El socialismo tiene muchos matices; algunos partido: recomiendan cierto grado de cooperación con los capitalistas, mientras: otros predican la guerra entre clases, hasta sus últimas consecuencias algunos abogan por la abolición de toda la propiedad privada, mientras: otros sólo desean nacionalizar las industrias y servicios público: esenciales. Pero todos tienen en común la transferencia del poder cierto sector de la comunidad, la expropiación parcial de la propiedad privada y el control riguroso de las actividades y empresas humana: según requieran las circunstancias. Por lo tanto, y aunque esté basado en el motivo altruista de aliviar la situación de los pobres, el socialismo nunca podrá crear la auténtica fraternidad, la unidad ni la libertad. No es verdaderamente internacional, porque sus partidarios en cada país, por mucho que hablen de extender sus beneficios a las regiones menos desarrolladas del mundo, se preocupan principalmente por sus propios intereses nacionales. Además, considera al hombre como máquina económica cuyas necesidades son puramente animales, y olvida el aspecto moral y espiritual de su naturaleza. Dondequiera que se impone, conlleva un deterioro de la conciencia, el carácter, y de la moralidad. Más que ningún otro factor, el socialismo es responsable del actual eclipse de Europa.

El marxismo en su forma más militante se conoce como bolche­vismo o comunismo. Exhorta a los trabajadores a apoderarse del gobierno mediante la fuerza, y desprecia la lucha pacífica del socia­lismo. Tras hacerse con el poder, se instaurará una dictadura durante la cual los dirigentes del partido aniquilarán toda oposición, y llevarán a cabo sus reformas. En teoría, el período de tutela cederá paulatinamente el paso a un régimen democrático, pero el ejemplo de la Unión Soviética nos demuestra lo que puede durar la fase inicial. El Estado comunista ha de controlar todos los medios de producción, y acaparar la riqueza sobrante para su redistribución en la forma en que el Estado considere apropiada; la enseñanza, las actividades culturales y los medios de comunicación han de estar en sus manos. El Estado decidirá sobre lo que poseen los ciudadanos, sobre lo que comen, hacen, aprenden, leen y piensan. El esfuerzo individual será sustituido por el esfuerzo colectivo, y el trabajo intelectual no ha de merecer mayor consideración que el trabajo manual.

Tal sistema no sólo hace que retroceda el progreso humano unos dos mil años, sino que está destinado a decaer. Elimina el incentivo del esfuerzo, y todos tenderán a hundirse hasta el nivel del más bajo denominador común. Propone una dictadura a tal escala que necesita una burocracia inmensa e inflexible para servir al poder ejecutivo, lo que conlleva la ineficacia y la pérdida. No puede conciliarse con sus oponentes, y se verá, forzosamente, enfrentado con una oposición y un odio cada vez mayores. El desarrollo intelectual ligado a teorías políticas demasiado rígidas se atrofiará, y la erudición se verá empobrecida. Se propone destruir la religión y promover el ateísmo y la amoralidad, por lo que engendrará la degradación del hombre. Su propaganda intenta engañar a los incrédulos al defender la libertad, la igualdad y el bienestar de las masas. Pero detrás de las apariencias, el comunismo no es más que una siniestra tiranía que fracasará en su intento de conquistar el mundo.

Se concede mucha importancia hoy a lo que se conoce como "democracia occidental". El problema, sin embargo, es que se trata de un término susceptible de distintas interpretaciones, y comunica poco que sea tangible. Es cierto que implica un gobierno por mayoría de los representantes elegidos por el pueblo, y el respeto de ciertas libertades humanas fundamentales. Pero no va más allá de todo esto. La democracia puede significar el parlamentarismo "burgués", el capita­lismo del Estado o el socialismo liberal, y en el campo demócrata se encuentran opiniones muy distintas, como son las de conservadores, socialistas, nacionalistas, imperialistas e internacionalistas. ¡Por un lado están los que apoyan sistemas jurídicos y administrativos anticuados, y por otro los protagonistas de la revolución! Fue en parte como reacción a esta fluidez por lo que surgieron el fascismo, que abogaba por un Estado Corporativo, y el nacional-socialismo alemán, centrado en el concepto de la dictadura del partido, la "raza superior" nórdica y la expansión dinámica. En resumen, es la moda del momento la que dicta la interpretación del término "democracia".

Hace trece siglos, el Santo Profeta Mohammad (s.a.w.) advirtió a los musulmanes que el mayor peligro con el que habrían de enfrentarse serían las fuerzas del "Dayyal" o Anticristo, que llegaría a predominar en los últimos tiempos. Sus diversas profecías demuestran que el "Dayyal" atacaría a la humanidad mediante la corrupción de la religión, y que tras seducir a los hombres con la promesa de recompensas materiales, destruiría la paz y la prosperidad del mundo. Sus parti­darios se dividirían en dos campos opuestos, y se exterminarían uno al otro, y el Islam establecería a continuación el Reino de Dios.

Ya ha pasado la primera fase, porque en el siglo pasado la Religión de la Cruz intentó alcanzar un predominio mundial, engañando a cientos de miles de creyentes; su esfuerzo misionero sigue siendo formidable pero sin duda alguna está en declive. La segunda es una fase principalmente política, y van ganando terreno por doquier las falsa filosofías. Ya han provocado dos guerras mundiales que han costado treinta millones de vidas humanas, y han empobrecido al mundo en unos ochenta billones de pesetas -y su primacía está lejos de haber acabado-. Estas filosofías tienen como objetivo destruir las instituciones tradicionales y difundir la impiedad, el derramamiento de sangre y el mal. Actúan en todos los terrenos de la vida. Por dar nada más que un ejemplo, la mitad de las películas de cine que se estrenan hoy día glorifican la violencia, el alcohol, el libertinaje, la promiscuidad sexual y el adulterio, y están propagando estos vicios en las nuevas generaciones

Se trata de un peligro real y acuciante, y es hora de que la gente culta se dé cuenta del hecho de que toda empresa de éxito ha de ser fundada en principios sanos, y éstos no se encuentran más que en la religión revelada. El hombre no puede alcanzar una concepción per­fecta de Dios a través de las ciencias experimentales y la especulación intelectual; del mismo modo, no puede, por sí solo, desarrollar leyes perfectas para la conducta del individuo ni de la comunidad. La revelación Divina es la única guía segura en cuestiones que trascienden el alcance de las cosas para las que el cerebro humano fue creado. Al rechazarla, incluso la persona más inteligente y dotada sucumbirá ante el error y la falacia, porque los poderes del razonamiento independiente están delimitados con precisión.

Los estadistas y los políticos deben comprender que al no hacer caso de las leyes Divinas, están construyendo sobre arenas movedizas. Su torrente de legislación, sus mociones y planes, sus debates interminables, sus conferencias y reuniones, no les llevarán a ningún sitio; lejos de resolver nuestros problemas, abrirán la puerta a la confusión y la turbulencia.

La paz, el progreso, la prosperidad y la justicia sólo se encuentran en las enseñanzas del Islam.



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El Cristianismo al descubierto



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La investigación acerca de los orígenes y el nacimiento del cristia­nismo ha descubierto mucho de lo que estaba oculto y era misterioso. Se ha comprobado, sin lugar a dudas, que es una religión creada por el hombre, y falsa desde un punto de vista teológico. A medida que va saliendo a la luz más información, el poder y el apoyo de las distintas Iglesias, en Europa y en América, va disminuyendo, y si prosigue esta tendencia, corren el peligro de reducirse a simples sociedades huma­nitarias o caritativas.

Los cargos contra la fe cristiana se pueden considerar bajo' tres epígrafes:

a) Las Escrituras contienen múltiples interpolaciones y falsifica­ciones, y no son fidedignas como fuente de creencia religiosa;

b) Jesucristo no vino para fundar ninguna religión, y la imagen de su vida presentada por las Iglesias es una invención;

c) Él cristianismo es una creación de San Pablo y otros, y sus dogmas y ritos son una imitación de las creencias paganas de la época romana.

Consideremos ahora en mas detalle estos tres puntos.

LA BIBLIA: De los 66 libros que componen la Biblia protestante actual (77 libros en el caso de los católicos), ninguno ha guardado la forma que tenía en los tiempos en que se escribió. Veamos primero el ANTIGUÓ TESTAMENTO; sabemos ahora que los cinco libros de Moisés (Pentateuco) fueron recopilados por el Sumo Sacerdote Esdras, alrededor del 450 a. de J.C., unos 750 años después de la muerte del gran Profeta. La parte mas auténtica que forma la Ley original o Tora se encuentra en los Capítulos 20 a 23 del Éxodo; otras secciones del mismo libro son posteriores, como demuestra la presencia de un decálogo totalmente distinto incluido en el Capítulo 34. Es interesante observar que de todos los antiguos manuscritos consultados por Ésdras, el título de uno -el Libro de las Guerras de Yahveh- se ha conservado en el texto (Números, 21:14). Los libros históricos del Antiguo Tes­tamento muestran signos de su reedición y corrección, y abundan contradicciones, exageraciones y absurdos. Los libros proféticos, aun­que son mas fidedignos, no fueron aceptados como canónicos hasta alrededor del 200 a. de J.C., unos 150 años después de escribirse el último. Incluso el Libro de los Salmos contiene muchos textos dudosos, y de 150 salmos tan sólo 72 pueden atribuirse al Rey David, siendo los otros obra de otros autores distintos o anónimos. En cuanto a libros como Éster y Judit, su inclusión en la Biblia ha de calificarse de blasfemia. No son mas que novelas hebreas de una moralidad aborre­cible, siendo la primera una glorificación del odio racial que conlleva a una masacre horrenda, y la segunda una defensa de la traición y el asesinato. ¡En tiempos de la Reforma, los protestantes suprimieron el libro de Judit (junto con varios otros) de la Biblia!

Los estudios modernos del NUEVO TESTAMENTO han establecido que ninguno de los Evangelios fue escrito por testigos presenciales de la vida de Jesucristo. Los hechos narrados y los discursos son de segunda o tercera mano y los autores no pretenden en ningún momento tener inspiración Divina (véase Lucas, 1:1-4). Los primeros cristianos que consideraban sagrados estos relatos, y por lo tanto no dudaron el falsificar el texto o intercalar palabras con el fin de apoyar cierto dog-mi o rebatir las teorías de una secta rival.

Hasta el año 397 .C. se utilizaban treinta Evangelios distintos, pero durante el Tercer Concilio de Cartago, los obispos eligieron cuatro como "canónicos" (aquellos atribuidos a Mateo, Marcos, Lucas y Juan) calificando los 26 restantes como "apócrifos". Es interesante observa: que uno de los Evangelios suprimidos, el Evangelio según San Bernabé contiene los versos siguientes: -"Los discípulos preguntaron: `Maestro ¿quién será el hombre del que hablas, que vendrá al mundo?' Jesús: contestó: `Es Mohammad, el Mensajero de Dios'."

Los cuatro Evangelios canónicos fueron escritos en griego entre lo; años 60 y 120 de la Era Cristiana, y del lenguaje nativo arameo o hebreo popular de Jesucristo sólo se conservan en el texto un par de citas El Evangelio más antiguo, el de Marcos, sirvió de fuente histórica para los demás, mientras que los discursos de Jesucristo se apoyaban en una recopilación llamada "Logia", ahora perdida, de la cual se incluyen largos extractos en Mateo. Los demás libros del Nuevo Testamento -los- Hechos, relato de un autor desconocido; las Epístolas, carta; dirigidas a las primeras comunidades cristianas para enseñar a grandes rasgos las doctrinas Paulinistas; y la Revelación o Apocalipsis, compendio de profecías mesiánicas judías y cristianas- presentan todos evidencia abundante de interpolaciones.

Se ha obtenido una prueba determinante de esto con el descubrimiento en Palestina en 1947 de los "Pergaminos del Mar Muerto", los fragmentos más antiguos del Antiguo Testamento hasta ahora encon­trados, que datan, según parece, de la época de Jesucristo; han sacado a la luz gran número de variaciones textuales, que se plasman en algunos sitios en la inclusión o supresión de frases enteras. Desde 1950, se han revelado discrepancias aún mayores con el descubrimiento de los "Manuscritos de Jericó", que tendrán un efecto devastador sobre los dogmas de la Iglesia. En resumen, gran parte de la Biblia tal y como la conocemos hoy no puede pretender ser inspirada, en ningún sentido, por Dios, mientras que otras partes son corruptas. ¿Qué valor tienen, entonces, tales Escrituras como base de una religión "revelada"? Hace trece siglos, el Santo Corán acusó a los judíos y los cristianos de haber falsificado la Sagrada Escritura. ¡Ahora la verdad queda revelada ante todo el mundo!

JESUCRISTO: La auténtica vida de Jesucristo contrasta profun­damente con las leyendas de los Evangelios. Los estudios más mo­dernos indican que nació alrededor del año 8 a. de J.C., de familia humilde, siendo uno de varios hijos. No nació en Belén, sino en Nazaret de Galilea, el pueblo de los padres de María. Empezó la vida como carpintero, pero en años posteriores se unió a una secta judía llamada la Hermandad de los Esenios. Ciertos estudios han sugerido que en la tercera década de su vida viajó hacia Oriente, llegando incluso hasta la India, pero existe poca evidencia en apoyo de este primer viaje.

Con cuarenta años, sin embargo, ya se encontraba en Palestina, donde recibió la llamada Divina. Predicó a los galileos, pero encontró una fuerte oposición por parte de los escribas y los ancianos, y de la secta de los fariseos, que esperaban el advenimiento de un Mesías­guerrero que había de librar a Israel del yugo extranjero. No tuvo mejor suerte en Jerusalén, y hasta sus discípulos eran hombres de débil fe. Se tramó un complot contra él en el año 35 .C.; fue detenido y traído ante el Sanedrín judío, acusado de hereje, y ante el magistrado romano acusado de sedición. Fue sentenciado a muerte, y puesto en la cruz; pero le retiraron de la cruz tres horas más tarde, al aproximarse el Sábado, desmayado pero no muerto. Fue cuidado y reanimado por la Hermandad de los Esenios, y al cabo de tres días pudo aparecer en secreto en Jerusalén. Temiendo ser detenido de nuevo, se dejó ver con poca frecuencia, y tan pronto como recobró fuerzas, se despidió de sus discípulos en el Monte de los Olivos y viajó por Judea y Samaria hacia Tiberiades y Damasco.

A continuación, Jesucristo emprendió la segunda fase de su misión, que fue la de predicar a las diez "tribus perdidas" de Israel. Viajó hacia el norte hasta llegar a Nisibin y Aleppo, luego cruzó el Tigris y atravesó Kashan en Persia central, camino de Afganistán. Allí, y en Cachemira, se encontraban los restos de las tribus perdidas de Israel, que se habían asentado en estas regiones durante el Cautiverio; lo cual está demos­trado sin lugar a dudas por investigaciones recientes de tipo histórico, etnográfico y lingüístico. Jesucristo predicó a estos pueblos durante muchos años, y se ha hallado evidencia de su presencia en Ghazni, Jalalabad y Murree, pueblo en el que murió y fue enterrada su madre María.

Jesucristo falleció a la edad avanzada de 120 años (alrededor del año 112 .C.) en Srinagar, Cachemira, donde aún hoy se puede ver su tumba en Roza Bahl, Calle Janyar (en hebreo, Rezia Baal, Coniah-Ur).

Los límites de espacio de este pequeño libro no nos permiten entre en detalles acerca de ningún punto, y el lector interesado tendrá que consultar obras de mayor extensión. Conviene ofrecer, sin embargo algunas palabras acerca de la Crucifixión, centro de la fe cristiana Ninguno de los relatos evangélicos fue escrito por testigos presenciales pero sus contradicciones en sí nos brindan una ayuda valiosa (existen en los relatos evangélicos al menos 12 notorias discrepancias referentes a Crucifixión, y más de 20 discrepancias en los relatos de la Sepultura, la Resurrección y la Ascensión).

Ahora bien, la evidencia en contra de la muerte en la cruz se puede resumir de la siguiente manera: (1) Jesús permaneció en la cruz durante sólo tres horas, tiempo que no era suficiente para que un hombre san, muriera. El objetivo de la crucifixión era el de imponer una tortura prolongada, y en muchos casos las víctimas sobrevivían tres días o más muriéndose al final de hambre, agotamiento y mala circulación de la sangre. Se conocían casos de hombres que se recuperaban al cabo di doce o más horas en la cruz, por lo cual se instituyó la costumbre do terminar la ejecución apedreando o apaleando a la víctima. (2) Pilato magistrado con mucha experiencia en tales cuestiones, se extrañó de que Jesucristo se hubiera muerto tan pronto (Marcos, 15:44). (3) A lo: dos criminales crucificados al lado de Jesucristo, se les ejecute rompiéndoles las piernas, pero en cumplimiento de la profecía de David no se impuso esta tortura a Jesucristo (Juan, 19:36). (4) Cuando uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza, salió sangre y agua -señal indiscutible de vida- (Juan, 19:34). (5) Pilato, afectado por el sueño de su mujer (Mateo, 27:19), favoreció disimuladamente a Jesucristo, y prolongó el proceso para que la ejecución tuviera lugar a media tarde, sólo tres horas antes del inicio del Sábado, sabiendo que la costumbre judía requeriría que Jesucristo fuera retirado de la cruz. El centurión y sus soldados obedecieron al magistrado, y por lo tanto se mostraron poco rigurosos (Juan, 19:33). (6) Jesús no fue enterrado como los dos ladrones, sino que se encargaron de él sus amigos, que habían pedido autorización para retirarlo inmediatamente (Juan, 19:38). (7) Sus enemigos, que no estaban del todo convencidos de que hubiera muerto, pidieron que se pusiera un guardia a la entrada del sepulcro (Mateo, 27:63-66). Hasta alegaron que si venían los discípulos para robar el cuerpo, "el último error sería peor que el primero". ¿Cuál fue este primer error? Sólo podría haber sido el de retirar a Jesucristo de la cruz antes de extinguirse la vida, y por lo tanto querían estar seguros de su muerte en el sepulcro cerrado. (8) La conducta posterior de Cristo no es propia de un "Señor Resucitado", sino de un fugitivo. En lugar de demostrar a todos lo que habría sido el Milagro de la Resurrección, salió del sepulcro disfrazado (Juan, 20:15), mostrándose ante muy poca gente (Hechos, 10:41), y abandonó Jerusalén para celebrar una reunión en secreto con sus discípulos en Galilea (Mateo, 28:16). (9) El mismo Jesucristo predijo que se salvaría de la muerte, diciendo que su señal sería la señal del Profeta Jonás, porque de la misma manera que Jonás estuvo vivo en el vientre del cetáceo tres días, así también Jesucristo .estaría vivo en el sepulcro (Mateo, 12:39-40; Lucas, 11:29). (10) La noche antes de su detención, Jesús pasó largas horas sumido en agonía, rezando para que fuera salvado de sus enemigos (Mateo, 14:36; Lucas, 20:44). Las Escrituras nos dicen en varios sitios que Dios responde a las oraciones de los justos, y el Todopoderoso no habría abandonado a Su Apóstol en tales circunstancias. De hecho, una de las Epístolas admite, por descuido, que fue salvado de la muerte por su actitud reverente (Hebreos, 5:7). Jesucristo nunca tuvo la intención de sacri­ficar su vida por los pecados de la humanidad, siendo la doctrina de la salvación a través de la sangre una invención posterior por parte de San Pablo. De hecho, sus propias palabras contradicen el dogma de la expiación, ya que cuando se encontró clavado en la cruz, tuvo un momento de duda y desesperación, y gritó: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mateo, 27:46). (11) Jesús decía que no había sido enviado más que a las ovejas perdidas de la Casa de Israel (Mateo, 15:24), a buscar y salvar lo que estaba perdido (Lucas, 19:10). En aquellos tiempos, sólo dos de las doce tribus se encontraban asentadas en Palestina, y su misión se habría quedado muy incompleta si no hubiera viajado hacia Oriente para buscar a las otras diez. Nunca se propuso morir como sacrificio humano, y los Evangelios indican que tomó precauciones contra su detención desde el comienzo de su misterio (Mateo, 16:20; Juan, 11:53-54).

Los siglos de encubrimiento y prevaricación por parte de las Iglesias cristianas han sido inútiles. Sus enseñanzas nzas falsas están hoy al descu­bierto, y están destinadas al -fracaso en las próximas generaciones. Las palabras del Santo Corán, que durante tanto tiempo confundieron a los musulmanes, "Y no le mataron, ni causaron su muerte en la cruz" (4:158) ahora han adquirido un pleno sentido. El Santo Profeta Mohammad (s.a.w.) predijo que el Mahdi "rompería la cruz", y hoy queda confirmada la revelación de Dios a Hazrat Ahmad. No en vano dijo Jesucristo del Santo Profeta Mohammad: "El me glorificará" (Juan, 16:14), pues el Santo Corán vindica tanto el nacimiento como la muerte de Jesucristo, suprimiendo de su recuerdo la maldición de Deutero­nomio: "Un colgado es una maldición de Dios" (21:23), palabras que San Pablo tuvo la audacia de aplicar a Jesucristo (Gálatas, 3:13).

EL CRISTIANISMO: Jesucristo era, esencialmente, un reformador espiritual. Los judíos de su época estaban dirigidos por fanáticos y falso: doctores que imponían a los demás la observancia rigurosa de la Ley de Moisés, aunque ellos mismos se entregaban al mal, al vicio, al orgullo y la hipocresía. El Mesías vino para predicarles el amor a Dios, la caridad hacia los demás y la justicia y la virtud personales. Nunca enseñó un¿ nueva religión, puesto que dijo: "No penséis que he venido a abolir k Ley y los Profetas. No he venido a abolir sino a dar cumplimiento' (Mateo, 5:17). Además, su misión era sólo para los judíos, y dejó esto bien claro en muchas ocasiones: "No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la Casa de Israel" (Mateo, 15:24). Jesús ordenó a sus discípulos: "No vayáis por tierra de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos. Id, más bien, a las ovejas perdidas de la casa de Israel." (Mat. 10:5-6). De forma típicamente hebrea, describió la predicación a los no judíos como: "Tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos" (Mateo, 15:26); o bien: "Echar perlas delante de los puercos" (Mateo, 7:6). A los cristianos les gusta citar las palabras: "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mateo, 28:19), pero todo estudiante de la Biblia sabe que las últimas trece palabras constituyen una interpolación posterior, una falsificación, mientras que el término "gentes" se utiliza en el sentido que tenía tanto en arameo como en las demás lenguas antiguas, es decir, "tribu" -¡las tribus de Israel!-.

En cuanto a su propia naturaleza, Jesucristo nunca pretendió ser divino. Enseñó la Unicidad de Dios, como lo hicieron todos los profetas anteriores y posteriores a él. El primer mandamiento, según afirmó, es: "Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor" (Marcos, 12:29), y en otro sitio dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios" (Marcos, 10:18). 0 bien: "Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que Tú has enviado, Jesucristo" (Juan, 17:3). Es cierto que se describe a menudo como "hijo de Dios", pero sólo en el sentido en que dicha frase se utiliza en otra parte de la Biblia para referirse a Adán (Lucas, 3:38), Efraím (Jeremías, 31:9), Salomón (I Crónicas, 22:10), los Apóstoles (Juan, 1:12) e Israel o Jacob (Exodo, 4:22). Para Jesucristo, Dios era el Padre, y los hombres Sus hijos, cómo demuestra Mateo (6:6-18).

En resumen, Jesucristo creía en el judaísmo y lo practicaba, y es curioso que los cristianos que lo consideran como su Señor y Amo sigan una religión distinta ...

El verdadero fundador del cristianismo fue un judío de Tarso llamado Saulo, originalmente fariseo, y conocido en la historia como San Pablo.

No era discípulo de Jesús, y probablemente nunca lo conoció, sino que atribuye su conversión a una visión. Predicador celoso, se vio pronto presa de un dilema, porque los judíos se negaban a reconocer a Jesucristo, y los paganos, aunque mas dispuestos a creer en Jesucristo, se negaron a obedecer la observancia rigurosa de la Ley Mosaica. Resolvió el problema inventando la doctrina de la justificación sólo por la fe en Jesucristo. Según él, lo único necesario para alcanzar la salvación era la fe, y la observancia de la Ley no servía para nada. De su hermano Santiago y los demás discípulos como Pedro, Pablo se atrevió a declarar abolida la Ley de Moisés, e inició su labor misionera entre los gentiles.

Este hombre, capaz pero poco escrupuloso, venció toda oposición a sus ideas. No tuvo reparos en jactarse de sus engaños en las Epístolas (I Corintios, 9:20-21) e incluso confesó ser mentiroso (Romanos, 3:7), ¡testimonio interesante para que se encuentre en la Biblia! La mera creencia en Jesucristo pronto resultó insuficiente para unir a los seguidores, y hubo que inventar un cuerpo de doctrinas. La teoría principal de Pablo es que la Ley de Moisés es una maldición, que Jesucristo vino para liberar al hombre de su dominio, y que en su lugar Dios aceptó el holocausto del sacrificio de Dios, que murió en la cruz, y cuya sangre redimió los pecados de la humanidad; el Salvador entonces fue resucitado de la muerte y ascendió físicamente al cielo para sentarse a la diestra de Dios. De esta teoría se derivan todos los dogmas del cristianismo, como son el Pecado Original, la Encarnación, la Expiación, la Redención, la Crucifixión, la Resurrección, la Ascensión, los Sacra­mentos, y, mucho mas tarde, la Trinidad.

Pablo estaba profundamente influenciado por las religiones paganas de su época. El origen de la mayoría de los cultos del imperio romano fue la adoración del sol en todas sus formas. Los distintos ritos y "misterios coincidían con las fases del sol, los solsticios y los equi­noccios. Todas las deidades paganas de aquellos tiempos eran dioses del sol -bien fueran Adonis, Atis, Apolo, Horus, Isis, Mitra, Baal, Astarté, Osirus o Jacinto- y los relatos de la vida de Jesucristo se enlazaban con las leyendas de aquellos dioses. En esa mitología, se suele encontrar que el protagonista:

a) nació alrededor del Día de Navidad en una cueva o un establo, de una virgen;

b) dedicó su vida al trabajo por la humanidad, en la capacidad de Curador, Redentor, Salvador y Mensajero de la Luz;

c) fue víctima propiciatoria, cargado con los pecados de la hu­manidad;

d) fue vencido por los Poderes de las Tinieblas, y descendió al infierno;

e) resucitó de la muerte y ascendió al cielo para interceder por e hombre;

f) fundó iglesias y órdenes religiosas en las que fueron iniciados lo novicios mediante el bautismo;

g) fue conmemorado mediante eucaristía.

De particular interés es la relación estrecha entre el mitraísmo y el cristianismo, que merece ser objeto de un estudio especial. ¿Cuánto cristianos saben que el 25 de diciembre no están celebrando la natividad, de Jesucristo, Profeta de Dios, sino el nacimiento del dios del sol Mitre tras el solsticio de invierno en el hemisferio norte? ¿Es de extrañas pues, que algunos autores modernos hayan tendido a creer que Jesucristo nunca existió, sino que se trataba de un héroe pagan mítico?

La extensión del cristianismo en el imperio romano recibió u estímulo cada vez mayor en la medida que la religión de San Pablo s iba identificando con el paganismo. Fue establecido como religión estad por el emperador Constantino en el 312 E. C., y el último golpe contra k enseñanzas de Jesucristo se dio en el Concilio de Nicea en el 325 .C cuando se decretó la creencia en el dogma de la Trinidad, y los unitario fueron sometidos a una persecución cruel.

Este reinado de tinieblas habría de durar hasta el advenimiento del Santo Profeta Mohammad (s.a.w.) casi tres siglos más tarde.



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Islam: el único camino



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Un observador casual, contemplando el estado problemático del mundo actual, bien podría comentar que han fracasado tanto el Islam como el cristianismo. Un análisis más detenido revelaría que el progreso del Islam se había detenido en el pasado porque se había adelantad mucho a su tiempo, mientras que el cristianismo no sólo ha dejado c avanzar, sino que va retrocediendo gradualmente debido a su incapacidad.

El concepto clave del Paulinismo es que la Ley es una maldición (Gálatas, 3:13), y esto condena al cristianismo a ser un simple credo, e lugar de ser una forma de vida. En todo el Nuevo Testamento, no hay una norma o precepto referente a la conducta social, económica política de las naciones. Se habla mucho hoy de la necesidad d mantener la "ética cristiana" en la vida pública, pero nadie sabe en que consiste tal ética (sería más honesto hablar de "la forma de vid británica", conocida y respetada por la gente). ¿Acaso las comunidades han de guiarse por las supuestas palabras de Jesucristo: "No resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha, ofrécele también la otra..." (Mateo, 5:39); o bien: "Al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto" (Mateo, 5:40)? Ningún país cristiano ha pretendido guiarse por enseñanzas tan poco prácticas. Al contrario, ahora apoyan el principio islámico de luchar contra el mal y resistir ante las agresiones.

Habiendo descartado la Ley, el cristianismo se encuentra incapaz de proponer un programa definido en ningún tema. A lo largo de su historia, se ha mostrado vago e indeciso. Cualquier idea popular que esté de moda durante cierto período se califica inmediatamente de "cristiana"; y cuando ya no está en boga, deja de ser cristiana. En los tiempos en los que los hombres creían en la necesidad de suprimir por la fuerza las herejías dogmáticas, la Iglesia instituyó el Tribunal de la Inquisición, que condenó en conjunto a unas 30.000 personas a morir en la hoguera. Cuando el avance del liberalismo hizo que tales prácticas parecieran odiosas, la Iglesia empezó a predicar la "tolerancia". Asi­mismo, y en otras épocas, la Iglesia fue defensora a ultranza de la supremacía europea, y del gobierno de la aristocracia. Cuando llegó a prevalecer un nuevo pensamiento político, la Iglesia empezó a defender, de manera hipócrita, la "igualdad". ¡La Iglesia Reformada holandesa de África del Sur al menos se muestra fiel a las tradiciones cristianas al defender el dominio de los blancos!

En resumen, cualquier ideal que encuentra el éxito en Occidente se califica de producto de la civilización cristiana, y ésta es la razón por la que las Iglesias ofrecen tan poco a la humanidad; nunca han tenido, ni jamás tendrán, ningún programa estable y concreto, porque sus Escrituras mismas carecen de los elementos necesarios para elaborarlo.

El Islam, por el contrario, dispone de un código completo y perfecto para la orientación tanto del individuo como de la comunidad. Al derivarse del Santo Corán, la Palabra de Dios, y de los "Sunnah" del Santo Profeta Mohammad (s.a.w.), permanece inmutable ante los cambios, los caprichos y las modas de la humanidad. Y sin embargo, a pesar de esta aparente inflexibilidad, se adapta a todos los lugares, a todas las épocas; por esta razón, mientras algunas normas se establecen con una gran riqueza de detalles, en otros casos se indica únicamente el principio general. Se trata de atributos especiales del Islam; ninguna otra religión del mundo es capaz de producir una serie de leyes comparable a su Shariat.

En efecto, la fe musulmana se distingue de las demás en que sólo ella tiene una concepción perfecta de la naturaleza Divina de Dios; el cristianismo peca contra la Unicidad de Dios; el judaísmo contra la universalidad de Dios, y el budismo contra Su Personalidad. Sólo e Islam posee Escrituras incorruptas cuyo texto permanece intacto, en k misma forma en la que fue revelado. Sólo el credo y las prácticas de Islam han permanecido iguales, sin modificación, desde el principio. Sólo el Islam goza de temer un Fundador -el Santo Profeta Mohammad (s.a.w.)- cuya vida es conocida por la historia en todos sus detalles, 5 no precisa del aura del mito ni la leyenda. Sólo el advenimiento del Islam fue profetizado en las Escrituras judías, cristianas, hindúes, budistas 5 parsis. Sólo el Islam reconoce la naturaleza apostólica de todos lo, profetas de Dios, y no trata a algunos de ellos como impostores. Sólo e Islam incorpora la última legislación para el bienestar espiritual, moral social, económico y político de las naciones. Sólo el Islam ofrece una fe viva, en la que la puerta de la revelación Divina y la comunión com Dio: está siempre abierta. Sólo el Islam resaltó desde el principio la igualdad 5 fraternidad del hombre. Sólo el Islam ve sus creencias confirmadas y su: preceptos vindicados por el progreso de la ciencia. Sólo el Islam pose un conocimiento exacto de la vida después de la muerte. Sólo el Islam rechaza los milagros que contradicen las leyes perfectas y divinas de k naturaleza. Sólo el Islam recibe su nombre en su Sagrada Escritura, 5 sólo en el Islam decreta Dios Su última victoria.

Que el escéptico estudie el Santo Corán a la luz de la ciencia moderna; que consulte a continuación las Escrituras de todas la: naciones y compare sus enseñanzas. SOLO EN EL ISLAM ENCON TRARÁ LA SEMILLA DE LA VICTORIA FUTURA. No nos dejemos engañar por el retraso, la debilidad y la ignorancia de mucho: musulmanes de hoy, extraviados por falsos dirigentes. La ciencia y k enseñanza se extienden com gran rapidez, y la mentalidad medieval no puede sobrevivir mucho tiempo.

El Islam ya está echando raíces en muevas tierras, y dentro de poca: generaciones -y que el lector recuerde estas palabras- TODOS LOS DEMÁS SISTEMAS RELIGIOSOS, FILOSÓFICOS Y POLÍTICO: HABRÁN FRACASADO, revelando su falsedad y su quiebra.

A principios de este siglo, Hazrat Ahmad advirtió que cuatro guerra importantes habrían de azotar al mundo antes de producirse la destrucción final del "Dayyal" (Anticristo). Ya han ocurrido dos, y ma esperan tiempos de tribulación y tristeza. Todavía no ha llegado la edac de oro del Islam y es ahora, cuando la tentación nos intenta extraviarnos por los caminos que llevan a la destrucción, cuando los hombres d4 valor, fe y buena voluntad, han de unirse al Islam y crear los cimiento; del Nuevo Orden Mundial. Son ellos quienes habrán de iniciar esta gran empresa, y prepararse para el día en que se oirá la llamada a la oración dondequiera que viva el.hombre, y el mundo se unirá bajo la bandera de UN DIOS, UN LIBRO, UN PROFETA.

¡Concluimos diciendo que todas las alabanzas son para Dios, el Señor de los Mundos!

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