miércoles, 25 de abril de 2012
El sueño de rezar en la mezquita
El sueño de rezar en la mezquita
Lo cristiano y lo musulmán se funden en el interior de la mezquita-catedral de Córdoba, declarada Patrimonio de la Humanidad en 1984.
En la actualidad, en la Mezquita-Catedral sólo está permitido el culto católico. (Foto: De la Fuente)
En la actualidad, en la Mezquita-Catedral sólo está permitido el culto católico. (Foto: De la Fuente)
Los musulmanes que viven en España, más de 600.000, miran hacia el sur de una manera diferente, con la nostalgia de la Historia.No están obligados por el Corán a acudir una vez en su vida a Córdoba, como sucede con La Meca, pero uno de sus grandes sueños es rezar en la Mezquita levantada en el año 785 sobre una basílica visigoda. Ya han pedido permiso a Roma
Y los musulmanes españoles peregrinaron a la Ciudad Eterna del cristianismo. Llamaron a las puertas de Roma, al corazón del Vaticano, para que desde allí les abran las cancelas de la mezquita-catedral de Córdoba, a donde quieren volver a rezar.
9 de marzo de 2004, víspera casi del terrorífico 11-M. La voz la puso el malagueño afincado en Almodóvar del Río (Córdoba) Mansur Escudero, 56 años, médico psiquiatra, ex militante comunista, padre de 10 hijos y converso al Islam desde 1979. Su propuesta ante el Consejo Vaticano para el Diálogo Interconfesional: convertir en un templo ecuménico la joya andalusí erigida a partir del año 785 sobre una basílica visigoda, que los creyentes del Corán de aquí y ahora también puedan entrar a rezar en el palmeral de columnas de mármol levantado por Abderramán I a orillas del Guadalquivir.
¿Sólo el sueño de una mezquita ecuménica o también una propuesta envuelta con el bello celofán de un mensaje de paz y de concordia entre credos históricamente enemistados pero envenenada por propósitos inconfesables de reconquista?, se preguntan los más suspicaces en este tiempo de ofensiva mundial del terrorismo islamista en los que hasta Bin Laden habla de Al-Andalus en sus llamamientos a la guerra santa. «No existe en nosotros, musulmanes españoles de hoy, ningún deseo de reivindicar tiempos pasados, ni nos mueve una visión romántica de una nueva época omeya en nuestra ciudad...», dijo Escudero, hombre de paz y defensor de «un Islam compatible con los más preciosos valores de la modernidad». Por su boca en el Vaticano hablaban también las 40 familias cordobesas de conversos (hay unos 20.000 en toda España, agrupados en un centenar largo de entidades islámicas que conforman la Feeri, una de las dos federaciones -la otra, la Ucide, la lidera el sirio-español Riay Tatary- que representan a la minoría cada vez más numerosa de musulmanes afincados en suelo español: entre 600.000 y un millón de personas, según qué fuentes).
Ajena a la conmoción de los nuevos tiempos, las piedras del monumento declarado Patrimonio de la Humanidad en 1984 siguen atesorando memoria. Que a cinco siglos de Alá sucedieron -hasta hoy- ocho del Dios cristiano. Sólo muy al principio, hasta que Abderramán I compró a los visigodos su mitad por 100.000 monedas de oro, el templo fue un lugar compartido de oración.
Mediodía del miércoles. Tres monjas con hábito atraviesan el Patio de los Naranjos. Ya entre columnas, se dirigen hacia el corazón cristiano de la mezquita: el altar mayor, con toda su iconografía bíblica y sus grandes crucifijos (también un jinete alanceando infieles). Fue la última gran obra estructural del lugar sacro. Se acometió en 1523 para disgusto del mismísimo emperador Carlos V al ver la demolición de una parte de la mezquita: «Hacéis lo que hay en otras muchas partes en alusión a la catedral cristiana en el centro de la nave de columnas y habéis deshecho lo que era único en el mundo».
Lejos de las tres monjas que buscan el altar, en la pared sur del templo un grupo de estudiantes españoles pregunta a su profesor el significado de los escritos árabes (son suras del Corán) que desde hace más de 1.200 años adornan con lujo el mihrab, el lugar más sagrado para los musulmanes y ante el que se postran para rezar en dirección a La Meca. «Quizás diga "Alá es grande", no sé...», admite el maestro. A su lado, jubilados alemanes levantan la mirada al ritmo de las explicaciones del guía. Una cancela, cerrada con cadena y candado, les impide colocarse bajo el torrente de luz que llega desde las alturas del mihrab. La mezquita entera deslumbra.
Entre tanto trasiego de visitantes, el eco de las palabras de Mansur -y su guante echado al obispado y al cabildo catedralicio, que guardan silencio- no es audible. La última vez que pisó la mezquita, hace ya un par de semanas, lo hizo acompañado de las cámaras de la televisión británica BBC. Fuera, en la calle, el debate está parado. Si existe sotto voce, no se percibe. Dicen algunos que los cordobeses en eso son muy sénecas, que no se encienden fácilmente.
La realidad es que el apoyo inicial que recibió Escudero por parte de la gobernante IU y del PSOE (se habló incluso de que la petición hecha en Roma iría al pleno) quedó congelado con la intervención de Rosa Aguilar, la alcaldesa. Dijo dos cosas: que éste «no era el momento» de abordar el asunto y que la iniciativa de los conversos locales trascendía «las fronteras de la ciudad».
El eco mediático de la petición de los musulmanes cordobeses ha sido grande. «La catedral puede ver el regreso de los musulmanes», titulaba el periódico The Guardian el lunes pasado. Secundada por organizaciones interreligiosas de ámbito europeo, la propuesta de los españoles gana alas. Esta misma semana recibía el apoyo de la asociación Soul of Europe, que dirige Donald Reeves, de la iglesia anglicana. También la secunda el Foro de Bruselas, que reúne a unas 50 organizaciones de diálogo islamo-cristiano.
Nunca hasta ahora el viejo anhelo musulmán (nace casi a la vez que las primeras comunidades de conversos, con Franco aún vivo) de volver a rezar en la mezquita-catedral había llegado tan lejos.La historia es larga. En 1979 transcurre su primer capítulo.Las embajadas de los países islámicos en Madrid se quedaron ese año sin alfombras un día de noviembre, con motivo de la Fiesta del Cordero. Viajaron todas a Córdoba para el rezo en la histórica ocasión: el regreso por un día del culto musulmán a la Mezquita casi cinco siglos después de la expulsión de los moriscos por los Reyes Católicos que habían entrado triunfantes en Granada.Hasta entonces sólo se había consentido la plegaria a personalidades árabes. A Sadam Husein, en 1974. Visitó España como vicepresidente aún del Consejo del Mando Revolucionario de la República de Irak.«Sadam llevó su rezo a la Mezquita», recogieron las crónicas.
Rezo del príncipe
También logró la venia eclesial, pero eso hace mucho menos, el príncipe saudí Abdelaziz al Saud. Dicen que Prado y Colón de Carvajal medió en Zarzuela y el de Arabia dispuso de la mezquita cordobesa para él y su séquito toda una tarde. Para los ortodoxos wahabitas, custodios de los santos lugares de La Meca y Medina, la Córdoba califal estará siempre en el horizonte de su mitología.Con sus petrodólares, los financiadores de la mayor mezquita en activo de España, la madrileña de la M-30, siempre han querido comprar parte de aquél lejano mundo perdido. Vienen rondado España, donde tienen varios palacios marbellíes de las mil y una noches, desde hace muchas décadas. A la Mezquita, en su tiempo, los saudíes la quisieron limpiar de toda huella cristiana.
El entonces monarca de Arabia Saudí, Faisal, ofreció el oro y el moro a Franco, y luego al cardenal Tarancón (ambos le dieron diplomático esquinazo), para una operación que los conversos andaluces califican de «absoluto disparate tanto desde el punto de vista religioso como cultural»: desmontar la catedral que hay en el centro de la mezquita y trasladarla a otro lugar.
Lo ocurrido en 1979 (rezo islámico comunitario autorizado por el cabildo catedralicio) se ha repetido en tres ocasiones más: 1982, 1985 y 1991. La de los 80 fue la época más cruzada en Córdoba.Y en medio, Julio Anguita. La vieja causa musulmana llegó incluso a provocar rupturas de gobiernos municipales, en 1981, con la marcha de la UCD. «Anguita no nos quites la mezquita», pintaban paredes algunos grupos católicos. Eran los tiempos en los que el apodado califa rojo osaba entregar a un grupo de seguidores locales del Islam el viejo convento de Santa Clara (siglos atrás mezquita de Abu Otmun). Dos consejeros del rey de Arabia, los Kettani, padre e hijo, viajaron a Córdoba para recibir las llaves.También cedió Julio Anguita otro edificio municipal, el morabito del Campo de la Merced, a la ya importante comunidad islámica de la ciudad.
Hoy, El Morabito, con cementerio musulmán anexo, es la única mezquita que como tal funciona en la que en su día fuera capital califal. La regenta la Asociación de Musulmanes de Córdoba, una de las tres que existen. Las otras dos son la de Mansur Escudero, Junta Islámica, y la Yamaa Islámica de Al Andalus, con el ex líder de Liberación Andaluza Antonio Medina (Abderramán Medina desde su conversión) entre sus dirigentes.
El Morabito fue un regalo que el Caudillo mandó construir para las tropas moras que ganaron con él su cruzada del 36.
Lo que ahora dicen plantear Mansur Escudero y sus correligionarios es un paso hacia el futuro, de acuerdo con el espíritu ecuménico que preconiza Juan Pablo II. Lo explica Isabel Romero, psicosocióloga casada con un músico de Madagascar y secretaria de Junta Islámica: «Vamos a encontrarnos, cristianos y musulmanes, y hacer futuro.A nosotros es difícil achacarnos lo de invasores extranjeros o venirnos con la cantinela de una nueva conquista. Somos tan de aquí como cualquiera y lo único que pretendemos es que la Mezquita sea, en todas sus consecuencias, un patrimonio de la humanidad, símbolo de buena voluntad».
Un buen negocio
Siempre la Mezquita como símbolo. También un negocio rentable.Cada año atrae a miles de visitantes (no hay escolar hijo de inmigrante musulmán que no sueñe con peregrinar hasta sus muros).En 2003, la cifra final podría ser de 1.150.000. Con tarifas de 6,5 euros (la general) y 3,20 (reducida, para estudiantes y menores de 18 años), podríamos estar hablando de entre cinco y seis millones de euros al año. «Ésta es de las cajas más grandes que tiene la Iglesia», dice un vigilante jurado del recinto.Su misión incluye levantar del suelo a todo creyente en Alá que pretenda rezar, aunque sea un mandatario iraní o una letrada en el Congreso de los Diputados (Jadicha Candela), como ha llegado a ocurrir.
Aún hoy, el sueño de la Mezquita produce monstruos. En un extremo, quien, como el profesor melillense de Filología Arabe en Sevilla Mohamed Maanan, llama a liberarla porque es «el recuerdo de una colonización, un genocidio y una expulsión». Del otro lado, hay quienes se valen de supuestos sucedidos entre sus piedras para la demonización del Islam. Oriana Fallaci, en su nuevo libro (La fuerza de la razón): «En 1979, en nombre del ecumenismo, el obispo de Córdoba les permitió a españoles conversos, que ella llama apóstatas deseosos de entregarse a místicas embriagadoras incluso celebrar la Fiesta del Sacrificio (en la que los corderos son sacrificados a montones) en la catedral. La concesión ocasionó algunos problemas. Crucifijos desalojados, Vírgenes tiradas y criadillas de cordero en las pilas de agua bendita. Al año siguiente, el obispo les mandó a Sevilla. Pero allí se toparon con la Semana Santa en su apogeo».
CRONICA pudo localizar a aquel obispo, Infantes Florido. «Eso no es verdad, es una fábula. En la catedral nunca hubo violencia», dice monseñor.
Y Roma. ¿Qué dirá Roma?
Con información de Alfonso Alba
El trueque judío con Toledo
L a petición hecha por los conversos cordobeses en Roma reaviva otro viejo contencioso entre cristianos y musulmanes: Santa Sofía, nombre de la antigua iglesia construida por Justiniano en la capital de Bizancio, Constantinopla, en el 535. El templo terminó convertido en mezquita tras la caída del Imperio Romano de Oriente en mano de los Otomanos, en 1453. Aunque hoy no alberga culto (es un museo), el nombre de Santa Sofía resuena cada vez que los seguidores del Islam piden permiso a la Iglesia Católica para poder rezar de cara al mihrab de la Mezquita de Córdoba.«Siempre nos hablan del principio de reciprocidad», dice Mansur Escudero. «Claro que hay países islámicos donde no se permite la libertad religiosa... Nosotros por supuesto que la reclamamos».«Si quieren nuestra petición», tercia Isabel Romero, «aquí está: pedimos también que Santa Sofía se abra al culto cristiano. Y al musulmán, porque hoy es un museo...». Lo es desde los años 20 del siglo pasado, por orden de Ataturk, el padre de la patria turca. E históricamente es visita inexcusable de todo Papa que acude a Turquía. En 1967 lo hizo Pablo VI, y al llegar a la mezquita-museo se puso imprevistamente de rodillas. Aquello, vivido como una afrenta por el mundo musulmán, provocó grandes convulsiones políticas.Doce años después, cuando hacía su visita el último Papa, Juan Pablo II, la historia estuvo a punto de repetirse. El Pontífice polaco, advertido de la inconveniencia de la genuflexión, hizo sudar lo suyo al ministro turco que le acompañaba. Llegado al lugar del incidente, se quedó quieto en actitud orante durante dos minutos de reloj. A veces, cuando templos levantados por una religión terminan en manos de otra, se llega a plantear el intercambio de templos. Ocurrió con la antigua sinagoga de Toledo -pasó en el siglo XV (1411) a ser la iglesia de Santa María la Blanca- y el Santo Cenáculo de Jerusalem donde Jesucristo instituyó los sacramentos de la eucaristía y el orden sacerdotal, actualmente en manos judías. Durante la visita papal a Tierra Santa, en marzo de 2000, se filtró el supuesto acuerdo alcanzado entre la Santa Sede y el Estado de Israel. Con posterioridad, el Arzobispado de Toledo desmintió el trueque. Como ocurre con Santa Sofía en Estambul, Santa María la Blanca ya no está consagrada a ningún culto
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