viernes, 27 de abril de 2012
granizeros del Popocatepetl que nos dicen
SANTIAGO XALITZINTLA, Pue., 23 de abril.— En el rostro de Antonio Analco se nota molestia por mirar a tanto fuereño rondando por su comunidad, tan solo porque don Goyo está “haciendo un poco de ruido”. Hombre de cabellos blancos, bajo un so...mbrero que pocas veces se quita, y la piel acuchillada por el sol, ha pasado más de seis décadas a los pies del volcán Popocatépetl, escuchando su ronroneo, observando los vientos y las nubes. Dice no entender por qué tanta alarma por las fumarolas y ceniza, “si aquí no va a pasar nada”.
En la comunidad lo conocen como El Tiempero, aquél que puede ver y platicar con don Goyo, tal y como lo hiciera su padre, Pedro Analco, su abuelo, Encarnación Analco, y el padre y el abuelo de éste. Su voz es la que anunciará al pueblo (el más cercano al volcán) el momento en que tendrá que abandonar sus tierras, la milpa y las herramientas de trabajo para refugiarse en territorio ajeno.
“Yo soy el único que puede hablar con el volcán. A veces en sueños y otras cuando se me aparece en el monte. Él me ha dicho que esté tranquilo, que no nos alarmemos como los extraños que han llegado a nuestras tierras. Cuando El Creador le avise que ha llegado la hora de levantarse, entonces el volcán me avisará en sueños, me dirá que vaya con mi gente, que tome esposa, hijos y animalitos y que dejemos las tierras. Ya les dije a los que vinieron alarmados de otros pueblos que nada va a pasar, que no sonarán las campanas y que no será necesario irse a los albergues”, afirma.
Don Toño lo platica con la misma calma con la que las mujeres cruzan frente a su tienda y lo saludan. Abajo de la banqueta se corretean perros flacos y los niños detrás de ellos. La música de una banda, contratada por el padre de una quinceañera, hace que el sábado sea un día de fiesta.
Cualquier chiquillo de Santiago Xalitzintla que salga al paso de un extraño sabrá indicar dónde vive don Antonio Analco, aquél que habla con el volcán. En los pequeños todavía hay curiosidad al mirar hombres con cámaras de video al hombro y camionetas institucionales rondando por el Palacio Municipal. Pero en los adultos hay hartazgo y desconfianza. No entienden cómo es que los del Centro Nacional de Prevención de Desastres —“con todo y sus maquinitas”— puedan descifrar si don Goyo se pondrá de pie. Saben que eso es cosa de dos: Antonio Analco y el volcán mismo.
“En 1994 hubo fumarolas —recuerda El Tiempero—, vinieron muchos policías y se llevaron a la gente a la fuerza. Cuando me enteré fui con los oficiales y les pregunté muy molesto: ‘¿Don Goyo se les apareció en sueños? ¿Saben de qué tamaño es? ¿Les dijo algo? ¿Entonces?’ Y me regresaron a mi gente.”
El hombre cierra su tiendita y acompaña al reportero a caminar. A 12 kilómetros del pueblo se observa humo negro salir de la boca del volcán. El ruido de la exhalación es similar al que hace un avión que pasa cerca, lo que pone a trabajar a los camarógrafos que llegaron hace una semana, desde el Distrito Federal. El Tiempero los mira y sonríe: “Tendrán más años que yo? ¿Sabrán más de volcanes?”
Dice también que su relación con el volcán se dio desde que estaba en el vientre de su madre. “De niño tuve sueños que no entendía. Hasta que un día llevaba unas vacas al monte cuando se me apareció un señor enorme de cabellos blancos como la nieve. Me dijo que se llamaba Gregorio Chino Popocatépetl, que yo estaba muy pequeño pero que de grande tendría mujer e hijos y que mi destino sería comunicarme con él para servir de mensajero a mi pueblo”.
Argumenta que hace poco se le apareció. Le preguntó si estaba asustado. “Le respondí que no y entonces me dijo que le dijera a mi gente que estuviera tranquila. Se lo he dicho a todos, pero los que vienen desde México llegaron con el temor en la cabeza”.
¿Y si suenan las campanas de la iglesia? La pregunta hay que repetirla varias veces en el oído de Juan Castro, anciano de ochenta y tantos ayeres y un bastón que no deja en ningún momento.
Sentado en el quiosco de Santiago Xalitzintla platica que conoció a Pedro Analco, padre de Antonio, “un Tiempero a toda ley. Sabía hablarle bonito a don Goyo. Como la vez que una sequía estaba doblando la milpa y nos juntamos para que don Pedro le pidiera favores al volcán. Nos pidió que regresáramos con tequila, pulque, cigarros y comida y subiéramos al Popocatépetl para ofrecerlos. Todavía no bajábamos cuando una lluvia salvó la cosecha. O la otra, cuando una nube cargada de granizo amenazaba nuestro maíz y el agorero del tiempo la desapareció. Eso sólo lo pueden hacer los que hablan con el volcán”.
Bajo el ritual
Según los habitantes de los pueblos cercanos al Popocatépetl, desde tiempos remotos suele aparecer en la zona un hombre de edad que personifica al volcán y que se hace llamar Gregorio Chino Popocatépetl:
Don Goyo, como lo han llamado de manera cariñosa, y de acuerdo con los pobladores de esa zona, es quien nombra a El Tiempero.
Es este personaje quien cada año encabeza los festejos por el cumpleaños de Don Goyo, a quien le son llevados diversos regalos, como comida y bebida, principalmente una jícara llena de pulque.
Este festejo se lleva a cabo cada 12 de marzo, es decir, el día en que se festeja a San Gregorio Magno.
El ritual también forma parte de una ceremonia preparatoria para la petición formal de lluvia, que se realiza el 2 de mayo.
Esta vez, ante la actividad volcánica, han abundado más regalos y ofrendas para el Popocatépetl.
En las faldas
Santiago Xalitzintla es parte del municipio de San Nicolás de los Ranchos y es el poblado más cercano al cráter del Popocatépetl, a 12 kilómetros.
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Habitante del Popocatepetl adornando la cruz con la corona copilli prehispánica.
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