martes, 29 de mayo de 2012
AMLO, el renegado similar a Hernan Cortes y Peña Nieto el Moctezuma
AMLO, el renegado
No es novedad que los hombres del poder recurran al engaño y la simulación, como estrategia política y de gobierno
Ricardo Alemán
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En las democracias modernas, la mayoría de electores saben que el poder es capaz de hacer milagros.
Saben, por ejemplo, que un político que aspira a un puesto de elección popular es capaz de todas las mentiras posibles —por absurdas, descocadas y/o disparatadas que parezcan—, con tal de ganar el voto ciudadano.
De hecho, los electores saben que los políticos suelen engañarlos y, al mismo tiempo, los electores hacen como que no descubren el engaño, en una suerte de simulación democrática.
Por ejemplo, hoy en España se generó una potente corriente de opinión que cuestiona al nuevo presidente, el derechista Mariano Rajoy, por engañar a los españoles al no hablar nunca —en su periplo proselitista— de recortar la burocracia y menos elevar los impuestos, como estrategias obligadas para paliar la crisis económica. Sin embargo, todos saben que si Rajoy hubiese prometido recortes y más impuestos, nunca hubiese ganado.
Pero tampoco es novedad que los hombres del poder recurran al engaño y la simulación, como estrategia política y de gobierno. En su clásico El Príncipe, Nicolás Maquiavelo elogia las capacidades de los príncipes que saben ser zorros. Dice. “El que mejor ha sabido ser zorro, ese ha salido mejor librado. Pero hay que saber disfrazarse bien y ser hábil en fingir y en disimular; los hombres son tan simples y se someten hasta tal punto a las necesidades del momento, que aquel que engañe encontrará siempre quien se deje engañar”.
Viene a cuento porque los electores mexicanos que acudiremos a las urnas el 1 de julio próximo presenciamos, desde hace meses, una de las más grandes farsas electorales de nuestra historia. ¿De qué estamos hablando? Casi nada, de la campaña electoral de Andrés Manuel López Obrador, el político mexicano que en las redes sociales es motejado como el más grande mentiroso. ¿Por qué lo califican de mentiroso?
Porque embona de manera perfecta en la definición del príncipe zorro, de Nicolás Maquiavelo; “sabe disfrazarse bien y es hábil en fingir”. ¿Y si quieren evidencias..?, están a la vista de todos.
Hace unas cuentas horas, en entrevista con Milenio Televisión, Diego Fernández de Cevallos calificó a AMLO como “Víbora con el mismo veneno”. El Jefe Diego se refirió a que el López Obrador que hace campaña en todo el país, es el mismo zorro de siempre, sólo que con piel de oveja. Y claro, para confirmar su vocación maquiavélica y que ha renegado de “su otro yo”, AMLO respondió con un mensaje de amor a Diego Fernández, a quien extendió “mi mano franca, porque yo no odio a nadie”.
Contrasta la viñeta, porque todos saben que AMLO convirtió al Jefe Diego en epítome de la maldad “contra los pobres”. Incluso, no pocos estudiosos de grupos clandestinos que operan en México, ubican presuntos vínculos entre el grupo radical que secuestró a Diego, y algunos promotores de las aspiraciones presidenciales de AMLO.
Pero la escaramuza entre AMLO y el Jefe Diego no es más que una pincelada del formidable montaje que soporta la campaña de AMLO. Todos saben que López Obrador mandó al diablo a las instituciones, que rompió todas las reglas de la convivencia política con la farsa del plantón de Reforma al Zócalo, y que promovió la destrucción del IFE, como lo conocimos entre 1997 y 2007. Contra todo eso, hoy AMLO promueve la “república amorosa”.
Todos saben que AMLO llamó “delincuentes de cuello blanco” a los empresarios que lo cuestionaban. Hoy AMLO elogia a los empresarios, a los que jura y perjura que no les quitará nada y que, claro, todos se equivocaron al entender que “primero eran los pobres”. Durante años, Televisa fue parte de “la mafia” que le arrebató el poder a AMLO. Hace semanas vimos al zorro tabasqueño, convertido en cordero, que pidió perdón a Televisa.
Durante los meses de su inalcanzable candidatura presidencial —entre 2005 y 2006—, AMLO se negó a debatir con los adversarios presidenciales. Hoy propone 10, 20 y 30 debates, y un día sí y otro también le pide a Peña Nieto debatir. En 2006 se negó a responderle al conductor de Televisa, conocido como Brozo, sobre su cultura literaria. Argumentó que no quería dañar su imagen ante sus seguidores. Hoy hace mofa de Enrique Peña Nieto, porque el mexiquense no pudo hilar tres títulos.
Entre la jerga de la biología y en literatura, una mutación como la que vemos en AMLO es conocida como metamorfosis; en siquiatría se le llama bipolaridad, pero en política, las dos caras de AMLO se resumen con una palabra: farsante.
Lo curioso es que miles se tragan la farsa, sin siquiera masticarla. Al tiempo.
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