jueves, 24 de mayo de 2012

Los isralíes y los judíos no se dejan engañar por la extrema izquierda La histérica oposición mediática de la extrema izquierda no se plasma ni en los patrones electorales ni en los sondeos Geolocalización de la noticia Isi Leibler, 23 de mayo de 2012 a las 11:31 Si se examinan los acontecimientos del último año y se siguen las encuestas, queda patentemente claro que, a pesar de los ganchos coreados por la extrema izquierda que insisten en que israelíes y judíos son contrarios a las políticas del actual Ejecutivo israelí, las pruebas sobre el terreno sugieren todo lo contrario. No hay ni pruebas de resentimiento por la política exterior o la política de seguridad del Gobierno israelí, ni indicadores que sugieran que los comprometidos judíos de la diáspora se estén alienando del Estado judío. En la práctica, es innegable que se está imponiendo el consenso mucho más presente entre los israelíes en relación al enfoque del Gobierno hacia los palestinos que nunca desde que se produjo la brecha nacional como consecuencia de la adopción de los Acuerdos de Oslo. El primer ministro Benjamin Netanyahu ha trazado en la práctica un rumbo centrista que suscribe la mayoría del país. Esto equivale al final de las concesiones radicales a los palestinos en ausencia de reciprocidad genuina y la desaparición de las retiradas territoriales unilaterales que llevarían a la repetición de la desconexión de Gaza por parte de Sharon, que simplemente alentó a los yihadistas y les brindó trampolines adicionales desde los que lanzar proyectiles e intensificar el terrorismo. Al mismo tiempo, Netanyahu ha reiterado repetidamente que, en el caso de hubiera una cúpula palestina decidida a la coexistencia pacífica y dispuesta a comprometerse y a reconocer los requisitos de la seguridad de Israel, haría lo necesario para alcanzar un acuerdo que brindase a los palestinos un Estado independiente. Los israelíes se dan cuenta de que hará falta un cambio en la actual cúpula palestina engañosa, más comprometida con la idea de acabar con la soberanía judía que con la de alcanzar la independencia. A pesar del decepcionante sistema electoral israelí --con sus múltiples partidos y la excesiva presión de formaciones reducidas monotemáticas, extrema izquierda y derecha y partidos radicales árabes aparte-- no hay diferencias ideológicas básicas en torno a las cuestiones de la política exterior y la seguridad entre los principales partidos políticos. La histérica oposición mediática de la extrema izquierda no se plasma ni en los patrones electorales ni en los sondeos. La tirada de su periódico icono, el Ha'aretz, se ha desplomado hasta mínimos históricos. La realidad es que aunque los políticos "progres" en boga y los académicos de izquierdas siguen apareciendo en los titulares, en la realidad han sido condenados al ostracismo. Nada ilustra esto más que la humillante derrota de la antigua secretaria Tzipi Livni en las primarias del partido Kadima, cosa incuestionablemente relacionada con su oposición insensata y destructiva a todas las facetas de la política exterior del Gobierno y sus violentos ataques personales al primer ministro. En contraste, su sucesor, Shaul Mofaz, es algo más comedido en sus críticas a la política exterior y anunció que pretende dirigir principalmente sus esfuerzos a oponerse al Gobierno en cuestiones económicas. A diferencia de Livni, dejó claro que tras las próximas elecciones, estaría abierto a unirse a una coalición política más amplia. Lo mismo puede decirse del Partido Laborista, que en cierta medida ha sido secuestrado por los radicales de la extrema izquierda. Hoy, la secretario Shelley Yachimovich es más selectiva que sus antecesores a la hora de criticar la política de seguridad, y si bien es contraria a los asentamientos, ha distanciado deliberadamente a la formación de sus antiguos líderes, que practicaban la demonización de los colonos. Pueden señalarse tendencias parecidas entre las comunidades judías de la diáspora. Como siempre fue el caso, los judíos asimilados son menos dados a mostrar vínculos emocionales fuertes con las cuestiones judías y se inclinan por ser más distantes de Israel. Pero las afirmaciones repetidas de que los judíos, y en especial los jóvenes, se están distanciando y divorciando de Israel no tienen ningún apoyo en la realidad. Sí, la generación que fue testigo del Holocausto y de la lucha por la creación de un Estado judío está siendo relevada por judíos que dan la existencia de Israel por sentada. No se pueden identificar con los indefensos judíos anteriores al Estado y no sufren los temores emocionales por la seguridad de Israel soportados por sus parientes. Pero los comprometidos judíos de la diáspora actual no se han vuelto desde luego contra Israel. Cuando la organización J Street apareció en escena hace dos años, los medios izquierdistas la elogiaban como la tendencia del futuro, afirmando que su enfoque 'progresista', 'liberal' y 'abierto a la paz' era mucho más representativo de los judíos norteamericanos que la dirección política. Pero aun así, tuvo escaso impacto y hasta la fecha sigue representando al núcleo duro de la extrema izquierda y sólo atrae a compañeros de viaje ingenuos aunque con buenas intenciones. Las pretenciosas aspiraciones de J Street de complementar al colectivo American Israel Public Affairs Committee (AIPAC) resultaron ser patéticas. De hecho, la conferencia más reciente de AIPAC confirma el apoyo cada vez más presente a Israel en toda la comunidad judía. Además, los esfuerzos desesperados por parte de la Administración --se dice que inicialmente partidaria de J Street-- por distanciarse definitivamente y ganarse el favor del AIPAC hablan por sí mismos. Peter Beinart, elogiado como el niño mimado de la institución ultraizquierdista, cuyos enardecidos ataques contra Israel fueron objeto de extraordinaria atención mediática, también decepcionó a los partidarios de la extrema izquierda antiisraelí al obtener apenas un minúsculo apoyo entre la comunidad judía. En la práctica, su vanagloriado libro fue denostado por cada crítico literario judío y su llamamiento al boicot de los asentamientos fue condenado por todo el mundo, aparte de la extrema izquierda radical. Hasta el colectivo J Street se vio obligado a distanciarse en relación a la cuestión. De hecho, al observar los acontecimientos de la diáspora y seguir los sondeos entre la población judía, en Estados Unidos sobre todo, queda claro que hay un sólido aire de lealtad a Israel entre los judíos que entienden la realidad sobre el terreno. Manifiestan apoyo a los actuales esfuerzos israelíes por alcanzar la seguridad en una región en la que los intransigentes palestinos minan las esperanzas de paz, y se dan cuenta de que a corto plazo, una política de dos estados es virtualmente imposible. Esto fue reafirmado en los resultados de un sondeo reciente llevado a cabo por los partidarios del presidente Obama, diseñado para subestimar el papel de Israel como factor determinante del voto de los judíos americanos. Pero hasta este sondeo reconoce que el 73% de todos los judíos -- no solamente de los convencidos -- considera que Netanyahu, la bestia negra de la extrema izquierda, representa "los verdaderos valores judíos". No deberíamos de dejarnos llevar por la propaganda que repite falsas afirmaciones de que los judíos hoy son menos partidarios del Estado judío. La realidad es la contraria y la aplastante mayoría de los judíos siguen siendo partidarios convencidos de Israel. El único cambio sustancial es que están dejando de engañarse con espejismos de un inexistente socio árabe para la paz.

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